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Dana Larsen o cómo acabar con la guerra contra las drogas vendiendo drogas ilegales

Dana Larsen o cómo acabar con la guerra contra las drogas vendiendo drogas ilegales

El activista Dana Larsen celebrando la legalización del cannabis en Victoria, la capital de Columbia Británica, tras regalar porros y plantas de cannabis a los viandantes.

Este hiperactivo activista canadiense es autor de varios libros, además de empresario rebelde, filántropo y emprendedor de mil aventuras. Para Larsen, los negocios, más que una cuestión de dinero, son una cuestión de desobediencia civil con un objetivo claro: acabar con la guerra contra las drogas. Tomen ejemplo.

Cuando escuches decir que el cannabis apalanca, acuérdate de Dana Larsen (Vancouver, 1971). A sus cincuenta y dos años, este prematuro e hiperactivo activista canadiense es autor de varios libros, además de empresario rebelde, filántropo y emprendedor de mil aventuras. Fue editor de la revista Cannabis Culture (1994-2004), fundó el Banco de Semillas de Vancouver en el 2005, el Dispensario de Marihuana Medicinal en el 2008 y, entre medias, tuvo tiempo incluso para dedicarse puntualmente a la política. 

Larsen siempre tuvo claro que el compromiso no se circunscribe al cannabis, así que su legalización en el 2018 en Canadá no le detuvo para seguir la lucha con otras drogas. En el 2019 abrió el Dispensario de Setas Medicinal y en el 2021, The Coca Leaf Cafe, cuyos beneficios se dedican a mantener el servicio de análisis de drogas Get Your Drugs Tested y a apoyar otras iniciativas. Para Larsen, los negocios, más que una cuestión de dinero, son una cuestión de desobediencia civil con un objetivo claro: acabar con la guerra contra las drogas. Tomen ejemplo.

Cuéntanos quién es Dana Larsen y cómo empieza tu interés en esto de las drogas. 

Soy un ser humano. Nací en Vancouver y soy el menor de tres hermanos. Mi madre nació en Sudáfrica y mi padre en Canadá. Se conocieron viajando por Europa, se enamoraron y vinieron a Canadá a formar una familia. Siempre me interesó la política y, de niño, ya fantaseaba con ser primer ministro de Canadá y al mismo tiempo convertirme en una estrella del rock, una doble vida como Hannah Montana. De hecho, comencé a escribir cartas a los miembros del Parlamento de Canadá cuando tenía diecisiete años; les preguntaba cuáles eran sus opiniones sobre la marihuana y la política de drogas, aunque me di cuenta muy pronto de que no solo se trataba de marihuana y siempre he intentado fomentar una visión más amplia dentro de la comunidad cannábica. Me licencié en Inglés y Psicología en la Universidad Simon Fraser de Vancouver. Durante aquellos años fundé en el campus la Liga para la Acción Ética sobre Drogas, un club de encuentro entre estudiantes, académicos y activistas. Allí empecé a escribir sobre política y salud en un boletín que distribuíamos a través de la red de Usuarios de Drogas de Vancouver (VANDU), un grupo pionero en poner en marcha salas de inyección supervisadas todavía muy activo hoy en día. Lo llamamos Mr. Hype: The Journal of the Gentleman Junkie (‘Mr. Hype: el diario del caballero drogadicto’), y nuestra mascota era una jeringa con un sombrero de copa.

Dana Larsen o cómo acabar con la guerra contra las drogas vendiendo drogas ilegales

Durante un acto en marzo de 2012 pidiendo la liberación del activista cannábico Marc Emery. Cuando Emery fue encarcelado, Dana Larsen tomó el relevo en la venta de semillas y en la revista Cannabis Culture.

Parece que nunca te creíste el cuento de la guerra contra las drogas. 

Cuando tenía unos once años, mis hermanos mayores tuvieron algún problema con el alcohol y llegaron a casa borrachos, lo que molestó mucho a mi madre; recuerdo que le prometí que nunca iba a beber alcohol o a consumir drogas, pero fue más por el hecho de evitar molestarla que por una creencia arraigada. Siempre he tenido ese espíritu un poco rebelde, quizá debido al hecho de ser el menor de tres hermanos. Creo que fue en quinto grado de la escuela, teníamos que hacer un mapa y mostrar tres recursos y cómo se movían en el mapa. Elegí coca, cannabis y opio, no porque estuviera realmente interesado en el tema por aquel entonces, sino que fue un reflejo de mi espíritu rebelde y travieso. Un reflejo que predecía con precisión cuál sería mi camino.

