Roma
En pleno corazón del casco histórico de Roma, a unos centenares de metros del Coliseo, se encuentran los restos de la Domus Aurea, la Casa de Oro, la monumental mansión hecha construir por Nerón después del famoso incendio que devastó la ciudad en el año 64.
En pleno corazón del casco histórico de Roma, a unos centenares de metros del Coliseo, se encuentran los restos de la Domus Aurea, la Casa de Oro, la monumental mansión hecha construir por Nerón después del famoso incendio que devastó la ciudad en el año 64. Allí residió, probablemente, también el médico personal del emperador: Pedanio Dioscórides. Este, de origen griego, fue el autor de De Materia Medica, una enciclopedia de cinco volúmenes en la cual, como resultado de las amplias investigaciones que había realizado durante sus largos viajes a tierras europeas y asiáticas, catalogó casi un millar de plantas terapéuticas y describió sus efectos. En la obra, por primera vez en Occidente se mencionaba el cannabis. Dioscórides afirmaba que sus raíces y semillas, si bien limitaban el deseo sexual –¡ojo!–, resultaban muy útiles para aliviar inflamaciones, edemas y dolores de oídos.
In memoriam de este pionero estudioso cannábico sería sumamente apropiado encenderse un porrito justo en los alrededores de su morada secular. Además, toda esta zona, la más antigua de la Ciudad Eterna, está repleta de escenarios maravillosos que merecen ser admirados mientras un elixir de hierbas inunda boca y pulmones y agudiza la clarividencia. Sin embargo, desafortunadamente, encontrar marihuana o hachís en las proximidades no resulta nada sencillo. El único sitio cercano donde a veces es posible pillar algo por las noches es el Circo Massimo, aunque hay que tener mucho cuidado, no solo por la calidad, normalmente lamentable, sino también porque no faltan leyendas urbanas acerca de chavales de instituto y turistas desprevenidos que han acabado comprando bolsitas llenas de albahaca o yerbabuena. Así que si el viajero quiere evitar la yerbamala que con alevosía le pueden colar y desea fumarse una buena canna –porro en italiano, tomen nota–, lo mejor es que se desplace a otros barrios más modernos.
La búsqueda de la verde ambrosía
El Pigneto ha pasado en la última década de ser un barrio prácticamente desconocido a ser uno de los lugares más en boga de la “movida romana”. Situado entre Via Casilina y Via Prenestina –dos avenidas con mucho tráfico que desde Porta Maggiore conducen a la periferia este de la ciudad–, ha experimentado un rápido proceso de gentrificación. Sus sugestivas callejuelas, habitadas hoy en día por una población estudiantil y multiétnica, rebosan de bares, pequeños restaurantes, salas de concierto, librerías, tiendas bio y pequeñas galerías de arte. El viajero procedente de Madrid notará seguramente cierto parecido con Lavapiés. Y, como en el céntrico barrio de la capital española, en el Pigneto es muy fácil encontrar fumo (‘hachís’) y erba (‘marihuana’): las dos últimas veces que fui allí a realizar estudios de campo para Cáñamo no tardé ni cinco minutos en bajarme del coche y conseguir ambas cosas.
De hecho, en cuanto se pone el pie en este enclave, de las esquinas y de los bancos se empiezan a escuchar inmediatamente voces y susurros preguntando “¿Quieres algo, amigo?”. Así, dado que la materia prima no falta, la cuestión esencial consiste en saber discernir lo bueno de lo malo y en regatear para que la compra no salga demasiado cara. Aquí, con la debida habilidad, se puede adquirir marihuana y hachís bastante ricos y, si hay suerte, incluso exquisitos. Eso sí, el precio resultará elevado a los ojos de cualquiera que esté acostumbrado a los estándares españoles: es prácticamente imposible conseguir hierba por menos de trece o catorce euros por gramo y chocolate o polen por menos de ocho o nueve. Y esto en el caso de que salga bien el regateo, porque, de entrada, los estimados proveedores no dudan en proponer la verde ambrosía a más de veinte euros por gramo. Hay que subrayar que el alto coste es actualmente una característica general en Roma –y en Italia, con la feliz excepción de las regiones sureñas–, e incluso cuando se dispone de un abastecedor de toda confianza, pillar marihuana a un precio inferior a diez euros por gramo es una rareza y el anhelo de cualquier aficionado al cannabis. Solo si se compra hachís se puede esperar en algún caso llegar a los seis euros.
