¿Eres novato en el cultivo de cannabis? ¿Quieres tener éxito en tu primera cosecha? Sigue nuestras recomendaciones y lograrás cosechar sin grandes complicaciones. La marihuana es fácil de cultivar si no cometes errores graves y dejas que la naturaleza haga su trabajo.
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Empieza el año y, con él, la nueva temporada de cultivo. Los que ya lleváis años plantando conocéis las necesidades básicas del cannabis, pero para aquellos que empezáis este año a cultivar, vamos a repasar qué es lo más importante para obtener buenos resultados.
El cannabis es una especie fuerte y resistente, capaz de crecer y desarrollarse en climas muy diversos y en casi cualquier latitud, siempre que se escoja la genética adecuada. En España contamos con un clima privilegiado para cultivar marihuana. Tenemos una primavera y un otoño templados y no excesivamente húmedos, salvo en algunas regiones del norte o de montaña. El verano, seco, cálido y muy soleado, es ideal para el desarrollo de la floración. La mayoría de las variedades, salvo las sativas más puras y de cosecha más tardía, tienen tiempo de madurar en casi todas las regiones antes de que llegue el frío.
En España contamos con un clima privilegiado para cultivar marihuana
Es importante comprar semillas de calidad, desarrolladas por bancos de semillas de prestigio, para no sufrir sorpresas desagradables. No hay nada peor para el cultivador que encontrarse con que su planta resulta ser hermafrodita o hace cogollos pequeños y sin potencia, solo por ahorrarse unos pocos euros en las semillas. Hay muchas variedades de calidad que no valen más de tres o cuatro euros por semilla. Es cierto que, comparadas con las semillas de otro tipo de plantas, las de cannabis son más caras, pero, si tenemos en cuenta que cada planta puede dar decenas o centenares de gramos de cogollos, el coste de la semilla no es más que una pequeña fracción del valor de la cosecha. Debemos valorar la labor de los bancos de semillas y sus criadores, que trabajan en condiciones de riesgo por la situación legal del cannabis. Gracias a ellos disponemos de variedades mucho más productivas y potentes que las que había hace pocas décadas y, sobre todo, podemos saber con precisión qué estamos sembrando y qué vamos a cosechar. Un buen banco de semillas nos dará una información de una gran utilidad sobre cada variedad: composición genética, tamaño esperado, tiempo de floración y fecha aproximada de cosecha, tipo de efecto psicoactivo, fortalezas y debilidades de cada planta, etc. Sembrar semillas desconocidas es jugársela: tal vez después de meses cuidando las plantas descubramos que los cogollos no valen nada, que la planta no acaba de florecer hasta que ya ha llegado el frío o que se hace de tres metros cuando necesitábamos una genética pequeña para el balcón.
Antes de comprar las semillas deberemos decidir dónde las cultivaremos. Lo ideal sería poder escoger un lugar muy soleado, pero la realidad es que la mayoría no podemos elegir y debemos adaptarnos a lo disponible: balcones, terrazas, patios, jardines y huertos, todo sirve siempre que reciba al menos cinco o seis horas de sol directo cada día. En realidad, si no tenemos otra cosa, también podemos apañarnos con menos horas de sol, aunque los resultados serán algo peores y las plantas crecerán menos. Conozco un cultivador que solo dispone del alfeizar de una ventana muy soleada en la que le caben tres autoflorecientes pequeñas, pero es capaz de hacer tres cosechas por temporada. En función del lugar hay que escoger qué tipo de semillas comprar para que se adapten bien. Si no sabes por cuáles decidirte, habla con el vendedor del grow shop o pide consejo a otros cultivadores más experimentados.
Gracias a los bancos de semillas disponemos de variedades mucho más productivas y potentes
El sustrato es el medio en el que viven las raíces que captan el agua y los nutrientes necesarios para crecer. Al igual que pasa con las semillas, ahorrar unos pocos euros comprando tierra de mala calidad o reutilizando la tierra de la temporada pasada nos dará problemas y puede hacernos perder la cosecha. ¡Ojo!, la tierra se puede reutilizar pero hay que saber cómo hacerlo, y este artículo está destinado a cultivadores novatos sin experiencia. Por eso aconsejo comprar sacos de tierra nueva con buen drenaje, del tipo light mix (‘mezcla ligera’), que venden los grow shops. La tierra que venden en las tiendas normales de jardinería también vale, pero muchas veces drena peor que las específicamente diseñadas para el cannabis. De nuevo, si sabes lo que haces, puedes comprarla y mejorar el drenaje añadiendo perlita o lava volcánica, pero si eres completamente novato, mi consejo es que dejes que te aconsejen en un grow shop.
Las macetas sí que no tienen mucho misterio: cualquiera vale siempre que sean bastante grandes. Al menos de diez a quince litros para las variedades autoflorecientes y de veinte a treinta litros para las no autoflorecientes. Las blancas se calientan menos que las negras con el sol del verano. Los suelos de piedra, cemento o baldosas llegan a alcanzar 50 ºC en verano y pueden cocer las raíces; evítalo colocando las macetas sobre un material aislante como corcho o madera. Un palé va perfecto y es fácil de conseguir.
Las plantas se deben abonar con dos tipos distintos de fertilizante, pero ambos deben llevar todos los nutrientes –primarios, secundarios y microelementos– que necesitan las plantas. El abono de crecimiento debe ser especialmente rico en nitrógeno y se usa desde dos semanas después de la germinación hasta que empiece la floración, lo que sucede a lo largo del mes de julio en la mayoría de las variedades no autoflorecientes, momento en que se cambia al abono de floración, que tendrá más fósforo y potasio, necesarios para que los cogollos engorden. Este segundo abono se aplicará varias veces por semana hasta unos diez días antes de la cosecha. En estos últimos diez días, las plantas se deben regar solo con agua para que consuman los nutrientes que tengan acumulados en los tejidos.
He visto más daños a las plantas por exceso de cuidados que por falta de estos. Fíjate bien en ellas, observa con atención su aspecto y aprende a ver cómo se encuentran. Si les falta agua, notarás las hojas un poco caídas; si necesitan más abono, sus hojas empezarán a amarillear. Pero no te apresures a añadir más abono o nuevos aditivos constantemente. En general, el cannabis responde bien con cuidados muy simples: buena genética, buena tierra, una maceta grande, los riegos justos y algo de abono dos veces por semana es todo lo necesario para lograr una primera cosecha de la que estar orgulloso. Ya habrá tiempo en los años siguientes para ir perfeccionando la técnica y obtener producciones récord.