Xiomara Correa es una ilustradora de Vigo, Pontevedra. Sin ser nativa digital (nació en 1983), ha sabido adaptarse perfectamente a los nuevos medios para encontrar el éxito a través de internet.
Con su comic Mi novio Caballo (Reservoir Books), una fantasía de amor entre especies diferentes, ha llegado al corazón de todos los que se han topado con sus divertidas ilustraciones, rebosantes de retranca e irreverencia. Con diálogos directos, a veces soeces, y un trazo natural, escapando de virtuosismos, logra una obra total donde se despoja de toda vergüenza para ensalzar el amor entre su protagonista y un caballo del que todas quisiésemos ser novias.
Xiomara Correa y su novio Caballo son la prueba fehaciente de que se sigue creyendo en el amor. Un amor entre seres diferentes que te hará relinchar de placer y morir de risa.
Xiomara, cuéntanos un poco cuál ha sido tu formación hasta llegar aquí
Pues estudié gráfica publicitaria, escenografía y casi siempre he trabajado en artes gráficas. A veces, cuando no había curro, en El Corte Inglés vendiendo ordenadores, pero no tenía ni puta idea, vaya.
¿Has tenido un caballo alguna vez? Un Little Pony cuenta también
(Risas) Pequeños ponis, sí. Pero caballos, nunca. ¡Ya me molaría! Me encantaría tener uno. Quién sabe, a lo mejor antes de morir lo consigo y voy cabalgando melena al viento...
“Mi porro ideal sería, sin duda, de índica, dulce y suave, que con el colocón se te queda la boca un poco abierta y vocalizas mal, que te abra el apetito y todo sepa a gloria. Y, si puede ser, en compañía de un chico agradable que solo te quiera producir placer y que te líe los petas, te cocine y traiga cosas ricas de comer”
En la relación entre tus personajes, los diálogos son a tumba abierta. Más directos, imposible. ¿También te expresas así en tu vida diaria?
Sí, es algo que me caracteriza. Soy bastante impulsiva y muchas veces pienso después de hablar; a veces esto juega malas pasadas, pero normalmente la gente aprecia la sinceridad. No todo el mundo, claro, también hay mucho bienqueda que solo dice lo que los demás quieren oír para quedar guay, y a mí todo esto me produce escozor máximum.
Incluso tus protagonistas hablan de ellos mismos diciendo que lo que más mola de su relación es la zoofilia. Las personas con dos dedos de frente captan la ironía. Pero ¿has tenido algún problema con los necios?
Los necios... Pues la verdad es que me son absolutamente indiferentes. Si todos seguimos un patrón educado y realista, menudo aburrimiento... Qué vida más necia. Yo no quiero aburrirme, y creo que la imaginación es lo que te dé la gana; en este caso, una pareja de especies diferentes. ¡Qué obscenidad!
Los episodios en los que hablas de lefa (qué sonoridad tan hermosa y rotunda) son la bomba. ¿Por qué crees que en el siglo XXI a la gente aún le cuesta digerir con naturalidad esta temática de la salpicadura del amor?
La gente tiene una enorme preocupación por lo que el resto de la sociedad opine de ellos, yo incluida, por supuesto. La diferencia es que a algunas nos gusta que los y las demás se rían de las cosas que todas y todos hacemos en la intimidad: las duchas de semen, los chupitos de semen... Creo que es bueno que a la gente no le importe (o no haga caso) lo que los demás opinen sobre estos temas sexuales cómicos, porque realmente quien no lo haya hecho por pudor le recomiendo que lo haga, es muy buena para la piel, o eso dicen...
¿Dónde dibujas? ¿Cómo te preparas para trabajar?
Normalmente, como buena impulsiva, me pongo a dibujar cuando menos me lo espero. La única constante es que, a menudo, suelo trabajar en casa, en pijama, bragas, me pongo desde reggae hasta Manolo Kabezabolo y música clásica. Suelo fumar marihuana en mis sesiones dibujísticas. Desde que vivo en Barcelona, me he acostumbrado a llevar una carpeta con folios y útiles trazadores en el bolso, por si me voy a la asociación cannábica a pillar porros y me quedo un rato dibujando allí. También me gusta mucho dibujar con alguien que también esté trabajando en sus cosas, en amor y compañía.
¿Crees que los porros tienen algo que ver con esa creatividad efervescente y ese humor ácido que destila tu trabajo?
A pesar de que soy fumadora de cannabis, no tengo una personalidad muy adictiva. Sin duda, los porros me ayudan en el proceso creativo a que se me vaya más la olla. Pienso ideas abstractas que muchas veces cuando las hago flipo hasta yo de la ida de olla. Pero, bueno, eso es algo que mola porque es más fresco e inesperado. Me encanta cuando ni te acuerdas de lo que has dibujado como si estuvieras en trance y lo ves al día siguiente y piensas: “pero qué coño...”. Además, como amante de la marihuana, he de reconocer que siempre será un recurso estilístico-temático de un gran peso en mi obra, sobre todo para conectar con el público más general.
La frescura de tu trazo es otro dato que hay que tener en cuenta. ¿Fue difícil entrar en el mundo del cómic (lleno de virtuosos del dibujo) con una técnica tan natural?
Cuando empecé a hacer cómic sin parar, nunca pensé que llegaría tan lejos, para nada era mi idea ni pretensión. Lo he buscado, por supuesto, pero para mí también fue una gran sorpresa que una editorial se pusiese en contacto conmigo. De hecho, fue la única en mi vida.
¿Cuáles son tus referentes en el mundo del cómic o a nivel artístico en general?
Me gusta mucha gente, pero que me hayan influido, como ya he dicho, Álvarez Rabo, Julie Doucet, Simon Hansenlman y muchos que sigo por el Instagram. Álvarez Rabo es mi colega; el otro día quedó con Pablo Iglesias y le regaló mi cómic. Me mandó fotos como prueba (risas).
¿Qué nuevos proyectos te traes entre manos?
Estoy dibujando la historia de mi vida, desde que tengo uso razón, allá por el 1986, que nació mi hermano. También continuaré con Caballo y con la animación. Justo ahora estoy preparando una de Caballo y Chavala fumándose un porro en la cama después de hacer el amor.
Y ya por último, ¿cuál sería el porro ideal de tus personajes y el tuyo propio?
Para mi novio Caballo, una sativa un poco triposa porque es más hiperactivo; ya sabes, tiene cuatro estómagos o tres y le mola más estar alterado. Y para mí, el porro ideal sería, sin duda, de índica, dulce y suave, que con el colocón se te queda la boca un poco abierta y vocalizas mal, que te abra el apetito y todo sepa a gloria. Y, si puede ser, en compañía de un chico agradable que solo te quiera producir placer y que te líe los petas, te cocine y traiga cosas ricas de comer. Pues... ¡Un sueño hecho realidad!