Maestros del manga grotesco
Pornografía, violencia, escatología, fantasía depravada, horror cósmico y humor negro confluyen en la obra de tres grandes nombres del manga actual. Suehiro Maruo y Shintaro Kago son maestros del estilo ero guro, o erotismo grotesco, mientras que Junji Ito se ha convertido en el gran especialista del horror cósmico deudor de Lovecraft.
Pornografía, violencia, escatología, fantasía depravada, horror cósmico y humor negro confluyen en la obra de tres grandes nombres del manga actual. Suehiro Maruo y Shintaro Kago son maestros del estilo ero guro, o erotismo grotesco, mientras que Junji Ito se ha convertido en el gran especialista del horror cósmico deudor de Lovecraft.
Suehiro Maruo, el arte de lo obsceno
La belleza extrema de Suehiro Maruo (Nagasaki, 1956) recurre a la pornografía y a los clímax más explícitos, por lo que también se puede catalogar de hentai, nombre de los mangas de contenido hardcore. La palabra hentai, que significa tanto perversión como metamorfosis, le va que ni pintada a una obra que empieza en 1980, cuando a sus veinticuatro años debuta con La princesa caballero. Desde un principio su mayor influencia es Ranpo Edogawa (1894-1965), el autor más destacado del ero guro nansensu (traducción del inglés erotic, grotesque y nonsense), una corriente artística moderna surgida en los años veinte en Japón cuya influencia ha recorrido literatura, cine, teatro, ilustración y manga. Maruo rinde tributo al Edgar Allan Poe japonés en Ranpo Panorama, que reúne pósteres de teatro, collages y pinturas inspiradas por el universo del escritor. Sus ilustraciones han servido de portada para John Zorn y libros como Bloody Ukiyo-e in 1866 & 1988, que reúne pinturas sangrientas inspiradas por personajes reales, como Hitler o el psicópata Fritz Haarmann.
Dado lo escabroso de su temática, Maruo se vio relegado a fanzines y revistas alternativas, donde publicó sus primeras historias cortas. El monstruo de color de rosa es la introducción a un mundo poblado de freaks, sangre y defecaciones como las de Yo soy tu retrete. En su fijación por la parte oscura influye haber nacido en Nagasaki; de ahí la proliferación de deformidades, cuerpos mutilados y pesadillas, en una poesía de lo extremo que alcanzará relevancia en su primer manga largo: Midori. La niña de las camelias.
El espíritu venenoso de Maruo se consolidó con los relatos cortos de Lunatic Lover’s (1997), tras su más convencional Gichi Gichi Kid, un superniño que ayuda a los más débiles. Otro manga primerizo fue Dr. Inugami, protagonizado por un extraño hombre de negro, el nexo de argumentos de lo más bizarro.
Por su parte, en New National Kid (1999), además del ero guro habitual, aparecen historias bélicas marcadas por la segunda guerra mundial como “¡Banzai a la muerte!” o “El planeta de los japos”, en la que narra lo que hubiera podido suceder si su país ganase la guerra, con San Francisco y Los Ángeles pulverizados por bombas atómicas, las juventudes de Hirohito desfilando por Berlín y el general MacArthur decapitado en una ejecución pública. Este manga, ya descatalogado, fue publicado por Otakuland. La misma editorial madrileña rescató DDT, recopilación encabezada por “Mi juventud”, en la que reivindica a Rimbaud, Béla Lugosi, Osamu Tezuka o Nijinski; no cita a Tod Browning, pero es otra influencia capital.
Su primera obra maestra fue La sonrisa del vampiro (2002), que luego tuvo una esplendorosa continuación en La sonrisa del vampiro 2: paraíso (2004). Dos tomos que condensan su esencia en una historia de vampiros, sexo y violencia, en un tono que entronca con el teatro del gran guiñol y la poesía malsana de Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, una obra que influenció a los surrealistas tanto como estos a Maruo. La gradual perfección hiperrealista de su dibujo es el mejor preludio al refinamiento gráfico que va a adquirir su estilo y cuyas cumbres son La extraña historia de la isla Panorama (2008) y La oruga (2009), ambas adaptaciones de Ranpo Edogawa.
En francés está disponible L’enfer en bouteille (2014), que reúne cuatro historias de tonos variados en las que destaca la gran influencia del surrealismo en general y de Dalí en particular, tal y como refleja “La tentation de Saint Antoine”. El relato que titula el manga sigue con su exploración de obras mayores de la literatura japonesa, retomando un texto del escritor Kyûsaku Yumeno en el que narra la transformación de dos hermanos tras su naufragio en una isla desierta. La edición incluye un texto de Jean “Moebius” Giraud, que conecta a Maruo con la tradición literaria europea del erotismo de Sade y Bataille. También afirma que “su trazo es de una finura, de una calidad estética y de un refinamiento insanos”.
