A pesar de que muchos lo describen como dictadura, el término “régimen híbrido” es más apropiado para el sistema húngaro. Se refiere a un sistema político que se encuentra en la zona intermedia entre la democracia y la dictadura. En 2017, Orbán afirmó que el gobierno de Hungría es una democracia iliberal, caracterizada por una gestión no liberal. Pero que sea democrática también es muy cuestionable. Aunque las elecciones en Hungría parecen ser libres y democráticas, Fidesz, el partido en el poder, gasta interminables fondos de campaña y compra los votos de los menos afortunados con la promesa de trabajo o solo con un saco de patatas gratis, mientras continúa haciendo intensas campañas para desacreditar a la oposición. La última vez que hubo un debate de candidatos a primer ministro fue en 2006, en aquella ocasión Orbán perdió, y desde entonces no ha sentido la necesidad de participar en algo parecido.
Además, las ruedas de prensa rara vez permiten a la prensa independiente hacer preguntas o asistir. Aunque los medios de comunicación son oficialmente libres, Fidesz ha construido un imperio de prensa que incluye alrededor de 500 revistas que transmiten uniformemente la voz del partido gobernante y atacan a la oposición. Hungría se ha convertido en el estado de la posverdad. Los que hacen oír su voz más alto y en más canales tienen la razón, por lo general suele ser el partido del gobierno, independientemente de que muchas veces formule mensajes radicalmente contradictorios.
Orbán es una auténtica veleta: desde el antiguo liberal luchador hasta el político cristiano-conservador y desde el resuelto anticomunista antirruso hasta el mejor amigo de Putin. Lo que es estable, sin embargo, es su postura antidroga, al menos sobre el papel. Ya en los años noventa, Orbán declaró que cualquiera que consumiera drogas estaba aliado con el diablo. Sin embargo, cuando a los políticos del Fidesz les pillan consumiendo drogas se les defiende a capa y espada, diciendo que ni siquiera han visto un porro en su vida. Por supuesto, ni se habla de la cocaína, que es la sustancia de cuyo consumo se les acusa repetidamente.
A finales de 2020, József Szájer, entonces de 60 años, uno de los fundadores del partido Fidesz y autor de la actual Constitución húngara, fue encontrado por la policía desnudo y colgando de una escalera en el centro de Bruselas. Además de que en aquel momento estaba en vigor una prohibición general de salir del país a causa del Covid, resultó que el valiente eurodiputado huía de una orgía ilegal masculina con una pastilla de éxtasis en el bolso.
Puedes evitar el juicio, pero seguirás teniendo que pagar
Szájer escapó de la audiencia judicial a pesar de que el episodio de la orgía terminó con su carrera política. En cambio, si se descubre que un joven húngaro cualquiera tiene unas pastillas de éxtasis o unos pocos gramos de hierba, la policía se verá obligada a llevar a cabo un proceso penal. Solo hay una solución a esto, según la ley húngara: la llamada “Desviación”. En lugar de continuar con el procedimiento, los consumidores pueden optar por este tratamiento preventivo-educativo que los exime de la sanción. Con un éxito desigual, a lo largo de los seis meses que dura el tratamiento, a razón de dos sesiones semanales de hora y media, se intenta persuadir a los “delincuentes” de que busquen otras formas de entretenimiento en lugar del consumo de drogas.
Según las estadísticas, casi el 90 % de los procedimientos por drogas se inician por una pequeña cantidad de hierba, por lo que la Desviación es una gran oportunidad para que los fumetas hagan nuevos contactos. Sin embargo, los gastos de inspección, que en muchas ocasiones superan los 1000 euros, les son facturados incluso si la Desviación se completa con éxito. Por eso, quienes quieren fumar, se entregan a su pasión en la clandestinidad.
"Ya en los noventa, Orbán declaró que cualquiera que consumiera drogas estaba aliado con el diablo. Sin embargo, cuando a los políticos del Fidesz les pillan consumiendo drogas se les defiende a capa y espada, diciendo que ni siquiera han visto un porro en su vida"
Es jueves 20 de abril y estamos en la plaza Madách, en el centro de Budapest, celebrando el 420. Hay furgones policiales estacionados detrás del escenario y agentes deambulando por la plaza, que, en principio, pienso yo, deberían de disuadir al centenar largo de manifestantes de disfrutar de la hierba. Sin embargo, los jóvenes afortunadamente ejercen con más soltura su libertad y le dan a su opinión voz y aroma con el humo constante de la marihuana. Para alguien como yo, de más de cuarenta años, resulta refrescante que la juventud no oculte su visión sobre el uso del cannabis en relación con los derechos humanos.
En la actualidad, un solo partido húngaro comparte sus puntos de vista, el Magyar Kétfarkú Kutyapárt (Partido Húngaro del Perro de Dos Colas, MKKP). Desde el año pasado, el MKKP es el único representante de la legalización en Hungría, y son los organizadores de esta manifestación del 420. A pesar de que en 2017 el Partido Liberal Húngaro presentó una propuesta de referéndum para la legalización e introducción del cannabis medicinal, desde que se han unido a la coalición de partidos opositores a Orbán, ya no defienden el cannabis. A diferencia de ellos, el MKKP –que empezó como un partido político satírico– no tiene la intención de formar una coalición con nadie y, gracias a sus actividades altamente visibles, no es de extrañar que actualmente sea el partido más popular entre los jóvenes.
