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Dum Dum Pacheco nos cuenta su vida

DUM DUM PACHECO NOS CUENTA SU VIDA
Dum Dum cambiaba de coche con alegría, en la foto, apoyado en su descapotable Lotus Seven.

Mear sangre, la cotizada autobiografía de José Luis Pacheco, en la que boxeador madrileño repasa su azarosa vida ha sido reeditada. Desde su humilde infancia hasta su triunfo como deportista, sin olvidar su turbulenta adolescencia, su estancia en prisión y su paso por la Legión. Un relato atropellado de sinceridad bestial y cero pudor, escrito realmente por él mismo y plagado de sucedidos que, desde la óptica actual, resultan inconfesables.

Dum Dum Pacheco nos cuenta su vida

En octubre de 1982, José Luis “Dum Dum” Pacheco sufrió un grave accidente de circulación cuando regresaba de Almería a Madrid. El vehículo que conducía se empotró contra un camión de matrícula danesa y no fueron pocos los medios que hicieron circular rumores que, aunque se revelaron falsos, encajaban en el perfil de un deportista amigo de la buena vida y las fiestas. Por ejemplo, que iba bebido. “Qué van a decir”, comenta tres décadas después del hecho Dum Dum, que culpa del accidente al trazado de las carreteras españolas de la época. “Íbamos Ángel Luis, el Apache y yo. Veníamos de Aguadulce, de defender a una persona que estaba de novio con la jefa de un club. Fuimos, le dimos una paliza de muerte al que les estaba molestando y nos vinimos. Esas carreteras eran muy malas, muy estrechas y, en una curva, apareció un camión y se nos echó encima”.

El accidente impidió que Dum Dum pelease contra contra Mano de Piedra Durán en el Caesar’s Palace de Las Vegas. “Lo organizaba Frank Sinatra. Me conocían mucho en América. El único boxeador europeo del que hablaban era de mí porque hice ciento y pico peleas y gané casi todas”, recuerda Pacheco que, a la frustración de no poder cumplir con esa cita internacional, sumó poco después la retirada definitiva de la competición profesional, incapaz de recuperar la forma física. “El boxeo lo era todo para mí, aunque él me haya dado poco y yo le haya dado mucho, pero qué se le va a hacer. Era todo lo que yo tenía. No sé qué voy a hacer ni de qué voy a vivir”, declaraba el boxeador en una entrevista publicada en ABC, en la que también reconocía su mala situación económica: “Se me ha ido todo por los agujeros de las manos. Yo he tenido demasiados agujeros en las manos, y ahora encima tengo el pie izquierdo destrozado”.

Mientras fue boxeador profesional, Dum Dum compaginó su carrera con la interpretación y la producción cinematográfica. Entre las películas en las que participó están Juventud drogada (1977), Chicano (1980), El lobo negro (1981) y uno de los éxitos de taquilla de la época: To er mundo e güeno de Manuel Summers. “Summers era íntimo amigo mío. Entrenábamos juntos. También hice amistad con Mariano Ozores. Un día se me quedó mirando, me preguntó si quería actuar y le dije que sí. La película era Yo hice a Roque III, con Andrés Pajares y Fernando Esteso, que fue un éxito”, cuenta Dum Dum, al que, por su físico, le llegaban a confundir con actores de Hollywood. “Cuando iba a los cines de la Gran Vía tenía cierto parecido a dos actores: Charles Bronson y Burt Reynolds. Sobre todo Charles Bronson. Me decían ‘Pacheco, ¿pero qué hacías tú ahí en la película?’. Era igual que ellos, el mismo bigote, la melena…”.

Con los bolsillos llenos

Los Dayson
Los Dayson

El cine ha sido una actividad que ha atravesado la vida de José Luis Pacheco desde muy joven. En marzo de 1963, se estrenó en Madrid West Side Story, película musical que adaptaba la historia de Romeo y Julieta al siglo XX, a través de una pareja de jóvenes que pertenecían a dos grupos sociales diferentes: los emigrantes portorriqueños y los estadounidenses de origen europeo. Pacheco, que por entonces contaba apenas trece años, acudió con sus amigos del barrio a ver la cinta de Robert Wise y, al salir del cine, impresionados por las bandas juveniles que aparecían en la gran pantalla, decidieron fundar la suya propia: los Ojos negros.

Ataviados con botines, pantalones ajustados, camisas llamativas y un corte de pelo algo más largo de lo habitual para la juventud de la época, los Ojos negros se dejaban ver por las discotecas de los barrios madrileños. Allí, además de pasar un buen rato, se ofrecían a los propietarios para poner orden y echar a los patosos. “Nos llamaban los dueños de las discotecas cuando había algún problema. Íbamos, y salíamos de allí con los bolsillos llenos de billetes”, comenta Dum Dum, que recuerda cómo su influencia sobre los dueños llegó hasta el punto de “convencer” a uno de ellos de que dejase actuar a un jovencísimo Camilo Sesto y su grupo Los Dayson. “Luego también le ayudamos a que hiciera Jesucristo Superstar porque los productores no querían que lo hiciera él”, comenta Dum Dum orgulloso.