¿Recuerdas cuándo fue tu primer porro y cómo fue la experiencia? 

Fue en un concierto de Pink Floyd con mis hermanos. Tendría diecisiete años. Di unas caladas, pero no me coloqué. Fue la segunda vez que fumé con mis amigos, con los que jugaba a Dungeons and Dragons. Lo disfruté mucho y pensé que quería hacerlo más a menudo. Experimentaba sensaciones interesantes y me daba cuenta de que había otras formas de ver las cosas. Hay quien cree que el cannabis te atonta, pero en mi caso potencia la creatividad, me ayuda a unir ideas y a establecer conexiones. También requiere algo de tiempo para aprender a usarlo y adaptarse. Por entonces tenía una pequeña pipa de bambú con un cuenco de madera. Estos cuencos son estupendos porque cuando no tienes marihuana, siempre hay algo que rascar. Cuando se iba todo el mundo a dormir, me iba a fumar con mi pipa al balcón y luego me aseguraba de no desprender olor. Ser una persona nocturna ayudó a no levantar sospechas en la familia.

Desafiando leyes

Larsen, en 2013, haciendo campaña en favor de la legalización. Y en 2011, arengando a las masas en favor de la libertad para Marc Emery.

Larsen, en 2013, haciendo campaña en favor de la legalización. Y en 2011, arengando a las masas en favor de la libertad para Marc Emery.

¿Qué pasó cuando acabaste tu etapa universitaria? 

Un tipo llamado Marc Emery acababa de mudarse a Vancouver desde London (Ontario) y abrió una pequeña tienda, The Hemp BC. Empecé a trabajar allí, pero, la verdad, no estoy hecho para el trabajo de venta al público y no me fue muy bien. Así que empecé a llevar su boletín informativo, que acabó convirtiéndose en la revista Cannabis Canada y, posteriormente, se llamó Cannabis Culture. Cambiamos el nombre en parte porque estábamos vendiendo la mayoría de ejemplares en Estados Unidos y nuestros editores y distribuidores nos decían que si quitábamos la palabra Canadá del título se vendería mucho mejor. Y tenían razón. Estábamos imprimiendo cien mil ejemplares, lo que –creo– nos convertía en la revista canadiense más exitosa que no recibía dinero del gobierno.

¿Es que existen revistas cannábicas que reciben subvenciones del gobierno?, ¿sucede desde la legalización del cannabis? Los de Cáñamo se van a quedar patidifusos. 

“En el 2000 nos presentamos a las elecciones con el Partido de la Marihuana de BC (Columbia Británica), y presentamos candidatos en sesenta y nueve distritos diferentes. Fue un desafío muy divertido. Utilizamos un antiguo autobús de campaña que había pertenecido a Ronald Reagan. ¡Y el mismo conductor!”

Sí, hay revistas de cannabis que reciben dinero del gobierno y es algo que sucede desde mucho antes de la legalización, incluso de la era de internet. La diferencia con nuestra revista es que las otras no venden la mayoría de sus ejemplares en Estados Unidos porque como son de origen canadiense… En su momento, Cannabis Culture era una revista realmente atípica en Canadá.

Eres un emprendedor que utiliza los negocios como forma de desobediencia civil. En tus inicios como editor de la revista Cannabis Culture, ¿qué leyes se desafiaban en Canadá? 

En ese momento, incluso la revista en sí misma era ilegal en Canadá debido a leyes de censura muy estrictas que se habían implementado en la década de 1980, específicamente bajo la sección 462.2 del Código penal. Esta ley prohibía cualquier tipo de promoción o literatura relacionada con el consumo de drogas, por lo que, por ejemplo, no se podía comprar High Times. La ley también incluía vídeos, lo que significaba que películas como las de Cheech and Chong tampoco estaban permitidas. En una ocasión, la Policía confiscó la revista de las tiendas en Timmins, un pequeño pueblo de Ontario. Marc Emery voló hasta allí con un montón de revistas que regaló frente a la comisaría. La policía pidió disculpas, pero aun así hubo tiendas que no quisieron volver a vender la revista para evitarse problemas. También se desafiaron otras leyes. Marc Emery fue pionero en la venta de semillas de marihuana y la revista incluía un catálogo de semillas que le permitió llegar a muchas partes de Estados Unidos, aunque también le llevó a pasar allí cuatro años en una prisión. Al final hubo un caso de un miembro del grupo de legalización NORML Canadá que estaba distribuyendo folletos y la Policía se los confiscó. Luego allanaron su casa y tomaron la lista de miembros de NORML. El caso llegó a juicio y, finalmente, se anuló esta ley.

