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El cultivo a partir de semillas feminizadas se ha convertido en la opción escogida por prácticamente todos los cultivadores. De hecho, ya son muy pocos los bancos de semillas que continúan vendiendo semillas regulares. Sin embargo, no hay que dejar que el conocimiento relativo al sexado de las plantas caiga en el olvido. Aunque es muy cómodo tener acceso a un gran catálogo de variedades de primera calidad, no hay que olvidarse de lo fácil que es hacer las propias semillas cuando se cultivan variedades regulares: basta con polinizar un cogollito de las mejores plantas para tener semillas de sobra.
El sexo en el cannabis
El cannabis es normalmente una especie dioica, es decir, en la que las flores macho y las flores hembra aparecen en distintos individuos, algo no demasiado frecuente en el mundo vegetal. Las flores macho producen polen, que es arrastrado por el viento hasta los estigmas de las flores hembra, a las que poliniza, fertilizándolas y dando lugar al embrión, que se convertirá en una semilla.
Los machos se cortan y se sacan de la plantación tan pronto como se detecten. Hay que tener mucho cuidado de no dejarlos tirados por el suelo, pues se han dado casos de flores que se llegan a abrir y empiezan a liberar polen con la planta ya cortada.
Las plantas de cannabis hermafroditas son monoicas, es decir, tienen flores de ambos sexos en la misma planta. Las plantas hermafroditas son la pesadilla del cultivador, que huye de ellas como de la peste, pues no solo polinizan sus propias flores hembra sino también las de todas las plantas que haya a su alrededor. Además de llenar los cogollos de semillas, estas heredan mayoritariamente el hermafroditismo, por lo que tampoco se puede sembrar la temporada siguiente.
Las plantas hembra son aquellas que solo tienen flores hembra y son las que forman los cogollos, que son la parte más apreciada por los consumidores por su alta potencia y psicoactividad. Si las flores hembra del cannabis no son polinizadas por ningún macho se obtiene marihuana sinsemilla, la mejor y más potente, ya que al no aparecer un macho las plantas hembra continúan produciendo flores sin parar, a la espera de reproducirse y crear mayores cogollos.
En exterior, la mayoría de las plantas empiezan a florecer entre mediados de julio o finales de agosto, dependiendo de la variedad. Por lo general, las índicas empiezan antes y las sativas más tarde, sobre todo las que vienen de países más cercanos al ecuador. Es importante sexar las plantas con rapidez, pues los machos tardan muy poco en abrir las primeras flores y una sola flor macho puede llegar a polinizar hasta 10.000 flores hembra.
Sexado temprano
Hay un truco muy interesante que permite sexar las plantas unas semanas antes y sin esperar a la floración. Las preflores son las primeras flores que nacen en las plantas y lo hacen antes de que empiece la auténtica floración. Estas preflores ya indican el sexo sin duda; si son preflores macho, la planta será macho, y si son preflores hembra, será hembra. Claro que siempre hay que seguir revisando las plantas después de sexarlas, pues a veces alguna resulta ser hermafrodita pero no muestra los dos sexos desde el principio.
La aparición de las preflores suele indicar que las plantas han llegado a la edad adulta, por lo que suelen brotar cuando las plantas tienen al menos seis u ocho semanas de vida. El primer lugar para buscar preflores es en la mitad superior del tallo principal, en el lugar donde se juntan al tallo las ramas y las hojas, detrás de una pequeña hojuela alargada llamada estípula. Las preflores son muy pequeñas, normalmente para verlas bien hace falta una lupa de al menos seis u ocho aumentos, como las que usan los relojeros.
No hay que dejar que el conocimiento relativo al sexado de las plantas caiga en el olvido
Las preflores aparecen en los puntos donde se unen al tallo central las hojas primarias, las ramas laterales y las estípulas. Observa el punto donde el peciolo de una hoja (el tallo de la hoja) se une al tronco central. Por encima del peciolo verás una rama primaria. Al lado, busca la estípula. Es una pequeña hoja alargada, sin peciolo, que nace del tallo, tiene forma de hoja de espada y una longitud entre 0,5 y 1,5 centímetros. Entre la estípula, el nacimiento de la rama lateral y el peciolo de la hoja primaria nacen las preflores. Las preflores hembra tienen la forma de una flor hembra normal pero siempre aparecen solas, sin formar cogollos. La flor hembra carece de pétalos y tiene dos partes claramente visibles: el cáliz y los estigmas. El cáliz es una protuberancia verde en forma de botella de entre 2 y 6 milímetros de longitud. Los estigmas son dos pelos de color blanco, amarillo o rosa que salen del cáliz y tienen por misión recoger el polen del aire para llevarlo al ovario.
Las preflores macho no siempre tienen aspecto de flores macho, a veces no se abren y son más difíciles de identificar porque pueden adoptar distintas formas. La forma más habitual es parecida a una pica de la baraja francesa. La preflor tiene un pequeño tallo o pedúnculo que soporta una bolita con una protuberancia en forma de dedo o garra. Más adelante, se diferenciarán cinco segmentos radiales en la flor que marcan los sépalos. Las flores macho se pueden presentar también sin pedúnculo y con formas que recuerdan a una gota de agua o a un brote de la planta.
La floración es la fase cumbre del cultivo, aquella en la que se producirán los cogollos que el cultivador busca. Desde el momento en que aparecen las primeras flores hay que cambiar el fertilizante por uno adecuado para la floración, con mayor contenido de fósforo y potasio, que son los principales nutrientes implicados en la producción de flores, pero sin descuidar el aporte de nitrógeno en las primeras semanas de floración para que las plantas se puedan estirar todo lo necesario, algo imprescindible para que la cosecha sea abundante.