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La magia y las muchas vidas del mayor productor de LSD de la historia

Una entrevista a Leonard W. Pickard

Leonard W. Pickard (Atlanta, 1945) es una figura emblemática y visionaria en la historia de los psicodélicos. El mayor productor de LSD de la historia, según la DEA, tiene muchas aventuras que contar. Desde su recobrada libertad reflexiona acerca de su intensa vida, la condición humana, la escritura y los cambios que se han producido en el mundo de las drogas. 

Leonard W. Pickard, el mayor productor de LSD de la historia, según la DEA, mostró desde joven un talento excepcional para las ciencias. La atracción por la contracultura de los años sesenta lo llevó a dejar la Universidad de Princeton y a marcharse a San Francisco, donde entabló amistad con Tim Scully y Nick Sand, pioneros en la distribución a gran escala de LSD.

Tras años en la clandestinidad y algunos arrestos y condenas, ingresó en la Escuela Kennedy de Harvard, donde predijo en su tesis doctoral de 1996 la crisis del fentanilo mucho antes de que se convirtiera en una epidemia. Arrestado en el 2000 y condenado a doble cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad, consiguió escribir a mano La rosa de Paracelso (sin traducción al español), una novela autobiográfica que explora la vida y los ideales de un grupo de químicos clandestinos de LSD.

En el 2020 obtuvo milagrosamente la libertad condicional y, a sus setenta y ocho años, siente que la vida le ha regalado una segunda oportunidad. Ante el hombre sereno, pausado y reflexivo que es hoy, resulta difícil imaginar al ávido explorador espiritual y al químico clandestino que fue. En esta entrevista, este héroe de la contracultura psicodélica hace repaso de sus muchas vidas.

Cuéntanos sobre tus orígenes.

Nací en 1945, justo al final de la segunda guerra mundial, en Atlanta, Georgia. La zona rural de Georgia está llena de descendientes de escoceses e irlandeses, muchos de los cuales se unieron al ejército. Así que vimos a muchos regresar del drama europeo, y hubo otros tantos que no regresaron. Recuerdo que, en mi iglesia, cuando era niño, había muchos niños sin padre. Era algo conmovedor, aunque no me di cuenta de la gravedad hasta que fui mayor. A pesar de todo, crecí relativamente feliz como un chico del sur: bosques de pinos, muchas caminatas, un estilo de vida sureño. Mi familia era principalmente académica. Mi padre era abogado y mi madre era jefa de Micología en los Centros de Control de Enfermedades de Atlanta. Mi madre era colega de Roger Heim, botánico francés especializado en micología, quien dio el primer nombre al género y las especies de hongos Psilocybe cuando fueron descubiertos en México por Gordon Wasson. Wasson se los dio a Albert Hoffman, quien identificó y sintetizó por primera vez su componente activo, la psilocibina. Pero fue Heim quien denominó a los hongos Psilocybe mexicana, P. cubensis, P. aztecorum y muchas otras especies. Así que nuestra casa a menudo estaba llena de científicos que nos visitaban de todo el mundo: España, Sudamérica, China... En la escuela secundaria era algo así como el mago local. Participé en muchas competiciones de ciencias y, de hecho, gané las nacionales.

Una entrevista a Leonard W. Pickard. Fotos: Pilar Moraga

Un prometedor científico que entrega su vida a la producción industrial y clandestina de LSD. Arriba, fotos de su último arresto en noviembre del año 2000.

¿Cómo se inicia tu interés en los psicodélicos? 

