La espiritualidad naturalista de los psicodélicos
Una conversación filosófica con Chris Letheby
Alguien tenía que hacerlo, y ha sido Chris Letheby (Adelaida, Australia, 37 años). Este profesor de filosofía en la Universidad de Australia Occidental ha centrado sus investigaciones en las prácticas espirituales transformadoras, concretamente las que tienen que ver con el uso los psicodélicos. Frente a interpretaciones místicas y confusas apelaciones a la divinidad o a la conciencia universal, Letheby aborda la experiencia psicodélica desde un enfoque neurofilosófico para concluir que su carácter espiritual se puede conciliar con el naturalismo, la posición filosófica de que el mundo natural es todo lo que hay.
Sin negar el poder de esta “medicina existencial” se hacía necesario una explicación racional de los psicodélicos que no abusara del misterio metafísico y de explicaciones más cercanas a la parapsicología que a la ciencia. En su ensayo Filosofía de la psicodelia, Letheby consigue poner orden en el debate, con argumentos lógicamente armados, destacando de paso la utilidad de estas sustancias para conocer la naturaleza y el funcionamiento de la mente humana.
¿Qué llevó a un filósofo como tú a publicar un libro de 300 páginas sobre la experiencia mística asociada a la terapia psicodélica?
Evidentemente la experiencia personal tuvo un papel en ello. Pero mucho antes de haber tenido experiencias psicodélicas, estaba ya interesado en la mística y la espiritualidad. Cuando comencé mi trabajo académico sobre alucinógenos, hace diez años, tenía dos motivaciones fundamentales. Por un lado, estaba la convicción muy básica de que la filosofía de la mente podía aprender mucho de estas sustancias y las experiencias que producen, del mismo modo que lo hizo de las patologías de la conciencia. Pero estaba también la creencia, surgida de mis propias experiencias, de que los psicodélicos pueden producir cambios psicológicos beneficiosos que van mucho más allá del alivio de síntomas psiquiátricos: la transformación espiritual o existencial, por decirlo con pocas palabras. Por supuesto, la idea había circulado durante mucho tiempo. Pero no había recibido una articulación sistemática ni una defensa en el contexto de la investigación filosófica. Por otro lado, me rondaba la idea de que había que estudiar el asunto desde un punto de vista fisicalista o materialista, es decir, una perspectiva que rechaza ideas tales como la existencia de mundos espirituales o de una conciencia universal, reivindicadas tradicionalmente por la mayoría de los defensores del uso de sustancias psicodélicas.
En el ámbito filosófico académico la psicodelia debe ser un tema marginal, ¿le miran raro sus compañeros filósofos?
Es, desde luego, mucho menos marginal de lo que era hace diez años. A finales de este año y principios del que viene se habrán publicado cuatro títulos de carácter académico dedicados a la filosofía y la psicodelia (dos monografía y dos colecciones de ensayos). No obstante, ya cuando comencé a presentar mi trabajo, allá por 2014, me sorprendió gratamente que no me miraran raro. Los filósofos se mostraron bastante abiertos a la idea de que se trataba de un tema interesante, que merecía una exploración seria. Por supuesto, muchos de ellos habían tenido sus propias experiencias psicodélicas en algún momento. Además, creo que la familiaridad con la fenomenología (o vivencias internas) producida por dosis moderadas o altas de alucinógenos en entornos clínicos y rituales, hace evidentes las sorprendentes coincidencias entre psicodelia y la práctica de la filosofía. Ambas implican exponerse al cuestionamiento radical de la propia identidad y del mundo, así como de las múltiples relaciones entre ambos. Esta visión de la experiencia psicodélica ha sido formalizada en el contexto de la neurociencia actual por Robin Carhart-Harris y Karl Friston en el modelo REBUS (Relaxed Beliefs Under Psychedelics: “Creencias Debilitadas Bajo Alucinógenos”), aunque por supuesto, la idea es muy antigua.
Supongo que, además de por su interés teórico, los psicodélicos le habrán atraído por las experiencias que ofrecen. Aunque en el libro no desciende al terreno personal, ¿puede contarnos algo de sus experiencias psicodélicas?
