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En los reinos de Goytisolo

El escritor Juan Goytisolo, premio Cervantes 2014, fue un reconocido consumidor de cannabis. Sus dos libros de memorias, Coto vedadoEn los reinos de taifa, fueron escritos tras una potente ingesta de majoun, de reveladores efectos introspectivos. 

Elementos de frenopático

Nacido en 1931, Juan Goytisolo fue el mediano de una saga de escritores que encabezó el poeta José Agustín y cerrará el autor de Las afueras (1958), y también novelista, Luis Goytisolo. Antes habían nacido Antonio y Marta. El niño murió de meningitis tuberculosa. La madre, Julia Gay, murió en Barcelona tras un bombardeo de los golpistas. La familia había ingresado a una hermana de su madre por “frecuentes depresiones” y tuvo a una tía paterna enganchada a la morfina a la que Juan definió: “Enferma, neurótica, se había habituado, a causa de una larga dolencia, al consumo de drogas y falleció siendo yo niño en un sanatorio”. El padre entró en depresión y el clan quedó a expensas de los cuidados de su hija de trece años. La estabilidad tardó en llegar a la casa de los Goytisolo. Una vez acabada la guerra, Ricardo, el abuelo materno, acude a la “biblioteca-despacho” e intenta abusar de Juan. El escritor Miguel Dalmau biografió el episodio, algo que el propio escritor recuerda en Coto vedado (1985) y que le “granjeó la enemistad, condena y desprecio de toda la familia”. Estas situaciones no afectaron al rendimiento escolar del futuro novelista, que se mostró como un “alumno metódico […] según el modelo clásico del ‘empollón”. Al poco, descubrió la biblioteca de su madre, donde se inicia a la lectura; afición que cimentará los pilares de su oficio. Juan empieza a estudiar Derecho. Pasa el servicio militar leyendo a William Faulkner y comienza a sentir una “fiebre creativa” que le lleva a emborronar “docenas de cuartillas” que esconde entre los libros académicos para no ser descubierto por su padre. Dalmau describe numerosas escenas domésticas donde la religión y las apariencias añadían elementos de frenopático a esa atmósfera de carencia (no solo material sino afectiva) de la posguerra española.

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Juan Goytisolo y Simone de Beauvoir oteando los campos de Níjar. Instantáneas tomadas por el cineasta Vicente Aranda durante un viaje por Almería en 1960.

Correrías por el Barrio Chino 

El estudiante de Derecho inicia sus correrías nocturnas por el Barrio Chino de Barcelona, donde las mujeres vendían su cuerpo por “cinco pesetas”. Aquel ambiente sórdido tuvo continuación en los burdeles de Madrid, donde Goytisolo inició su sexualidad. Su padre le mandó a la capital con la esperanza de arreglar un “desastroso negocio” que le había procurado “uno de los estafadores profesionales” que generaba aquella época de carestía. Al llegar a aquel Madrid provinciano, Juan comienza a frecuentar los bares y cafés del Argüelles donde se hospedaba. Dalmau es más explícito: “Eso era la vida: beber durante horas en El Diamante de Honorio, conversar con los compañeros latinoamericanos [con quienes alternaba] o acudir a los burdeles de San Marcos”. Desde entonces, el alcohol se convertirá en un compañero de viaje y aquella epifanía, en un motivo literario. Tras volver a Barcelona y terminar su primera novela, decide abandonar sus estudios universitarios y autoexiliarse en París. Allí va a contactar con militantes clandestinos del Partido Comunista y comienza a asentar su ideología. Sin embargo, aceptará las censuras que el editor franquista José Manuel Lara le anotó “en lápiz rojo” para que Juegos de manos (1954) pudiera ser publicada. Como gran parte de la intelectualidad española de entonces, Goytisolo “mantuvo una adhesión sentimental al marxismo”, junto a una íntima sensación de culpa, al pertenecer a una familia acomodada.

Locas y mariconas 

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Con Monique Lange, su esposa, en 1964.

En 1996 Monique Lange muere de un infarto. Según Dalmau, el escritor, que entonces tiene sesenta y cinco años, “sube a la Alcazaba a consolarse con el hachís y una dosis endiablada de maaxún. Pasará horas tomándolos y, de nuevo en su cuarto, caerá en un profundo estado alucinatorio [...]entre raptos, visiones y brumas recibirá la visita de los muertos” 