A los 17 años no tenía ni idea del cannabis y solo un leve concepto del LSD. Mi primera síntesis de este último fue a los 21, en Cambridge. Pero antes fui a estudiar Neurociencia a Princeton y casi inmediatamente lo dejé por los placeres de los años sesenta. De una manera u otra todos terminamos en San Francisco siendo muy jóvenes, esos fueron los días de las primeras distribuciones a gran escala de LSD. Y los responsables de ello fueron Tim Scully y Nick Sand, los principales químicos de La Hermandad del Amor Eterno. Bueno, Owsley los precedió con una producción de cinco millones de dosis y Tim y Nikki lo superaron más tarde con una producción de veinte a treinta millones de dosis. Este último, después de ser detenido por la DEA y condenado, logró la libertad bajo fianza y huyó. Durante los veinte años que estuvo fugitivo produjo 13,5 kg de LSD adicionales, eso es, doscientos sesenta millones de dosis. Finalmente detuvieron a Nikki en Canadá en el 96 y lo llevaron a Estados Unidos para enfrentar el cargo anterior que le cayó a principios de los setenta, cuando lo condenaron tan solo a quince años. En aquellos tiempos, además, solían cumplir un tercio de la condena. Así que regresó a Estados Unidos, donde cumplió seis años, y luego pasó el resto de su vida con Usha, su encantadora nueva esposa. Nikki falleció en el 2017 durante la conferencia de MAPS en Oakland. Un día participó en la conferencia, recibiendo un gran reconocimiento y abrazos por parte del público, y al día siguiente tuvo un ataque al corazón. En San Francisco se celebraron homenajes muy conmovedores en su memoria. Incluso desde la prisión logré enviar un fragmento de poema para que se leyera en su homenaje. Sentía una especial estima hacia Nicky; durante mi juventud, para mí fue algo así como un héroe. Recuerdo que asistí al juicio de Tim y Nikki después de la Hermandad en 1976, en el Edificio Federal de San Francisco. Por aquel entonces yo tenía un pelo rizado estilo afro y aparecí con una chaqueta de terciopelo azul, un collar de lunas y estrellas y ese tipo de cosas. Los agentes federales no sabían quién era yo, asistiendo así al juicio, ni qué hacer conmigo. Repartí rosas a los miembros de la defensa y Judy, la esposa por entonces de Nikki, repartió botones que decían: “Estamos juntos en esto”. Hoy en día serían auténticos artículos de coleccionista.

La predicción de la crisis del fentanilo

Pickard cumple este octubre sesenta y nueve años y disfruta cada día de su recién recobrada libertad

Pickard cumple este octubre sesenta y nueve años y disfruta cada día de su recién recobrada libertad.

Tras varios años como químico clandestino y algunos arrestos, te incorporaste a la Escuela de Gobierno de Kennedy bajo la tutela de Mark Klein, donde predices la futura crisis en torno al fentanilo. Cuéntanos esta historia. 

Mark Kleiman era el principal encargado de políticas de drogas en Estados Unidos. Era un exjefe de política del Departamento de Justicia. Cuando lo conocí era profesor asociado de Justicia Criminal en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard. Nos conocimos en una conferencia de MAPS y le comenté que me encantaría ir a la Escuela Kennedy, aunque era consciente que, debido a mi pasado, sería poco probable. Sin embargo, me animó a que aplicara y así lo hice. Y milagrosamente me admitieron. Mark buscaba a alguien que pudiera articular la vida en el mundo clandestino y la naturaleza de las drogas y, en concreto, a alguien que pudiera proporcionar información sobre la situación del futuro: ¿qué drogas estarían en la calle en los próximos años?, ¿cuál será la próxima droga de abuso? Por aquella época, 92-93, tan solo teníamos en el mercado las sustancias heredadas: cocaína, heroína, metanfetamina y cannabis, sin análogos. Sentíamos que sería algún análogo del que nadie había escuchado porque se estaban produciendo avances importantes en farmacología y química medicinal, y la industria farmacéutica estaba desarrollando nuevos compuestos constantemente. Teníamos la sensación de que iban a ocurrir cosas extraordinarias, aunque también algunas serían muy perjudiciales. Habría drogas que se propagarían rápidamente por el mundo y causarían grandes problemas. Pero ¿cuál sería esta droga?, ¿podríamos prever lo que estaba por venir? Eso era sobre lo que se suponía que debía escribir mi tesis.

Y entonces apostaste porque sería el fentanilo.

