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Cuando la sustancia se hace visible

Una entrevista con Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico

entrevista con Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.  Foto: Dondre Stuetley

Brian y Slippy (RIP) en el estudio. “Los pomerania son mi raza favorita: divertidos, con una personalidad increíble y muy inteligentes”.

/ Dondre Stuetley

Brian Blomerth nos invita a explorar su proceso creativo, revelando cómo sus elecciones estéticas están intrínsecamente ligadas a los temas que aborda. También reflexiona sobre el papel de los psicodélicos como herramientas creativas y educativas o el impacto de las referencias culturales en su obra.

Brian Blomerth, el autor de la portada de Cáñamo 326, tiene un don singular para convertir lo complejo en algo fascinante. Con su característico estilo que mezcla la narración gráfica con un humor peculiar y un talento para el detalle, ha conquistado un espacio propio en el mundo del cómic y la ilustración. Sus libros, Bicycle Day (2019), Mycelium Wassonii (2021) y Lilly Wave (2023), todos publicados por Anthology Editions, forman una trilogía que no solo documenta hitos en la historia de los psicodélicos, sino que también explora las intersecciones entre ciencia, cultura y percepción a través de un lenguaje visual inconfundible.

En Bicycle Day, Blomerth recrea con vibrantes colores fluorescentes el primer viaje con LSD realizado por Albert Hofmann en 1943, un día que cambiaría para siempre nuestra comprensión de la conciencia. Su enfoque combina precisión histórica y química con una representación onírica que captura la esencia de la experiencia psicodélica. En Mycelium Wassonii, por otro lado, profundiza en las exploraciones de R. Gordon Wasson y Valentina Pavlovna con los hongos psicoactivos, reflejando las tensiones entre la investigación científica y las tradiciones indígenas, todo ello enmarcado por la delicadeza de las acuarelas que evocan el espíritu naturalista de sus protagonistas. Finalmente, Lilly Wave es un viaje alucinante al mundo de John C. Lilly, sus experimentos con tanques de aislamiento y ketamina, y su obsesión por los delfines y las posibilidades infinitas de la mente humana.

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

Los tres libros han sido publicados por Anthology Editions, editorial de Brooklyn, Nueva York, con un catálogo trufado de delicatessen sobre arte, música e historia de la cultura pop.

La obra de Blomerth no solo relata historias, las reinventa gráficamente. En sus páginas los colores se convierten en narradores silenciosos, las líneas dibujan no solo formas, sino estados de ánimo, y los detalles más extravagantes añaden una capa de humor que desarma al lector. En esta entrevista, el artista nos invita a explorar su proceso creativo, revelando cómo sus elecciones estéticas están intrínsecamente ligadas a los temas que aborda. También reflexiona sobre el papel de los psicodélicos como herramientas creativas y educativas o el impacto de las referencias culturales en su obra.

Este hiperactivo y risueño creador, nacido en 1984 y afincado en Brooklyn, nos muestra que el arte puede ser una herramienta poderosa para repensar historias y culturas. En un momento donde la ciencia reevalúa el potencial terapéutico de sustancias como el LSD, los hongos psicoactivos y la ketamina, sus libros aportan una perspectiva única que combina rigor y diversión, invitándonos a mirar más allá de los límites de lo establecido.

¿Podrías contarnos brevemente cuál ha sido tu trayectoria hasta desembocar en esta trilogía psicodélica?

Siempre me ha encantado dibujar, siempre quise ser caricaturista. Empecé haciendo colaboraciones para proyectos aleatorios hasta que llegó el día en que alguien me ofreció hacer un cómic de manera más regular y acepté. Al cabo de un tiempo, Anthology Editions se interesó en hacer una recopilación de los trabajos que había hecho durante un par de años para la revista Vice, querían reimprimir esas viñetas, pero yo les dije: “Si voy a hacer un libro, quiero hacer uno de verdad, algo que realmente me emocione”. Les propuse la idea de Bicycle Day y aceptaron. Me gustó la experiencia y pensé que sería interesante extender ese concepto; de ahí surgieron Mycelium Wassonii y Lilly Wave y ya tengo en mente el cuarto de la serie. 

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

Dos perros antropomórficos y un destino: la meca de los fantastic fungi.