De vuelta a Barcelona, sus incursiones en la noche se consolidan. Comienza a fumar grifa y hachís y traslada ese mundo a su narrativa con las novelas Fiestas y La resaca (1958), algo que también está presente en Duelo en el paraíso (1955), donde jóvenes cercanos al Partido Comunista frecuentan el Barrio Chino para beber sin tasa como forma de rebeldía. El propio Goytisolo reconoce: “Rastrear las zonas urbanas más sucias y miserables, codearse con el hampa y prostitución, fumar petardos de grifa, se trasmutaban en una forma de militancia”. Su crecimiento ideológico y literario le llevan a aceptar la oferta de Coindreau (traductor de Faulkner) para entrar a trabajar en la prestigiosa editorial francesa Gallimard, donde conocerá a dos personas esenciales en su devenir. El propio Juan lo escribe en Los reinos de Taifa (1986): “Conocí a un tiempo a Monique [Lange, que se convertirá en su mujer] y [Jean] Genet, dos personas que por vías y maneras distintas influyeron decisivamente en mi vida”. Su esposa le abrirá muchas puertas pese a que de continuo tiene que aconsejarle que no se tome tan en serio y curarle su “propensión inicial al arribismo y obsceno cosquilleo de notoriedad”. Según Dalmau, Monique Lange sentía atracción “por las locas y mariconas”, y Goytisolo le conducirá a los antros del Barrio Chino y los tugurios de la Barceloneta. Afianzan su relación en París, donde su rutina consiste en cumplir el horario laboral de la editorial, “beber Calvados” en sus bares preferidos, “frecuentar locales de travestidos”, emborracharse y hacer el amor. Su homosexualidad reprimida le lleva a beber en exceso como forma de “comportarse en público con aplomo viril”.

Alcohol y grifa 

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Como resultado de sus constantes viajes por Almería nacen Campos de Níjar (1960) y La Chanca (1962), que le dieron una importante proyección internacional que remató al publicar Pueblo en marcha (1962), donde recoge sus impresiones sobre la incipiente revolución cubana. El escritor mantiene relaciones con distintos hombres, lo que le lleva a beber cada vez más. Dalmau dice: “Reavivó su vieja afición al alcohol, como prueba que, a falta de unión física, bebieran cada día dos o tres botellas de Tavel Rosé. Esta nueva fase dipsomaníaca no pasó inadvertida a Monique, quien volvió a establecer la conexión hombres rudos-alcohol”. Más adelante, el escritor tolerará mejor sus libaciones y encontrará en el cannabis un buen remedio. En Coto vedado escribe: “Has aprendido a aguantar el alcohol o lo cortas con la grifa adquirida en el puerto [de Barcelona]”. En 1965, su convivencia con Lange se hace insostenible y deciden continuar por separado. El escritor recala en Tánger, donde va a pasar largas temporadas y “fumará pipas de kif”. Prosiguen sus escarceos con tendencias alcohólicas y en uno de aquellos encuentros llega a ser golpeado. El novelista se encuentra cada vez más a gusto en Marruecos, donde, con el tiempo, fijará su residencia.

Vamos a menos 

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Goytisolo durante una entrevista en su casa en 1976.

Goytisolo siente predilección por el mundo árabe, algo que se verá reflejado en su obra. A finales de los años ochenta firma una serie de guiones sobre el islam para Televisión Española, dentro de la serie Alquibla. Desde su retiro marroquí, el escritor va a cimentar una de las trayectorias más sólidas y personales de la literatura española del siglo xx. En 2001 criticó la concesión del Premio Cervantes a Francisco Umbral con el artículo “Vamos a menos”, y en 2012 anunció que abandonaba la narrativa. Goytisolo arrastraba una depresión, que se vio agravada por el suicidio de la hija de su difunta mujer. Su situación económica era precaria, toda vez que había asumido a tres ahijados (su “tribu”, según propias palabras). Con estas premisas, solicitó la eutanasia argumentando: “Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día constato mi deterioro y antes que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva prefiero anticiparme a mi ruina y despedirme de la vida con dignidad […] La otra razón de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los tres muchachos cuya educación asumo. Me parece indecente malgastar los recursos limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios. Por todo ello, escojo libremente la opción más justa conforme a mi conciencia y respeto a la vida de los demás”. El escritor recibirá el criticado Cervantes en el 2014 y fallecerá tres años después. Sus restos descansan junto a los de su colega Jean Genet en el cementerio de Larache.

En busca de ‘maaxún’

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Portada de En los reinos de taifa (1986). Marrakech fue el destino de sus últimos años; en la foto posa en la terraza del Café de France, con la plaza de Jemaa el-Fna al fondo, en 1985.