“Hoy en día, con esta corriente psicodélica y grandes corporaciones involucradas, se van a desarrollar decenas de miles de nuevos análogos, muchos de ellos usando métodos de desarrollo de drogas de inteligencia artificial, y vamos a ver compuestos maravillosos, pero también otros que quizás no sean buenos para la sociedad”

Comencé a mirar la síntesis de todas las drogas. La cocaína es sintetizable, es difícil, pero se puede hacer. Miré la síntesis de variedades de cafeína, variedades de anfetamina... Y al final concluí en esos días, y estamos hablando del año 96, que sería un anestésico pediátrico, un analgésico llamado fentanilo, una droga relativamente desconocida en ese momento. Hubo algún pequeño brote de fentanilo, pero no tenían redes de distribución, así que nunca llegaron a ninguna parte. Hubo un brote en el 93 en el área de Boston que mató a trescientas personas y otro brote en Moscú. Viajé a Rusia para hablar con personas consumidoras y con el MVD, el Ministerio del Interior ruso, equivalente, podríamos decir, al FBI. Así que me encontré en la sede del MVD hablando con el general jefe Serguei sobre la posibilidad de que esta droga tuviera consecuencias más serias que unas pocas muertes. Su opinión era que los adictos nunca adoptarían el fentanilo, porque era muy raro de ver y que no sería un problema, incluso si estuviera disponible. Yo difería. Solo se necesitaba un químico al que no le importara la vida humana o el daño social que puede causar. ¿Qué sustancia sería más rentable? De nuevo, concluí que sería el fentanilo. La potencia del fentanilo es similar a la potencia del LSD, rango de microgramos. De hecho, algunas variedades de fentanilo son más potentes que el LSD. Diez microgramos de carfentanilo son letales para un elefante. Así que es más rentable, en parte debido a su mayor potencia en comparación con la heroína. Y el otro problema era la disponibilidad de precursores. Aunque la síntesis era algo difícil, se podían hacer versiones simplificadas para obtener una sustancia impura. Los precursores estaban disponibles y muy baratos, un dólar por kilogramo en grandes cantidades; tanques de cincuenta y cinco galones, varios cientos de litros o vagones de ferrocarril llenos de una sustancia. Todo lo que se necesitaba era un individuo lo suficientemente malvado para hacerlo. También se necesitaba un sistema de distribución como una red de distribución de heroína u opiáceos ya existente. Y algo indispensable: se necesitaban usuarios que lo quisieran. Quizás más que la heroína. Entonces, ¿cuál era la probabilidad de que el usuario promedio de heroína tomara fentanilo en su lugar? Para responder esta cuestión pasé una buena parte de mi tesis hablando con personas adictas a la heroína en el submundo de Boston, e incluso contacté con algunos que tomaron fentanilo durante el brote del 93. Les preguntaba cosas como: “si tuvieras un montón de heroína y un montón de fentanilo, ¿qué tomarías?”. Se comentaban aspectos como cuánto tarda en aparecer el efecto y cuánto dura. ¿Prefieres el fentanilo a la heroína? Hice la misma pregunta muchas veces de diferentes maneras para evaluar la probabilidad de “si tuviéramos una fuerte fuente de fentanilo, ¿se distribuiría fácilmente, la gente lo querría, se vendería, se consumiría?”. Y la conclusión fue que sí. Por lo que, si tuviéramos una fuente de disponibilidad, tendríamos un gran problema. Presenté mi tesis en el Harvard Faculty Club y advertí que esto podía llegar, que era necesario controlar los precursores y tener sistemas de monitoreo, pero nadie escuchó. El mundo académico respondió que mi tesis era muy interesante pero dentro del género de la ciencia ficción. Ya en prisión, en el 2005, recuerdo mirar las noticias y enterarme de la muerte de un hombre por fentanilo procedente de un laboratorio en Toluca, México. Luego nos encontramos que China empezó a exportar a Estados Unidos una gran cantidad de fentanilo y otros análogos legales desde sus 50.000 pequeñas plantas químicas. Y la epidemia de muertes llegó.

Análogos y análisis

Una entrevista a Leonard W. Pickard

El renacimiento psicodélico ha convertido a Pickard en una referencia inspiradora.

Estamos hablando sobre el fentanilo que está contaminando el mercado de la heroína, pero también tenemos un mercado adulterado del LSD, encontrando es su lugar sustancias como el DOB, el DOM o las NBOMe. ¿Había LSD adulterado en tus tiempos? 