Siento parecer aburrido, pero prefiero no hablar públicamente sobre los detalles de mis propias experiencias. Durante mucho tiempo ni siquiera he admitido haber tenido tales experiencias, ¡una táctica generalizada entre los investigadores en este campo! Podríamos discutir sobre las ventajas y desventajas de “salir del armario psicodélico”, pero por el momento me doy por satisfecho con afirmar lo obvio, que he tenido experiencias psicodélicas. Prefiero dejarlo ahí.
La alucinación controlada de la conciencia
¿Por qué cuando algunos se toman un psicodélico creen fundirse en una conciencia mística universal? ¿Cómo podemos explicar en términos naturalistas esta experiencia de unión?
En pocas palabras, antes debemos adoptar una visión particular de lo que es la experiencia consciente. Existe una visión dominante en la neurociencia actual que considera que la experiencia consciente es una especie de “alucinación controlada”, según lo expresa Anil Seth (La creación del yo, Sexto Piso, 2023). Algo así como una realidad virtual o una simulación, un modelo del mundo, completamente generado en el interior del cerebro, con el propósito de facilitar un desempeño exitoso del organismo en su entorno. No es solo una teoría sobre cómo se origina la conciencia, sino que afirma simplemente que nuestra experiencia cotidiana del mundo externo es fundamentalmente lo mismo que los sueños y las alucinaciones.
“Los psicodélicos pueden producir cambios psicológicos beneficiosos que van mucho más allá del alivio de síntomas psiquiátricos: la transformación espiritual o existencial, por decirlo con pocas palabras. Por supuesto, la idea había circulado durante mucho tiempo. Pero no había recibido una articulación sistemática ni una defensa en el contexto de la investigación filosófica”
Esto no significa negar que existe un mundo real fuera de nosotros y que nuestra experiencia consciente lo representa con bastante precisión la mayor parte del tiempo. Solo implica que nuestra experiencia de ese mundo ocurre completamente dentro de la cabeza. Este tipo básico de visión se ha conocido en filosofía durante mucho tiempo como “realismo indirecto”, “realismo representacional” o “realismo representativo”. Es realista porque afirma la existencia real de un mundo externo, objetivo e independiente de la mente, pero es indirecto o representacional porque sostiene que nuestro único acceso a ese mundo es a través de representaciones internas del mismo, de nuestras experiencias perceptivas, pensamientos, emociones y así sucesivamente.
Ahora bien, si esta es a grandes rasgos la visión acertada sobre lo que es la experiencia consciente, comienza a hacerse claro cómo podríamos explicar el fenómeno de la conciencia ilimitada o universal que producen los alucinógenos o la meditación. Porque todo lo que se experimenta, no cosas externas como mesas, sillas, otras personas, etc., sino la experiencia misma de ser un sujeto consciente o un yo diferenciado de todo lo demás, es construido por el cerebro. Seamos completamente claros en esto: no se trata de que estas cosas (mesas, sillas, árboles, otras personas, el yo, etc.) no sean reales o sean meros constructos, sino de que tu experiencia de ellos es fundamentalmente un constructo mental. Entonces, si esto es cierto, al alterar las condiciones bajo las que el cerebro genera experiencia consciente nos hacemos capaces de alterar los contenidos del proceso de modelización del mundo. Esto ocurre, de hecho, en las ilusiones visuales comunes o en las alucinaciones, por no mencionar los sueños, en los que los procesos de modelización del mundo se desconectan completamente del “control” que ejercen los sentidos sobre ellos durante los periodos de vigilia.
Entonces, ¿qué ocurre cuando alteramos las partes del cerebro que dan lugar a la sensación consciente de ser un yo, un sujeto diferenciado y separado de todo lo demás? La evidencia aportada por la neurociencia apoya cada vez con más fuerza la idea de que redes neuronales, incluidas las llamadas red por defecto y red de saliencia, juegan un papel importante en la computación neuronal que sostiene el sentido consciente del yo. Si pudiéramos alterar el funcionamiento de estos sistemas sin interrumpir el flujo de la conciencia, quizás lo que obtendríamos son estados de experiencia consciente en los que desaparece el sentido de límite sujeto-objeto, la línea que separa lo interno de lo externo, el yo del no-yo. Dicho en otras palabras, surge una experiencia ilimitada o universal. Y, simplificando los complejos debates filosóficos y científicos, es lo que tendemos a pensar que ocurre cuando los alucinógenos alteran esas redes neuronales.
