Detrás de las escasas acciones en favor de la reducción de daños y del cambio de políticas de drogas, está Goro Koto, trabajador social afincado en Tokio que impulsó en el 2015 la Japan Advocacy Network for Drug Policy (JANDP), única organización activista que lucha contra la prohibición en Japón. Goro Koto ha puesto en marcha este año la Harm Reduction Tokyo, organización que ofrece espacios seguros donde hablar de forma anónima sobre el consumo; una iniciativa valiente, sin duda, en un país en el que el uso de drogas choca frontalmente con los estrictos valores morales de su sociedad. Desde su valiosa experiencia, Goro Koto nos ofrece en esta entrevista una visión panorámica de la excepcional realidad de las drogas en Japón.
Cuéntanos un poco sobre ti.
Crecí en Tokio junto a mis padres, mi hermano mayor y mi adorable perro. Cuando era joven nos trasladamos a Kanagawa, el siguiente estado próximo a Tokio. Volví a Tokio para estudiar contabilidad en la universidad. Cuando acabé mis estudios empecé a trabajar en una empresa que me transfirió a la sucursal de Osaka, donde viví durante seis o siete años. Es una ciudad preciosa y me encantaba vivir allí.
En principio, no parece haber conexión entre la contabilidad y el mundo de lo social.
En mi caso, en cierto modo, sí. La empresa que me contrató era una organización semipública, algo así como una corporación privada a la vez que gubernamental que trabaja en temas de salud y bienestar social. En realidad, era una especie de banco que prestaba dinero a organizaciones médicas o sociales. Allí me familiaricé con la legislación y con la estructura del gobierno en el Ministerio de Salud. Fue una buena experiencia, pero también comencé a pensar que quería hacer más y empecé algunas actividades de voluntariado durante los fines de semana en el campo del vih y el sida.
¿Es ahí cuando entras en contacto con el mundo de las drogas?
De alguna manera, sí. La razón por la que comencé mi voluntariado en vih y sida es porque me gradué en la universidad, empecé a trabajar y a vivir por mí mismo. Cuando te independizas y ganas tu propio dinero, sientes la libertad de hacer lo que quieras. Las personas con vih están muy estigmatizadas en mi país y empecé a sentir cierto miedo del vih. Me chocaba que la gente no fuera al hospital porque no querían que se descubriera su estado serológico. Me di cuenta de que la gente moría más por el estigma que por la propia enfermedad y que yo era parte de esa sociedad que estigmatiza a las personas con vih. Así que quería hacer algo para cambiar esta situación y empecé el voluntariado. En aquel momento era joven, así que hice educación de pares para jóvenes. Íbamos a la universidad o escuelas de secundaria y charlábamos sobre cómo usar condones. Y claro, sabemos que la gente se contagia por compartir agujas, pero nunca conocí a nadie en Japón por ello. Y esto es resultado del estigma también. La gente no puede decir abiertamente que es usuaria de drogas y que comparte jeringuillas.
¿Y entonces te fuiste a Estados Unidos?
Sí, quería hacer más, quería aprender qué podíamos hacer y en el 2003 dejé mi empleo y me mudé a Estados Unidos para estudiar trabajo social en la Universidad de Columbia en Nueva York. Tenía claro que quería trabajar en el campo de las drogas y una amiga me propuso buscar una organización de reducción de daños para hacer las prácticas. En aquel momento no tenía ni idea de qué quería decir reducción de daños. Había oído hablar de los programas de intercambio de jeringuillas, pero no sabía que se llamara reducción de daños. Tuve la oportunidad de hacer las prácticas en la Harm Reduction Coalition y en New York Harm Reduction Educators, donde conocí a gente increíble y aprendí de ellos, no solo de mi supervisor, sino también de las personas del equipo y las usuarias de los servicios. No recuerdo toparme con ningún usuario de origen asiático en esas organizaciones, en su mayoría era población afroamericana o hispana. Fue una experiencia maravillosa y empecé a pensar cómo implementarlo en mi país. Así que regresé a Japón en el 2005 y comencé a trabajar en temas de drogas en Tokio, donde vivo desde entonces. Paralelamente, estuve también trabajando durante diez años con refugiados que vienen a Japón. Hoy trabajo además en un programa grupal para delincuentes de violencia machista, dirigido a los hombres que ejercen la violencia, no a sus víctimas. Pero mi trabajo principal es la reducción de daños y la reforma de la política de drogas.
