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Kaz, el guionista de "Bob Esponja" que iba de tripi

Kaz (Hoboken, Nueva Jersey, 1959) es un autor de referencia del cómic underground neoyorkino de los noventa, criado a los pechos de Art Spiegelman en la School of Visual Arts (SVA) de Nueva York y colaborador de cabeceras míticas como RAW o Weirdo.

Kaz (Hoboken, Nueva Jersey, 1959) es un autor de referencia del cómic underground neoyorkino de los noventa, criado a los pechos de Art Spiegelman en la School of Visual Arts (SVA) de Nueva York y colaborador de cabeceras míticas como RAW o Weirdo.

Desde hace veinticuatro años publica semanalmente en la prensa alternativa norteamericana (LA Weekly, New York Reader, The Stranger...) una tira de humor enloquecido titulada Submundo. A principios del año 2000, Kaz –apócope de Kazimiras, el nombre que le pusieron sus padres, inmigrantes lituanos– recibe una llamada de los creadores de Bob Esponja, declarándose admiradores de sus cómics e invitándole a incorporarse al equipo de guionistas de la serie, donde trabaja actualmente.

En España publicó en su día en El Víbora y en Nosotros Somos Los Muertos –la revista de cómic de vanguardia que dirigían Max y Pere Joan–, y cuenta con una legión de fieles seguidores que sin duda recibirán con alegría la reciente publicación de Sidetrack City y otras historias extraordinarias, donde se recogen sus historietas psicodélicas de mediados de los ochenta. El autor nunca ha ocultado su relación con las drogas; en este caso, el ácido y las setas mágicas dieron lugar a visiones y pensamientos inspiradores para componer este volumen. Hablamos con él sobre su obra, su vida y el mundo en general.

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Tal vez la pobreza y los malos tratos de tu infancia en Nueva Jersey, los curros de operario en fábricas y la precariedad de tus comienzos como artista en Nueva York, hicieron que el tono de tus cómics, aunque sean de humor, suelan ir cargados de enfado. “Humor malhumorado”, podríamos llamarlo. Ahora, desde Los Ángeles, habiendo triunfado en la industria de la animación, ¿de dónde sale esa rabia?

Quienes me conocen en persona saben que no tengo mala leche. Me considero un tipo amistoso y me gusta la gente. Pero sí, esa rabia en mi arte venía más de mi infancia: del hecho de ser pobres; de los maltratos físicos de mi madre, que era bipolar; de los enfrentamientos con mi padre, que trataba de obligarnos a que solo hablásemos en lituano... Mi madre estableció un sistema de competición con mis hermanos para ganarnos cualquier cosa, estábamos todo el día a hostias. No se puede decir que hubiera mucho amor ni apoyo en esa casa. Hoy en día simplemente me gusta el conflicto como herramienta para hacer comedia, para hacer reír. Me sale casi como un acto reflejo, se ha convertido en mi estilo. Me encantan las historias de terror y lo que la gente está dispuesta a hacer por salvar la vida.

El joven punk que limpiaba almacenes y trabajaba en cadenas de montaje, dibujando cómics por la noche, ¿ve al exitoso guionista de televisión como un héroe o como un traidor?

¡Guau! Joder, suena como si realmente pensaras que soy un traidor. Al joven Kaz punk le habría gustado saber que acabaría en L.A. haciendo dibujos animados en Hollywood. Soy mi propio héroe. Siempre me gustaron esas películas chorras de fiestas playeras de los sesenta, siempre estuve fascinado por Los Ángeles como ciudad... y el cine negro. Raymond Chandler. Los Ramones también le cantaban a la diversión en su “California Sun”. Mi rollo con el punk no era político, era más una actitud, más relacionado con un concepto artístico. He sido pobre toda mi vida. Desde hace seis años no tengo deudas. No tengo una casa, vivo de alquiler. Gano un dinero razonable, pero trabajo para un programa de televisión, vamos, que tampoco es que me haya hecho millonario escribiendo guiones para Bob Esponja. Una de mis lecturas favoritas era Of Mice And Magic, de Leonard Maltin, y trataba de imaginar cómo sería eso de hacer dibujos animados.