¿Qué te empujó a sumergirte en los acontecimientos clave de la historia cultural de las drogas que narras en cada uno de ellos? 

“El aspecto espiritual de la historia fue mucho más sencillo de abordar porque está más alineado con cosas que puedo relacionar con mis propias experiencias, con vivencias que he tenido a raíz de probar distintas sustancias” 

La chispa creativa me la dio el formato: tenía una idea de cómo quería que fuera ese mi primer libro y la historia de Bicycle Day encajaba perfectamente en ella, era como el tema ideal para ese formato y cumplía con todos los requisitos. Hay algo curioso en la trayectoria de esta serie: los tres libros tienen en común a una pareja y un compuesto químico como eje central, así que las tres figuras principales en las que me he centrado siguen esa estructura y creo que eso es lo que los conecta.

¿Cuáles han sido tus principales fuentes para abordar de forma rigurosa estas historias?

A nivel de documentación lo que hago es básicamente leer todos los libros que esos investigadores publicaron. Hofmann escribió una autobiografía muy breve, LSD: My problem child, mientras que los Wasson y Lilly escribieron varios libros y yo trato de ceñirme estrictamente a ellos. No hago mucha investigación externa; podría haber ido a los archivos de los Wasson en Harvard o a los de Lilly en Stanford, pero preferí limitarme a sus textos porque, solo con eso, ya hay muchísimo material. Además, no es mi intención hacer un tipo de periodismo incisivo o crítico, es algo que no encajaría con el espíritu de estos libros. Para que te hagas una idea, leí dos veces Mushrooms, Russia, and History, de los Wasson, y tres veces The Scientist, de Lilly. Con cada lectura hacía una lista de todo lo que me parecía interesante, apuntando cosas como: “Esto sí. Esto también. Esto sin duda”. Después la revisaba y pensaba: “¿Cómo puedo incluir esto o aquello?” Porque la clave para mí es mantener los libros lo más simples posible, pero al mismo tiempo llenarlos de pequeños detalles escondidos aquí y allá, como ir salpicando elementos a lo largo de cada volumen.

Animales australianos en Suiza

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

Las pedaladas lisérgicas de Albert Hoffman y Susi Ramstein, el icónico trip con el que Blomerth arrancó su trilogía.

Hablemos de Bicycle Day. En tu representación del primer viaje de Albert Hofmann, ¿cómo decidiste equilibrar los aspectos científicos de su descubrimiento con los significados espirituales o culturales que el LSD ha adquirido desde entonces?

Intenté incluir toda la química que pude en el libro, pero al no tener conocimientos profundos sobre el tema fue una tarea ciertamente difícil, aunque la abordé con el mayor de mis esfuerzos. Gran parte de la información sobre química la saqué de un PDF llamado Uncle Fester's Guide to Practical LSD Manufacture [La guía del Tío Fester para la fabricación práctica de LSD], que tiene un capítulo llamado “El método Hofmann”. Me basé en él y traté de replicar de forma fidedigna la información científica que allí se detalla, pero incluso algo tan simple como aprender los nombres y las formas de los utensilios de un laboratorio químico fue un reto descomunal porque lo más cerca que había estado en mi vida de algo similar fue en el instituto y, como ya podrás intuir, suspendí la asignatura. Por otro lado, el aspecto espiritual de la historia fue mucho más sencillo de abordar porque está más alineado con cosas que puedo relacionar con mis propias experiencias, con vivencias que he tenido a raíz de probar distintas sustancias. 

Representar visualmente una experiencia psicodélica a menudo cae en estereotipos: colores brillantes, formas abstractas flotantes... Sin embargo, en tu libro capturas la maravilla del primer viaje de Hofmann de una manera detallada y narrativa. ¿Cómo te preparaste para abordar este desafío visual?

