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Y tú, ¿qué concentras?

BHO, budder, amber glass... son algunos de los nombres que se da a las diferentes extracciones de cannabis. En general, la finalidad de dichas extracciones es conseguir un concentrado de los cannabinoides presentes en la planta.

BHO, budder, amber glass... son algunos de los nombres que se da a las diferentes extracciones de cannabis. En general, la finalidad de dichas extracciones es conseguir un concentrado de los cannabinoides presentes en la planta.

Pero hay que tener en cuenta que no solo concentramos los cannabinoides, sino que también se concentran los residuos que pueda contener el disolvente y otras sustancias presentes en el material vegetal utilizado para la extracción.

La creencia general es que cuanto más puro sea el disolvente utilizado, mejor será para la salud. Esto es un concepto erróneo, ya que la pureza no es indicativo de que el producto esté libre de sustancias peligrosas. ¿Es mejor un disolvente de un 99,9% de pureza que uno de 98%? Muchos pensaréis que sí, pero esto no es del todo cierto. La clave está en saber qué sustancias son ese 0,1%. Un disolvente de un 98% de pureza cuyo 2% restante sean sustancias inocuas será mucho mejor para la salud que un disolvente al 99,9% pero cuyo 0,1% restante sean, por ejemplo, metales pesados. De hecho, la legislación que autoriza el uso de disolventes en alimentación prohíbe aquellos que contengan más de 1 mg/kg (¡un 0,0001% en peso!) de plomo y arsénico. Recordemos que al evaporar el disolvente estaremos concentrando todos los residuos no volátiles que contenga, por lo que si estos residuos son tóxicos, aunque se encuentren en baja concentración en el disolvente inicial, acabarán teniendo unos niveles muy altos en el producto final. Por lo tanto, se deberían usar solo disolventes que no contengan sustancias tóxicas y, preferentemente, aquellos cuya calidad esté asegurada para su uso en productos alimentarios.

Y volvemos al concepto de concentrados. Supongamos que las plantas con las que se va a hacer la extracción han sido tratadas con algún tipo de pesticida. Puede ser que si hemos dejado pasar mucho tiempo desde la aplicación del pesticida hasta la cosecha, la cantidad de residuo que quede en la planta sea muy bajo. Pero, cuando realizamos una extracción, estaremos concentrando los residuos de pesticida que puedan haber y que son solubles en el disolvente utilizado, por lo que podemos pasar de un residuo insignificante en el material vegetal a unos niveles peligrosos en el extracto.

Algo similar ocurre cuando queremos aprovechar para hacer extracciones algunos restos de la cosecha que contienen hongos u otros microorganismos. Si el material vegetal estaba contaminado con microorganismos productores de toxinas (por ejemplo, aflatoxinas producidas por algunos hongos del género Aspergillus), estas toxinas también pueden acabar concentradas en el extracto final.

En definitiva, podemos disfrutar de nuestros extractos pero tomando las precauciones oportunas. El cannabis se lleva consumiendo desde la antigüedad y ha demostrado ser seguro; es la intervención humana la que puede hacer de la planta algo peligroso para nuestra salud.

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