En Japón, los datos de los que disponemos hablan de una prevalencia del consumo de drogas y de un número de muertes por drogas muy bajos y siempre por debajo de la estimación media global. ¿Crees que estos datos reflejan una imagen real?
No creo que sea cierto. Cuando el gobierno dice que el consumo de drogas es muy bajo, solo hablan de drogas ilegales como la metanfetamina, el cannabis o la heroína, que no es nada popular en Japón. Es cierto que la proporción de personas que consumen drogas es menor en comparación con otros países. Sin embargo, las drogas más populares en mi país son los fármacos de venta libre y recetados. Para muchas personas, especialmente los jóvenes o las mujeres, es muy fácil conseguirlos en farmacias o en ciertas tiendas. Es fácil incluso para los menores. Si vas a la tienda y quieres comprar tabaco o alcohol, te piden que muestres tu carné de identidad. Pero si quiero comprar estos fármacos, no necesito identificación. Es fácil incluso conseguirlos a precios muy bajos en los hospitales, porque en nuestro valorado sistema nacional de salud el setenta por ciento del coste de los fármacos está financiado. De hecho, es fácil obtener la misma receta de diferentes médicos en la misma semana. Así que tenemos un contexto donde los médicos los recetan con facilidad y, además, no tenemos que pagar su coste real. Estos fármacos se suelen consumir para colocarse y no para el propósito por el cual están prescritos. Este es el principal consumo de drogas en nuestro país, pero el gobierno no contempla este consumo en las estadísticas. Si los incluyéramos, no existiría tanta diferencia en la prevalencia de consumo de sustancias respecto a otros países. Además, hay que tener en cuenta la confluencia de dos factores: el estigma y el estatus de ilegalidad de las drogas; junto a la propia metodología de recogida de datos en los hogares, hace pensar que son cifras que subestiman la proporción de japoneses que consumen drogas.
El caso del cannabis
Otra peculiaridad es que Japón es el único país donde el cannabis no es la droga ilegal más consumida, sino que son las anfetaminas. Quizá sea porque tenéis una cultura de entrega al trabajo, hasta el punto de que disponéis del término karoshi para referirse a la ‘muerte por exceso de trabajo’. En cualquier caso, ¿cómo explicas esta gran diferencia con el resto del mundo?
Hasta no hace mucho se decía que la metanfetamina era más consumida que el cannabis, pero eran datos que procedían de estadísticas del sistema de justicia penal. Alrededor del sesenta por ciento de las personas arrestadas por drogas lo fueron por metanfetamina. Esto es debido a que durante mucho tiempo se ha priorizado la actuación sobre la metanfetamina porque es una sustancia que puede dañar la salud mental y física y genera cambios en tu comportamiento, por lo que es más fácil ser arrestado. Al ser una sustancia que afecta más a la sociedad en su conjunto que el cannabis, también han puesto mayor atención y energía en su persecución. Pero este dato no es indicativo de la prevalencia y no refleja una imagen real del consumo en la sociedad en su conjunto. En los últimos años hay mayor acuerdo en que el cannabis es la sustancia ilegal más consumida en Japón. Según las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Investigación de Japón, la prevalencia anual del cannabis era del 0,1%, mientras que de anfetaminas, cocaína o MDMA era, en todos los casos, del 0,04%. Este cambio de tendencia se refleja también en las estadísticas del sistema de justicia, con cada vez más arrestos por posesión de cannabis, especialmente entre los jóvenes.
Durante miles de años el cannabis ha formado parte de vuestra cultura. Se han encontrado pinturas rupestres prehistóricas y semillas de cannabis que datan de al menos trescientos años antes de Cristo. Cuando buscas cannabis en el Kojien –el diccionario más conocido de Japón (literalmente ‘Amplio jardín de palabras’)–, lo primero que ves es el Jingū-taima, una ofuda (‘amuleto o talismán de protección’) del santuario de Ise, considerado el templo más sagrado de la religión sintoísta. Hoy en día se elabora con washi, el papel japonés hecho en Ise, pero tradicionalmente el Jingū-taima se elaboraba con tela de cáñamo, mostrando así la profunda conexión del cannabis con la cultura japonesa. ¿Cómo pasó el cannabis de ser venerado a demonizado en tan poco tiempo?