No era habitual, aunque sí tuvimos NBOMe, y fue particularmente preocupante. Y aquí no hablamos de opiáceos sino de psicodélicos, por lo que es un buen ejemplo del daño que un análogo o una variante en una molécula puede hacer. Algunas variantes pueden ser muy problemáticas o incluso letales. La NBOMe fue sintetizada por primera vez por un químico en la Universidad Libre de Berlín. Un investigador postdoctoral buscaba variaciones del 2CB sintetizado por Sasha Shulgin y obtuvo este compuesto con efectos psicodélicos. Una gran diferencia es que el 2CB es potente a unos 20 mg, pero esta variación, la NBOMe, era potente al rango de microgramos, más cercano al rango de potencia del LSD. Desafortunadamente, se empezó a vender como LSD en papel secante, particularmente en el mercado de India. Y resultó que la NBOMe era letal. Así que hubo jóvenes en varios lugares de India tomando esta NBOMe pensando que estaban tomando LSD y se dieron algunas intoxicaciones y muertes. Aunque, afortunadamente, ya fuera porque el químico sufriera un ataque al corazón, reconociera su error, muriera por sobredosis o fuera arrestado, fue algo puntual que no se expandió. La moraleja de esta historia es que hoy en día, con esta corriente psicodélica y grandes corporaciones involucradas, se van a desarrollar decenas de miles de nuevos análogos, muchos de ellos usando métodos de desarrollo de drogas de inteligencia artificial, y vamos a ver compuestos maravillosos, pero también otros que quizás no sean buenos para la sociedad. Las NBOMe son un buen ejemplo.

“Hay que seguir un estricto protocolo o la magia no sucede. Dicho esto, al menos en el mundo clandestino, las personas que conozco y he entrevistado todavía tienden a tratarlo de forma sacramental. Significa que se purifican a sí mismos; purifican el laboratorio, se acercan a las cosas con delicadeza y respeto y un sentido de profunda alegría y honor por poder participar en la creación de estos compuestos”

¿Cuándo dirías que se inicia en el mundo clandestino este interés por explorar y sintetizar nuevos compuestos? 

En los años ochenta y noventa vimos muy pocas sustancias nuevas, algún compuesto de forma ocasional, pero las variaciones de análogos en la molécula realmente despegaron con la creación de internet, que se volvió más accesible alrededor de 1996. Anteriormente, las revistas y artículos científicos que contenían las síntesis estaban solo en papel y tenías que adentrarte en las bibliotecas para acceder a la información. Con la invención de internet todo estaba disponible y accesible para cualquiera en cualquier parte del mundo. Esto permitió que personas interesadas accedieran a la información necesaria para desarrollar nuevas variaciones.

En tus años mozos, ¿existía algo así como un control de calidad interno?, ¿analizabais vuestro producto?

Generalmente porque los laboratorios tienden a ser móviles por motivos de seguridad, la idea de llevar consigo un dispositivo grande de resonancia magnética nuclear de varias toneladas, al menos en aquellos días, era bastante improbable. Además, entonces no era como hoy, que puedes hablar de estas cosas incluso en artículos académicos. Estamos hablando de tiempos en los que citar la palabra psicodélico ponía en riesgo tu carrera en la academia. Aun así, hubo personas amables en las universidades que en ocasiones analizaban los lotes con los instrumentos de su facultad. En el mundo clandestino, donde tienes que conducir cien millas para conseguir cualquier cosa, los métodos analíticos eran bastante simples. Sabías lo que estabas haciendo, conocías la sustancia con la que estabas trabajando y conocías la pureza relativa de los procedimientos de purificación. Simplemente, estabas repitiendo un proceso que ya había sido refinado. Así que sabías que tenías un material puro y se verificaba fácilmente con cosas como puntos de fusión y cromatografía en capa fina, que se pueden hacer en entornos remotos.

Doble vida, vida en prisión y segunda vida

Una entrevista a Leonard W. Pickard.

Noticia sobre la sentencia judicial a Pickard y a Clide Apperson en The Salina Journal, un periódico de Kansas, en noviembre de 2003. 

Antes de comenzar a hablar sobre la vida en prisión, ¿cómo recuerdas tu vida antes de la prisión? 