El año pasado, a causa del comercio que tiene lugar en sus callejones y bulevares, el Pigneto ha sido escenario de algunos episodios de “guerrilla urbana”. A finales de julio, por ejemplo, unos cuarenta ciudadanos de origen africano se enfrentaron con botellas en la mano a una patrulla de carabineros que estaba deteniendo a dos spacciatori (‘camellos’). Batallitas aparte, este barrio proporciona no solo los recursos cannábicos, sino también un ambiente cautivante y vivaz donde estrenarlos. Luego, desde allí, es relativamente fácil llegar en tranvía o con la nueva línea C del metro al Forte Prenestino, un estupendo fuerte del siglo xix que ha sido ocupado en 1986 y que, desde entonces, se ha convertido en el centro social más emblemático de la capital italiana. El sitio merece una visita aunque sea solo para encenderse una canna en los evocadores túneles y galerías que se extienden por sus entrañas o para asistir a uno de los numerosos conciertos, festivales y charlas sociopolíticas que se organizan constantemente en sus amplios espacios. Además, el lector de Cáñamo debería considerarlo una etapa obligada, porque el Forte ha sido, desde su nacimiento, una de las puntas de lanza de la lucha antiprohibicionista romana. Entre la miríada de actividades contra la prohibición que viene promoviendo desde hace años, cabe destacar las fiestas de la siembra y de la cosecha, verdaderas orgías marihuaneras, así como, en tiempos más recientes, varias ediciones de la Cannabis Cup.
San Lorenzo: antifascismo y cannabis
Otro lugar que no se puede pasar por alto es San Lorenzo. Situado detrás de la estación Termini, es un símbolo de la resistencia y del antifascismo. En 1922 fue el barrio que se enfrentó con más vigor a la mussoliniana Marcha sobre Roma y, durante el largo 68, fue un escenario en constante ebullición: algunos de los principales grupos extraparlamentarios de aquel entonces, como por ejemplo, Lotta Continua y Potere Operaio, tenían aquí sus sedes. Frecuentado en el pasado por destacados escritores como Pier Paolo Pasolini y Alberto Moravia, hoy en día sigue manteniendo bastante vivo su carácter izquierdista y alternativo y constituye una de las metas privilegiadas de los estudiantes de la cercana universidad La Sapienza. Para varias generaciones de residentes en Roma ha sido el sitio por antonomasia a donde ir a la hora de procurarse marihuana y hachís, aunque parece que en los últimos años el Pigneto le está quitando la primacía.
De todas formas, encontrar la ambrosía verde en San Lorenzo resulta todavía muy sencillo, sobre todo en los cruces entre Via dei Volsci y Via dei Latini o Via degli Equi. A propósito de calidad y precio, valen las mismas indicaciones señaladas anteriormente. Cabe mencionar también que en Via dei Campani está Hemporium, uno de los pocos grow shops presentes en el centro de Roma, donde es posible hallar lo que hace falta para el cultivo y el consumo, vaporizadores incluidos.
Una vez que el viajero haya conseguido la materia cannábica, por las calles de San Lorenzo puede disfrutarla con tranquilidad. Si en el resto del centro de la capital, a la hora de liarse un porro, es conveniente buscar un rinconcito apartado, en San Lorenzo no hay que preocuparse en exceso de la espada de Damocles de la represión. Un sitio típico donde fumar es la Piazza dell’Immacolata, con una iglesia de estilo neorrománico al fondo; después de la puesta del sol se llena de gente que celebra la noche en una atmósfera extremadamente agradable y jovial.
De la represión a una nueva esperanza
A principios de enero de este año, Ilaria Cucchi ha puesto en su página de Facebook la foto de un carabinero, afirmando que se trata de uno de los asesinos de su hermano Stefano. ¿Quién era Stefano Cucchi? Un treintañero romano que el 15 de octubre de 2009 fue detenido porque llevaba encima 21 gramos de hachís, supuestamente para venderlo por la calle. Una semana después, el 22 de octubre, el joven falleció a causa de múltiples hematomas y lesiones en el estomago, la cara, las piernas, el tórax y la vejiga. Durante los siete días transcurridos entre su arresto y su muerte, Stefano había estado siempre bajo custodia de las autoridades, principalmente en la cárcel Regina Coeli. No caben muchas dudas, por lo tanto, acerca de quiénes han podido ser los responsables de las inhumanas torturas que sufrió en ese lapso de tiempo. Sin embargo, nadie ha sido todavía condenado. Hace poco el caso ha vuelto a avivarse gracias a nuevas revelaciones: por ejemplo, en una conversación telefónica que ha sido grabada, a uno de los cinco carabineros ahora imputados su exesposa le recordaba cuando le contó lo bien que se lo había pasado con sus colegas “dando palizas a aquel drogadicto de mierda”.