Históricamente, en Japón, el cultivo del cáñamo era muy popular, aunque el propósito principal era para elaborar hilo de cáñamo, no para fumar. Después de la segunda guerra mundial, se instauró la Ley de Control del Cannabis (1948), muy influida por Estados Unidos. Desde mi punto de vista, al gobierno japonés le encanta la guerra contra las drogas y, especialmente, contra las personas que las consumen. Su objetivo es eliminarlas por completo. Pero la forma en la que les gusta esta guerra está muy influida por los norteamericanos desde hace mucho tiempo. A Estados Unidos le gusta arrestar a la gente que usa drogas y el gobierno japonés pensó: “¿por qué no?”. Y empezaron con la metanfetamina porque sus efectos son peores que el cannabis y resultaba más fácil arrestar a los consumidores. Sin embargo, ahora somos una sociedad que está envejeciendo y con la edad disminuye el consumo de metanfetaminas. Algunos expertos apuntan que la Policía de Narcóticos –que pertenece al Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón– se dio cuenta de que solo arrestando a las personas que consumen metanfetamina no pueden mantener el mismo presupuesto, pero cambiando el foco hacia las personas que consumen cannabis acceden a una mina de oro. Así es como se inicia la campaña para demonizar el cannabis y justificar los arrestos a sus usuarios.
El control de drogas en Japón se rige por leyes que prohíben tanto el consumo de drogas como la posesión, con la excepción de la Ley de Control del Cannabis de 1948, que prohíbe la posesión y el cultivo de cannabis, pero no su uso. ¿Cómo se explica esta distinción?
Al principio, tras la segunda guerra mundial, se quiso prohibir el cáñamo agrícola porque los norteamericanos lo consideraban marihuana. Pero los japoneses, por entonces, incluso hoy en día, no consideran el cáñamo una droga. Según parece, la Ley de Control de Cannabis en Japón fue diseñada entonces para proteger a los miles de agricultores de cáñamo que había, porque Estados Unidos intentó prohibir el cultivo. Pero finalmente se logró adoptar un sistema de licencias para el cultivo y la posesión de cannabis. Respecto al consumo, la razón no está clara y, aunque el gobierno no lo admitió abiertamente, en algún momento se dijo que tuvo que ver con la creencia de que los agricultores, por estar en contacto con las plantas, podían absorber de forma no intencionada sus componentes. Así que, para no perjudicar a este colectivo, decidieron no incluir el consumo en la ley. Sin embargo, el pasado febrero, el Ministerio de Salud presentó a los expertos los resultados de las pruebas donde se mostraba que no se habían detectado cannabinoides en la orina de los agricultores, por lo que no existen razones para no imponer sanciones en caso de uso. Es la propuesta que hay ahora encima de la mesa.
No parece que tenga mucho sentido prohibir la posesión pero no el consumo, porque puedes poseer sin consumir, pero no puedes consumir sin poseer. ¡Qué raros sois en Japón!
Tiene cierto sentido porque en Japón la Policía puede interrogarte y hacerte un test de drogas. Bajo la ley actual, incluso si el test es positivo, si no llevas nada encima, no podrían arrestarte. Sin embargo, con la nueva ley, aunque no lleves nada, si el test arroja un positivo, sería suficiente para el arresto.
¿Y qué pasa con el consumo terapéutico?
Precisamente, el consumo terapéutico es una de las razones para el cambio de enfoque hacia el consumo recreativo de cannabis. El gobierno quiere prohibir el consumo porque este año también decidió aprobar el uso terapéutico de cannabis con contenido de THC, especialmente para el tratamiento de la epilepsia. Desde el 2016 se permite la venta de CBD y hay algunas empresas japonesas que elaboran productos de cannabidiol, lo que sin duda ha contribuido al cambio de percepción en algunos sectores. En cualquier caso, se permitirá el cannabis con usos terapéuticos al mismo tiempo que se arrestará a las personas que usan la sustancia sin receta o de manera inadecuada. Por un lado, es positivo que Japón se esté abriendo al cannabis medicinal, pero al mismo tiempo el gobierno lo está utilizando como argumento para incluir en la ley la prohibición del consumo.
En las sanciones previstas, ¿se distingue entre la posesión para consumo y la posesión destinada a la venta?
