Dejando de lado las historias de castillos encantados, vampiros, gitanos y mafias del este, descubrir Rumania es una experiencia singular y asequible: su ambiente postcomunista y su comida y bebida a precio de saldo te harán creer que no estás en Europa, lo cual es una buena noticia para los amantes del viaje que renieguen del turismo organizado.
Rumania ingresó en la Unión Europea en el 2007, pero aún conservan su propia moneda (el leu) y Bruselas recela acerca de si el país está preparado para cumplir con los estándares europeos. La primera vez que la visité me dejó pasmada la proximidad cultural y la facilidad de comunicarme con sus gentes. Es fácil moverse por el país, su lengua de origen romance no resulta tan críptica como las basadas en el eslavo, con esos alfabetos cirílicos indescifrables. Exceptuando el ajetreo urbano de Bucarest (București, en rumano), con casi dos millones de habitantes, muchos pueblos del resto del país aún conservan la autenticidad de las zonas rurales. Recorrer una distancia relativamente corta por carretera puede ser toda una aventura, ya que solo hay poco más de quinientos kilómetros de autopista en todo el país y los trenes son especialmente lentos. Un placer para quienes les guste disfrutar del paisaje y la lentitud de los acontecimientos mundanos.
¡Cuidado con los osos!
Rumania tiene en sus dominios una de las formaciones boscosas más antiguas de toda Europa, los Cárpatos, que abarca seis estados y que junto a los Pirineos y los Alpes es una de las tres grandes cadenas montañosas del continente. En la zona de Transilvania, de la cual no faltan leyendas e historias sorprendentes, es donde se encuentran las cumbres más elevadas. Si os gusta vivir experiencias que os conecten con la naturaleza, acordaros de los Cárpatos, pero ¡ojo con los osos! Debido a su gran proporción de parajes naturales vírgenes, Rumania es uno de los países donde todavía se puede ver fauna salvaje en libertad, como osos, lobos y linces. Más vale que os dejéis asesorar por los guías locales y los agentes forestales para evitar encontronazos no deseados. En los últimos años y debido a una mayor presencia humana en los montes han aumentado los ataques de osos a personas.
La ciudad feliz e imprevisible
En Rumania hubo un régimen político comunista desde 1947 hasta 1989. Los relatos acerca de esa época varían según con quién hables, pero en general fue un período de restricciones, hambre y limitaciones en muchos aspectos. El fin de la dictadura de Nicolae Ceaușescu se produjo durante la revolución rumana de 1989, cuando tuvieron lugar actos violentos en varias localidades que condujeron al dictador al abandono del poder, a su huida y posterior enjuiciamiento y ejecución. Desde entonces, el país empezó su apertura y todavía le queda mucho camino por recorrer.
El nombre Bucarest es de origen incierto, algunos apuntan hacia una palabra usada por los antiguos habitantes del país, los dacios, que significaba ‘alegría’ o ‘felicidad’. También se le conocía como el Pequeño París o el París del Este en el periodo de entreguerras, debido a la efervescencia intelectual y las elegantes construcciones arquitectónicas con fachadas a modo de palacetes que tuvieron lugar. Lamentablemente, parte de ello se vino abajo con el peso del socialismo real y, a los ojos de quien la visita, destacan también junto a estas construcciones de esplendor burgués los edificios del periodo comunista, una curiosa mezcolanza que sirve de decorado a la diversidad de acontecimientos que tienen lugar en sus calles y parques tanto de día como de noche.
Una taza de café
Durante uno de mis viajes me llamó la atención un artículo de la revista de la compañía aérea, en el cual se categorizaba a la ciudad como “el paraíso de la cafeína del este de Europa”. Parece ser que en la ciudad se manifiesta una pasión incipiente por la estimulante bebida, que ha dado lugar a escuelas para formar a baristas e incluso a la organización de competiciones. Se practica aún en algunos hogares y en las zonas rurales del país, bien como alternativa o como herencia del comunismo, la preparación de un sucedáneo del café a partir de garbanzos tostados y achicoria.
