La idea está en dejar de plantar enormes extensiones de marihuana y obtener los cannabinoides deseados a través de la manipulación genética en la asepsia de un entorno controlado.
Son el productor canadiense de cannabis medicinal Cronos Group Inc. y su nuevo asociado, Ginkgo Bioworks Inc. (en la imagen el fundador Tom Knight con cuatro de sus empleados), una compañía estadounidense de biotecnología fundada por científicos del MIT, quienes están detrás de esta innovadora propuesta.
Este acuerdo entre las empresas supone una inversión de 122 millones de dólares para replicar, a través de ingeniería genética, los compuestos activos en la marihuana. Ginkgo trabajará con Cronos con la intención de identificar los cannabinoides raros que aparecen en pequeñas cantidades en la planta, que tienen aún mayor potencial médico que los conocidos THC o CBD, con el fin de extraer el ADN y producirlos en un laboratorio.
Las acciones de Cronos subieron en la bolsa de Toronto hasta un 16 por ciento tras conocerse la noticia. Parece que si la propuesta saliera adelante estaríamos ante un cambio de paradigma en el recién estrenado mercado de la marihuana.
Son evidentes algunos beneficios del trabajo en laboratorio: la síntesis de los componentes no está sujeta a condiciones climáticas o de crecimiento de las plantas, o a variables políticas regionales. Todo es más consistente, predecible y, por lo tanto, más rentable. El CEO de Cronos Group, Mike Gorsenstein, piensa que lo que Gingko quiere hacer se puede parecer a llevar un coche de fórmula uno en una carrera a pie. Sin exagerar.