Lo que puedo decir es que el presente es muy emocionante. Me siento sumamente afortunado de vivir en Santa Fe, con la familia y rodeado de muchos amigos. Valoro vivir tranquilo, en el sentido de que no tengo una doble vida que encubrir ni nada que temer. A día de hoy, soy puramente corporativo, voy a trabajar, recibo mi cheque de pago y de alguna manera llego a fin de mes. Por supuesto que la vida anterior fue muy emocionante y memorable, pero esta nueva vida para mí es deliciosa, cálida, amigable y productiva. Vivir dos vidas simultáneamente puede ser muy difícil y gran parte de la mía la gasté así, pero ya no más.

¿Te arrepientes de esa parte de tu vida? 

“Muchas personas sentían que hacíamos algo honorable. En unos años de oscuridad y persecución, se sentía como necesaria la lucha para que el LSD estuviera disponible y se utilizara de manera reflexiva. No me arrepiento de la vida anterior, pero ahora me siento un ser completo y encuentro esta nueva vida muy gratificante”

Muchas personas sentían que hacíamos algo honorable. En unos años de oscuridad y persecución, se sentía como necesaria la lucha para que el LSD estuviera disponible y se utilizara de manera reflexiva. No me arrepiento de la vida anterior, pero ahora me siento un ser completo y encuentro esta nueva vida muy gratificante.

La DEA te arrestó en noviembre del 2000 y te condenaron a dos cadenas perpetuas. ¿Cuánto tiempo se tarda en encajar una sentencia así? 

Si te condenan a cadena perpetua en el sistema federal significa que morirás en prisión. ¡Es un milagro que estemos teniendo esta conversación! Fue duro porque mis hijos acababan de nacer cuando me arrestaron y solo se me permitía hablar con ellos por teléfono una vez a la semana. Resulta difícil encajar que uno va a vivir el resto de su vida en una jaula diminuta, y viví con ese sentimiento durante los veinte años que estuve allí.

Entraste en una prisión de máxima seguridad con personas que habían cometido delitos violentos, en un ambiente jerárquico y agresivo, con acceso limitado al aire fresco, ¿cómo logra sobrevivir un químico clandestino del mundo hippy en este entorno? 

Vi mucha violencia. Perdí la cuenta del número de apuñalamientos que he presenciado. Hombres apuñalados veinte, treinta veces. Recuerdo a un joven de treinta y un años a punto de ser liberado en diez días. Por la mañana estuve con él paseando y esa misma noche lo apuñalaron. Murió cinco días después. El apuñalamiento fue por unos pocos cientos de dólares en tabaco. He visto morir muchos hombres, bastantes suicidios, y he conocido asesinos y crímenes que involucran a niños de los que ni siquiera puedo hablar. Es extraordinariamente difícil. ¿Cómo sobreviví? Rezando, con el amor de mis amigos y con la esperanza de volver a casa con mi familia de alguna manera, algún día. Y, contra toda probabilidad, sucedió. Para mí, en términos religiosos, mi liberación fue solo la gracia de Dios. Un milagro. Y uno sabe que ha recibido una segunda vida y la pregunta es: ¿qué hago con este gran regalo para hacer el mundo un poco mejor?, ¿cómo gasta uno los años restantes de su segunda vida?

Una entrevista a Leonard W. Pickard.

Suelto con el arresto en 1965 de Pickard, entonces un estudiante de Princeton, por conducir un coche robado.

¿Cuál fue tu rutina para mantenerte cuerdo en este contexto insano? 

Decidí no rendirme y morir. Comencé a estudiar leyes todo el día y luego a escribir mociones a través del Tribunal Federal. A lo largo de veinte años escribí alrededor de mil mociones, algunas son treinta páginas llenas de análisis legal y notas al pie de página. Gané algunas de ellas a través de los tribunales de distrito y en los tribunales de apelación, un panel de tres jueces que supervisa varios estados. Llegué a través de los tribunales de apelaciones en los circuitos noveno y décimo, y gané varias cosas que se publicaron, pero no fue suficiente para ganar la libertad, excepto por la última moción. En la práctica personal, por supuesto, traté de hacer mucho ejercicio como caminar o correr, y hacía yoga antes de acostarme. La meditación también me ayudó mucho. Pero, sobre todo, aparte del trabajo legal, leí, leí y leí. Siempre andaba con un libro bajo el brazo. Me aficioné a la literatura británica y española. Soy un gran fan del gran autor argentino Jorge Luis Borges. Así que cuando miraba hacia abajo, estaba en la Inglaterra del siglo xix con carruajes y modales o en una de las fabulosas ficciones de Borges. Y cuando miraba hacia arriba, veía matones tatuados apuñalándose entre sí.