 

"La agitación proseguía, inventaba nuevas especies de orgasmo, llenaba tu cabeza de chiribitas: inducciones y corrientes, dúctiles, maleables, cifradas en imágenes puramente visuales: estructuras vistosas, fugaces, desplegadas como arácnidas luces de Bengala o inquietantes orquídeas congoleñas: el maaxún te proyectaba fuera de ti, del minúsculo cafetín de la alcazaba en donde acababas de componer y borrar tus Soledades rodeado de pacíficos fumadores de kif"

En 1996, Goytisolo todavía se encuentra casado con Monique Lange, que muere de un infarto. Según Dalmau, el escritor, que entonces tiene sesenta y cinco años, “sube a la Alcazaba a consolarse con el hachís y una dosis endiablada de maaxún. Pasará horas tomándolos y, de nuevo en su cuarto, caerá en un profundo estado alucinatorio […] donde entre raptos, visiones y brumas recibirá la visita de los muertos”. Lo que Juan Goytisolo literaturiza con el término maaxún se conoce como majoun. Se pueden encontrar distintas recetas por internet al reseñar el término en cualquier buscador. Amén de especias, dátiles y frutos secos, se añade hachís. A diferencia de otros comestibles elaborados con cannabis, el majoun suele incluir, además, opio, belladona y semillas de datura, que le añaden potencial. En cualquier caso, la ingesta de este dulce germinó en seiscientas páginas de memorias literarias que Goytisolo tituló Coto vedado (1985) y En los reinos de taifa (1986). El propio escritor lo cuenta así: “Paralelo entre la inopia de las primeras imágenes que conservas y tu experiencia de la noche en que, disuelta en un vaso de té con menta, absorbiste una dosis endiablada de maaxún: sentado en un cafetín de la alcazaba de Tánger, arropado en tu largo viaje con la tranquilizadora vecindad de los jugadores de naipes y aroma sedativo del kif”. Goytisolo describe su ensoñación de manera pormenorizada unas páginas más adelante: “La agitación proseguía, inventaba nuevas especies de orgasmo, llenaba tu cabeza de chiribitas: inducciones y corrientes, dúctiles, maleables, cifradas en imágenes puramente visuales: estructuras vistosas, fugaces, desplegadas como arácnidas luces de Bengala o inquietantes orquídeas congoleñas: el maaxún te proyectaba fuera de ti, del minúsculo cafetín de la alcazaba en donde acababas de componer y borrar tus Soledades rodeado de pacíficos fumadores de kif”. Y remata la detallada descripción en segunda persona: “Encuentro, anagnórisis, comparecencia presentidos desde hacía tiempo, aclarada tu relación con Monique, mientras medineabas y te extraviabas en busca de maaxún o hachich, camino de ese elusivo tribunal de muertos a cuya decrepitud no habías asistido y, agazapados en la sombra, no tardarían en recordártelo: careos, recriminaciones mutuas, insidiosa culpabilidad: personajes reales, topografía onírica, presente alternado con bruscos saltos atrás”.

Un curso completo de terapia 

En los reinos de Goytisolo por Jonás Sánchez Pedrero

Instantáneas de una vida a contramano, consagrada a la escritura como forma de disidencia. 

Dentro de las confesiones que Juan Goytisolo hace en sus memorias, reconoce el poder de introspección del majoun, lo que le lleva a poner en orden el afecto que sentía por sus familiares. Tal es el caso de su padre: “Solo después de muerto, de mi encuentro inesperado con él, vivo, real, casi de carne y hueso la noche en que deliré por la excesiva absorción de maaxún, pude juzgarlo con mayor objetividad y experimentar incluso por él un ramalazo de insospechada ternura”. Durante la escritura del libro desgrana los detalles de su experiencia. La intensidad de su efecto le sobrecoge: “Recaída en el olvido, irrealidad esponjosa, angustia paulatina, aprensión del encuentro que sordamente se fragua, posibles tentativas de levantarte del lecho, mear, apurar el resto de la botella de Sidi Harazm [agua mineral], paz irremediablemente desvanecida, ansiedad, tormento, vueltas y más vueltas en la cama, negro, todo negro, pecho sobrecargado, cabeza ardiente, punzadas de dolor, presentimiento agorero, deseos frustrados de huida, síntomas de pánico, humedad involuntaria, tenaz aleteo del corazón, miembros paralizados”. El escritor prosigue de manera minuciosa para rematar diciendo: “Fantasmas, errores, deslealtades, cobardías, miedos, un curso completo de terapia freudiana por el precio de un vaso de maaxún”. En los reinos de taifa (segunda parte de sus memorias) escribe que se aventura con un nuevo amigo por la medina y los cafetines de la alcazaba, donde le ayuda a “deshebrar y mezclar la hierba”. Con aquel hombre, que le inicia en los misterios del majoun, fumará pipas de kif en “el jardín colgante de la Jafita [en alusión al mítico café Hafa]”. Goytisolo, ya solo tendrá que encontrar el momento para llevar a cabo su introspección, pues reconoce que ha dado “con el agente inductor perfecto”.

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