Dana Larsen junto al cartel de uno de sus dispensarios en Vancouver.

Dana Larsen junto al cartel de uno de sus dispensarios en Vancouver.

En el 2005, tras diez trepidantes años en la revista, iniciaste el Banco de Semillas de Vancouver. ¿Por qué abriste este negocio y qué recuerdos tienes de aquellos años? 

Marc Emery fue detenido, dejó de vender semillas y yo tomé su relevo, pero quise expandirlo más allá de las semillas de cannabis. Así que también ofrecíamos semillas de coca, de amapola y de otras plantas enteogénicas, pero también de tomates tradicionales y ese tipo de cosas, aunque el top ventas eran las semillas de cannabis. En nuestro local montábamos fiestas en la parte trasera, hacíamos rifas, concursos de bong… Arriba teníamos unas habitaciones y durante un tiempo podías pagar un extra para tener un espacio privado donde fumar, jugar a videojuegos y pasar el rato. Inicié el banco de semillas con Rebeca, mi pareja de entonces, y estuvimos hasta el 2008, cuando le vendí mi parte y utilicé los fondos para abrir un dispensario de cannabis en la misma cuadra.

Lo abriste diez años antes de la legalización. ¿Cuáles fueron los principales problemas o desafíos que tuviste que afrontar? 

Era el tercer dispensario que se abría en Vancouver y mi intención era hacer mucho ruido para promover que abrieran más y más dispensarios. Empezamos a asesorar a otras personas para abrir sus propios dispensarios. En cierto modo es malo para el negocio porque estoy creando mi propia competencia, pero es bueno para el movimiento tener todos estos lugares y ayudar a plantar esas semillas en todas partes. Y funcionó. Entre el primer y el tercer dispensario pasaron diez años, pero en tan solo dos años abrieron cinco más y pronto nos encontramos con más de cien en la ciudad. De hecho, en cuanto a problemas, no he tenido ninguna redada policial hasta después de la legalización, en octubre del 2019. Por lo general, solo hacen entradas si hay acusaciones de venta a menores o quejas de vecinos porque la gente fuma en la puerta. Pero si lo manejas de forma responsable, no tienes problemas con la policía de Vancouver. Quizá sí en otras ciudades como Toronto, pero, por mucho que insistan, fracasan, porque, aunque la policía quiera hacer cumplir la ley, jueces y fiscales ya han renunciado a ella y no van a encarcelar a nadie por vender cannabis con fines médicos. Comenzamos siendo estrictamente medicinales y con el tiempo se expandió para ofrecer cannabis para uso adulto. Así que los problemas tienen más que ver con proporcionar cannabis de alta calidad y encontrar un propietario que no se amedrante ante las amenazas de multa del ayuntamiento. Si lo logras, entonces es como cualquier otro negocio en Vancouver.

Desde 1995 estás involucrado en el evento 4/20. ¿Cómo ha cambiado el movimiento desde entonces?, ¿quizá hay menos participación desde que se legalizó el cannabis?

Absolutamente. La legalización no fue buena para el movimiento. He estado en todos los eventos del 4/20 durante veinticinco años, al principio como asistente y al final en la organización, pero ya no tenemos más 4/20. El último fue en el 2019, tocó Cypress Hill, había más de quinientos vendedores de cannabis y asistieron unas doscientas mil personas. No creo que haya habido, tal vez en la historia de la humanidad, tanta marihuana comprada y vendida en un área tan pequeña en tan poco tiempo. La pandemia de COVID nos detuvo un par de años y, cuando finalmente pudimos hacerlo de nuevo, ya no hubo tanto interés.

Ahora, con la legalización, muchos de los que hubieran comprado un puesto para el evento no quieren hacerlo, ya sea porque tienen un negocio legal y no pueden vender marihuana en un festival sin licencia en la playa o porque ya no hay tanto negocio. El precio mayorista del cannabis cuando comencé era de unos dos mil seiscientos dólares canadienses por libra. Ahora ronda los quinientos dólares. Todavía mantengo mi dispensario, de los más antiguos de Vancouver, y sigo vendiendo cannabis no autorizado a la antigua usanza, pero la mayoría ha cerrado. Sigue habiendo demanda, pero es menor.