Me consta que también mirabas hacia abajo para ver las hormigas. 

¡Sí! En la cárcel no hay ningún tipo de vida. Había muros de treinta pies, siete torres de guardia con luces de búsqueda como en las películas, alambre de púas y altavoces. Cuando salíamos al patio, no se nos permitía pararnos y hablar entre nosotros, teníamos que seguir moviéndonos. No había vida, solo tierra y cemento, por lo que cualquier cosa viva que los hombres pudieran cuidar era muy preciada. Si alguien encontraba un ratón, lo guardaba como mascota y le construía una rueda de cartón para verlo correr. Había una pequeña colonia de hormigas saliendo del suelo que atrajo bastantes miradas, incluida la mía. Y así tenías hombres de cincuenta, sesenta y setenta años mirando estas hormigas durante horas. Sacábamos comida de contrabando del comedor a través de detectores de metales y múltiples guardias y cacheos. Sacar una pequeña rebanada de pan y alimentar a las hormigas se convirtió en algo importante, y las visitábamos cada día para asegurarnos de que estuvieran bien. Al fin y al cabo, los hombres necesitaban algo por lo que preocuparse, es algo natural para una persona querer cuidar de algo. Forma parte de nuestra humanidad. Para quienes todavía tenían humanidad, que algunos ya la habían perdido.

Una historia de seiscientas setenta páginas

Una entrevista a Leonard W. Pickard.

En Nueva York, en diciembre de 2021, durante su aplaudida intervención en la conferencia Horizons sobre pisquedélicos.

Otra cosa que has hecho en la cárcel es publicar una extensa novela, La tosa de Paracelso

En un algún momento sentí que debería contar la historia de cómo era estar en la clandestinidad haciendo lo que hicimos, si es que lo hicimos, y por qué lo hicimos, qué esperábamos lograr. Quería contar cómo era el estilo de vida, cómo nos despertábamos y qué hacíamos para el desayuno y el almuerzo, qué hacíamos durante el día, con quién nos relacionábamos y cuáles eran nuestros valores. Cómo son esas vidas cuando hablamos de producción global a escala planetaria de LSD, no solo mil o diez mil dosis, ni siquiera un millón de dosis, sino cientos y cientos de millones de dosis que conseguimos despachar en todo el mundo. Quería escribir algunos recuerdos para mis hijos, para que algún día entendieran a su padre. Así que empecé a escribir, obligándome a sentarme todos los días durante una hora y escribir una página. Hice esto durante un año y tuve un manuscrito de noventa mil palabras. Lo leí y lo tiré a la papelera. Para entonces había aprendido lo suficiente sobre escritura para darme cuenta de que sería mejor comenzar de nuevo.

Disponías de mucho tiempo 

Sí, disponía de todo el tiempo del mundo, y en aquel punto entrar en la zona de escritura y contar historias fue el mayor placer, aunque también lloré al rememorar algunos recuerdos. Estuve durante cinco años escribiendo La Rosa de Paracelso y todo fue escrito a lápiz porque no teníamos máquinas de escribir. Además, tuve suerte porque montamos un grupo de cuatro o cinco personas que queríamos aprender a escribir con el apoyo de Richard Shelton, un profesor increíble de literatura y de poesía de la Universidad de Arizona que nos visitaba cada semana. Era maravilloso porque nos trataba como seres humanos, como estudiantes de posgrado, y que alguien te tratara respetuosamente cuando nadie más lo hacía, ni siquiera entre nosotros mismos, era algo muy preciado. Cada semana leíamos nuestros pequeños escritos en grupo. Me tomó dos años leer toda La rosa de Paracelso en las sesiones y Shelton fue sin duda una gran influencia.

Parece que disfrutaste de la experiencia literaria. ¿Crees que escribirás otro libro? 

Sin duda. De hecho, antes de salir de prisión tenía ocho capítulos para la continuación de la historia de este grupo de seis químicos clandestinos. Su historia es tan densa que no la pude encajar en las seiscientas setenta páginas de La rosa de Paracelso. Así que debería sentarme y escribir otros veinte capítulos; eso me podría tomar un par de años. Pero escribir requiere incorporar la escritura en un cierto momento del día y todos los días y hay tantas cosas que hacer aquí fuera.