En Bicycle Day usamos pantones neón porque el LSD es un compuesto químico creado en un laboratorio, igual que la tinta neón, que también es un producto químico. Curiosamente, ambos surgieron más o menos en la misma época, y resulta interesante que ninguno aparezca de forma natural en la naturaleza. Esa conexión me pareció una buena analogía para la experiencia del LSD. Algunos elementos estaban insinuados en los libros de Hofmann, pero añadí otros detalles propios, como pequeños guiños de autoría que no desentonaban en la crónica descrita por él. Por ejemplo, en la secuencia del viaje solo aparecen animales australianos; pensé que sería divertido incluirlos porque Hofmann estaba “de viaje” y los animales australianos son de los más extravagantes que hay. Así que ahí tienes un ornitorrinco, por ejemplo. Por otro lado, muchas de mis representaciones de Suiza están basadas en los anuncios de Ricola o en imágenes de comunidades amish; nunca he estado en Suiza, pero quise darle un toque lúdico, similar al de las atracciones It’s a Small World de los parques Disney.

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

 

Tu representación del cerebro de Hofmann como un espacio fluido y onírico parece capturar no solo los efectos del LSD, sino también la idea de la mente como un paisaje expansivo. ¿Crees que los cómics son un medio particularmente efectivo para explorar estas ideas más abstractas sobre la mente y la percepción

Sin duda, son un medio perfecto para eso porque te permiten construir todo un mundo desde cero. Es como si el libro te llevara al interior de mi mente, es lo más cercano que puedes asomarte a cómo interpreto esas ideas, a cómo se construyen esas historias en mi cabeza. Además, lo interesante de los cómics es que te dan libertad como lector: eres tú quien decide el ritmo al que avanzas, tan rápido o tan lento como quieras. Ese control es algo único. Para mí, hacer estos libros fue como lanzar una moneda a un estanque: hice mi aportación, vi dónde caía y listo. Este es el medio que tengo para trabajar y esta es mi manera de plasmar lo que he aprendido sobre estas historias. Por ejemplo, algo ciertamente curioso de la historia que se describe en Bicycle Day es lo poco solemne que Hoffman fue respecto a la experiencia de su descubrimiento; creo que en el material adicional del libro menciono que él mismo dijo que tiró la bicicleta después del viaje y que describió el paseo como una especie de pesadilla porque no sabía lo que le estaba ocurriendo y, básicamente, tuvo un ataque de pánico. Me pareció muy interesante y sorprendente cómo su experiencia real era distinta a lo que siempre había imaginado o escuchado sobre esta historia. Por lo general, se habla de su primer viaje como algo grandioso, pero él no lo disfrutó para nada, así que yo quise ser fiel a su propia vivencia porque para mí ese es también un componente importante de la narración.

Palabras que caen del cielo

La curandera mazateca María Sabina llora rodeada de hongos alucinógenos, sus “niños santos”, en una de las ilustraciones de Mycelium Wassonii.

La curandera mazateca María Sabina llora rodeada de hongos alucinógenos, sus “niños santos”, en una de las ilustraciones de Mycelium Wassonii.

“Siempre me ha encantado el género de los ‘animales graciosos’, creo que es el más extraño y genial dentro del mundo del cómic. Pensé que algo así podía encajar en ese mismo universo, como si la historia del descubrimiento del LSD tuviera lugar en una universidad dentro de ese mundo de perros antropomórficos”

R. Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna, los protagonistas de Mycelium Wassonii, fueron pioneros en el estudio de los hongos psicoactivos, pero su trabajo no estuvo exento de controversia, especialmente en relación con la apropiación cultural y el impacto que su investigación tuvo en las comunidades indígenas. ¿Cómo abordaste esa tensión entre la exploración científica y el respeto por las tradiciones autóctonas?

Intenté representarlo de la forma más clara y simple posible. Los Wasson hicieron varios viajes a México, incluso uno con Albert Hofmann, pero tuve que condensar todo eso, mostrar un primer viaje que no funcionó y luego un segundo en el que sí lo consiguieron. Mi intención era plasmar de forma sencilla el impacto cultural de su llegada, cómo su presencia interfirió en el día a día de esas comunidades. Es sabido que los Wasson usaron su influencia para conseguir sus propósitos, como demuestra el hecho de que la llegada de Gordon Wasson con un funcionario del pueblo hizo que [la curandera y chamana mazateca] María Sabina creyera que realmente las autoridades querían que realizara para él la ceremonia de los hongos. Sin embargo, la popularidad de esa ceremonia hizo que la tranquila vida de los residentes locales se viera alterada y María Sabina se sintió injustamente señalada por todo ello. De hecho, le pidió a Gordon Wasson que no publicara las fotografías de su ceremonia, pero él hizo caso omiso y su difusión no hizo sino aumentar la presión sobre esa comunidad. A pesar de todo, creo que mantuvieron una relación cordial. 

