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¡Bienvenidos a la capital mundial de la cocaína!

Reproducimos a continuación el discurso inaugural de Julián Quintero en la última Conferencia Internacional sobre Reducción de daños (HRI25, The Harm Reduction International Conference) celebrada en Bogotá a finales del pasado abril. 

En este encuentro que se celebra cada dos años se dan cita más de un millar de delegados y ponentes –incluidos trabajadores sanitarios de primera línea, académicos, investigadores, responsables políticos, representantes de la ONU, personas que consumen drogas, profesionales del sexo y personas que trabajan en el sistema jurídico y penal– para compartir las últimas investigaciones y debates sobre las mejores prácticas en el consumo de drogas, la reducción de daños y los derechos humanos.

Con apoyo de otras organizaciones civiles locales, así como instituciones públicas nacionales como el ministerio de Salud, el ministerio de Justicia y el ministerio de Relaciones Exteriores, la corporación Atención Técnica y Social (ATS) fue la que postuló a la capital de Colombia para la celebración de esta conferencia internacional. A Julián Quintero, como director de ATS, le correspondió dar la bienvenida a los asistentes con un discurso que puso en valor a Colombia como anfitrión, reclamando para su país un protagonismo decisivo en el cambio de las políticas de drogas.

¡Bienvenidos a la capital mundial de la cocaína! Este es un saludo que les da escozor y pena por lo que nos ha tocado vivir, porque nos han hecho pensar que el problema son las drogas y no la prohibición. Estoy seguro de que en unas décadas el sentimiento será diferente cuando hayamos superado la prohibición que hoy nos impone el miedo de hablar de las drogas, que nos veta los temas, que nos pone límites, que instaló al policía en nuestras cabezas. ¡Bienvenidos a la capital del país que más ha sufrido el costo humano y social de la prohibición!

Aquí en Colombia nos volvimos expertos en innovar para fracasar en la prohibición, hemos vivido el fracaso de la fumigación, la extradición, la guerra, el encarcelamiento, la sustitución de cultivos, y nada, nada ha podido detener el aumento del cultivo, el procesamiento y el consumo.

Pero también nos estamos volviendo expertos en innovar para la regulación. Hoy estamos aquí echándole más tierra a la tumba de la prohibición para que germine la vida. Porque un mundo sin drogas es imposible, tenemos que aprender a convivir en paz con ellas y para eso ha llegado la reducción de daños.

La culpa no es de las drogas, es de la prohibición

No ha sido fácil llegar hasta aquí, hace unos años la reducción de daños no estaba de moda y no mostraba tanto volumen de evidencia como el que tenemos hoy en día. Actualmente, son la reducción de daños, el análisis de sustancias, el uso de naloxona, el análisis con tiras reactivas, las salas de consumo supervisado, los factores fundamentales que han logrado contener la crisis por sobredosis de fentanilo. La pandemia por drogas más fuerte de los últimos 150 años no se está resolviendo persiguiendo narcos mexicanos, ni imponiendo aranceles a China, se está resolviendo con la reducción de daños comunitaria venida desde abajo y yendo hacia arriba. Es la reducción de daños la que ha empezando a contener la crisis que nació como consecuencia de la avaricia, el consumismo, el capitalismo y la corrupción de farmacéuticas, de parte del personal médico y de las agencias regulatorias.

“Nuestro objetivo como sociedad debe ser la legalización de la cocaína en el mediano y largo plazo, y para eso hay que agitar la conversación sin miedo y con respeto a la evidencia”

Muchos de los que están hoy aquí sentados, hace 15 años, cuando empezamos a analizar sustancias y entregar jeringas limpias en Colombia, despotricaban del enfoque, hablaban mal de nosotros, decían (y aun lo dicen muchos) que promovemos el consumo de drogas, que estamos envenenando a los niños y niñas… Nos amenazaron con llevarnos a la cárcel y decían que la reducción de daños no era más que una promoción del consumo. Pero hoy están aquí, y los recibimos con los brazos abiertos y no los culpamos, porque el prohibicionismo tiene como objetivo no solo dividirnos, sino también prohibirnos hablar de drogas si no es para satanizarlas y decir que son malas, como si la culpa fuera de las drogas y no de la prohibición. 