El viajero no debe desaprovechar la oportunidad de degustar un buen brebaje cafeínico en algún edificio histórico reconvertido, como, por ejemplo, el Dianei 4. Hasta los años cincuenta era una vivienda particular, que fue “patriada” por el gobierno comunista y convertida en una oficina de la Dirección de Información Externa, donde te informaban acerca de asuntos externos a los países soviéticos, pero no en balde. Preguntar aquí era ponerse literalmente en el punto de mira. Era un centro repleto de espías, que, junto con los infiltrados que había en todos los estratos sociales, investigaban acerca de potenciales enemigos para el régimen. Parece ser que también frecuentaban los alrededores de este espacio algunos dealers sospechosos de traficar con tabaco y café, lo que añade al cuadro más elementos para convertirlo en una película. En los noventa el edificio fue reclamado por su propietario y luego revendido. Hacia el 2007, y cuando ya estaba entrando en ruina, fue reconvertido en cafetería y centro cultural.
Cáñamo rumano
¿Y qué pasa con nuestra amada planta tan difícil de conseguir en esta peculiar ciudad? Existen evidencias arqueológicas del uso de la fibra de cáñamo en Rumania que datan del año 8000 aC. Los ancestros del país, los dacios, usaban la planta para producir textiles y objetos, además de para curar heridas y quemaduras. Antes de 1989, Rumania era el cuarto mayor exportador de cáñamo a nivel mundial, responsable de entre el cincuenta y seis y el setenta por ciento del cultivo en Europa, con cuarenta y cinco mil hectáreas cultivadas. Con anterioridad a 1990 fue un país líder en la producción de fibra de cáñamo, el segundo después de China. En la última década ha revivido el interés hacia el cáñamo y se ha producido un aumento en su cultivo y procesamiento.
En cuanto a las variedades sativa e índica, la realidad no es tan propicia, ya que el consumo, venta, posesión, transporte y cultivo son ilegales, así como la compra y venta de semillas. Existen fuertes condenas penales no solo por tráfico sino también por consumo, así que no es recomendable llevar encima ni una pequeña cantidad, y mucho menos consumir en la calle. La posesión es punible y se puede acabar en prisión si la policía te sorprende con algo de maría encima.
Solo está despenalizado el uso terapéutico en algunos casos, aunque no se permite la utilización directa de la marihuana medicinal. En lugar de ello, a finales del 2013 se aprobó el uso de medicamentos que contienen derivados de la marihuana (como el Sativex, de GW Pharmaceuticals) para aliviar el dolor de los pacientes con epilepsia, cáncer, esclerosis múltiple y algunas enfermedades neurológicas.
La posesión de pequeñas cantidades se castiga con una cuantiosa multa (mínimo 120-160 €) si te pillan una vez, y con multa y prisión si reincides (de seis meses a dos años). Aunque nadie garantiza que no puedas acabar en prisión la primera vez. La posesión de grandes cantidades o el tráfico es punible con prisión de tres a veinticinco años, y el consumo se castiga con penas de seis meses a dos años si hay implicación en algún accidente.
Si eres una persona suertuda y con contactos, la única y mejor opción es comentarle tus deseos a algún amigo y que el universo provea. El precio en la ciudad oscila entre 2 y 6 € el gramo para una maría común o entre 10 y 15 € el gramo por una de mayor calidad.
Dado cómo está el asunto, el mejor sitio donde disfrutar tranquilamente y sin miedos de un porrito es en una casa o un lugar que se sepa bien discreto, apartado y fuera del alcance del movimiento de la ciudad. Aun así, si se te ocurre fumar en la calle, nunca hay que bajar la guardia.
Naturaleza en medio del bullicio
El Parque Natural de Văcăreşti está situado en la parte sureste de Bucarest; es el mayor espacio verde de la ciudad, con casi doscientas hectáreas, y el único protegido. Se trata de un humedal que se ha convertido en un ecosistema de carácter natural salvaje creado de manera espontánea donde se tenía que construir un lago para defenderse contra las inundaciones de la capital. Las obras se iniciaron durante la dictadura de Ceaușescu, pero tras su caída fueron interrumpidas y la zona, abandonada. Con más de noventa especies de aves, y también zorros, nutrias, serpientes y muchos insectos, se trata de una manifestación del poder auténtico que tiene la naturaleza para crear vida incluso en medio del asfalto. Ir cerca de la zona pantanosa cuando cae la noche, sentarse al borde de la presa que rodea el lago y escuchar con atención la actividad de sus habitantes es realmente sorprendente. Fumarse un porro aquí en invierno tal vez no sea el mejor plan, pues aunque esté casi vacío y las estampas nevadas ofrezcan un buen espectáculo, el viento a menudo no da descanso. Sin embargo, ahora en verano, cuando el calor apremia, las sombras de los árboles y el frescor de las aguas son un buen cobijo para quien desea darse un respiro del ambiente asfixiante de la capital; y por las noches los parques suelen ser sitios tranquilos donde, en algún rincón apartado y siempre con extrema precaución, se puede prender fuego a la llama cannábica.