¿Tendremos una versión en español?

¡Me encantaría tener una traducción al español! Si algún lector conoce alguna editorial española interesada, estoy absolutamente abierto.

El bien y el mal

Portadas del libro de Pickard, The Rose of Paracelsus, en su versión original en inglés y en su traducción al italiano.

Portadas del libro de Pickard, The Rose of Paracelsus, en su versión original en inglés y en su traducción al italiano.

Un amigo juez está convencido de que la maldad humana existe. Tras convivir con los criminales más terribles, ¿existe tal cosa?

Creo que la mayoría de las personas son básicamente buenas en el fondo. La mayoría de los reclusos probablemente podrían hacerlo bien con monitoreo electrónico, a menos que sean físicamente violentos. Es importante que tengan un trabajo para mantenerlos ocupados durante el día y también para que tengan ingresos y no entren en actividades criminales. Pero en términos del bien y el mal, aunque creo que la mayoría de las personas son buenas, siento que el mal existe. Los campos de exterminio o las guerras mundiales son prueba de ello. Recuerdo una mañana temprano que entré al comedor y estaba por allí sentada la gente de las pandillas. Yo estaba sonriendo sumido en mis pensamientos cuando crucé la mirada con un individuo sentado en la mesa. Tan solo la expresión en su rostro me quitó la alegría y la luz, fue como mirar a una gran oscuridad. Era la expresión de la maldad.

También conociste a seres de luz como Ross Ulbricht, condenado como tú a dos cadenas perpetuas por la creación de Silk Road, el primer criptomercado de la deep web

Me alegra que menciones a Ross. Lo conocí en la prisión y nos hicimos grandes amigos. Pasamos nuestro último año juntos, caminando alrededor de la pista de la prisión, donde manteníamos grandes conversaciones. En la actualidad no se me permite relacionarme con Ross u otros presos, pero conozco a su madre y estaré siempre que sea posible disponible para ayudarlo.

En el 2020 finalmente obtuviste la libertad condicional debido al COVID. Parece que todo no fue malo sobre el COVID.

Bueno, la razón oficial es: “Oh, estamos preocupados por el Sr. Pickard por si contrae el COVID y muere en prisión”. ¡Pero se suponía que debía morir en prisión! Además, hay muchos hombres con la misma edad y condenas similares que morirán en prisión. Así que no creo que el COVID sea la verdadera razón. Creo que podría haber sido mi trabajo sobre el fentanilo. En el 2019 la Corporación Rand, un grupo de investigación influyente en Estados Unidos, publicó el informe El futuro del fentanilo, y mi trabajo fue destacado en el tercer capítulo como el predictor más temprano de la epidemia de fentanilo. También había numerosas referencias a mis sugerencias sobre el control de precursores. Así que adjuntamos una copia a la moción de liberación y pedimos al tribunal que considerara otorgar una sentencia menor debido a esa contribución a la sociedad. Creemos que esa puede haber sido la verdadera razón.

En 1961, Timothy Leary condujo un experimento en la prisión de Concord, administrando psilocibina a los reclusos para estudiar la reducción en la reincidencia criminal. Teniendo en cuenta que conoces bien los psicodélicos y también el entorno carcelario, ¿crees que podría ser interesante replicar el experimento? 

Creo que sería un experimento muy sabio y válido. De hecho, algunos investigadores de la Facultad de Derecho de Harvard están considerando que la terapia psicodélica podría ser útil para el síndrome por estrés postraumático que provoca estar encarcelado. Personalmente no siento ningún trauma, pero hay personas que lo sufren, así que podría sea útil. La dificultad es conseguir que la Oficina de Prisiones o las prisiones estatales o cualquier sistema penitenciario en cualquier gobierno del mundo acepte el uso de una droga exótica para el tratamiento dentro de la prisión o tras la puesta en libertad. Esa es una gran montaña para escalar. Supongo que se podría hacer y se debería hacer, quizá Noruega o Alemania podría intentarlo. Alguien lo intentará y, si los resultados son positivos, es difícil discutir con la ciencia.