Y Maruo no deja de crear. Su última obra, Tomino the Damned (2015), es otra vuelta de tuerca a su universo. Cuenta la historia de dos gemelos abandonados por su madre, llamados Miso y Soy Sauce, a los que el padrastro vende a un circo, de nuevo un freak show con siameses, niño barbudo y chica pulpo. Con su habitual detallismo explica las penurias de dos inocentes criaturas en un relato que gracias al scanlation ya se puede disfrutar en internet.
Shintaro Kago, sexo, vísceras & humor negro
Aunque tarde, Shintaro Kago (Tokio, 1969) llegó de la mano del editor Joan Navarro, fan incondicional. El impactante debut fue Reproducción por mitosis y otras historias (2012), entre las que se encuentra “Génesis ciudadana”, un relato que empieza con recuadros convencionales para alcanzar una nueva dimensión al alterar el punto de vista, en una segmentación que evoluciona en ilustraciones de página en las que aparecen todas sus constantes: defecación, mutilación y pornografía, uniendo repulsión y atracción. De buenas a primeras se pudo descubrir la grandeza y originalidad de este autor adscrito al género seinen, manga para adultos que une formas vanguardistas y los aspectos más explícitos del sexo. Este volumen incluye otras obras maestras en las que rompe los esquemas del arte secuencial con encuadres y perspectivas que se saltan los códigos narrativos para inventar un metalenguaje. Por ejemplo la titular, cuya deconstrucción termina en un auténtico delirio psicodélico, o “Blow Up” y “Más allá de la memoria”, en las que la progresiva reducción de las viñetas introduce otra forma de lectura. Sus obsesiones salen a relucir en “Atasco”, en la que lleva los problemas de estreñimiento a un clímax demencial.
El impacto de Kago propició la edición inmediata de Novia ante la estación y otras historias (2012). Y si bien el dibujo es más esquemático, ya muestra sus fijaciones y hallazgos narrativos en un crescendo que alcanza su cumbre en “Circulación ante la estación” y “Partículas ante la estación”, en las que juega con el efecto tridimensional con cubos, recuadros y círculos.
La siguiente entrega, Fraction (2013), hace alusión a su interés por los cuerpos recortados y ensamblados. Es el protagonista de “Mangaka”, relato que intercala sus capítulos entre los de “Rebanador”, cuyas sangrientas historias paralelas acaban por confluir. Además, Kago reflexiona sobre su estilo: “Con tanto desmembramiento y tanta víscera al final la originalidad se resiente”, “debería salir de una vez del sitio en el que yo mismo me he encasillado”, pero “el manga porno para pajilleros no me sale y las historias de acción y peleas… no me van”. También desvela su pasión por coleccionar de todo, desde sobres de wasabi hasta tapas de flan, pasando por instrumental quirúrgico antiguo o maquetas médicas, dejando claro que para él, más que un trastorno de la conducta, es “la ciencia que estudia el sentido de la existencia de las cosas”. En el diálogo con su editora, primero entera y luego con los intestinos colgando, aprovecha para desvelar técnicas y trucos narrativos.
Es lógico que quiera deshacerse de la etiqueta de morboso; sobre todo tras crear los dos volúmenes de Cuadernos de masacres, el refinamiento de su canon, especialmente los “13 relatos del salvaje Edo”, reunidos en el primero: unos cuentos que combinan crueldad descarnada con absurdo desternillante; algo que ejemplariza la retorcida historia de unas máquinas-mujer que expenden por su ano cápsulas con contenido sorpresa.
Como ilustrador, su arte luce en You’re Dead! (Warp, 2014), el último álbum de Flying Lotus, eminente músico experimental californiano sobrino de Alice Coltrane. También ha estado ocupado en Dementia 21, publicado por entregas en una revista digital y protagonizado por una enfermera encargada de alimentar extraños pacientes. Hay otros mangas anteriores inéditos, aunque visibles en internet gracias al scanlation, como Super-conductive brains parataxis, una fábula futurista con artilugios semibiológicos a partir del ADN de unos gigantes, tema muy recurrente en su obra. Tampoco se ha publicado Dance! Kremlin Palace, una delirante reinvención de la Rusia soviética muy acorde con su arte insalubre.
El horror sobrenatural de Junji Ito
Junji Ito (Nakatsugawa, 1963) hizo del dibujo su hobby junto con su hermana, ahora ayudante, muy influenciados por Kazuo Umezu, el padre del manga de horror. Sin embargo, empezó a ganarse la vida como técnico dental, que le sirvió para entender la importancia de la precisión. La afición deja de serlo cuando Tomie se convierte en un gran éxito gracias al poder destructivo y maléfico de una colegiala capaz de sobrevivir a su muerte para vengarse de sus admiradores-asesinos. El tipo de protagonista, joven, bella, de aire cándido con mirada y sonrisa inquietantes, se repetirá en sus mangas en un agudo contraste con el horror circundante. Las peripecias de Tomie se convirtieron en película y serie. Aquí lo publicó La Cúpula en una edición ya descatalogada en la que se observa la evolución del personaje; sobre todo, en el aspecto gráfico con un capítulo final, “Meñique”, que es una macabra y a la vez poética apoteosis de venganza.
