Las viñetas de LeRaúl son bofetadas de realidad mejorada, “mejorada” en la medida en que tienen más gracia que la propia realidad. Se mueven entre el humor político-social, el hallazgo sorprendente y el cosquilleo cerebral. Desde gags directos a juegos gráficos de aire complejo que, manipulando iconos visuales de nuestro tiempo, plantean –o desvelan– significados alternativos. Todo esto plasmado a través de ilustraciones en diferentes registros, collages y ejercicios tipográficos variados eludiendo un estilo propio que, en definitiva, trata de plasmar la imagen que mejor acompañe a cada idea.
El último libro de LeRaúl , 1983,99 (Autsaider Cómics), además de la evidente referencia a la obra de Orwell, remite inevitablemente al pensamiento de Zygmunt Bauman y a su discurso sobre la cultura actual, que “no consiste en prohibiciones sino en ofertas, no consiste en normas sino en propuestas. […] La cultura hoy se ocupa de ofrecer tentaciones y establecer atracciones, con seducción y señuelos en lugar de reglamentos”.
En las páginas de LeRaúl abundan agudas reflexiones alrededor del uso y abuso de las redes sociales, el híperconsumismo y la manipulación de conductas, colocándonos con frecuencia en una posición incómoda desde la que podemos reconocernos en las mezquindades y penurias retratadas, en la confortable aquiescencia al poder y el sometimiento consentido al yugo. Hablamos con él de nuestra complicidad con el sistema, de los buenos, de los malos y del eterno retorno de los mismos chistes.
El título de 1983,99 es un hallazgo brutal, ¿tan cerca estamos de la distopía orwelliana?
No, no tal y como describe la obra maestra de Orwell. Es algo parecido basado en los mismos conceptos, el control de las masas, la postverdad, el individuo como su propio carcelero, solo que nuestra versión es menos cinematográficamente distópica. Nosotros tenemos TikTok y eso la hace más bailonga y colorida. En 1984 hay un enemigo visible y reconocible que es un estado totalitario y gris. En nuestra versión todo es más difuso y confuso, se basa en lo mismo pero no nos lo imponen a la fuerza, por lo menos no de una manera evidente, es más sugerido y dirigido con distintas vaselinas y colorines. Todo esto, claro, visto desde el punto de vista de Occidentalia, que es donde vivimos. En otros países como Corea del Norte, Rusia o Afganistán, sí que están ya en algo más parecido a la distopía orwelliana. A nosotros nos han vendido otra moto y ¡qué pedazo de moto!, ¡y a qué precio!
Con los líos de estos últimos años, más la eclosión de las redes, parece difícil no apuntarse a alguna teoría conspiranoica de todas las que han surgido. ¿Tú te has comprado alguna? ¿Tienes alguna favorita?
Me encantan las conspiranoias porque son ejercicios de inventiva brutales. Son mejores que cualquier peli. La que más me gusta es la de la tierra plana. Si ha resurgido el terraplanismo es porque ya no nos fiamos de nada.
Desgraciadamente las viñetas de La Codorniz o de Hermano lobo siguen vigentes. A pesar de tanto cambio, en realidad, ¿la cosa “no va ni patrás ni palante”?
El humor de La Codorniz, Hermano lobo y de revistas y autores similares de esa época está basado en conceptos básicos que nunca cambian en ningún sistema, en el individuo y en la sociedad. Conceptos como la estupidez, la envidia, la corrupción, nunca se extinguirán. A diferencia de otro tipo de humor gráfico, estos autores no retrataban a los personajes o protagonistas de la época como pudiera ser Franco o Santiago Carrillo –sobre todo porque no era muy aconsejable–, dibujaban las consecuencias que conllevaba que estos personajes estuvieran en la historia y cómo la sociedad reaccionaba para lo bueno o para lo malo. Si hubiera habido humoristas gráficos de este pelo en la época de las cavernas, y si aún siguen existiendo en el año 4000, seguramente contarían lo mismo que contamos hoy.
Se podría decir lo mismo de tus intervenciones, son casi atemporales, aunque, inopinadamente, se ha sumado el tema de la tecnología, pero ¿la tecnología no venía a liberarnos?
Sí, es cierto que en 1983,99 hay mucha tecnología de por medio. He intentado retratarla desde la observación y desde lo que nos influye y provoca. La tecnología no es mala, de hecho esta entrevista es posible gracias a ella. Lo que pasa es que la consumimos como yonquis.