 En Lylly Wave, su último libro, nos zambulle en las investigaciones radicales del psiconauta de la ketamina John C. Lilly.

En Lylly Wave, su último libro, nos zambulle en las investigaciones radicales del psiconauta de la ketamina John C. Lilly.

En ciertas páginas del libro, como en aquella donde aparece la frase “Veo las palabras caer como pequeños objetos luminosos del cielo” flotando sobre un fondo de colores vibrantes y texto fragmentado, conviertes el lenguaje en algo físico y visual. ¿Qué intentabas transmitir al transformar las palabras en un elemento gráfico? 

Quería mostrar que la ceremonia de los hongos está llena de recitados y cantos y o bien lo incluía literalmente o buscaba otra manera distinta, sorprendente de plasmarlo y finalmente decidí hacerlo con las letras cayendo. Es un poco como lo que mencioné de Bicycle Day y los pantones neón, pero usando acuarelas en este caso. Sentí que encajaban con el estilo naturalista de R. Gordon Wasson porque los naturalistas siempre usaban acuarelas para representar las especies; si intentaban llevarlas a otro lugar se descomponían antes de llegar,  así que era mejor pintarlas en el momento y de forma rápida con acuarelas. Técnicamente, Wasson describió su primer viaje con hongos como algo “árabe” en su naturaleza, pero eso no tenía mucho sentido para mí, así que hice un poco de edición creativa y lo representé de la manera que pensé que encajaba mejor.

Destellos de luz y bromistas cósmicos

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

"Me gustaría pensar que mis libros contribuyen de alguna manera a la educación de un público más amplio."

En una de las páginas de Lilly Wave, tu último libro, utilizas una combinación de gráficos científicos, un espectro de colores y un cronómetro para explorar la percepción del tiempo en estados alterados de conciencia. ¿Crees que la ketamina y los tanques de aislamiento, como los exploró John C. Lilly, ofrecen una puerta única hacia nuevas concepciones del tiempo y del espacio?

Sí, absolutamente. En el libro hay un truco visual que usé relacionado con el “feedback visual”, esos destellos de luz que están presentes tanto en el tanque como en la experiencia con ketamina: si giras las páginas del libro verás que puedes experimentar ese destello. Además si estuvieras aislado de los estímulos sensoriales, podrías estar en el tanque durante dos horas o dos días porque tu percepción del tiempo desaparece, así que pensé que insertar un cronómetro tenía todo el sentido para mostrar esa capa temporal. Por su parte, los encabezados de los capítulos son como una negrura total para representar el agujero negro en el que estás, el espacio cerrado del tanque. Y luego están esos pequeños destellos de luz, como si la mente comenzara a llenar los huecos en la oscuridad total. Para mí, eso siempre ha sido como el “feedback visual” que ocurre en estos estados y la manera en que la mente trabaja para interpretar la falta de estímulos.

Plasmas las experiencias de Lilly en los tanques de aislamiento combinando precisión técnica y el humor, mostrando tanto los detalles científicos como las visiones y emociones que producían. ¿Crees que el humor ayuda a los lectores a conectar con temas que de otra manera podrían parecer demasiado abstractos?

Muchas de las cosas que vivió Lilly son, en sí mismas, bastante graciosas. Por ejemplo, hay una escena donde su padre le dice “La NASA, el Departamento de Defensa y yo estamos profundamente decepcionados”. Fue durante el periodo donde Lilly estaba financiando su laboratorio de delfines y atravesando un divorcio con su primera esposa. Su padre, que también había aportado dinero, le dijo: “Vamos a cortar esto si no vuelves con tu primera esposa”. Y Lilly respondió: “Ni siquiera te gusta que esté casado”. Pensé: “¿Cómo introduzco al padre en la historia?”. En The Scientist: A Metaphysical Autobiography Lilly destina gran parte del inicio del libro a explicar cómo se dio cuenta de que además de ser talentoso como científico uno debía ser igual de bueno consiguiendo fondos. Eso es algo que aprendió en CalArts [la prestigiosa universidad privada de las artes californiana]. Lilly ganó una beca, pero el jefe del departamento le dijo: “No las necesitas, tu padre es rico. Lo que deberías hacer es aceptarla, pero luego rechazarla. Esa es la forma elegante de hacerlo, así devuelves los fondos a la universidad”. Lilly replicó: “Creía que el hito era que gané la beca”. A lo que el profesor respondió: “La ganaste, pero realmente no la necesitas. Ese es el hito aquí”. Un chiste simple como ese no cuenta toda la historia, pero alude a ella de forma ligera.