Cucchi es la enésima víctima de los abusos perpetrados por las fuerzas armadas italianas. En el momento de su detención, el alcalde de Roma era Gianni Alemanno, quien se pavoneaba de haber aumentado los niveles de seguridad en la capital. Este oscuro personaje, que al cuello lleva siempre una cruz céltica fascista, era compañero de partido de Gianfranco Fini, uno de los dos promotores de la disposición normativa tristemente conocida como “ley Fini-Giovanardi”. Esta, en vigor desde el 2006, equiparó las llamadas drogas blandas a las duras y, consecuentemente, incrementó la represión contra los poseedores y, sobre todo, los vendedores de derivados del cannabis. En el 2010 los reclusos por cuestiones relacionadas con drogas –ya no importaba si se trataba de marihuana o heroína– llegaron a ser 28.000, alcanzando nada menos que el 40% del total de la población carcelaria. Fumar un porro en Roma, entonces, podía costar muy caro.
En mayo del 2014, la Fini-Giovanardi fue declarada por fin inconstitucional. Y en diciembre del mismo año, a raíz de aquella decisión de la Corte Constitucional, el número de presos por drogas había bajado a 18.000, un 33,9% del total. A nivel normativo se ha vuelto a la “ley Iervolino-Vassalli”, promulgada en 1990 y modificada ligeramente por un referéndum en 1993. Ahora, en el caso de ser detenido por venta de hachís o marihuana, la pena prevista puede ir de los dos a los seis años de cárcel. En cambio, la posesión de cannabis por uso personal no es castigada penalmente, sino solo con sanciones de tipo administrativo: la primera vez los policías o carabineros se limitan a inscribir al consumidor en registros específicos de las prefecturas pero, si lo pillan una segunda vez, es probable que adopten medidas como la retirada del pasaporte o del carnet de conducir. Hay que precisar que la distinción entre la posesión por uso personal o con finalidad de venta es arbitraria, en el sentido de que serán los agentes o el juez los que decidan según las circunstancias concretas de cada caso. Desde 1990 alrededor de 700.000 personas han sido puestas en esos registros por uso personal de cannabis en el conjunto del territorio italiano, y cerca de 50.000 en Roma y su provincia.
Actualmente está a la espera de ser debatida en el Parlamento una nueva propuesta de ley que legalizaría y regularía el cultivo, la venta y el consumo del cannabis: cada ciudadano podría cultivar hasta 5 plantas y poseer hasta 15 gramos de marihuana o hachís, mientras que el comercio estaría sujeto a un régimen de monopolio estatal con la concesión de licencias a privados, de manera similar a lo que pasa ya con el tabaco. Como punto de partida se toma el hecho de que Italia es, con España, el país europeo donde el consumo de cannabis está más extendido. La Dirección Nacional Antimafia estima que circulan anualmente entre 1,5 y 3 millones de kg de cannabis y, según el informe anual presentado en el 2015 al Parlamento por parte del Departamento de las Políticas Antidroga, más de doce millones de italianos –el 32% de la población entre 16 y 64 años– han fumado marihuana y hachís alguna vez en su vida, y tres millones y medio lo han hecho en el último año. Se trataría, por lo tanto, de reglamentar una práctica profundamente arraigada en los italianos. Los promotores de la propuesta de ley afirman que, a través de la legalización, no solo se quitaría poder a la criminalidad organizada y se aliviaría el problema de las cárceles abarrotadas, sino que el Estado, gracias a los impuestos sobre la venta del cannabis, recaudaría probablemente varios miles de millones de euros anuales. La propuesta ha sido apoyada ya por 220 parlamentarios –son 630 en total– y 73 senadores –315, en total–, miembros sobre todo del Partito Democratico, de Sinistra Ecologia e Libertà y del Movimento 5 Stelle. Habrá que esperar todavía unos meses para saber si en Italia el 2016 se convierte en el año del cambio cannábico.
Mientras tanto, el viajero que esté visitando Roma, una vez que haya hecho su verde compra en el Pigneto o en San Lorenzo, con la debida cautela, debe volver donde habíamos empezado, cerca de la Domus Aurea y del Coliseo, y, admirando estas seculares maravillas, puede finalmente encenderse un porrito honrando a Dios… córides, obviamente.
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