En el festival 420 del año pasado, el presidente del MKKP, Gergő Kovács, declaró con los ojos enrojecidos que ha estado fumando cannabis durante los últimos 25 años. Ninguna autoridad respondió entonces a la provocativa confesión. Pero unos meses después, en una manifestación de ocupación de un puente en Budapest, lo encontraron con unos pocos gramos de hierba, según contó en la manifestación de este año por el 420.
Hasta la vista, Mr. Prime Minister
A las cuatro de la tarde, en el escenario, los presentadores del MKKP se sorprendieron al comprobar su puntualidad. Así empezó el primer concierto del programa, una banda de estudiantes de secundaria con un contenido tan explícito sobre el consumo de drogas que hizo que todos nos sintiéramos libres olvidando la represión que impera en Hungría con el cannabis, una represión suave, pero presente.
"Gergőr Kovács contó que, para su sorpresa, el análisis de orina que le hicieron resultó negativo, lo que le hizo sospechar que su camello lo había estado engañando mucho durante los últimos 25 años"
Después la copresidenta del MKKP, Suzi Dada, recordó la primera manifestación por la legalización en Hungría hace ya 20 años. Tras recordar los artículos publicados en ese momento, concluyó con resignación que los políticos no han cambiado de postura en las últimas dos décadas. Aunque en este tiempo los expertos, la policía y los jueces se hayan dado cuenta de que la persecución de los marihuaneros está desactualizada, las leyes las escriben los políticos.
A continuación, fue el otro presidente del MKKP, Gergő Kovács, quien contó sus experiencias con la Desviación, a la que tuvo que asistir por haber sido sorprendido en posesión de unos dos gramos de cannabis en la manifestación del puente. Kovács contó que, para su sorpresa, el análisis de orina que le hicieron resultó negativo, lo que le hizo sospechar que su camello lo había estado engañando mucho durante los últimos 25 años. En el mismo tono irónico comentó que finalmente encontró que podía hacer el tratamiento a través del correo electrónico, así que ni siquiera tuvo que acudir en persona, le bastó con escribir de cuando en cuando que ya no tenía ganas de fumar. Al final del caso, eso sí, se le facturaron los costos de la inspección.
Alrededor de las cinco en punto, G Ras, uno de los artistas de reggae más conocidos de Hungría, subió al escenario vestido con un uniforme completo de policía y se presentó como oficial del “subgrupo de inspección y destrucción de cannabis”. Según dijo tras su actuación, la policía también le había multado por el uso no autorizado del uniforme, pero él, confesó, es un entusiasta coleccionista de castigos.
Contó G Ras que todos los años, el 20 de abril a las 4:20 de la tarde, actúa en vivo frente al Parlamento fumándose un porro. Hasta ahora, por esta performance que repite cada año, solo se le había hecho una amonestación, pero, incluso en esa ocasión, logró convencer a la policía de que su porro solo tenía tomillo, que no sería tan estúpido como para fumar cannabis frente al parlamento. Los aplausos fueron seguidos de su icónica canción “Mr. Leader (Hasta La Vista)”, con su pegadizo estribillo medio en español instando a la dimisión de Orbán, un himno de resistencia que el público –entre 150 y 200 personas, según los organizadores– entonó con entusiasmo junto al cantante: “Hasta la vista, Mr. Prime Minister”.
Cannabis medicinal en Hungría
Los jóvenes presentes en el evento consideraban ridículo que en el centro de Europa aún se tenga temor a fumar un porro. Muchos de ellos tenían familiares y amigos estigmatizados por consumir cannabis. Lo que más molestaba, sin embargo, era el hecho de que Hungría ni siquiera estuviera dispuesta a negociar la introducción del cannabis medicinal. Cabe recordar que, en diciembre de 2020, la delegación del gobierno húngaro votó en contra de la posición de la UE sobre el tema del cannabis medicinal en la Comisión de Estupefacientes de la ONU. En realidad, ni siquiera se trataba de si queríamos que el cannabis estuviera disponible con receta médica, el tema a votación era la reclasificación del cannabis en la lista de sustancias fiscalizadas, si se sacaba de la lista en la que estaba, junto a la heroína, de sustancias no seguras para uso médico.
Solo Hungría, de los miembros de la Unión Europea, rechazó la propuesta. Los delegados argumentaron que no deseaban que otros países tuvieran influencia en la política de drogas de Hungría –sin comprender que se trataba de una decisión tomada por la ONU–, y destacaron que muchos jóvenes siguen consumiendo marihuana. Lo que ignoraban o no querían tener en cuenta es que en Hungría, y según estimaciones conservadoras, alrededor de 100.000 pacientes que no tienen una respuesta satisfactoria a sus dolencias podrían beneficiarse del uso medicinal del cannabis.