Como profesor de filosofía de la ciencia, ¿que le dirías a un alumno que afirma haber experimentado una conexión mística o divina durante una experiencia psicodélica?
Simplemente que es importante considerar primero que hay explicaciones alternativas de tal experiencia, a pesar de lo obvia que pueda resultar; segundo, que conviene tener en mente algunos principios importantes, como la navaja de Ockham (el principio de simplicidad en la explicación), que han probado su validez en la investigación racional; y, por último, no olvidar que las sensaciones abrumadoras de conocimiento o certeza a menudo son falibles. Es como la “confusa” sensación de familiaridad que producen experiencias como los déjà vu. Las sensaciones de certeza y familiaridad son trucos ingeniosos que han evolucionado para ahorrarle trabajo al cerebro, formas en las que puede modelizar determinadas características de sus propias representaciones o fuentes de información. Y casi siempre son bastante fiables: si algo parece familiar entonces es probable que lo hayas visto antes y si algo parece verdadero, aunque en menor medida, también puede ser buena razón para pensar que lo sea. Sin embargo, estas sensaciones son falibles. Especialmente cuando las modulaciones externas sobre el funcionamiento del sistema se ven afectadas (modulaciones farmacológicas, llamémoslas en general), tenemos que tener en cuenta la posibilidad de que los fuertes sentimientos de conocimiento o de certeza no se deben a que la experiencia en sí misma sea muy fiable, sino a que has accedido hasta el botón de “sentimiento de certeza” de tu cerebro y lo has presionado con insistencia.
En contra de la interpretación de corte metafísico, te muestras favorable a reconciliar la experiencia y terapia psicodélicas con el naturalismo, la afirmación filosófica de que la naturaleza es todo lo que hay. ¿Por qué crees que deberíamos abandonar las interpretaciones místico-religiosas?
En general, porque creo que los argumentos filosóficos a favor del naturalismo son buenos y porque las explicaciones naturalistas de la experiencia psicodélica son más simples o racionales que sus alternativas. Por supuesto, si surgiera alguna evidencia que no pudiera ser explicada de manera naturalista, como evidencia sólida y replicable de telepatía o precognición durante el estado psicodélico o si se pudieran descartar con confianza explicaciones más mundanas, entonces deberíamos reconsiderar el asunto. Lo que seguramente generaría un bombazo informativo. Pero me parece que todos los fenómenos psicodélicos bien documentados hasta ahora pueden, en principio, explicarse de forma naturalista. Sí, estamos muy lejos de tener explicaciones naturalistas completas, pero esto se debe a que todavía estamos en los inicios de uno de los proyectos intelectuales más importantes que la especie haya intentado. Antes de llegar a la conclusión de que hay algo más en la experiencia psicodélica que un modo extremadamente inusual de modelación del mundo o procesamiento de información dentro del cerebro, deberíamos tener evidencia de que hay algo más que esto. Y no creo que tengamos eso... todavía.
Medicina existencial
No sé como será en las antípodas, pero en España, o al menos en mi grupo de amigos y compañeros psiconautas, dios, o esa idea de divina conciencia universal, no se nos aparece. ¿No cree que en parte el resurgimiento de esta idea mística de la psicodelia tiene que ver con las investigaciones de universidades americanas como la Johns Hopkins? Me refiero, por ejemplo, al primer estudio de la Johns Hopkins sobre las experiencias que inducía la psilocibina, en 2006, cuando Roland Griffiths recuperó el Mystical Experience Questionnaire, un cuestionario utilizado por primera vez en el experimento del Viernes Santo de 1962. ¿Acaso no son este tipo de estudios científicos los que están validando una perspectiva religiosa de la psicodelia e imponiendo un marco metafísico de interpretación?
Puede haber algo de lo que dices aunque, por otro lado, me inclino a pensar que se debe simplemente a que las experiencias místicas en toda regla con psicodélicos son más raras de lo que normalmente se supone. Lo que creo que muestra el trabajo al que te refieres y otros del mismo estilo es que ciertas condiciones específicas hacen más propicia la ocurrencia de experiencias de tipo místico (buena preparación, dosis altas, un entorno tranquilo, supervisado y extremadamente introspectivo) y que estas condiciones ocurren raramente fuera del uso clínico y ritual/religioso. E incluso cuando ocurren, están lejos de ser una garantía de que ocurra una experiencia mística completa.
