Las copas cannábicas en el estado español nacen como un acto reivindicativo por la legalización de la marihuana, a la vez que se aprovecha para organizar un acto lúdico-festivo.
Los orígenes por estos lares pueden estar en la jornadas “marianas” organizadas en Osona (BCN) a finales de los 80. Allí, en casas alejadas de la civilización, se reunía una veintena de amantes de la maría en torno a una mesa en la que se mostraban las cosechas. Ya en aquella época todos pensaban que la suya era la mejor de todas, pero, al final, triunfaba aquel al que más le pedían que compartiera sus semillas.
No fue hasta 1997 cuando la asociación madrileña AMEC organizó su primera copa. Eran los socios que participaban tanto como concursantes como de jueces catadores. También había un jurado que otorgaba algún premio. Este acto se comunicó y se reseñó en la prensa. Fue noticia antes y después, ya que la policía provocó lo suficiente para serlo. A partir de aquí empezaron a organizarse sin miedo por toda España: siguió Málaga con la Bella Flor y, al año siguiente, se apuntaron los vascos con la Txapelketa. Los gallegos de Legaliza lo intentaron, pero la Guardia Civil les boicoteó la fiesta con un exagerado operativo. La cuestión era hacerse unas risas en compañía y aprovechar la fiesta para salir en radios, televisión y prensa reivindicando el cambio de estatus de la planta. Desde entonces, asociación cannábica que se precie, copa que organiza.
En el 2006, con motivo de la organización de la Champions Cannabis Cup compitieron por primera vez exclusivamente los profesionales del cultivo. Y para juzgar las muestras se repartieron entre las organizaciones sociales representadas por los clubs cannábicos. Eran los usuarios, socios de estos clubs, los que reunidos comentaban y decidían qué variedad les gustaba más, y, como sobre gustos no hay nada escrito, eran las más puntuadas por los usuarios las que acababan ganando. Aquellos resultados servían para mostrar a los expertos los caminos a seguir cultivando las preferencias del consumidor. En una gran fiesta en la sala Caracol de Madrid se repartieron los primeros premios de la Champions Cannabis Cup, lo que hizo el suficiente ruido para que los medios generalistas hablaran sobre ello.
Ahora ha nacido una nueva modalidad de concursos. Se acabó la fiesta, no más catas entre risas y nada de acto reivindicativo: las muestras participantes se envían directamente a analizar y las campeonas serán las más ricas en cannabinoides, como si la más alta en THC fuera la preferida de los usuarios, ¡qué barbaridad! ¿Os imagináis una cata de vinos donde el premio se otorgue al que tiene más grado alcohólico, obviando el paladar, el olfato y el “globo”? Parece que se lo quieren poner fácil a la industria de extracciones alejándose del motivo para lo que nacieron estos concursos festivos y reivindicativos.