El horror psicológico de Ito se desarrolla en relatos que pasan de situaciones cotidianas y anodinas a la proliferación de cadáveres, muertos vivientes, exoesqueletos y alucinaciones, en un suspense en el que resultan decisivos los sucesos sobrenaturales e inexplicables. Como los que suceden en su obra más célebre Uzumaki.
Ito atrae a los creadores visuales, así Gyo se ha convertido en anime. Es otra obra maestra del terror abisal, rescatada por la editorial ECC, en la que la invasión terrestre de criaturas marinas pestilentes montadas sobre veloces exoesqueletos acaba en un demencial delirio entre psicodélico, pero de mal viaje, y steampunk, gracias a sus ingenios voladores y andantes, ensamblaje de máquinas y cuerpos purulentos que expelen gas.
El redescubrimiento de Ito se ha consolidado con Black Paradox, en el que aborda la temática del doppelgänger –el doble fantasmagórico de una persona– a través de un inquietante club de suicidas que se dan cita por internet para poner fin a sus vidas. A partir de esa premisa se desarrolla un thriller psicológico con ecos de las historias clásicas de fantasmas, en el que el destino les tiene preparado un final mucho peor del que esperaban.
Los últimos mangas de Ito son la colección de cuentos de terror Fragmentos del mal y el rescate de Hellstar Remina (2005), un clásico de su canon en el que, de nuevo, partiendo de un hecho nimio, se desencadena un Armagedón que engulle a la raza humana. En este caso, el mundo se ve amenazado por un planeta gigantesco que absorbe todo a su paso, mientras los terráqueos enloquecen persiguiendo a una joven, por el solo hecho de llamarse como el astro, en una cruzada fanática que creen les llevará a detener el curso de los acontecimientos. La extravagante conclusión, entre nihilista y romántica, vuelve a transformar lo inocuo en caos perturbador. Ito incluso convierte a su gato en algo infernal en El diario gatuno de Junji Ito: Yon y Mû (Tomodomo, 2015), un manga de humor autobiográfico protagonizado por sus dos felinos.
Historias para no dormir
Suehiro Maruo
La extraña historia de la isla Panorama, Glénat, 2009.
La oruga, Glénat, 2011.
Dos adaptaciones de Ranpo Edogawa cumbres de Suehiro Maruo. En la primera, un escritor fracasado suplanta la personalidad de un millonario fallecido para construir en una isla un paraíso terrenal. Una utopía que le permite visualizar, con gran detallismo y fantasía, referentes que van de El Bosco al simbolista Arnold Böcklin, pasando por el mito de Ofelia o los jardines neoclásicos, en un exuberante esteticismo en el que tampoco falta el sexo, eliminando violencia para centrarse en el hedonismo. En cambio, la perfección del dibujo convive con lo grotesco en La oruga, la historia de un soldado que vuelve a casa terriblemente mutilado, convertido en un tronco humano; una especie de oruga que necesita los cuidados de su abnegada mujer. Su relación, incluida la sexual, centra una trama con abundantes escenas explícitas. Un drama que aúna preciosismo estético y repulsión vital.
Shintaro Kago
La formidable invasión mongola, ECC, 2015.
La voluntad de cambio de Shintaro Kago se hace evidente en su último manga, una original apuesta fantástico-histórica en la que relata episodios que van del imperio mongol a la segunda guerra mundial. El nexo son lo que él denomina “caballos mongoles”, y que no es otra cosa que manos con vida propia extraídas de mujeres gigantes. Al cortarlas se vuelven a reproducir, lo que permite obtenerlas en serie y así formar, primero, ejércitos y luego en la época industrial, máquinas y armas tras experimentar con otras partes del cuerpo. Aquí desaparecen las vísceras y lo mejor es la puesta en escena, con imágenes impactantes llenas de realismo gracias a su depurado dibujo.
Junji Ito
Uzumaki, Planeta DeAgostini, 2004.
Los seis volúmenes de Uzumaki –espiral en japonés–, titulados “La cicatriz”, “Gente retorcida”, “El faro negro”, “El tifón”, “Caos” y “Escape”, relatan una terrorífica fábula basada en la obsesión por las espirales que atenaza a la gente de un pequeño y apacible pueblo. Su conducta se trastorna y empiezan a retorcerse, autolesionarse, a convertirse en babosas y zombies de ojos vidriosos hasta desembocar en un maelstrom de círculos concéntricos que lo envuelve todo, succionando y aniquilando por completo la voluntad de los protagonistas en una catarsis, entre gore y sublime, cuyo capítulo final, “Ruinas”, es el equivalente en manga al descenso al infierno de la Divina comedia de Dante. Uzumaki tiene adaptación cinematográfica e incluso juego de vídeo.
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