“La revista que no lee tu jefe”, “Publicación realizada íntegramente por subnormales”, “La única revista sin corrector”… Son muchos, variados y contundentes los eslóganes que ha manejado este fanzine en su cabecera. Por supuesto, nadie recuerda la autoría exacta de estas frases improvisadas en ahumadas y espirituosas reuniones de redacción. Pero el personaje de la mancheta del TMEO, ¿es un policía o es un militar? “Da un poco lo mismo. Es una representación de la autoridad que recibe el chorrazo de orín que emana de la revista prometiendo, desde su cabecera, irrigaciones irreverentes con cada número”. ¿Quién la diseñó?… Las respuestas de los temeolaris parecen una comparecencia en el juzgado de la Infanta o de cualquier alto cargo acusado de prevaricación. “No sé, no me acuerdo…”. Risas. Otros se suman a la charla –“Creo que fue el Chapas, no lo firmó, pero casi seguro que fue él...”–, aunque tampoco nadie está dispuesto a poner la mano en el fuego. Los excesos, el mogollón de páginas, de noches y treinta y cinco años de darlo todo contribuyen poderosamente a la desmemoria. El Chapas no puede corroborarlo, falleció hace unos años; no ha sido el único.
El sarao que festeja este aniversario tiene lugar en ZAS, un espacio cultural independiente en Vitoria-Gasteiz, ciudad en la que actualmente tiene su sede la revista tras su etapa pamplonica. Una celebración abierta al público con rueda de prensa, cómic en vivo, mesa redonda y mercadillo self-service: “Es para no tener que atender el puesto… Hemos puesto una hucha, el que venga que coja los TMEO que quiera y meta el dinero ahí; está fácil, el precio lo pone en la portada. Ah, la mitad de lo recaudado lo donamos al Banco de Alimentos”. Reina un ambiente de reencuentro y cachondeo ostentoso. Si hubiera que dar así, a las bravas, una explicación de cómo han conseguido superar las tres décadas, podríamos decir, por un lado, que se lo pasan de puta madre. “Es una especie de reunión familiar de inadaptados, con la que te sientes vinculado emocional y subnormalmente”, confiesa Furillo. Y, por otro, son fans acérrimos e incondicionales del humor de la revista. Abarrots, también dibujante en Cáñamo, lo confirma: “Es un orgullo colaborar en la revista que más gracia me ha hecho nunca y donde me hice historietista”.
El primer chorrazo
Unos cincuenta dibujantes pusieron su simiente aquel mes de junio de 1987 en el que fanzinerosos de toda Euskadi –principalmente, de Iruña y Vitoria-Gasteiz – decidieron unir sus publicaciones para parir el TMEO. Entre los que empujaron con más ganas estuvo Ernesto Murillo aka “Simonides”, que había participado en Makoki y en El Víbora, era algo mayor que el resto y asumía algo así como la dirección del proyecto. De los que colaboraron en ese número cero, solo dos autores siguen haciéndolo: Kini y Mauro Entrialgo, cuyo personaje, Herminio Bolaextra, cumple también treinta y cinco años haciendo hijoputeces gordas, sin haber faltado a su cita en ninguno de los ciento sesenta y seis números publicados hasta la fecha.
Ese alumbramiento veraniego a finales de los ochenta, coincidiendo con sanfermines, pateando Euskadi, fiestas patronales y de barrio, poniendo puestos de venta en conciertos punkis y eventos populares, llegando directamente a baretos y gaztetxes, permitió vender los diez mil ejemplares que formaban aquella primera tirada.
Evidentemente, el contenido incendiario y de tronche son la base del invento, pero otro de los hallazgos revolucionarios del TMEO ha sido su distribución por bares. Si bien es cierto que ya había fanzines que hacían tal cosa, siempre tenían el alcance limitado a los cuatro o cinco locales que frecuentaban sus colaboradores. El hecho de que el TMEO fuera un colectivo muy amplio, de diferentes provincias y con dibujantes con más sed y afición por el noctambulismo de lo recomendable, les llevó a establecer un entramado de tabernas y bares que cubrían el País Vasco y Navarra, permitiéndose así, durante años, distribuir casi exclusivamente en tascas amigas. El Sapo ha sido el repartidor del TMEO durante más de quince años y sigue colaborando en diferentes tareas de organización: “Una de las claves es llegar a los barrios y a la mayoría de los pueblos. No es ni normal lo que lo agradecen. El hecho de llegar a un montón de bares de la mayoría de pueblicos y encontrarte con esa peñuja que literalmente vivía en los bares era de lo más gratificante del reparto. El hecho de llevarles nuestra mierda a su puto bar, lo agradecían mil. ‘Seguid así, no cambiéis nunca…’. Me quitaban los TMEO del carrito antes de poder dejárselos al camarero y se partían el culo. ¡Jajaja!”. Recuerda también el Sapo la llegada de los primeros grow shops como puntos de venta de la revista: “En concreto, el reparto de noviembre era muy divertido. Todo dios con la mandanga recién recogida. […] Después se profundizó en los cultivos de interior y aquello ya era el acabose”.