La política y la agridulce legalización

Uno de los cogollos a la venta en su dispensario no autorizado en Vancouver. La imagen es una captura de 2016 del  telediario de la televisión de Vancouver.

Uno de los cogollos a la venta en su dispensario no autorizado en Vancouver. La imagen es una captura de 2016 del telediario de la televisión de Vancouver.

Estuviste involucrado en el Partido de la Marihuana y después con el Nuevo Partido Demócrata. ¿cuál fue el principal aprendizaje de esta etapa política? 

Aprendí que la política es un medio para cambiar la ley y que, a veces, las tácticas pueden variar en su efectividad. Quería cambiar la ley a través de la política, pero también sabía que el cambio en Estados Unidos comenzó con referendos e iniciativas electorales, en lugar de con políticos. En Canadá, no teníamos el mismo poder a través de referendos, lo que hizo que la política fuera más complicada. El Partido de la Marihuana fue una experiencia divertida y a veces lamento que se acabara. Todo empezó en Quebec, donde existía The Block Quebecois, algo así como un partido separatista. Unos tipos iniciaron el Block Pot en Quebec y pronto se expandió por todo Canadá y logró que la comunidad activista se pusiera de acuerdo para crear el Partido de la Marihuana de Canadá. 

Así que en el 2000 nos presentamos a las elecciones con un enfoque exclusivo en la marihuana. En Columbia Británica (BC), creamos el Partido de la Marihuana de BC y presentamos candidatos en sesenta y nueve distritos diferentes. Fue un desafío muy divertido. Utilizamos un antiguo autobús de campaña que había pertenecido a Ronald Reagan. ¡Y el mismo conductor! Aunque no teníamos expectativas de ganar, nuestro objetivo era dar voz a las personas y presentar nuestras ideas. Esperábamos que otros partidos más grandes reconocieran el interés en la marihuana si obteníamos suficientes votos. Y ocurrió cuando el líder del Nuevo Partido Demócrata (NDP) canadiense, Jack Layton, expresó su apoyo a la marihuana en una entrevista en Pot TV y alentó a quienes compartieran esas creencias a unirse al partido. Así que también aprendí que la política puede ser una herramienta para avanzar en las causas que importan y que a veces es necesario unir fuerzas con otros partidos más grandes para lograr un cambio significativo en la ley.

¿Por qué acabó tu carrera política? 

Cuando Layton hizo aquellas declaraciones en el 2003, decidí unirme al NDP. A pesar de no obtener la nominación en mi primer intento, seguí apoyando al partido y a sus candidatos. Finalmente, tuve la oportunidad de ser el candidato en una zona donde el NDP no tenía muchas esperanzas de ganar. Sin embargo, lo que parecía una oportunidad se convirtió en un desastre. Antes de las elecciones, abrí mi dispensario de cannabis. Sabiendo que esto podría ser polémico, informé a los líderes del partido, incluido Layton, quien no se opuso de inicio. Sin embargo, semanas después, otros miembros del partido me presionaron para que renunciara, a pesar de la aprobación de Layton. Decidí seguir adelante, confiando en el apoyo que había recibido. 

Lamentablemente, mis adversarios políticos aprovecharon mi pasado y el dispensario para desacreditarme. Solía hacer un programa para Pot TV en el que fumaba porros o hacía algunas locuras, incluso en algún programa tomé LSD. Así que compilaron en un vídeo de veinte segundos los momentos más controvertidos y lo combinaron con una historia sensacionalista sobre la venta de plantas de coca en mi tienda. Aunque en realidad vendíamos plantas de cacao, el daño ya estaba hecho. La presión se volvió insostenible y tuve que dimitir.

Dana Larsen o cómo acabar con la guerra contra las drogas vendiendo drogas ilegales

A las puertas del servicio de análisis de drogas Get Your Drugs Tested, financiado por los dispensarios de Larsen

El día que oficialmente se legalizaba el cannabis en Canadá, ¿cómo lo celebraste? 