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

Pinceladas de acuarela para envolver el periplo micológico de R. Gordon Wasson y Valentina Pavlovna, en Mycelium Wassonii

Brian Blomerth, el autor de cómic actual más psicodélico.

Tiempo dividido por espacio y multiplicado por ketamina es igual aaahhhhhhhh

¿Cómo abordaste la representación visual de la fragmentación y la expansión de la conciencia que Lilly asociaba con sus experiencias con ketamina?

Lilly es particularmente extraño en este sentido porque, después de escribir un par de biografías, en la tercera revela la existencia de unos alienígenas a los que llama “seres ECCO” [acrónimo de Earth Coincidence Control Office] y que, según él, son al mismo tiempo una extensión de sí mismo y una fuerza que lo atormenta, como si fueran bromistas cósmicos. Hay un momento en el que grita al aire algo así como: “¿Quién dirige el espectáculo aquí arriba?”. Y es entonces cuando, según él, estos seres “le quitaron el pene”. Representé esa delirante visión con una página interactiva en el libro: una ilustración que puedes doblar y, al hacerlo, literalmente “remover” su pene una y otra vez. Es una manera de aludir al incidente sin representarlo de manera explícita; es algo extraño y surrealista, y esa sensación es justo lo que quería captar.

Y también es muy conocido lo que Lilly cuenta que le ocurrió en un avión en dirección a Los Ángeles.

Sí. Al aproximarse al aeropuerto Lilly vio el cometa Kahoutek brillando intensamente en el cielo y, según cuenta, en ese preciso instante un mensaje le fue transmitido a su mente como un rayo láser: “Somos la Inteligencia de Estado Sólido y vamos a demostrar nuestro poder apagando la energía del aeropuerto”. Lilly compartió este inquietante mensaje con su esposa Toni, que estaba sentada a su lado, y al cabo de pocos minutos el piloto informó a los pasajeros que serían desviados a Burbank debido a que un avión había aterrizado de emergencia cerca de la pista derribando los cables de alta tensión y provocando un apagón en el aeropuerto. No quise mostrar esa escena tal cual la explica el propio Lilly; la reinterpreté como otra página interactiva donde se juega con la idea del vacío y la interrupción. En mi versión, se relaciona con cómo Lilly dice que “apagó y encendió” el suministro eléctrico del aeropuerto con el poder de su mente; tiene una cualidad absurda y caótica que refleja su visión de la realidad.

Perros antropomórficos

Pinceladas de acuarela para envolver el periplo micológico de R. Gordon Wasson y Valentina Pavlovna, en Mycelium Wassonii

El mundo visual y narrativo de tus libros está lleno de detalles y elecciones únicas, pero también está presente un elemento más entrañable: los perros. ¿Por qué decidiste representar a los personajes como perros con características antropomórficas?

“Mirar cada sustancia es como analizar un material y preguntarme: ¿cómo puedo representarlo visualmente de una manera que se sienta adecuada a su naturaleza? Eso ha sido como el ‘ingrediente secreto’ en todos estos libros. Siempre hay un componente químico, un componente humano (los personajes) y luego está mi exploración de una técnica visual que active algo especial en la narrativa”

Siempre me ha encantado el género de los “animales graciosos”, creo que es el más extraño y genial dentro del mundo del cómic. En el universo del Pato Donald, los personajes secundarios suelen ser perros, las llamadas “dog faces”, personas con caras de perro. ¡Me chiflan! Pensé que algo así podía encajar en ese mismo universo, como si la historia del descubrimiento del LSD tuviera lugar en una universidad dentro de ese mundo de perros antropomórficos. Es un guiño divertido a ese estilo. Además, amo a los perros. Tengo un Pomerania llamado Banana, y antes tuve otro llamado Skippy, que vivió conmigo trece años. Son mi raza favorita: divertidos, con una personalidad increíble y muy inteligentes. Banana incluso sabe buscar cosas y bailar sobre sus patas traseras. ¡Es como tener el cerebro de un perro grande en un cuerpo pequeño!