A raíz de la decisión, Hungría fue acusada de violar la unidad de la Unión Europea por votar en un asunto que no pertenece a su competencia. No obstante, es indudable que el gobierno húngaro prefiere pagar una multa significativa con el dinero de los contribuyentes antes que solucionar la situación legal.
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El otoño pasado, hablé sobre el cannabis con Ádám Sermer, el funcionario ejecutivo del Partido Liberal Húngaro, quien en los últimos años ha estado más activo sobre el tema en la coalición de oposición. Según Sermer, los partidos de oposición de izquierda, e incluso la mayoría de los partidos de oposición de derecha, consideran evidente que el cannabis debería estar disponible para los pacientes, y la mayoría incluso consideraría justificada y necesaria la despenalización. Sin embargo, aseguró que ningún partido hará bandera de esta lucha, ya que sería un suicidio político en la Hungría de hoy.
Sermer recordó que cuando se postuló como candidato de los liberales en las elecciones de 2022, el oficialismo trató de desprestigiarlo con una increíble campaña en la que se insinuaba que quería dar drogas a los niños. Y como a los pueblos rurales húngaros apenas llega otra cosa que no sea la voz del Gobierno desde sus medios afines, Sermer perdió las elecciones. Algo similar sucedería en una campaña más grande, según él, si la oposición intentara aunque fuera tímidamente defender el cannabis medicinal. Por eso se impone el silencio en este como en otros temas controvertidos.
El partido Fidesz aparentemente no tiene otras ideas en el campo de la política de drogas, aparte de que la policía debe mantener el orden y los expertos deben hacer su trabajo y no interferir en los asuntos del gobierno. La falta de una estrategia efectiva contra las drogas en Hungría es una evidencia clara de esto. La anterior estrategia, que, entre otras cosas, establecía el objetivo de una Hungría libre de drogas (¡sí, leíste bien!), expiró a finales de 2020. Desde entonces, no se ha llevado a cabo ni la evaluación de las actividades ni la elaboración de la nueva estrategia. Mientras tanto, el Ministerio de Salud fue suprimido, lo que significa que el tema de las drogas ahora recae en el Ministerio del Interior. En resumen, con todo el trabajo profesional que habría que hacer, el consumo de drogas es tratado en Hungría como un fenómeno puramente policial.
Los cannabinoides sintéticos que aparecieron alrededor de 2010 causaron confusión en toda Europa, pero en ningún otro lugar se mantuvieron tan duraderos como en Hungría. Aunque su uso en la capital se puede atribuir a un pequeño grupo de unos pocos miles de personas, se ha extendido como una epidemia en los pueblos y aldeas rurales pobres. Es difícil hacer una estimación precisa, pero se cree que hay cientos de miles de consumidores que quieren romper con la experiencia diaria de pobreza y desesperanza. Los sociólogos y trabajadores sociales que realizan trabajo de campo sobre el terreno informan de que el consumo abarca generaciones y que no es raro que todos los miembros de una familia, desde un niño de 12 años hasta un abuelo de 60, usen cannabinoides sintéticos, que se pueden obtener incluso más baratos que el alcohol. Según sus declaraciones, el efecto no tiene nada que ver con el del cannabis: les deja prácticamente inconscientes durante una hora a media hora, como si estuvieran inhalando disolventes. La degradación orgánica y mental puede ocurrir en meses y, en ocasiones, es irreversible.
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El gobierno populista de Fidesz se basa en encuestas preliminares para tomar decisiones sobre los temas más diversos. Si percibe xenofobia en el pueblo húngaro, adopta posturas extremistas, y si ve que el precio de la leche y el azúcar es sagrado para muchos, entonces, como buen comunista, fija los precios máximos de estos alimentos y deja que la inflación se haga cargo de otros productos. De acuerdo con los expertos, lo mismo ocurre con el tema de las drogas: debido a que la mayoría aún no puede comprender el fenómeno de manera compleja, en lugar de dar educación con información veraz, proclaman que todas las drogas son malas y que solo el rigor y la persecución son el medio que conduce a la meta. Y si se menciona que Alemania se está preparando para la legalización, inmediatamente hay una respuesta predecible: “el Occidente liberal está en una crisis moral, pero nosotros representamos la fuerza racional en Europa y protegemos a nuestros hijos”. A partir de ahí, se podría contraatacar argumentando que la seguridad de los niños no se verá afectada porque los pacientes tengan acceso al cannabis medicinal o ilustrando cómo la despenalización y, en particular, la legalización, disminuyen el crimen, pero no hay reacción pública en ese sentido.
Al mismo tiempo, no se puede negar la aparición de una nueva generación en Hungría, el grupo de edad comprendido entre los 18 y los 35 años, que ya piensa diferente y encuentra ridículo que en 2023 todavía haya una caza de brujas contra los fumetas. En principio, atendiendo a la llegada de esta nueva generación, sería cuestión de tiempo que Hungría alcanzará la despenalización. Fidesz no puede permanecer en el poder para siempre y los acontecimientos pueden acelerarse en caso de un cambio de gobierno. Hasta entonces, habrá actos valientes y divertidos como la demostración 420 de este año, actos de los que podemos sacar fuerzas hasta que se lleguen cambios más serios.