Fue una celebración agridulce. Aunque era un hito importante, no conseguimos la legalización que habíamos imaginado. Estaba cargada de impuestos, de difícil acceso y degradaba el valor medicinal de la marihuana. Las únicas personas que realmente se beneficiaban eran las que tenían conexiones políticas y dinero. Muchos de los pioneros que tenían dispensarios luchaban por hacer la transición al sistema legal y les era imposible. Personalmente, no tenía interés en tener una tienda de marihuana legal, pero muchas personas querían participar y les resultaba difícil. A pesar de esto, había cosas para celebrar como la reducción de los arrestos por posesión, que ya era un gran logro. Así que para celebrarlo fui a Victoria, la capital de Columbia Británica, a regalar plantas de cannabis y porros. 

Acabas de mencionar algunos aspectos críticos de la regulación como los altos impuestos o la dificultad de acceso. A cinco años de la legalización, ¿qué otros aspectos crees que podrían mejorarse? 

Creo que se debería permitir el cannabis de alta potencia y que los agricultores puedan cultivarlo igual que el cáñamo. Tenemos cáñamo con un máximo de 0,3 por ciento de THC, pero el verdadero valor económico estaría en cultivar cannabis de alta potencia en campos, ya que de esa forma se pueden extraer los cannabinoides. El consumo de cogollos y la forma en que lo consumimos en gran medida es cultural. Aunque personalmente me gusta fumar, creo que los extractos son el futuro a largo plazo del uso del cannabis y de la comprensión de cada cannabinoide; esto permite mezclar los cannabinoides de ciertas formas. Además, el cultivo al aire libre reduce considerablemente los costes en comparación con el cultivo en interiores. Pero, hasta ahora, todo se ha cultivado en interiores. 

Por otro lado, la legalización del cannabis también eliminó en gran medida el concepto médico que dominó la escena durante mucho tiempo. Tras la legalización, las tiendas autorizadas que solo venden marihuana recreativa no pueden brindar asesoramiento médico. Si necesitas marihuana medicinal, debes acudir a un médico, obtener una especie de receta y luego puedes pedirla por correo, exactamente igual que ocurría antes. Así que ahora es más complicado obtener marihuana medicinal que obtener exactamente lo mismo cultivado por las mismas personas, solo que con un nombre diferente. Los médicos están contentos porque a la mayoría no les gustaba emitir recetas o recomendaciones para el cannabis. No es una receta médica propiamente dicha, sino una especie de recomendación de cannabis. 

Los medicamentos con receta en Canadá no tienen impuestos, pero el cannabis medicinal sí los tiene, incluso impuestos adicionales. Además, un médico en Canadá no puede cobrarte por recetarte un medicamento, ya que tenemos un sistema de salud pública en el que cobran una tarifa fija. Sin embargo, por papeleo y recomendaciones, pueden cobrarte. Hubo un tiempo en el que muchos médicos decían: “¿Cuántos gramos al día necesitas? Te cobraré más dependiendo de cuánta marihuana quieras”. Porque la cantidad de gramos al día que necesitas determina cuántas plantas estás autorizado a cultivar. Un auténtico despropósito.

Negocios para el cambio social

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En el 2019, Dana Larsen abrió el Dispensario de Setas Medicinal y en el 2021, The Coca Leaf Cafe, cuyos beneficios se dedican a mantener el servicio de análisis de drogas Get Your Drugs Tested.

Tus negocios están enfocados a generar cambios legislativos y acabar con la guerra contra las drogas. El resto de la industria, ¿es consciente de esta guerra?, ¿están haciendo algo para poner fin a la prohibición o solo les interesa ganar dinero?

Generalmente, los pioneros como yo y algunos más de los inicios estábamos motivados por ideales, pero a medida que la industria se ha expandido, más gente ve una oportunidad de negocio sin preocuparse tanto por la causa. Esto me genera sentimientos encontrados cuando veo que las cosas cambian, porque en parte me gusta que sea una comunidad de personas idealistas, pero también quieres que sea una cosa normal. Quieres que para abrir una tienda de cannabis no tengas que ser un idealista, sino alguien a quien le guste la marihuana y quiera ganarse la vida vendiéndola. No debería tener que ser una especie de causa especial o algo abnegado. Pero, claro, mientras haya personas en la cárcel por esto, debemos seguir luchando. 