Reedicción hecha por Autsaider de Mear sangre (2021), con prólogo de Jimina Sabadú y epílogo de Mary Cuesta.
Reedicción hecha por Autsaider de Mear sangre (2021), con prólogo de Jimina Sabadú y epílogo de Mary Cuesta. 

Víctimas de la precariedad laboral, de la pobreza de sus familias y criados en barrios populares de Madrid en los que no había demasiadas oportunidades para los jóvenes, los Ojos negros comenzaron a diversificar poco a poco sus actividades. A sus labores en las discotecas se sumaron tirones de bolsos, atracos a farmacias y robos de automóviles realizados, en muchas ocasiones, únicamente para pasar el rato. “Un día andando por el barrio me encontré con Luis que iba dentro de un coche. Yo ni le pregunté que de dónde lo había sacado. Me lo suponía. Él, mirándome, a la vez que sonreía, me dijo: ‘Anda, sube que damos una vuelta’. Tanta ilusión me hacía montar en coche que le dije: ‘Bueno... sólo una vuelta”, relata Dum Dum Pacheco en Mear sangre, libro autobiográfico de extrema crudeza publicado en 1976 y que acaba de ser reeditado por Autsaider Cómics. El paseo en automóvil, que comenzó por la zona de Carabanchel, acabó súbitamente en plena Gran Vía cuando Pacheco vio a un artista de cine que caminaba por la zona. Se lo comentó a su amigo, que se despistó en la conducción e hizo que el vehículo se estrellara. “Nos dimos un tremendo golpe. Al vernos perdidos, yo grité al mismo tiempo que abría la puerta: ‘Corramos de aquí’. Eché a correr empujando a la gente y conseguí escapar. Luis no tuvo igual suerte”. Tras ser entregado a la policía por un grupo de transeúntes que lo había retenido a base de golpes, Luis fue llevado a comisaría. Allí fue torturado hasta confesar el nombre de su acompañante. Pocas horas después, la policía se personó en la casa de los padres de Pacheco, que fue detenido y encarcelado.

La vida en prisión

Debuta como profesional el 4 de octubre en Torrejón  de Ardoz venciendo por KO. Vence todos los  combates ese año por  KO excepto uno frente a  Juan José Pardo.
Debuta como profesional el 4 de octubre en Torrejón  de Ardoz venciendo por KO. 

La primera vez que José Luis Pacheco entró en Carabanchel contaba dieciséis años. A pesar de su juventud, fue recluido con otros de sus compañeros de los Ojos negros junto a delincuentes comunes como El Lute y Medrano, presos políticos, fuguistas, atracadores y peligrosos asesinos. En pocas semanas, Dum Dum aprendió el funcionamiento de la cárcel. Los malos tratos de los funcionarios, los abusos por parte de otros reclusos, las relaciones homosexuales consentidas entre la población reclusa, las violaciones, los ajustes de cuentas y las picardías para apostar a juegos de azar prohibidos como los dados o para conseguir alcohol, la principal droga que se consumía en esa época en Carabanchel junto con los porros, que hacía más llevaderas fechas señaladas como Navidad y Fin de año.

“Cuando se aproximaba la Nochebuena, todo el mundo iba guardando el vino que nos daban para beberlo el día de Navidad y así pasar las fiestas un poco más alegre. El vino lo guardaban poco a poco. Los más listos se encargaban de dar dinero –unos cinco duros por cada pinta de vino que le traían (una pinta es un vaso)–”, explica Dum Dum en Mear sangre. “Si te pillaba el funcionario, te daba dos tortazos y te dejaba varios días sin vino. Yo encargaba a varios chicos cuando me quería llenar a gusto de vino. En esas fiestas, por la tristeza de cada uno, suele haber siempre peleas y esa Navidad hubo una de las más gordas por culpa del vino. A una de las pequeñas bandas que les había quitaron unas botellas y al enterarse de quién había sido mandaron a uno para que se las devolviera. Al que le mandaron, no sólo no se las devolvieron, sino que le propinaron una enorme paliza”.

A esa primera estancia en prisión siguieron otras muchas. Unas por pequeños delitos, otras por mal comportamiento y alguna más por alguna torpeza más propia de un adolescente que de un delincuente experimentado: “Me ofrecieron una chaqueta muy bonita y la cogí. Fui a mi casa y me la puse para ir al cine. Cuando íbamos a sacar las entradas, se acercaron unos hombres a la vez que decían: ‘¡Policía!’. Observé sin decir una palabra cómo nos ponían las esposas y nos llevaban a la comisaría. No sé cómo fue, pero pronto me vi en el suelo en el cuarto rodeado de policías. Todos querían tomar parte en el círculo para darme puñetazos”. Ni que decir tiene que la chaqueta era robada.

