En estas fechas otoñales el nombre de la familia Adams evoca a Morticia, Gómez, Wednesday, Fester y Largo. Sin embargo, existe otra familia Adams más propia de estas páginas: los Adams del barrio londinense de Clerkenwell, Inglaterra. Se trata de uno de los cárteles criminales más peligrosos del Reino Unido y que encabeza Terry junto a sus hermanos Tommy y Patsy Adams. Además del tráfico de drogas, las autoridades les señalan como responsables de uno de los mayores robos del siglo xx que nunca ha sido resuelto: el atraco a la bodega del Brink’s Mat, en Heathrow, en 1983.
Los hermanos Adams crecieron en Islington, Londres. Aunque hoy es un barrio gentrificado, en la década de los sesenta era una zona industrial, empobrecida y donde la vida era dura. Se criaron en una familia católica de origen irlandés. Terry, nacido en 1954, era el mayor de los once hermanos. Su historial delictivo empieza a los quince años, cuando el joven –y posterior jefe del clan– abandonó el colegio. Empezó a trabajar para una pandilla local donde aprendió el “negocio” de extorsionar a comerciantes.
Al inicio de la década de los ochenta, Terry y sus hermanos decidieron montar su propio cártel, que con el tiempo sería conocido como el Equipo A o, simplemente, la Familia Adams. Terry era el jefe, su hermano Patsy (dos años menor que él) era el encargado del “músculo”, mientras que Tommy, cuatro años menor que Terry, era quien controlaba la parte financiera. Tommy recorría Londres conduciendo un taxi, desde el que cobraba el derecho de piso de las empresas a las que los hermanos extorsionaban. Les supo a poco y, al poco tiempo, empezaron a realizar robos a mano armada. Al cabo de un par de años terminaron controlando el barrio de Hatton Garden, que concentra a una nutrida comunidad de joyeros y vendedores de oro de la ciudad.
Las autoridades creen que los Adams formaron parte uno de los robos más espectaculares de la historia y que nunca ha sido del todo resuelto. El 26 de noviembre de 1983, un grupo de seis ladrones entraron a la bodega del Brink’s Mat, una empresa especializada en resguardar objetos de valor, cercana al aeropuerto de Heathrow. Eran las siete menos veinte de la mañana cuando los ladrones rociaron de gasolina a los vigilantes de la bodega y les amenazaron con prenderles fuego si no revelaban la combinación para abrir la caja fuerte, cosa que hicieron.
Los ladrones esperaban encontrar unos tres millones de libras esterlinas en efectivo (les había pasado un chivatazo un guardia de la compañía de seguridad). Sin embargo, lo que había en el interior sobrepasó sus expectativas: tres toneladas de lingotes de oro, diamantes y efectivo que equivalían a veintiséis millones de libras esterlinas (hoy en día serían cien millones de libras). Los ladrones no estaban preparados para ese botín. De hecho, a mitad del atraco tuvieron que salir a buscar una furgoneta, dado que el coche que llevaban era insuficiente para transportar tres toneladas de oro. El robo, que debía durar unos pocos minutos, terminó durando más de dos horas.
Los atracadores no sabían qué hacer con el botín, los lingotes de oro tienen un número de serie y habrían sido detenidos en cuanto movieran el oro. Allí fue donde entraron los Adams. Uno de los miembros de su banda era un joyero y propietario de un negocio de compra y venta de oro llamado James Palmer –y apodado Goldfinger por los tabloides británicos–. En su residencia de verano, en Bath, había montado un horno para fundir metales. Los Adams llevaron el botín hasta allí y Palmer fue fundiendo los lingotes y mezclándolos con monedas de cobre (para ocultar su origen) y crear así nuevos lingotes. Si la policía preguntaba podría argumentar que los lingotes los había fundido con el oro que compraba en su tienda.
La policía pronto tocó a su puerta. A finales de 1984 retiró más de once millones de libras esterlinas de una pequeña sucursal del banco Barclays de Bristol. De hecho, la sucursal se quedó sin dinero, lo que alertó al Banco de Inglaterra, que a su vez avisó a la Policía. Palmer fue detenido en 1985 por su participación en el robo. Sin embargo, fue absuelto durante el juicio, y aunque reconoció que había fundido los lingotes, alegó que ignoraba que procedían del célebre atraco. De hecho, solo dos personas han sido condenadas por el crimen.