“Dado que siempre apunta a suposiciones profundas sobre nuestra propia existencia, identidad y relación con el mundo, la terapia psicodélica realmente puede describirse como ‘existencial’. Cuando este tipo de terapia se lleva a cabo con éxito, el sujeto produce una nueva modelización sobre quién es, qué es lo importante y qué significa todo esto”
¿Es Dios un obstáculo para la investigación científica?
Para mí no lo es, porque no creo en su existencia. Pero está claro que Dios ha sido un obstáculo en el pasado y todavía puede serlo si los investigadores (o sus culturas) tienen ciertas ideas que debilitan su compromiso con el método científico. Personalmente, no creo que tenga una influencia específica en la ciencia psicodélica.
¿Crees que, como dice Charles Grob, la terapia psicodélica es una “medicina existencial”?
Sí. Creo que la mejor descripción de la terapia psicodélica, dada la evidencia disponible, es que funciona a través de un proceso transformador de disolución y reconstrucción del sentido del yo o del “modelo del yo”, dicho en la jerga filosófica. En otras palabras, al tener una experiencia abrumadoramente intensa en la que nuestras concepciones habituales sobre quiénes somos, las historias sobre nuestras vidas, el sentido de lo que es importante para nosotros, etc., se alteran radicalmente, podemos obtener nuevas perspectivas sobre nuestras vidas, cambiar creencias profundamente arraigadas y patrones de atención y evaluación implicados en numerosos síntomas patológicos, y desarrollar una nueva imagen de quiénes somos y cómo encajamos en el esquema de las cosas. Esto no implica necesariamente ningún cambio en las creencias metafísicas sobre la naturaleza última de la realidad, aunque a veces lo haga. Pero, según creo, dado que siempre apunta a suposiciones profundas sobre nuestra propia existencia, identidad y relación con el mundo, la terapia psicodélica realmente puede describirse como “existencial”. Cuando este tipo de terapia se lleva a cabo con éxito, el sujeto produce una nueva modelización sobre quién es, qué es lo importante y qué significa todo esto.
Psicodélicos recreativos
Siguiendo el proceso que ha llevado a la regulación del cannabis en tantos países, es comprensible que se hable en primer lugar de la terapia psicodélica y sus beneficios médicos, pero ¿qué pasa con el uso recreativo de los psicodélicos?
Estoy a favor de que el uso recreativo de los psicodélicos esté disponible de la manera más amplia y segura posible. Por supuesto, limitar los daños es importante. Mi trabajo se centra en el uso controlado y supervisado de psicodélicos en entornos clínicos y religiosos, donde está claro, por ahora, que los riesgos pueden minimizarse. Pero existen riesgos reales y estos son casi con certeza mayores en entornos recreativos. Por lo tanto, estos deben tenerse en cuenta en los debates sobre su regulación. Ciertamente, no creo que haya nada moralmente malo en el uso recreativo de psicodélicos o cualquier otra droga, siempre que se haga con cuidado y seguridad de una manera que minimice los riesgos y daños para todos los involucrados.
A muchos nos molesta que se trate de instituir una casta sacerdotal psicodélica, entre la que siempre haya un chamán o un médico guiando la experiencia. ¿Es que nadie defiende el uso de psicodélicos con amigos, que la experiencia se desarrolle en un contexto de ayuda mutua y de conocimiento compartido, libre de jerarquías impuestas?
No estoy seguro de eso. Una explicación menos conspirativa se centra en el hecho de que existen riesgos psicológicos reales en el uso de alucinógenos, a pesar de que históricamente se hayan exagerado, y una forma comprobada de minimizar estos riesgos es realizar las experiencias bajo la supervisión de alguien con algún tipo de cualificación o formación pertinente. No creo que la experiencia psicodélica deba limitarse en última instancia a entornos médicos o religiosos formales y, obviamente, el uso seguro y responsable tiene lugar todos los días en contextos “no controlados” o “clandestinos”. Pero no estoy de acuerdo con que el énfasis en entornos controlados y guías bien cualificados trate principalmente de “instituir una casta sacerdotal” o que negar los peligros reales del uso de alucinógenos sea el camino correcto a seguir.