No sabemos todavía cómo serán de severas las penas por consumo en la nueva propuesta. Con la ley actual, sí que existen diferencias en las penas por posesión para uso personal y venta. Si posees cannabis para uso personal, la ley señala penas de hasta cinco años de prisión, pero, en la práctica, suelen ser seis meses o un año, con un período de suspensión de tres años, lo que significa que no irás a la cárcel porque la sentencia está suspendida durante tres años. Si no te vuelven a pillar en ese tiempo, ahí queda todo. Pero si te vuelven a pillar dentro del periodo de suspensión, irás a la cárcel. Si la posesión está destinada al tráfico, la pena será de hasta siete años de prisión y multa de dos millones de yenes (aproximadamente, 15.500 €). La misma pena que si cultivas cannabis o lo importas de otro país para uso personal. Si, en cambio, cultivas o lo importas de otro país con fines comerciales, la pena es de hasta diez años y una multa que puede alcanzar los tres millones de yenes (alrededor de 23.300 €).
¿Son las mismas penas si hablamos de cannabis o metanfetamina?
No, las penas son más altas en el caso de la metanfetamina. Si es el primer arresto, la condena suele ser de un año y medio o dos de prisión y tres de suspensión.
¿Qué pasa con las penas más severas asociadas con el narcotráfico?, ¿se aplica la pena de muerte en estos casos?
En Japón tenemos la pena de muerte, pero no se aplica a los delitos relacionados con drogas. La legislación sí contempla la cadena perpetua para casos importantes de narcotráfico, pero no suele aplicarse tampoco.
Las labores de un pionero
“Las drogas más populares en Japón son los fármacos de venta libre y recetados. Es fácil conseguirlos incluso para los menores. Se suelen consumir para colocarse y es el principal consumo de drogas en nuestro país, pero el gobierno no lo contempla en las estadísticas”
Japón no se opone a la implementación de programas de reducción de daños en otros países, pero sí dentro de sus fronteras. En el último plan nacional sobre drogas, por primera vez en su historia, se refirió a la reducción de daños, ¿ha significado esto algún cambio?
En el 2018, el gobierno lanzó la nueva estrategia quinquenal de política de drogas, y sí, mencionaron la reducción de daños, pero fue breve y vino a decir que “con respecto a la discusión sobre reducción de daños en la comunidad internacional, pedimos comprensión de la perspectiva de nuestro país”. No dijeron abiertamente que estaban en contra, pero claramente su posición no es favorable.
En el último Informe sobre el Estado Mundial de la Reducción de Daños, no se mencionan servicios de este tipo en Japón. Hay quien piensa que no son necesarios en un país donde el consumo de heroína es anecdótico. ¿Qué tipo de servicios de reducción de riesgos y daños se deberían ofrecer?
En Japón apenas hay consumo de heroína, así que no tenemos fentanilo en el mercado ni sobredosis y no es necesaria la naloxona o los programas de sustitución con opiáceos. Además, la mayor parte de la sociedad cree que consumir drogas es igual a adicción y que la única forma de atenderlos es desde la abstinencia. Esto hace que las personas que consumen drogas no puedan buscar respuestas para consumirlas de forma más segura. Hay muchas personas que “fabrican” sus drogas a partir de fármacos recetados. Machacan los comprimidos y los esnifan: si antes tomaba veinte comprimidos de forma oral, es suficiente con machacar cinco para esnifarlos. Pero en realidad no tienen idea de los riesgos a los que se exponen y cómo manejarse mejor. Incluso aquellas personas que se inyectan, no pueden obtener información sobre cómo limpiar sus jeringuillas. Así que, aunque no tengamos un consumo importante de heroína o inyectado, tenemos otros consumos para los que es necesario brindar información y educación sobre la salud. Y las personas usuarias no tienen ningún lugar donde hablar sobre su consumo de forma segura. Incluso si hablas con el médico sobre el consumo, es probable que acabe llamando a la Policía. Esta es la razón principal por la que he montado la Harm Reduction Tokyo.
La organización Harm Reduction Tokyo comenzó su andadura el pasado mes de junio. ¿Qué tipo de servicios ofrecéis?
En Japón no tenemos lugares físicos donde acudir para entrar en contacto con población usuaria de drogas. Está en todas partes, pero es poco visible. Así que nos centramos en el espacio virtual. Hemos puesto en marcha una web, una cuenta de Twitter y un canal de comunicación vía chat, el Okay Chat. Actualmente tenemos seis canales según el tipo de demanda o de población: el canal “Todo” para hablar sobre cualquier tema relacionado con drogas; el canal “Sobredosis” para personas que consumen medicamentos de venta libre y/o recetados; el canal sobre “Cannabis”; el chat para “Adolescentes”; uno específico para “Mujeres, y otro para población “LGTBIQ +”. Estos tres últimos los abrimos para explicitar que entendemos y apoyamos las necesidades específicas de adolescentes, mujeres y población LGTBI Q+. El servicio está abierto cada día desde las dos del mediodía hasta las seis de la tarde, aunque nos pueden escribir en cualquier momento.