Esta puede ser otra de las claves de la longevidad de este fanzine: contar no solo con dibujantes y artistas en sus filas, sino tener también dentro del grupo de colegas a gente con dotes de organización, que se encargue de facturas y pagos, envíos a suscriptores –algo más de trescientos ahora mismo– o peña que no le haga ascos a meterse todos los kilómetros que hagan falta durante la semana de reparto para que el TMEO esté a tiempo en los lugares más recónditos de Euskal Herria. En la actualidad, el TMEO sigue llegando en mano a más de cien bares, a los que se suma la distribución convencional en librerías de cómic y quioscos para dar salida a los tres mil ejemplares que se venden ahora mismo.
Una cuadrilla abierta
Mauro Entrialgo aporta su punto de vista para tratar de explicar los factores que han hecho posible que el TMEO siga publicándose: “Supongo que son una mezcla, pero la fundamental creo que es su estructura no vertical. Que no haya nunca jefes claros ha dado lugar a todo tipo de broncas, pero también ha conseguido que seamos como la Hydra de Marvel: si cortas uno de nuestros tentáculos, dos más nacerán en su lugar”. Conectando el tema de la estructura del TMEO con las claves de su supervivencia, interviene Larri, colaborador desde el número uno y actualmente responsable de la coordinación, diseño y producción de la revista: “Siempre digo que el TMEO más que rollo asambleario o libertario tiene rollo de ‘cuadrilla’, que es algo muy vasco. El TMEO ha tenido organización de cuadrilla. Y ha pasado como en todas las cuadrillas, aunque la nuestra se va renovando… ¿Crisis? La mayoría por mosqueos de trabajo, que se llevaban a lo personal… Quizá la crisis de la pandemia y ahora la crisis de la subida del precio del papel son las que más pupa nos han hecho. Pero el TMEO es un fanzine; nadie vive de esto, los ingresos son para cubrir gastos, no peligra ningún puesto de trabajo, luego las crisis se van superando mientras tengamos gente que nos lea”.
Aunque las cuadrillas vascas tienen tendencia hermética, a la del TMEO no han parado de incorporarse dibujantes. Para algunos de los asistentes, esta de los treinta y cinco años era su primera reunión: Distancia Social, Jagoba Prida, Juan Luis, Javier Angulo, Ernesto RC y el incendiario Sik se estrenaban en bacanal temeista oficial. Incluso han llegado colaboradoras más jóvenes que la propia revista, como Grillante o Helena Anillo: “Bueno, igual hay más que no habían nacido cuando empezamos a publicar, pero como tampoco le pedimos el DNI a nadie para colaborar, tampoco me sé las edades… Y como mucha gente manda por correo, hay dibujantes de los que no sabemos ni qué cara tienen”, apunta Larri.
Pioneros en reírse del rey y de ETA
Por las trituradoras páginas del TMEO ha pasado todo quisque. La familia real era un tema recurrente décadas antes de que tuviera lugar su encontronazo con El Jueves. También se les reconoce abiertamente el haber sido pioneros en hacer chistes sobre ETA cuando nadie se atrevía ni a mentarlos: “Al cabo de un par de años, en la ETB empezaron a animarse, supongo que al ver que no pasaba nada. ¡Jajaja!”. Y en un ataque de osadía e inconsciencia, en su primer número, Álvarez Rabo firmaba su historieta: “Si te cagas en dios, no te fíes de los pingüinos”, sobre las persecuciones del fundamentalismo islámico hacia Salman Rushdie, pisoteando no solo los límites del humor sino también de la supervivencia, como se ha comprobado años después en la sede de Charlie Hebdo. El repartir sin mirar les ha llevado tanto a la Audiencia Nacional por injurias a la Corona, como a que la izquierda radical vasca rechazara sus portadas en las que entendían que se hacía apología de la droga, porque, según ellos, para hacer la revolución en Euskadi se necesitaba una juventud “sana y combativa”.