Siempre he compartido mi conocimiento sin cobrar a aquellos que buscan abrir sus propios negocios en este campo. Podría fácilmente cobrar tarifas considerables, pero no lo hago y en su lugar les pido que, si tienen éxito, recuerden esta conversación y ayuden a otros en el futuro. Y es que veo mis negocios como herramientas para el cambio social. No me considero un gran empresario, no tengo un deseo abrumador por acumular riqueza personal. Prefiero escribir historias y material de ficción, con lo que disfruto mucho más, que ocuparme de temas comerciales, pero ganar dinero es esencial para impulsar el cambio. El activismo a menudo ha estado relacionado con personas de bajos recursos que gastan su tiempo y dinero en la causa. En mi caso, los beneficios de mis negocios se utilizan para apoyar causas y proyectos relacionados con el activismo. He encontrado la fórmula perfecta que me permite ganarme la vida y contribuir al activismo al mismo tiempo.

Otra de las cosas que haces con ese dinero es publicar libros en torno a la cultura cannábica. ¿Cuál es tu hijo predilecto si es que hay alguno?

Mi favorito es Hairy Pothead y la piedra de la marihuana. Es la única novela que he escrito y la que más me enorgullece. El más vendido es Green Buds and Hash, un poema corto que escribí en dos días; a la gente le encanta porque es una gran parodia. Mi libro de historia ilustrado también significa mucho para mí. Es una especie de carta de amor a los activistas y a la comunidad cannábica. Pero, sin duda, Hairy Pothead... fue el que más disfruté escribiendo. Cuando alguien me dice que lo leyó y le gustó, me hace sentir muy feliz de que hayan disfrutado de mi pequeño mundo en el Castillo de la Marihuana con Hairy Pothead.

Dana Larsen o cómo acabar con la guerra contra las drogas vendiendo drogas ilegales

Portadas de algunos de los libros escritos por Larsen: una historia del cannabis en Canadá; Green Buds and Hash, un poema paródico que es su gran bestseller y los cómics de Hairy Pothead.

Otra buena parte de los beneficios de tus dispensarios los diriges al servicio de análisis de drogas Get Your Drugs Tested, que iniciaste en el 2019. En tan solo cuatro años se han analizado más de cincuenta mil muestras, convirtiéndose –diría yo– en el que más análisis ha realizado. ¿Qué te motivó a abrir este servicio y cómo habéis llegado a este volumen de actividad? 

Hace años que venimos viviendo una crisis de muertes por sobredosis o intoxicación por drogas en Vancouver y en Canadá en general. Escuché hablar de estas máquinas y supe que la provincia de Columbia Británica tenía algunas de ellas, pero no se estaban utilizando mucho. Pensé que sería un buen proyecto. Compramos una máquina por unos cincuenta mil dólares canadienses y comenzamos a ofrecer el servicio de análisis de drogas. Unos meses después, nos expulsaron de una de nuestras ubicaciones de dispensarios debido a una decisión judicial en el 2019. En lugar de marcharnos, convertimos ese lugar en Get Your Drugs Tested y llevamos la máquina allí. 

Después de unos seis meses, compramos una segunda máquina y cada día teníamos más y más muestras. También decidimos aceptar muestras por correo, algo que no ofrece ningún otro servicio en Canadá. De hecho, es gracioso porque la gente envía las muestras a mi nombre, así que creo que tengo el récord mundial de haber recibido la mayor cantidad de envíos de drogas por correo, unas cinco mil muestras. Estoy muy orgulloso porque demuestra que la gente confía en nuestro servicio, pero mantenerse al día con la demanda es un desafío constante. Ahora estamos planeando una gran expansión que incluye la compra de más máquinas y la incorporación de una unidad móvil para llevar a cabo análisis en eventos y otras ubicaciones en Canadá.

En el 2018 abriste el Dispensario de Hongos Medicinales y en el 2020, el Coca Leaf Cafe. Parece que después de lograr la legalización del cannabis, comenzaste una nueva batalla con otras drogas. 

Sin duda y, además, estoy utilizando la misma táctica. Configuramos el Dispensario de Hongos Medicinales de manera similar a como lo hicimos con el cannabis. Creo que hay muchas similitudes en estas batallas. En Canadá, al igual que en la década de 1990 con el cannabis, comenzamos a tener casos judiciales sobre el uso de hongos medicinales y algunos pacientes ya han obtenido permisos. Ahora estamos viendo un reconocimiento creciente en los tribunales para los hongos, al igual que con el cannabis en su día. Y también hemos ampliado nuestra oferta para incluir otros psicodélicos, como LSD y DMT, así como productos como la hoja de coca. Y es curioso que la atención se centre en las setas, porque la hoja de coca es más ilegal, en el sentido de que, en Canadá, tanto la coca como sus derivados están en la lista de sustancias de la categoría 1, junto con la heroína y el opio, mientras que los hongos están clasificados en la categoría 3, como sustancias psicodélicas.