¿Cuál es el canal más utilizado?
El canal “Todo”, porque en realidad consultas que podrían llegar por otros canales llegan a este. Por ejemplo, tenemos el canal para LGTBQ+ pero no necesariamente nos contactan a través de este canal. Nos contactan a través del chat general y explican que tuvieron relaciones sexuales con una pareja del mismo sexo. Así que podría ser una consulta del canal LGTBIQ+, pero entra por el general.
¿Qué tipo de consultas llegan?
Una típica es gente que oculta el hecho de que sufre una sobredosis de fármacos recetados y de venta libre. Sienten mucha presión para dejar de consumir, pero no pueden frenar. Y sienten mucha soledad porque no pueden compartir su situación con nadie.
En el 2015 ya pusiste en marcha la Japan Advocacy Network for Drug Policy (Red de Defensa de las Políticas de Drogas de Japón).
Desde que regresé a Japón después de terminar mis estudios en Estados Unidos, de alguna manera ya inicié la reducción de daños. Por ejemplo, hice un folleto sobre cómo limpiar las jeringuillas y puse en marcha un servicio telefónico de atención a usuarios. Al mismo tiempo, era consciente de que gran parte de los problemas vienen como consecuencia de la política de drogas y que es necesario luchar por su reforma. Afortunadamente, en el 2015, recibimos financiación de la Open Society Foundation, que nos permitió iniciar oficialmente la red para incidir en la política del país. Es una organización pequeña porque tenemos un presupuesto muy limitado. La idea es aprender de la red internacional sobre reducción de daños y de la reforma de políticas de drogas y luego tratar de difundir la información en Japón a nivel nacional. Elaboramos información y la divulgamos a través de internet o de talleres y charlas. Incluso hoy en día, en Japón no es fácil que la gente entienda la reducción de daños. Si hablo con diez personas, ocho no lo entienden o tienen dudas. Siempre es un gran desafío.
En este aspecto, Japón no es un caso tan raro. También en el resto del mundo hablar de reducción de daños es un desafío. En ocasiones, incluso es percibido como sinónimo de promover el consumo. Aun así, supongo que en Japón es más difícil que en otros países obtener fondos gubernamentales o de otras fuentes nacionales.
Sí, es muy difícil. Y es otra de las razones por las que inicié Harm Reduction Tokyo. Resulta imposible recibir financiación nacional para la reforma de la política de drogas, pero puede resultar posible para poner en marcha iniciativas prácticas dentro del campo de la salud y el bienestar social. Además, trabajamos también el tema de fármacos recetados y de venta libre, que no tienen el estigma asociado a las drogas.
Me consta que en marzo asististe al Congreso sobre Prevención del Delito y Justicia Penal de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), donde se adoptó la Declaración de Kioto. ¿Algo que destacar en cuanto a drogas?
Aprendí mucho en ese congreso sobre prevención del delito, pero apenas vi ni escuché nada sobre drogas. Se centran en delitos importantes como el terrorismo y no incluyen el narcotráfico como delito mayor. Así que el mayor aprendizaje fue que las drogas ya no suponen un problema importante de la justicia penal.
Recomiéndanos un libro sobre drogas que cambió tu visión.
Coming to Harm Reduction Kicking & Screaming: Looking for Harm Reduction in a 12-Step (‘Llegando a la reducción de daños pateando y gritando: buscando la reducción de daños en doce pasos’), de Dee-Dee Stout.
¿Qué esperas lograr en el futuro?
Tengo muchas ganas de desarrollar la Harm Reduction Tokyo. Hemos comenzado sin financiación y quizá pueda sostenerlo durante un año en estas condiciones. Queremos mostrar los resultados, llamar la atención de la sociedad y recaudar fondos que nos ayuden a mantener el servicio. Además, en Japón, aunque pocas, hay personas que comienzan a hablar de despenalización, lo que es fantástico. Pero si el país despenaliza las drogas, deberían existir antes programas de reducción de daños que vayan más allá del tratamiento y la abstinencia. Y, de nuevo, los profesionales de la salud o trabajadores sociales apenas conocen la reducción de daños, por lo que es fundamental la formación de estos colectivos. Y también queremos involucrar a las propias personas usuarias de drogas en el desarrollo de estos programas. Podemos hacerlo juntos. Esa es mi ambición.
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