En este lodazal en el que nos revolcamos aparentemente a gusto, ¿nos han empujado?, ¿hemos llegado solos?, ¿hay manera de salir?
Claro que nos han dirigido, pero no nos han engañado, solo nos sugieren y aconsejan. Si aceptamos es porque ser un poco borregos a todos nos compensa. Intentar ser libre y comerte la pastilla roja en vez de la azul es complicado si eres tú de los pocos que la escogen. Creo que lo mejor es comerse las dos y te quedas contento a ratos.
Está claro que estar vivo en el siglo XXI lleva a tremendas incoherencias. ¿Dónde colocas el umbral lícito de contradicción entre nuestros actos y nuestros pensamientos?
La mayoría de nosotros navegamos entre lo que nos gustaría hacer y lo que en realidad terminamos haciendo. Ser fiel a lo que uno piensa cada vez es más difícil. No soy quién para colocar el umbral de nada, eso para los psicólogos o sociólogos. Yo solo intento hacer garabatos.
El “amiputabolismo”, ¿es el nuevo credo de moda?
Claro, y en parte es un paso lógico, durante milenios formar parte de un país, credo, ejército o conjunto de lo que fuera, lo único que te reportaba es que te pudieran sacrificar como una ficha del Risk en aras de algún mamón que sí que iba a su bola. Y eso ya no vende. Es tiempo de individualismo y de que nos hagan creer que cada uno de nosotros es el centro del universo. Vivir y morir solos es parte de este apocalipsis en slow motion. Es parte de la gran venta al por menor.
Los malos son más divertidos que los buenos. En esta cultura del ocio, del tener que estar siempre entretenido, ¿piensas que puede tener que ver con el auge del “malismo”?
Hubo un tiempo en el que el Death metal le gustaba a mucha gente. Esos grupos vendían música llena de vísceras, calaveras, muerte y criaturas endemoniadas. A nadie le gustaría en realidad vivir en un mundo así, pero había una cultura entera y muchos fans de esta estética. Creo que es lo mismo, los malos entretienen mejor. Tienen una estética mejor. Los Darth Vader siempre han molado. Aunque cuidado con el buenismo, que creo que ya gana al malismo; si no, mira las redes y lo políticamente correcto.
Algunas de tus viñetas son de humor, pero otras, después del cosquilleo cerebral que generan, suelen dejar un poco de mala hostia. ¿Te pasa también a ti?
Intento hacer pensar al que las ve. Unas veces lo consigo, otras veces se ríen y otras, pues no conectan. Pero sí, el humor es un buen vehículo para la reflexión o contar “tus verdades” desde tu prisma. Y no, no me ponen de mala hostia mis viñetas, pero sí el telediario. Parece un cliché, pero es así.
Repartes a diestro y siniestro, la información cada vez es más confusa y es difícil posicionarse.
Afortunadamente hace tiempo que me quité la mochila de las ideologías. Creo que son un lastre y una franquicia más. No quiero ir de sabiondo, pero seguimos con el mismo rollo desde el siglo XIX. Y posicionarte o en lo diestro o en lo siniestro cada vez es más inútil, mejor repartir.
¿Con algún “chiste” has tenido la sensación de haberla cagado?
Sí, a veces la he cagado por cortarme y autocensurarme por el talibán “buenista” que todos llevamos dentro. Ser polite es una mierda. Así nos va. Digo a mí, claro.
Otra de las peculiaridades de tus viñetas es que gráficamente cada una es de su padre y de su madre, ¿cómo es eso?
La verdad es que supongo que ese será mi estilo, el no tener estilo definido gráficamente. Concibo las viñetas como cuando un director de cine decide hacer de una manera o de otra una peli. Para mí, cada idea requiere de un estilo gráfico concreto. Es una capa más de comunicación. Además, es mucho más divertido así.
Se ven hechas con tremendo mimo y dedicación, ¿eso es compatible con el ritmo de la actualidad?
De esto no vivo, aunque sea lo que me dé la vida. Antes generaba viñetas más a menudo, ahora hasta que no tengo algo que me gusta no lo hago. Le doy tiempo a las cosas. Será que soy ya viejuno. Vivimos en un mundo en el que hay que generar contenido todos los días y es muy cansado. Prefiero hacer menos y mejor.
¿Qué vendrá después de 1983,99? En todos los sentidos, quiero decir.
No lo sé. Eso, el algoritmo dirá.