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No hay pruebas de que los pinchazos sean intentos de agresiones sexuales facilitadas por drogas

Por ahora, ni las autoridades sanitarias ni las policiales han encontrado rastros de ninguna sustancia ni se han registrado intentos de agresión sexual.

Las noticias sobre los pinchazos a mujeres siguen aumentando en España, pero todavía no hay ninguna prueba que aclare si estamos ante intentos de agresiones sexuales. Por ahora, ni las autoridades sanitarias ni las policiales han encontrado rastros de ninguna sustancia usada para provocar una sumisión química tras uno de los pinchazos, ni tampoco se ha registrado un solo caso en el que se haya producido un intento de agresión sexual.

Ayer, Energy Control, la ong especializada en consumos de drogas y reducción de riesgos, emitió un comunicado en el que reunía varios aspectos técnicos relacionados con el uso de drogas inyectadas que obligan a poner en duda el creciente alarmismo generado en torno a los casos de pinchazos. El comunicado recuerda que “inyectar una sustancia requiere conocimiento médico y técnico” y que “resulta difícil, para una persona no capacitada, realizar este tipo de inyección con precisión, especialmente en un entorno con poca luz y movimiento, como un club nocturno o un bar.”

Según la ong, las sustancias inyectables son más difíciles de obtener y más difíciles de administrar, y las inyecciones son un método de administración doloroso, por lo que “no resultan un método eficaz, sea cual sea la intencionalidad, si el objetivo es que la persona no se dé cuenta”. Desde Energy Control apuntan que las sustancia que más veces están presenta en casos de agresiones facilitadas por drogas son el alcohol y “sustancias comunes como las benzodiacepinas”, mientras que sustancias como la escopolamina (la llamada burundanga) “son extremadamente infrecuentes a la luz de los últimos datos toxicológicos publicados.”

A pesar de que el número de agresiones sexuales facilitadas por drogas y realizadas con premeditación han aumentado en los últimos años, estas siguen produciéndose en mucha menor cantidad que las agresiones oportunistas, es decir, aquellas en las que el agresor se aprovecha del estado de ebriedad de la víctima sin haberla drogado en secreto. Además, las agresiones perpetradas por parte de personas desconocidas representan una minoría del total de agresiones sexuales, mientras que en la mayoría de los casos que se producen los agresores son personas conocidas del entorno de las víctimas.

Varios profesionales sanitarios y expertos en intervenciones sobre drogas y violencia de género consultados para un reportaje publicado en elDiario.es, aseguran que los casos de pinchazos que se han producido hasta ahora implican varios riesgos, aunque no se trate de pinchazos pensados para realizar agresiones sexuales. Por un lado, la noticias y la amplificación del fenómeno por parte de los medios crea un clima de miedo que tiene un efecto intimidatorio sobre las mujeres, en especial las jóvenes que acuden a en torno de ocio nocturno. Por otro lado, los pinchazos, aunque no se realicen para inyectar sustancias, conllevan el riesgo de lesiones y contagio de enfermedades como la Hepatitis.

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