Ganarse la vida a golpes

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Aunque resulte paradójico, serían los puños y los puñetazos los que, finalmente, acabarían sacando a José Luis Pacheco de la marginalidad. Aficionado al boxeo desde muy pequeño, comenzó a aprender la técnica junto a Pampito Rodríguez, preparador argentino a quien Dum Dum visitaba en el gimnasio del Palacio de los Deportes de Madrid desde antes de entrar en prisión y que le animaba a seguir entrenando sin reprocharle ni juzgar los motivos de sus frecuentes ausencias.

Tras un breve tiempo como amateur, que coincidió con su paso por la Legión, Pacheco se convirtió en profesional y en todo un fenómeno mediático. Además de por subir al ring con el gorro de legionario a petición expresa de Franco, Dum Dum –apodado así por el periodista Julio César Iglesias, que comparó la potencia de sus puños con la de las balas explosivas–, era conocido por dar impactantes titulares a los medios de comunicación de la época. “Me cortaba el pelo en el Hotel Rex, en la peluquería de Valentín & Tony, que me llaman un día y me dicen: ‘Pacheco, vente para acá que te vamos a dar una sorpresa, pero vente vestido de legionario’. Cuando llegué, me senté en el sillón y, en ese momento, empezaron a entrar fotógrafos y periodistas que me preguntaron: ‘¿Tienes ídolos’. Les respondí: ‘Sí, tengo tres: Hernán Cortés, –porque había leído su historia en la cárcel– Franco y Elvis Presley’. Era cuando la televisión solo tenía dos canales en blanco y negro. Lo echaron un montón de veces y dio la vuelta al mundo”.

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Crecido en un entorno humilde, cuando Dum Dum comenzó a disfrutar del éxito y popularidad como deportista, lo aprovechó al máximo. Compró joyas, automóviles, buena ropa y dejó claro que “me gusta que todo el mundo las vea, porque me cuesta muchos golpes ganármelas. Cuando consigo estas ilusiones las exploto todo lo que puedo”. No obstante, esa ansia por comerse el mundo, salir por la noche y conocer mujeres, afectó en ocasiones a su rendimiento deportivo. “Boxeaba el viernes en Barcelona. Fuimos a tomar copas a casa de unos amigos y sin saber cómo, llegamos a casa de uno de ellos”, relata el púgil en Mear sangre, al recordar su iniciación sexual. “Era la primera vez y yo creo seguro que sin moverme la eché por lo menos cuatro polvetes, que serían más antes de levantarnos. Fue maravilloso. Pero al otro día no podía ni hablar”. El esfuerzo de la noche anterior arruinó el efecto de los entrenamientos y Dum Dum, cuya única baza era forzar un K.O. súbito, no fue capaz de aguantar el resto de asaltos. “En el primer asalto lo tiré. Creí con profunda alegría que había ganado, pero cuando vi que se levantaba, sentí que me habían echado un trozo de hielo por la espalda. Me fui hacia él muy desanimado. En el tercer asalto no podía ni con mi alma, me faltaba el aire, perdía la vista por fracciones de segundo, me dolía todo el cuerpo. En el cuarto asalto sentía que me desmayaba y que iba perdiendo la vista. Miré a Pampito, le hice un gesto y él lanzó la toalla. Perdí por abandono”.

Campeón de España del peso Welter, del Superwelter y número uno de Europa, cuando José Luis Pacheco se vio obligado a dejar la competición a consecuencia del accidente de automóvil, se dedicó al sector de la seguridad privada y el mundo del ocio. Primero fue guardaespaldas de un diplomático Saudí y posteriormente relaciones públicas de varias discotecas de Benidorm. “Llevaba tres discotecas: Papillon, CAP 3000, que era la más grande y estaba decorada como si fuera un planeta extraterrestre, y otra más de la que no recuerdo el nombre. Era el encargado y estaba un rato en cada una”. Amigo de pasarlo bien, Dum Dum guarda muy buen recuerdo de su etapa en la ciudad levantina. “He tenido fama de ligón, pero ¡qué quiere que le haga! Yo me considero un feo atractivo. Además, el problema no es que ellas me gusten a mí, sino que yo les gusto a ellas”, declaraba al diario Marca en los años 80, en una entrevista en la que también afirmaba que su bebida favorita era el zumo de naranja natural. A pesar de haberse dedicado al mundo de la noche, Dum Dum dice haber desarrollado su trabajo sin beber alcohol ni consumir drogas. No obstante, cuando se ahonda un poco más y se le pregunta si, con una vida tan intensa, nunca probó los porros o la cocaína, responde con una media sonrisa que “alguno en la Legión” y que “en los ochenta, todo el mundo tomaba”.

 

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