Desde la perspectiva de cualquiera que lea esta entrevista, resulta extraño que puedas vender drogas no reguladas sin tener problemas legales. ¿Tiene que ver con la mayor tolerancia de la Policía de Vancouver en comparación con la Policía Nacional o que Vancouver es un líder en la reforma de políticas de drogas en Canadá? 

No sé si Vancouver lidera el camino, pero definitivamente es un referente en la reforma de políticas de drogas en Canadá. Y, claro, la tolerancia de la Policía y las autoridades locales puede influir mucho en cómo se desarrolla la reforma de las políticas sobre drogas en diferentes regiones. En Vancouver, hemos tenido la suerte de contar con una comunidad relativamente progresista que apoya estas iniciativas y una Policía que, en general, se enfoca en prioridades más importantes que la persecución de pequeños delitos relacionados con drogas. Esto nos ha permitido avanzar más rápidamente en la reforma de políticas sobre drogas y en la implementación de servicios de reducción de daños. Entiendo que en otros lugares pueda resultar mucho más desafiantes debido a la falta de apoyo y a una postura más dura por parte de las autoridades tanto en el resto de Canadá como en otros países. Es el caso, por ejemplo, de Malasia, donde dos personas enfrentaron la pena de muerte por dirigir clubes de cannabis medicinal. No recomendaría arriesgar vidas por la desobediencia civil, pero, sin duda, al arriesgar su vida lograron un gran cambio en su país.

La lucha por los derechos de las personas que usan drogas tiene fuertes similitudes con otros movimientos, como el LGBTQ y el movimiento racial. Sin embargo, las drogas tienen algo específico y diferente. 

Hay fuertes paralelismos, pero también diferencias significativas. A diferencia de otros movimientos, una de las grandes dificultades en la lucha por los derechos de las personas usuarias de drogas es que ambas partes involucradas en la prohibición, tanto quienes venden drogas como quienes las prohíben, obtienen beneficios económicos enormes. La policía, por ejemplo, recibe una gran financiación y genera ingresos al incautar bienes de quienes trafican con drogas. Esto lo convierte en un sistema lucrativo para ellos. El narcotráfico también apoya la prohibición, al igual que las autoridades y la Policía. Todos obtienen su tajada, pero son las personas usuarias de drogas y la sociedad en su conjunto los que pagan el precio. Esto es único en esta lucha. La magnitud del complejo industrial de prisiones o la ingente cantidad de dinero que se utiliza de diferentes formas por parte de los gobiernos y agencias como la CIA son desafíos importantes para su desmantelamiento, y no están presentes en otras luchas.

Próxima aventura: Drugs Social Club

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Tienes una vida llena de aventuras y logros. ¿De qué estás más orgulloso? 

Bueno, creo que una de las cosas de las que me siento realmente satisfecho es de la campaña que realicé llamada “Sensible BC” en el 2013. Columbia Británica es la única provincia de Canadá que tiene un sistema de iniciativa electoral, aunque es tan difícil que nadie lo intenta. En cuarenta años solo se ha aprobado una iniciativa, así que la expectativa era nula. Logramos involucrar a unas cuatro mil personas, que se unieron para recolectar firmas durante noventa días. Hice parada en varias ciudades para promover la campaña y una de ellas fue en Calgary, una ciudad en Alberta conocida por su estricta postura contra el cannabis. 

Al acabar, mientras me alejaba de la ciudad, encendí la radio, preocupado por cómo conseguiría los cien mil dólares que necesitaba para la campaña. Justo en ese momento escuché que Bob Herb, un ferviente activista procannabis de Terrace, había ganado veinticinco millones de dólares en la lotería. Herb, conocido por su audacia, incluso fumó marihuana en la oficina de la lotería al recoger su premio. Para mi sorpresa y alivio, donó ciento cincuenta mil dólares a nuestra campaña. Su generosidad llegó en el momento perfecto y evitó que nuestra campaña se declarara en bancarrota. Lo importante es que brindamos a muchas personas una oportunidad de ser activas y poner en acción sus creencias, incluso si vivían en lugares remotos y no sabían cómo contribuir. Aunque no conseguimos las firmas necesarias, fue una campaña memorable.