La magia y el estricto protocolo 

Una entrevista a Leonard W. Pickard.

En Santa Fe, Nuevo México, donde reside actualmente, durante una intervención por videoconferencia para unas jornadas de LEAP, con el arco iris a su espalda.

Se dice, se cuenta, se rumorea que el LSD que producías era el mejor. He oído que seguías tu propia fórmula y me pregunto si esto es como la receta de la abuela, ¿te irás sin compartirla? 

No puedo asesorar en estos temas. Y aunque hay una gran cantidad de material en internet, a las personas interesadas las animaría más bien a que obtengan sus títulos y entren en la enorme industria psicodélica. Hay muchas oportunidades de empleo y, probablemente, sea mejor hacerlo allí.

Me pregunto si es solo una cuestión de la receta o existe algo de física cuántica en el sentido de que la intención, la conciencia y el espíritu puro del químico influyen en el resultado molecular. 

Es una pregunta interesante. Obviamente, tanto si eres un químico clandestino o no, debes seguir un proceso preciso. No se trata de hacer algún tipo de encantamiento y aparece por arte de magia. Hay que seguir un estricto protocolo o la magia no sucede. Dicho esto, al menos en el mundo clandestino, las personas que conozco y he entrevistado todavía tienden a tratarlo de forma sacramental. Significa que se purifican a sí mismos; purifican el laboratorio, se acercan a las cosas con delicadeza y respeto y un sentido de profunda alegría y honor por poder participar en la creación de estos compuestos.

Una de las consecuencias del sistema de justicia penal es el impacto en la vida de una persona, una vez que está en libertad y se topa con barreras, por ejemplo, a la hora de encontrar trabajo. Tú, en ese sentido, has tenido suerte. 

Ciertamente, encontrar trabajo es extraordinariamente difícil para los exdelincuentes. Afortunadamente, no tuve que pasar por las rutinas habituales de contratación porque tengo una red amplia de amigos que me ayudaron. Actualmente asesoro a un grupo de inversión en la ciudad de Nueva York que a menudo invierte en start-ups psicodélicas, pero también en otros temas de neurociencia. También tengo un nombramiento académico en Harvard y hago pequeños trabajos en Santa Fe que me proporcionan ingresos adicionales. De alguna manera, logro sobrevivir y ayudar un poco a mi familia.

Supongo que resulta extraño salir de la cárcel y ver este renovado interés de la comunidad científica en los psicodélicos y a las grandes farmacéuticas involucradas. 

De alguna manera fue una experiencia divertida. Salí de la cárcel tras pasar veinte años por producir LSD y, de repente, había miles de millones de dólares invirtiéndose en psicodélicos.

¿Qué piensas sobre la medicalización de los psicodélicos? 

Estoy muy feliz de ver la medicalización porque es lo que permite que las corporaciones entren y hagan inversiones para investigación. Es la manera para que realmente podamos descubrir cuál es el mecanismo y cuáles son los posibles aspectos beneficiosos o no de todos estos compuestos. Es un momento maravilloso. Apoyo firmemente el esfuerzo de medicalización, pero también trato siempre de señalar que el noventa y nueve por ciento de toda la experiencia psicodélica sigue siendo clandestina. Hablamos de personas que comen setas caminando en el bosque, sentadas alrededor de una fogata junto al océano o bailando. No sentadas en la consulta de un médico.

¿Cuál fue tu experiencia psicodélica más reveladora? 

Es una cuestión que no puedo responder. Pero te remito a La rosa de Paracelso, donde escribo sobre un evento extraordinario cuando uno de los químicos se expone accidentalmente en el laboratorio a diez millones de dosis en una sola noche. Fue empapado literalmente en ácido y esa es probablemente la exposición humana al LSD más grande en la historia. En el libro describo esa noche. Ficción o no, te dejo con ese pensamiento.

¿Cuáles son tus proyectos o planes futuros? 

Quiero seguir escribiendo la continuación de La rosa de Paracelso. Mi proyecto personal de futuro se centra en una start-up sobre la terapia génica y la cognición. Y, más allá, mi plan es disfrutar de los amigos y ayudar a mi familia a crecer y terminar su educación.

Un libro importante para ti. 

Ficciones, de Jorge Luis Borges.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #318

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