El artículo se apoya en imágenes seriadas, cambios en la alfa-fetoproteína (AFP) y seguimiento prolongado. Sin embargo, los aceites se adquirieron a un proveedor online no identificado, la composición provino del etiquetado y no hubo certificación GMP ni monitoreo estructurado de eventos adversos, lo que limita la interpretación clínica.
En el caso A, un hombre de 82 años con un tumor de 10 cm empezó a consumir aceite rotulado con 10% de THC y 5% de CBD administrado en dos gotas sublinguales, tres veces al día. A los seis meses, el dolor abdominal cedió, la AFP bajó a 2 µg/L y la lesión se redujo a 5,1 cm por resonancia. Cerca de dos años después ya no era detectable y, casi ocho años tras el diagnóstico, no se observó recurrencia.
El caso B fue un hombre de 77 años con un tumor principal de 15,6 cm y otra lesión. Tras rechazar opciones paliativas, comenzó a ingerir un aceite con 15% de THC y 2% de CBD con una frecuencia de cinco gotas sublinguales, dos veces al día. A los tres meses los tumores bajaron a 9,2 y 1,9 cm. La tomografía posterior no mostró tumor viable y el seguimiento cercano a cinco años no registró recaída.
Para los autores, la clave es la regresión espontánea del carcinoma hepatocelular es rara (se ha estimado cerca de 0,4%) y a menudo transitoria, por lo que una coincidencia extraordinaria no puede descartarse. Aun así, el reporte dialoga con evidencia preclínica sobre posibles efectos antitumorales de cannabinoides y con la puesta en marcha de un estudio piloto prospectivo con aceite 10% THC/5% CBD.
Sin embargo, se requiere de una investigación un poco más acuciosa con respecto a la procedencia del aceite, ya que mientras los extractos circulan en mercados legales y grises, sin claridad y respaldo de lo que enuncian sus etiquetado, estos casos recuerdan que la estandarización, dosis y vigilancia, son de suma importancia para avanzar en estudios posteriores.