Has hecho muchas campañas activistas… 

Sí, y otra de la que también estoy muy orgulloso es la de “Overgrow Canada" en el 2016. En esa época tuve acceso a una gran cantidad de semillas, algunas con un alto contenido en CBD. Y entonces surgió la idea de regalar un millón de semillas de cannabis en todo Canadá y alentar a los canadienses a plantarlas en lugares públicos como parques, rotondas, frente a comisarías y ayuntamientos. Quería que la presencia de una planta de marihuana en público fuera tan normal como cualquier otra. Montamos un tour por veintitrés ciudades canadienses en dos semanas: en cada ciudad daba una charla sobre la historia del cannabis en Canadá y luego regalaba semillas de cannabis al público asistente. La segunda parada fue en la ciudad de Calgary, conocida como la Texas de Canadá. Durante mi charla, se presentó la Policía y me acabaron arrestando, lo que generó una gran atención mediática y apoyo de la comunidad. Así que el arresto fue positivo en términos de impacto y hubo mucha más gente que conoció la campaña. ¡Desde entonces ya hemos regalado más de diez millones de semillas! Por si acaso, el segundo año que hicimos el tour, decidimos dejar Calgary para el final por si me arrestaban y así no afectara a toda la campaña. Afortunadamente, no fue el caso.

Activista, divulgador, empresario, filántropo, político, escritor... ¿Cuáles de estas facetas disfrutas más? 

La verdad es que me encanta crear mis negocios y ver cómo se materializan mis ideas. Escribir artículos y relatos me apasiona, aunque no le dedico el tiempo que me gustaría por los negocios, que también disfruto, pero no tanto. Siento que después de mi muerte, la gente podrá seguir leyendo mis libros, y eso es más importante que el hecho de que me compren setas. Quiero dejar un legado en la sociedad; sé que ya tengo uno por mi contribución a la legalización de la marihuana y el cambio social. Pero me gustaría que la gente dijera: “Sí, ayudó a legalizar y escribió un par de buenos libros que aún podemos leer”. También disfruto mucho dando discursos y entrevistas, hablando con periodistas y representando al movimiento cannábico. A veces es frustrante cuando no te representan con precisión, pero, con el tiempo, he aprendido a manejarme mejor con los medios.

Dices que disfrutas imaginando nuevos proyectos y negocios. Antes de acabar esta entrevista, cuéntanos que andas imaginando en estos momentos. 

Debajo de mi primer dispensario en la calle Hastings, donde empecé con cannabis y hongos, existe un gran sótano que solía ser un gimnasio: quiero convertirlo en un club de consumo controlado de sustancias. Estoy explorando la idea de vender porros de cannabis preenrollados, pero también ofrecer cocaína en forma de bebidas, inhalables o para esnifar, así como heroína u opiáceos, quizás en forma de té de opio o dabs de heroína. Está en una etapa temprana y aún no he resuelto todos los detalles, pero disfruto como un cosaco imaginando el funcionamiento del club. 

La visión es crear un espacio donde las personas puedan consumir estas sustancias de manera segura y social, sin alcohol involucrado. Un lugar para la música en vivo, la comedia, conferencias…, y con una capacidad para albergar a unas cien personas. No sería un lugar para experiencias intensas, como viajes de ácido, sino más bien para el consumo social y moderado. También quiero ofrecer alternativas más seguras, como el té de opio en lugar de fumar heroína, para fomentar prácticas de consumo más saludables. 

Es un proyecto ambicioso y lleno de desafíos, desde la ventilación hasta los aspectos legales. No espero obtener una licencia comercial, pero cumpliremos con todas las regulaciones de seguridad y contra incendios. Si tenemos éxito y evitamos problemas legales, espero que otros sigan nuestro ejemplo. Esta podría ser la semilla de un cambio importante en la forma en que abordamos la guerra contra las drogas en Canadá. Es emocionante porque es completamente innovador y podría marcar la diferencia en el mundo. 

Y, por último, un libro que te haya influido. 

The Emperor Wears No Clothes, de Jack Herer.

https://danalarsen.com

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