Si hubiera podido, me habría gustado ser toda la vida un bohemio dibujante de cómics underground, pero con las ventas de mis tebeos apenas sobrevivía a base de comida basura. A día de hoy probablemente estaría muerto.

 

‘Sidetrack City’, una ciudad alucinada

¿Me han dicho que Sidetrack City surgió tras tu decisión de dejar de hacer cómic?

Había decidido dejar de dibujar cómics. No me llevaba a ningún lado y la pasta que ingresaba era ridícula. Empecé a trabajar en ilustración dedicándole casi todo mi tiempo. Pero, así y todo, sentía la necesidad de expresarme en viñetas. Volví a dibujar una historieta, pero en secreto, sin decírselo a nadie, sin saber exactamente hacia dónde iba el relato ni tan siquiera con intención de acabarlo. Así empezó Sidetrack City.

Ese extravío sin pretensiones se nota en las historietas…

Era una época convulsa de mi vida. Había pifiado una relación de siete años por una infidelidad, me mudé de Hoboken a Jersey City, allí conocí a Alex Ross (nada que ver con el Alex Ross que dibuja superhéroes para DC), con quien compartí apartamento e iniciamos una relación intelectual y creativa muy fructífera, incluyendo los viajes de LSD, de los que saqué mucho material aprovechable para este libro. Nos metimos en el rollo de las drogas psicodélicas, leíamos libros de arte y filosofía; lo que se espera de unos artistas intelectuales bohemios. Estábamos muy influenciados por The Electric Kool-Aid Acid Test, el libro de Wolfe sobre Ken Kesey. Planificábamos nuestros viajes psicodélicos rodeándonos de material inspirador. Elegíamos la música que nos acompañaría, los libros e imágenes que guiarían nuestro viaje. No dibujaba estando entripado, me limitaba a tomar notas y acumular recuerdos de esas visiones, algunas inspiradoras de paisajes y situaciones presentes en Sidetrack City.

Kaz

¿Cómo eran esas visiones?

Una vez tuve una visión en la que Nueva York era un ser vivo. Como si la superficie fuera su piel, la gente tratara de protegerla echando asfalto y construyendo aceras y edificando sobre ella, a modo de vestuario, como si le pusieran ropas, sombreros, guantes… Bajo la superficie, los túneles del metro eran las venas y las estaciones eléctricas subterráneas eran el corazón y otros órganos. Esa idea la utilicé de algún modo como soporte de Sidetrack City en combinación con elementos de arquitectura clásica y fantástica. Entre las referencias estaba el trabajo del arquitecto nazi Albert Speer, los edificios de Gotham City, que son parte del laberinto mental en el que vivía Bizmark, el protagonista de la historia. Como se puede apreciar en las viñetas del álbum, todo era muy psicodélico. Quería transmitir esa sensación de estar perdido y desorientado, de ser manejado por fuerzas extrañas, recreando la intensa paranoia que puede surgir estando de tripi. Quería hacer llegar la sensación de que lo que estamos viviendo no es más que una ilusión esquizofrénica transcurriendo al otro lado del telón de la verdadera realidad. Al mismo tiempo, quería que fueran unos dibujos con los que te pudieras entretener mirándolos, sin preocuparme por el estilo ni proporciones, lo único de lo que estaba pendiente era de cómo me sentía yo en ese preciso instante.

¿Cuánto tiempo te llevó terminar Sidetrack City?

Tres años. Era una declaración artística de intenciones sobre quién era yo y cómo me encontraba en ese momento espacio-tiempo. No fue mi única labor en esos años; durante ese mismo período, hice historietas para el National Lampoon, lo que me obligó a desarrollar mi vis cómica. También, como era colega de Gary Panter, me encargaban ilustraciones para hacer el merchandising del show de Pee-wee Herman, que por entonces funcionaba como un tiro. Glenn Head puso en marcha Bad News, publicación con la que también colaboré y que se acabó convirtiendo en Snake Eyes, de la que fui coeditor. Una revista que reunía lo más talentoso del cómic neoyorquino surgido de la SVA y de RAW. Empecé a dibujar la tira semanal de Submundo, publicaba en revistas generalistas y en el Heavy Metal... También hacía un programa nocturno de radio en la WFMU, llamado Nightmare Lounge; nos emborrachábamos en directo y entrevistábamos a los colegas: Peter Bagge, Gary Panter, Robert Williams, Mark Newgarden, Joe Coleman… La música que pinchábamos bien podría ser una banda sonora para este libro: The Residents, Clock DVA, David Bowie, Philip Glass, el “Don’t be scared” de Daniel Johnston, Eno, Kraftwerk, Nick Cave, las fugas de Bach y Esquivel.