Más allá de la astucia estratégica de hablar desde un punto de vista médico con la intención de luchar contra la prohibición y normalizar el uso generalizado de psicodélicos, ¿no cree que es un poco hipócrita que tantos estudiosos que han tenido experiencias psicodélicas en un entorno recreativo hagan tanto hincapié en la necesidad de un uso supervisado por la autoridad médica?
Entiendo lo que quieres decir y tal vez hay algo de hipocresía en algunos casos. Pero creo que hay otras explicaciones. Personalmente, he tenido un buen número de experiencias psicodélicas, todas en entornos no controlados y, sin embargo, acabo de exponer la importancia de la supervisión experta como método de reducción de daños. Quizás, si hubiera sido posible hacerlo en un contexto legal y social en mi país, habría tenido algunas de mis propias experiencias bajo la supervisión de expertos. ¡Claro que no debemos culpar a la gente por usar alucinógenos de forma que quizá no sea la óptima cuando las que sí lo son no están disponibles!
Una espiritualidad para ateos
Además de la interpretación mística, también existe una lectura ideológica de los psicodélicos, que los entiende como una herramienta de emancipación individual y colectiva, que puede ayudar a una liberación del individualismo neoliberal en favor de colectividades solidarias y creativas. Estoy pensando en el Comunismo Ácido de Mark Fisher y el Socialismo Lisérgico de Jeremy Gilbert. ¿Cree que la popularización del uso de psicodélicos puede ayudar a construir un mundo más libre y con menos desigualdad?
Hay una extraña paradoja aquí. Como mucha gente ha señalado, las sustancias psicodélicas han sido utilizadas por cultos destructivos, en rituales que incluyen sacrificios humanos y por personas y grupos de todo el espectro ideológico, por lo que ciertamente sus implicaciones revolucionarias no son automáticas. Sin embargo, es difícil deshacerse de la sensación de que existe una tendencia definida hacia visiones del mundo más igualitarias, ecológicamente conscientes, etc. Tal vez sea solo una cuestión de endoculturación (el arraigo profundo de los valores culturales). Mi colega Nin Kirkham y yo hemos argumentado que los alucinógenos podrían ser potencialmente una herramienta valiosa, solo una herramienta, no una panacea, y una entre muchas, para abordar la crisis climática, en base a una creciente evidencia de que su uso puede promover sentimientos y comportamientos favorables a las cuestiones ambientales. Así que la respuesta es “quizás”. Podrían ser una herramienta que puede usarse para ciertos fines sociales o políticos, aunque definitivamente no una puerta de entrada automática a una sociedad ilustrada. Las cuestiones éticas que surgen al usarlos de esa manera son una pregunta para otro día, ¡y para otro filósofo!
“No creo que la experiencia psicodélica deba limitarse en última instancia a entornos médicos o religiosos formales y, obviamente, el uso seguro y responsable tiene lugar todos los días en contextos ‘no controlados’ o ‘clandestinos’. Pero no estoy de acuerdo con que el énfasis en entornos controlados y guías bien cualificados trate principalmente de ‘instituir una casta sacerdotal’ o que negar los peligros reales del uso de alucinógenos sea el camino correcto a seguir”
En realidad, su apuesta no niega la espiritualidad que algunos encuentran en las experiencias transformadoras psicodélicas, sino que trata de integrarla en una cosmovisión naturalista. ¿A qué se refiere cuando habla de que los psicodélicos pueden facilitar “revelaciones y experiencias espirituales reales”, en qué se diferencian estas de una experiencia religiosa metafísica?
