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¿Error policial?

Hace justo un año, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional tuvo conocimiento de que se iba a abrir un local en una calle de la ciudad de Ibiza por parte de una asociación recientemente constituida. Se daba la circunstancia de que dicho local tenía otra entrada por la parte de atrás, en una calle paralela a aquella en la que estaba la entrada principal. Las gestiones realizadas por los agentes ante el Registro de Asociaciones de Illes Balears dieron como resultado la localización de una asociación que tenía su domicilio en una de esas dos calles.

Hace justo un año, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional tuvo conocimiento de que se iba a abrir un local en una calle de la ciudad de Ibiza por parte de una asociación recientemente constituida. Se daba la circunstancia de que dicho local tenía otra entrada por la parte de atrás, en una calle paralela a aquella en la que estaba la entrada principal. Las gestiones realizadas por los agentes ante el Registro de Asociaciones de Illes Balears dieron como resultado la localización de una asociación que tenía su domicilio en una de esas dos calles. La asociación registrada era claramente de consumidores de cannabis, ya que dicha palabra se mencionaba en el propio nombre de la asociación. El siguiente paso que dio la Policía fue la identificación de dos miembros de la junta directiva de la asociación, el presidente y la secretaria, lo que se logró también a través del Registro de Asociaciones. A continuación, como suele ser habitual en estos casos, los agentes de la Policía Nacional establecieron una serie de vigilancias en las inmediaciones del local para la identificación de personas que abandonaran el mismo. Y, ¡bingo!: todas ellas salían del local social, al poco tiempo de haber entrado, con pequeñas cantidades de marihuana que declaraban haber adquirido allí.

Entretanto, una inspectora acudía de paisano a la asociación haciéndose pasar por una consumidora interesada en darse de alta como socia. El encargado, en el vestíbulo que hacía las veces de recepción, le explicó inocentemente todos los pormenores de los trámites necesarios para hacerse socia y los relativos al funcionamiento de la asociación.

Aún tenían que dar los agentes los últimos pasos para culminar su investigación. Localizaron el domicilio del presidente y lo vigilaron a conciencia. Notaron un fuerte olor a marihuana que procedía del garaje de la vivienda adosada en la que residía y ataron cabos: la marihuana que se consumía en el local se cultivaba allí, en el propio domicilio del presidente de la asociación. Debía actuarse con rapidez. El inspector jefe de la UDYCO, después de exponer al juez las condiciones establecidas por la jurisprudencia para que pueda considerarse que existe un consumo compartido, condiciones que a su juicio no se daban, solicitó que se emitiera una autorización a la Policía Nacional para la práctica de una diligencia de entrada y registro en el domicilio y el garaje del presidente de la asociación y en el local social. No tardó en hacerse efectiva la misma y también la consecuente entrada. Tanto en el local social como en el domicilio y el garaje del presidente se hallaron diversas cantidades de marihuana. Tres personas que estaban a cargo del local y el presidente fueron detenidos, este último en su domicilio. Pero había algo que no cuadraba. Resulta que los responsables del local y el presidente de la asociación investigada no se conocían. ¿Cómo podía ser eso posible? No tardó en resolverse el misterio. La asociación cuya existencia y cuyo presidente habían comprobado los agentes de la UDYCO a través del registro de asociaciones estaba ubicada en el número uno de la calle. Pero la asociación que finalmente registraron tenía su otra puerta, la trasera, en el número once y no en el uno. Se habían equivocado de asociación, vaya. En el número uno de la calle existía una registrada que nunca llegó a funcionar a pesar de que en el domicilio de su presidente se hallaron pequeñas cantidades de marihuana que pensaba destinar a su propio consumo; y en el número once de la misma calle existía otra asociación con otro nombre y otro presidente que sí funcionaba y que tenía su entrada principal en otra calle paralela, como hemos explicado. Cuando el juzgado se dio cuenta de dicho error, acordó que se siguieran dos procedimientos distintos, uno para cada asociación. Cuando se le planteó que debía declararse nula la resolución por la que autorizaba la entrada en el local de la asociación, dijo que era perfectamente válida la entrada a pesar de que se tratara de una asociación con otro nombre y, por tanto, distinta a aquella mencionada en la resolución por la que se acordaba la entrada en el local. Al final, todos detenidos. Ya explicaremos más adelante cómo acaba esta historia.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #230

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