Desviándome de la trilogía psicodélica, me gustaría saber cómo encaraste los diseños para los discos recopilatorios Sad About The Times y … Still Sad, ambos editados por Anthology Recordings.

Fui a la oficina de Keith [Abrahamsson, fundador y director creativo de la editorial / discográfica de Nueva York] para hablar sobre el proyecto, y me mostró algunas referencias visuales de discos y portadas. Yo siempre he amado la portada de Smile [de The Beach Boys], me gustan las portadas que parecen una tienda, son como un género en sí mismas. Quise hacer algo similar, que pareciera una tienda antigua, sin demasiadas cosas, pero que las pocas que hay fueran como pequeños tesoros escondidos. El concepto también surgió de mi archivo personal, tengo una carpeta llena de imágenes de referencia, y una de ellas era de una revista pornográfica de los años 70 que se llamaba Through the Back Door. La portada mostraba una puerta trasera y había una foto azul de una mujer que parecía “más grande” que la puerta. Era como si estuvieras entrando en otro mundo al cruzar esa puerta. Me pareció un concepto interesante, como esas puertas en Lilly Wave que, al abrirse, revelan algo completamente inesperado. Keith quería incluir algunas fotos de los artistas en el diseño, así que pensé que encajarían perfectamente en las ventanas de la tienda. Al final, logramos una portada que combinaba ambos conceptos, y creo que quedó bastante bien.

Las alucinadas y superpobladas ilustraciones de Blomerth han seducido a grupos como King Gizzard & The Lizard Wizard, Fleet Foxes o los históricos Grateful Dead.

Las alucinadas y superpobladas ilustraciones de Blomerth han seducido a grupos como King Gizzard & The Lizard Wizard, Fleet Foxes o los históricos Grateful Dead. 

A la espera de ese nuevo cuarto libro en el que andas trabajando, ¿qué patrones o conexiones encontraste al estudiar LSD, hongos y ketamina?

Mirar cada sustancia es como analizar un material y preguntarme: ¿cómo puedo representarlo visualmente de una manera que se sienta adecuada a su naturaleza? Eso ha sido como el “ingrediente secreto” en todos estos libros. Siempre hay un componente químico, un componente humano (los personajes) y luego está mi exploración de una técnica visual que active algo especial en la narrativa. Por ejemplo, hasta ahora he utilizado neones, acuarelas y, en este último libro, aerógrafo cósmico, una especie de aerógrafo espacial. Cada técnica no solo representa la sustancia en sí, sino que también refleja la personalidad y las experiencias de los personajes asociados a ella. Todo tiene que unirse: los personajes, la sustancia y la estética visual. Esa es la forma en la que lo estoy haciendo y creo que es lo que unifica los tres libros artística y conceptualmente.

Para terminar, ¿consideras que tus cómics pueden servir como una forma de “educación visual” para el público general?

Me gustaría pensar que mis libros contribuyen de alguna manera a la educación de un público más amplio. A la gente le atrae el hecho de que, de alguna manera, estoy aportando “mi granito de arena” al debate. No pretendo ser un experto o un académico, pero esto es lo que puedo ofrecer en este contexto. Si consigo que una o dos personas reflexionen sobre estos temas desde una perspectiva diferente, ya me doy por satisfecho. Eso es todo lo que puedo pedir. No estoy del todo seguro de cuánto impactan mis libros, pero el feedback que he recibido hasta el momento ha sido positivo en general, y eso me hace sentir bien.

Ilustración para camiseta: en el interior de las Cavernas de Luray, en Virginia, Pillsbury Doughboy le da a las teclas del Great Stalacpipe Organ. ¡Música maestro!

Ilustración para camiseta: en el interior de las Cavernas de Luray, en Virginia, Pillsbury Doughboy le da a las teclas del Great Stalacpipe Organ. ¡Música maestro!

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #326

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