Jubilación anticipada
"Los Adams se sentían intocables, en parte debido a que sobornaban a un buen número de policías y detectives de Scotland Yard"
Una de las particularidades de la Familia Adams, en relación con otros cárteles británicos, es el bajo perfil que han adoptado. Particularmente, Terry, el jefe del clan, era de los tres hermanos el que estaba más obsesionado con tener un perfil respetable. Para ello, vestía con trajes de los mejores sastres de Saville Road y empezó a coleccionar arte y antigüedades. A la par que adoptaba esta fachada respetable, los Adams empezaron a participar en el lucrativo negocio del tráfico de cocaína y cannabis en el Reino Unido. Mientras que en España un gramo de cocaína se vende por unos cincuenta dólares (según la ONU), en el Reino Unido cuesta ciento tres.
Los Adams se sentían intocables, en parte debido a que sobornaban a un buen número de policías y detectives de Scotland Yard. En el 2001, Scotland Yard lanzó la operación Tiberius, en la que investigaban la corrupción en el interior de las fuerzas de seguridad. De esta manera, confirmaron que los Adams tenían en su nómina a un buen número de policías que les avisaban de las operaciones en su contra (Terry, a estas alturas, nunca había estado preso). Fruto de aquella investigación, Scotland Yard y MI5 (el servicio secreto británico) lanzaron una operación conjunta (llamada operación Trinity) enfocada en acabar con el clan Adams.
Durante casi dos años, un grupo de agentes se dedicó a escuchar todas las conversaciones telefónicas del clan Adams. Los agentes también pusieron micrófonos en el taxi que conducía Tommy Adams, el cerebro financiero del grupo. De esta manera, supieron, por ejemplo, que Tommy “ayudó” al agente del futbolista Wayne Rooney, quien estaba siendo extorsionado por el antiguo agente del futbolista cuando fichó por el Manchester United. También se enteraron de un presunto plan para que los Adams compraran el Arsenal, el equipo del norte de Londres.
La suerte de Terry Adams cambió en el 2003 como fruto de la operación Trinity. La policía le detuvo en su mansión y le procesó por blanqueo de capitales. A pesar de que había sospechas de su participación en una veintena de asesinatos, no tenían evidencias para sustentar la acusación. Las autoridades creen que Adams se había retirado de la primera línea del cártel desde inicios de la década de los noventa (es decir, desde que tenía unos treinta y cinco años).
Adams se gastó una auténtica fortuna en defenderse durante cuatro años (la factura de sus abogados le salió por cuatro coma ocho millones de libras esterlinas). En el 2007, finalmente, fue condenado a siete años de prisión por lavado de dinero, aunque obtuvo una liberación anticipada en el 2010. Desde entonces, ha seguido enfrentando numerosos procesos judiciales (entre otras cosas por no pagar ochocientas mil libras de las costas judiciales de la fiscalía). En su última comparecencia judicial, en el 2017, Adams finalmente pagó setecientas veinticinco mil libras que adeudaba. A pesar de pagar esa suma, aseguró al juez que era pobre, que estaba distanciado de sus hermanos y que vivía en una vivienda de protección social.
Conexión española
Los vínculos del clan Adams con España son amplios. Patrick, uno de los hermanos del clan, tiene una mansión en Torremolinos, donde pasó buena parte de los noventa y se refugió, inicialmente, cuando había una orden de búsqueda y captura en su contra en el 2013. Patsy Adams es, presuntamente, el más violento de los hermanos. No tenía problemas en asesinar a sus rivales, tampoco en cortarles orejas o reventarles las rodillas. Le detuvieron en Ámsterdam en el 2015 y le condenaron a siete años de prisión, aunque, según la prensa británica, quedó libre en el 2020.
John Palmer, “Goldfinger” (en la foto), es otro miembro de la banda con grandes vínculos con España. Tras fundir parte del oro del atraco al Brink’s Mat, Palmer se instaló en Tenerife (España no firmó un tratado de extradición con el Reino Unido hasta 1985). En la isla puso en marcha un negocio de alquiler de tiempos compartidos con el que estafó treinta y dos millones de libras a unas veinte mil personas. Le condenaron en el 2001 por esos hechos, aunque solo pasó cuatro años en prisión. Su vida terminó en el 2016, cuando un sicario le asesinó en el jardín de su casa en Essex. En el momento de su muerte, las autoridades estimaban que tenía una fortuna de trescientos millones de libras esterlinas.