Esa capacidad de atraer y causar rechazo en miembros de colectivos opuestos no está al alcance de cualquiera. Hay una incuestionable voluntad de estar al margen de lo oficial, como apunta Larri: “Nunca aceptamos dinero institucional. Cuando sufrimos la crisis de la pandemia podíamos haber pedido como asociación dinero a las instituciones, como así lo hicieron otras. Pero no. Y nunca hemos aceptado publicidad de bancos, grandes empresas… Solo la vez esa que publicamos un anuncio del Gobierno vasco que era una campaña antidrogas, que de puro boba, ridícula y topicazo, nos pareció tan chistosa que la publicamos. La gente se pensaba que no era un anuncio sino un chiste nuestro, un fotomontaje”.
El humor sin barreras unido a la presencia en los bares, a estar en la calle, ha convertido al TMEO en una institución en el País Vasco, con una penetración social que ya quisieran para sí muchas publicaciones “serias”. “Realmente, el TMEO no se ha visto nunca como una revista normal, porque cuando sacábamos o sacamos un número es un acontecimiento…: la prensa, la radio, a veces la televisión nos noticiaban. Ahora mismo, cuando cumplimos años, los medios nos llaman. Saben que no somos un negocio, sino algo ‘contracultural’ en un mundo en el que eso no abunda”, apunta Larri, comentando la aparición del TMEO en el programa de Wyoming de hace unas semanas –“fue a raíz de un tweet de Mikel Ayestaran, suscriptor del TMEO y corresponsal de guerra; se lo llevamos enviando años a zonas de conflicto”–, o cómo algunos bares suelen ampliar viñetas de cada número y las colocan como póster a modo de memes analógicos, o evocando un recuerdo de un pasado más lejano, en el que al desarticular un comando de ETA, cuando las imágenes del Telediario mostraban el piso franco, ya vacío, podía verse un ejemplar del TMEO sobre la mesa camilla de la sala de estar. A raíz de esto mismo, comenta Mauro: “Viniendo de no recuerdo qué país, el policía de la frontera del aeropuerto, en Madrid, examinó mi pasaporte, puso cara rara y me dijo que le enseñara la mano. No entendí nada, pero se la mostré. El tío me la estrechó muy efusivamente y me dijo que era gran admirador mío. Le pregunté: ‘¿lees El Jueves?’. Y él me respondió: ‘¡Qué coño El jueves! ¡El TMEO!”.
Nave errante de la guasa hacia el futuro
¿Queda TMEO para rato? Su razón de ser sigue inmutable, no ha cambiado con el paso del tiempo. “Para mí tiene el mismo sentido seguir haciéndolo que haber empezado a hacerlo. Es una brecha a lo soplababas, a lo lamemierdista y miserable de los medios que sufrimos en este país, los más mentirosos, indecentes y menos libres a escala mundial. Y no lo digo yo, lo dice un estudio internacional”, afirma Roger Peláez. Abarrots apostilla: “Mientras siga siendo la revista de cómics de humor más bestia y salvaje del planeta supongo que seguirá teniendo sentido para los que nos gustan estas cosillas”. Furillo corrobora la supervivencia del TMEO en tono poético, tronchante y, aunque cortoplacista, incuestionable: “Como un vagabundo del humor, como un risueño holgazán callejero, al TMEO solo debe importarle cómo aviarse el sustento diario. Una vez llenado el buche y regado convenientemente, el TMEO se tira en la acera a reírse del que pase por delante, y cuando se harta, se pliega entre sus cartones a dormir la mona hasta el día siguiente. El futuro al TMEO le importa una mierda, pienso yo. […] El TMEO no ha perdido su espíritu fanzinesco, que sopla inflando sus andrajosas velas, haciendo que esta nave errante de la guasa surque los mares indómitos de la actualidad con dirección hacia... ¿Hacia dónde?, ¿hacia dónde va? Pues hacia su siguiente número, claro”. Ahí está el futuro, ¡en el número 167!