Tres años dan para mucho, por lo que me cuentas, ¿influyó tanta actividad en este cómic?

Al principio me enfrentaba a cada historieta como si estuviera haciendo algo muy importante. Trataba de que todo tuviera una altura artística. La palabra pretencioso no la consideraba como algo malo. Pero cada vez tenía más fechas de entrega, plazos más cortos y más trabajo de humor, así que aprendí a relajar mi estilo, a aceptar y permitir que mis dibujos pudieran ser más crudos, toscos, más naturales, en definitiva. Por fin había entendido en qué consistía hacer cómics.

 

Los botones del traje de astronauta

En tus historietas hay un tufo nihilista, un “no future” que lo impregna todo. ¿Tan mal está todo?, ¿vamos hacia el desastre?

Tampoco creo que el desastre sea una cosa inminente. Es solo un deseo. Todo seguirá funcionando una buena temporada antes de que jodamos la Tierra lo suficiente como para que no podamos vivir en ella. El oxígeno es un gas que cuando apareció en el planeta se cargó todos los organismos vivos que había en aquella época. Sí que me gustaría ver el fin del mundo, claro que sí. ¿Por qué no?

Nunca has ocultado tu relación con las drogas. De hecho, si no recuerdo mal, creo que salvo la heroína, has tenido épocas de meta, cristal, hierba, alcohol, ácido, setas... ¿Cuál dirías que es la droga que más te ha aportado humana y profesionalmente o la que mejor se adaptaba a ti?

No puedo asegurar que el hecho de tomar drogas psicodélicas mejorara la calidad de mi trabajo artístico, pero desde luego han mejorado mi vida. Por un lado era divertido y apasionante investigar ese mundo tan curioso y sentir cómo vivimos en un reino de enormes posibilidades creativas. La base de mi crecimiento como persona fue confiar plenamente en mi parte creativa y dejar que fuera ella la que estuviera al mando, que cuidara de mí y de las personas a las que amo.

California, donde actualmente resides, parece estar dando serios pasos hacia la legalización de la marihuana. ¿Qué opinas al respecto? Y sobre la legalización de otras drogas, ¿cómo lo verías?

Actualmente tenemos marihuana medicinal al alcance de la mano, cualquiera puede quejarse de dolores de cabeza y conseguir una tarjeta que le permita comprar marihuana. Me encantaría que fuera totalmente legal. La marihuana es mucho menos nociva que el alcohol, por ejemplo, más allá de su indiscutible utilidad médica.

Pienso que muchísimas drogas deberían ser legalizadas. El LSD y las setas mágicas deberían ser legales. No me puedo creer que haya gente que no vaya a probar el ácido o las setas en toda su vida. Es como pasar por la vida sin probar el sexo o no haber tenido nunca un orgasmo. Cuando nacemos, tenemos la suerte de que nos regalen un traje para viajar por el espacio, nuestro propio cuerpo. Pues bien, yo quiero apretar todos los botones que hay en ese traje.

Sidetrack city

Sidetrack City y otras historias extraordinarias
Autsaider Cómics. PVP: 17€ 

 

Otros libros de Kaz

En castellano, podemos encontrar Submundo y Submun-dos (Autsaider Cómics 2012 y 2014), recopilatorios de su tira semanal Underworld, un universo paralelo habitado por gatos que fuman, paletos incestuosos, dibujantes fracasados y niños politoxicómanos. Este año, Fantagraphics Books ha compilado todo este material, incluyendo su producción más reciente, en un solo volumen, Underworld: From Hoboken to Hollywood, donde se recogen las más de mil historietas de esta serie.

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