Es necesario abrir el campo de la sociología de las drogas, entender cómo las sustancias han moldeado nuestras relaciones sociales, no solo en los efectos de socialización e interacción social que produce el consumo –como el aumento de la libido, la empatía, la curiosidad, la verborrea, la sensualidad, la deshabituación–, sino el impacto que produce en nuestra sociedad la prohibición de las drogas, cómo el narcotráfico ha moldeado nuestra sociedad, ha permitido el rápido ascenso social, ha modificado nuestra escala de valores, ha debilitado las bases éticas de nuestra sociedad.

Audiencia de la HRI25, The Harm Reduction International Conference, celebrada en Bogotá.

Audiencia de la HRI25, The Harm Reduction International Conference, celebrada en Bogotá.

¡Bienvenidos a la reducción de daños!

Todos son muy bienvenidos a abrazar la reducción de daños pero teniendo en claro que:

1) la reducción de daños no es solo salubrista, también es muy comunitaria, activista, política y solidaria.

2) La reducción de daños no es para llevar a las personas engañadas a la abstinencia. La abstinencia se puede lograr, pero no es el principal objetivo. 

3) La reducción de daños más que salud pública es una reivindicación del derecho de las personas usuarias que nos movilizamos para cambiar las políticas de drogas.

4) La reducción de daños es el enfoque que nos prepara para vivir en el mundo con drogas reguladas que se nos aproxima en los próximos 50 años.

5) La reducción de daños es la puerta para gestionar nuestros placeres y sacar el máximo beneficio a las sustancias, para ser mejores personas y mejor sociedad mientras minimizamos al máximo los impactos negativos de dichas sustancias.

6) La mejor reducción de daños será la legalización y regulación de las drogas, de la marihuana, la cocaína, la heroína.

Una nueva generación para el cambio

HRI25, The Harm Reduction International Conference

Colombia es uno de los países del mundo que actualmente brinda más oportunidades para impulsar las reformas de políticas de drogas desde el sur global, sufre todos los días con los impactos negativos del fracaso de la prohibición, cuenta con un impulso constante en las reformas por parte del poder judicial, con una sociedad civil fuerte y organizada para movilizar este cambio y con una nueva generación política que se está atreviendo a plantear discusiones y reformas incómodas para el futuro. Colombia está pasando de los discursos de cambio a la acción, no es fácil por el trauma que recae sobre nosotros por la violencia de los narcos o la resistencia de los aplicados defensores de la prohibición.

En Colombia hay toda una serie de reformas que han permitido el avance de la reducción de daños. Gracias al activismo y a la colaboración de la Justicia contamos con el derecho al autocultivo de 20 plantas para el consumo, la despenalización de la dosis personal, la dosis de aprovisionamiento, la sala de consumo supervisado, políticas públicas en la buena dirección. Es cierto que falta el cambio cultural y generacional, los que hoy son mayores y están dejando el liderazgo morirán con las botas de la prohibición puestas, y no cambiarán de opinión por más evidencia que les brindemos.

Hace poco me preguntaban qué hacía falta para materializar y concretar el fin de la prohibición y una nueva política de drogas. Mi respuesta fue una nueva generación; y esa nueva generación son ustedes, porque ya toda la evidencia está sobre la mesa, ya nos hemos saciado de demostrar por qué son más dañinas las políticas prohibicionistas que las drogas y cómo la regulación de los mercados y la reducción de daños hacen menos dañinas las drogas, y no solo eso, sino que nos permiten sacarle beneficio terapéutico, medicinal, social, individual y placentero.

Bienvenidos a la capital mundial de la cocaína Por Julian Quintero

Mi generación recibió el legado de una masa crítica que levantó la mano para decir que la prohibición no funcionaba. Mis antecesores pusieron en evidencia que las drogas no se prohibieron por dañinas sino para perseguir grupos minoritarios que reivindicaban derechos, que querían migrar o se oponían a la guerra. Así recibimos el legado de estos rebeldes que se atrevieron a entregar jeringas, suministrar medicamentos, analizar drogas para salvar vidas, pese a que era ilegal y muchos fueron a la cárcel. Mi generación se encargó de dar los primeros pasos y hacer los primeros experimentos de legalización, de romper el consenso internacional de Viena, de convertir la reducción de daños en políticas públicas y leyes, de elevar la práctica comunitaria a políticas públicas.