La noche de las hadas
En Rumania, justo después del solsticio de verano y durante la noche más corta del año, se celebra la noche de las hadas, la llamada fiesta de la Sânziene, nombre que recibe una planta medicinal llamada cuajaleches (Galium verum), y también el de unas criaturas mágicas femeninas de la tradición popular. Para honrar a estas hadas y simbolizar este punto de inflexión anual, durante la noche del 23 al 24 de junio se encienden hogueras en todo el país y se prende fuego a ruedas de madera que se hacen rodar colina abajo en las zonas rurales. Se cuenta que si pones un ramillete de Sânziene debajo de tu almohada, tus sueños se vuelven realidad.
El año pasado, durante esta mágica noche de calma y equilibrio, a partir de la cual los días se empiezan a acortar, visité un centro termal recién inaugurado en la parte norte de Bucarest. Tiene capacidad para cuatro mil personas y una dimensión de doscientos cincuenta mil metros cuadrados. Lleva por nombre Therme y ha sido resultado de una inversión austríaca en el país vecino. Dentro hay un enorme espacio verde a modo de jardín botánico con miles de orquídeas, especies diferentes de palmeras y hasta un ejemplar de ciento veinte años del árbol de la vida, también llamado árbol de la sabiduría (Ficus religiosa), bajo el cual dicen que se sentó el príncipe Siddhartha encontrando la iluminación antes de convertirse en Buddha. Bajo mi parecer, un expolio botánico en toda regla, procedente de China, aunque en medio de tanto lujo y ostentosidad no sorprenden esta clase de hallazgos.
Para quienes sientan atracción por las aguas termales y las saunas, esta puede ser la materialización de un deseo íntimo de profunda relajación inducida. Con una combinación de dosis perfectas de agua mineralizada, luces de colores, flotación, juegos de temperatura, cascadas, olores agradables y vistas alucinantes, se alcanzan estados deliciosos de consciencia. Si se aliña ligeramente la experiencia, se garantizan momentos indescriptibles de placer y bienestar.
Ajos, estacas y murciélagos
Aunque el príncipe de Valaquia llamado Vlad Dracul, más conocido como Vlad Țepeș (Vlad el Empalador traducido al español), no nació en Bucarest sino en Sighișoara, su procedencia rumana y fama internacional bien valen una mención. Vlad es considerado un héroe nacional, ya que defendió al país de los ataques del imperio Otomano. Fue famoso por sus represalias a enemigos y traidores.
Fue el escritor irlandés Bram Stoker quien se inspiró en su figura para crear el personaje del Conde Drácula, pero Vlad Țepeș no era vampiro ni se convertía en murciélago, a pesar de que existen truculentas historias que relatan que quienes violaban sus leyes eran brutalmente empalados. Las leyendas cuentan que por las noches iba a beber la sangre de quienes había empalado y que cuando murió desaparecieron todos los objetos valiosos de sus propiedades. El castillo de Bran, cerca de Brașov, donde se dice que tuvo su residencia, se puede visitar y es una de las atracciones turísticas del país. Llevad algún ajo, por si acaso.
El espíritu de ‘țuică’, ‘palincă’ y ‘rachiu’
Como he podido comprobar, en algunos de los países del este, las bebidas destiladas caseras tienen una posición importante como manifestación comunitaria en las reuniones sociales y se ofrecen como vínculo con el grupo, con lo cual, es feo decir que no. Son famosas en esas tierras la țuică, un destilado de ciruelas; el rachiu, que es similar al aguardiente de orujo, y la palincă, que puede estar hecha de ciruela, pera, albaricoque, melocotón, manzana, cereza, bayas, miel o membrillo. Toda una delicia de alta graduación.
La primera vez que probé una de esas bebidas, en concreto una palincă casera húngara, fue camino al festival Transylvania Calling en el 2011, encima del remolque de un 4x4, con el calor de un día de agosto, la emoción de la aventura y acompañada de gente de varios países que íbamos a trabajar al acontecimiento trancero, unos en el montaje y avituallamiento, otros dando información sobre drogas y cobijo para los que experimentaban experiencias complicadas con estas. Ahora que recuerdo mis viajes por Rumanía no puedo olvidar aquel primer trago de palincă a plena luz del día: todo un viaje.