Así es, mi posición es que al menos un uso legítimo y cada vez más común del término “espiritual” no tiene nada que ver con el descubrimiento de realidades no físicas como Dios, la conciencia cósmica o espíritus incorpóreos. Más bien, “espiritual” en este sentido se refiere a un compromiso con cuestiones profundas sobre la naturaleza y el significado de la vida humana, encarnado en prácticas transformadoras y experienciales, en lugar de entenderlo principalmente a través de creencias metafísicas u otras doctrinas religiosas o filosóficas. Entonces, para que una experiencia o revelación sea genuinamente espiritual, tendrá que serlo en este sentido de “espiritual”. El filósofo Jerome Stone ha sintetizado durante las últimas dos décadas un cuerpo de trabajo sobre “espiritualidad naturalista” o formas de práctica espiritual compatibles con una cosmovisión naturalista. Según su lectura, hay ciertos puntos de convergencia entre las experiencias así consideradas: la espiritualidad implica cultivar sentimientos de conexión, aspirar a realizar valores, formular las “grandes preguntas”. Estas tres son formas de autotrascendencia, de “ruptura de los estrechos muros del ego”. Entonces, si Stone tiene razón, se puede decir que una experiencia o práctica es espiritual, contenga o no creencias metafísicas aparentes, si implica trascender el sentido ordinario del yo a través de esas tres convergencias.
¿Esa “espiritualidad naturalista” es una espiritualidad para ateos? ¿En qué consiste esta espiritualidad naturalista y qué papel juegan en ella las drogas psicodélicas?
Sí, esta es una espiritualidad para ateos, fisicalistas y materialistas, para aquellos que piensan que nada existe más allá del mundo natural. Como dije anteriormente, sigo a Jerome Stone al pensar que la espiritualidad naturalista consiste en trascender el sentido ordinario del yo a través de los tres pilares que describe. Un papel que juegan los alucinógenos es ofrecer evidencia a este relato. Ciertos tipos de experiencias psicodélicas de alta dosis, específicamente aquellas definidas en la literatura científica como “experiencias de tipo místico”, parecen encarnar algo central para nuestro concepto de espiritualidad. Muchas personas afirman que “espiritual” es la mejor, o la única, forma de describirlas, aunque difieren radicalmente en sus creencias: algunos son fisicalistas, otros no; algunos son teístas, algunos son ateos. Dado este acuerdo generalizado en que estas experiencias son espirituales, estudiarlas es una buena manera de descubrir qué entendemos realmente por espiritualidad, cuál es la naturaleza del fenómeno al que apuntamos con este concepto. Y cuando lo hacemos, encontramos que encaja bien en la imagen de la espiritualidad naturalista sugerida por Stone, sobre la base de su lectura de la literatura académica y filosófica. Encontramos que algunas experiencias de tipo místico inducidas por sustancias psicodélicas involucran ideas no fisicalistas o no naturalistas, aunque otras no lo hacen, por lo que las ideas o creencias de este tipo no son esenciales para la espiritualidad. Pero vemos que todas ellas implican algún tipo de trascendencia del sentido ordinario del yo que involucra uno de los tres pilares: conexión, aspiración y abordar las cuestiones profundas. Entonces, el papel que juegan los alucinógenos, desde una perspectiva teórica o filosófica, es proporcionar evidencia a la idea de que la espiritualidad se puede naturalizar. Por supuesto, el papel práctico que juegan los alucinógenos para mucha gente es como herramienta extremadamente efectiva, cuando se usan sabiamente, para cultivar y practicar la espiritualidad exactamente en este sentido.
Chris Letheby, Filosofía de la psicodelia (p.267)
La terapia psicodélica no es ni una farmacoterapia pura de nivel molecular, ni una cuestión de cambio de convicciones metafísicas explícitas. Más bien, es un proceso de deconstrucción y reformulación de creencias abstractas, en gran parte inconscientes, sobre el yo y el mundo, que estructuran nuestra experiencia. No es ni un asunto estrictamente antiepistémico de alucinaciones y delirios, ni una fuente incuestionable de verdad transcendental. Mas bien, es una cuestión que implica el debilitamento temporal de la influencia del conocimiento previo, que simultáneamente limita y posibilita, creando así posibilidades únicas, tanto para la percepción como para la introspección y el error. Después de todo, Charles Grob está en lo cierto al llamar a la terapia psicodélica una “medicina existencial”, incluso desde un punto de vista naturalista, porque implica constitutivamente una reevaluación experiencial transformadora de los supuestos fundamentales relacionados con el yo, el mundo y las relaciones entre ambos.
Filosofía de la psicodelia, Chris Letheby, traducción de Daniel McNamara. Editorial Bauplan, 2022.
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