Ahora está en sus manos masificar este cambio. La nueva generación, especialmente en Colombia y Latinoamérica, ya no sufre el síndrome de Pablo Escobar y el trauma que sí tiene la generación precedente cuando piensa que el problema son los narcos y no la prohibición. Para la nueva generación Pablo Escobar es el pasado, es historia y no es el presente, y eso nos libera de muchos traumas y muchas taras. La nueva generación podrá comprar marihuana legal y analizar sustancias el día que decidan tomarlas, eso no ocurría en nuestra época, era delito, y este detalle cambia mucho las cosas.

La nueva generación está llamada a desprenderse de esa práctica segregacionista que construye discursos a partir de diferenciarse o atacar al otro. La coca no es cocaína, dicen unos, pero sí coca también es cocaína; los cannábicos no somos yonquis, pero sí, ambos somos consumidores; los autocultivadores no somos dealers, pero ambos proveemos sustancias; los que hacen prevención no somos los que hacemos reducción de daños, pero a todos nos interesa reducir el impacto negativo de las drogas; los del Norte no somos los de Sur, pero todos hacemos parte de un mismo planeta. Es nuestra responsabilidad ética superar la construcción segregacionista y comparativa de nuestra realidad, reconocernos a todos en las diferencias como partes de un todo. Esto será una de las claves para superar la prohibición.

¿Y las redes sociales? Mejor cara a cara

Bienvenidos a la capital mundial de la cocaína Por Julian Quintero

Las redes sociales se nos quedaron pequeñas para sacar adelante nuestras causas sociales. No podemos cambiar el mundo si no nos permiten hablar de él. En las redes sufrimos el exceso de censura y regulación por parte de las plataformas, no podemos hablar de la reducción de daños en consumo de cannabis porque creen que estamos vendiendo cannabis. Y, a la vez, está la falta de regulación y el excesivo privilegio al conflicto y la mentira. Las redes sociales le han hecho creer a muchas personas que su opinión es importante o válida y no es así, muchas personas son sumamente tóxicas y solo quieren destruir, pero encuentran en las redes comunidades de odio que aplauden posturas destructivas y acaban con años de investigación, argumentos y evidencias en minutos a golpe de likes.

Que las redes sociales no estén a la altura del cambio histórico nos obliga a volver a la realidad, a la conversación cara a cara, a la interacción con la comunidad. Hoy en día lo realmente revolucionario no es estar conectado, es estar desconectado de las redes y las pantallas, mientras se está presente con las personas cara a cara, abrazándonos. Las redes sociales están fracasando en la idea de ayudarnos a ser mejor sociedad, debemos volver de nuevo al cara a cara.

Gran parte de los cambios que hoy vivimos y vemos en las políticas de drogas en el mundo han venido de la sociedad civil y de las personas que consumimos drogas. Era muy importante que el liderazgo de este tema lo tomáramos las personas que usamos drogas en el mundo porque era inconcebible que fuera liderado por quienes nunca ni siquiera las habían probado. El cambio de la estructura política, legislativa, mediática, normativa y cultural ha venido de abajo hacia arriba, como los grandes cambios de la historia, y eso nos garantiza la materialización del éxito en las próximas décadas. Siempre nos dijeron que era imposible, pero aquí estamos, contra todas las presiones, porque no solo confiamos en la evidencia, la ciencia, la investigación, los datos, la realidad que vivimos todos los días y nuestras experiencias con las drogas, sino que, ante todo, confiamos en nosotros mismos, en que esto no era correcto y había que cambiarlo. La sociedad siempre nos dijo que las drogas no nos llevarían a ninguna parte, y gracias a Dios las he conocido, han sido mi estilo y proyecto de vida y a ellas les agradezco haberme traído hasta aquí, en tan buena compañía.

Sin embargo pese a todos estos avances en la dignidad de las personas usuarias, la sociedad sigue culpándonos por ser consumidores: que si los turistas que viene a Medellín a usar drogas se lo buscaron, que si las jóvenes que asesinan en los barrios por la venta de drogas se lo buscaron, que si las muertes por sobredosis en Estados Unidos se lo buscaron, que si los chicos muertos en las fiestas por usar éxtasis se lo buscaron… y, así, todo el que usa drogas y muere es porque se lo ha buscado, y eso no es cierto. Nadie consume drogas para morirse, consumimos drogas para estar bien no para estar mal, pero la prohibición hace que muramos por falta de información, derechos, servicios y justicia.

Legalicemos la cocaína

Bienvenidos a la capital mundial de la cocaína Por Julian Quintero

Estamos ahora en una coyuntura internacional complicada debida a la amenaza de la descertificación de Colombia en materia de drogas por parte de los Estados Unidos. Estados Unidos es experto en echarle la culpa a otros de los problemas que ellos engendraron y en responsabilizar a otros de las muertes evitables que ha sufrido su pueblo por temas de drogas. Pero ¿saben qué?, que ojalá nos descertifiquen para liberarnos y hacer lo que todos sabemos que se debe hacer para superar esta ola de violencia de más cuarenta años por cuenta del narcotráfico en Colombia. Me refiero a la legalización de la cocaína. No es tarea fácil, como demuestran las polémicas que se crean cuando el presidente dice que el whisky es más dañino que la cocaína, algo que es cierto. Regular la cocaína será la mejor estrategia de reducción de daños para la violencia en Colombia.

El control del mercado de la cocaína por un solo actor con fuerza reduce las muertes, la violencia y la corrupción. Así quedó demostrado en 2015, el año con menos muertos en los últimos cincuenta años, un año antes del proceso de paz, cuando las FARC controlaban el territorio de la coca, tenían las armas y estaban en tregua con el Gobierno. Así es que la mejor manera de combatir a los grupos narcotraficantes, que son la fuente de la violencia y la corrupción, es tomando el control del negocio por parte del Estado. Porque el que tiene el control del negocio tiene el control sobre la vida. Recuerden el lema aquel de “Droga prohibida, mafia agradecida”, y cambiémoslo por el de “Coca regulada paz garantizada”.

Nuestro objetivo como sociedad debe ser la legalización de la cocaína en el mediano y largo plazo, y para eso hay que agitar la conversación sin miedo y con respeto a la evidencia. A corto plazo, el legado que debe dejar este Gobierno y esta conferencia, es definir un presupuesto estable para la prevención, la reducción de daños y la atención en la Salud Pública al tema de drogas. Las acciones en salud del tema de drogas no pueden seguir dependiendo de la cooperación internacional, tampoco de la voluntad política del gobierno de turno, debe depender de recursos específicos. Una parte de los impuestos al alcohol, la nicotina y la marihuana en el futuro deben ir a esto, una porción importante de los bienes incautados al narcotráfico debe ir a la atención. Sobre el papel, la reducción de daños, la prevención, la atención y la salud pública están ya en las políticas de drogas desde el año 2007, pero lo que no está es el presupuesto, y lo poquito que hay se disuelve entre la burocracia, la prohibición y el enfoque salubrista. Tenemos la oportunidad de dejar un legado histórico involucrando de manera clara a las organizaciones sociales y comunitarias en la implementación de las reformas de política de drogas. Es gracias a nuestras organizaciones civiles que el país y los gobiernos sacan pecho, gracias a nuestro trabajo de décadas. Es hora de reconocerles a la comunidad ese trabajo, ampliando su capacidad y sus posibilidades. No sirven los discursos si no hay presupuesto.

Disfruten mucho de nuestro país, disfruten de la conferencia, hagan turismo y tengan mucho cuidado con las sustancias. Tenemos las sustancias más baratas del mundo y de muy buena calidad, tenemos espacio para consumo seguro, tenemos servicios de análisis de sustancias, también la ley nos protege por el porte y consumo. Nunca una conferencia y un país han brindado tantas posibilidades y garantías como hoy lo hacemos aquí en Colombia. Aquí nadie discrimina, nadie segrega, todos ayudamos, esto es el paraíso, así que el resto queda en sus manos, tomen decisiones informadas y responsables, siempre estén acompañados y no consuman nada que les dé un desconocido porque las drogas también las usan para hacer daño. Están en Colombia.

Y les necesitamos a todos vivos para seguir con esta causa.

Audiencia de la HRI25, The Harm Reduction International Conference, celebrada en Bogotá.

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