Junio: crecimiento máximo
¡Ya estamos en junio y todavía no he plantado! ¿Qué hago? No pasa nada, aún hay tiempo. Aunque el cannabis germine en junio, o incluso en julio, aún tiene tiempo de crecer y producir una cosecha.
El mes de junio es el de mayor número de horas de luz de todo el año. Los larguísimos días favorecen el crecimiento de las plantas. Es un mes muy agradable para el cultivador porque hay pocos problemas y todo va bien. Si se cuidan correctamente las plantas en julio se están plantando los cimientos de una buena cosecha. En estas semanas, la ramificación de las plantas aumenta. El sistema de raíces de las plantadas en el suelo ha alcanzado una gran extensión y sujeta firmemente el tallo central, permitiéndole crecer a velocidad de vértigo.
¡Ya estamos en junio y todavía no he plantado! ¿Qué hago? No pasa nada, aún hay tiempo. Aunque el cannabis germine en junio, o incluso en julio, aún tiene tiempo de crecer y producir una cosecha. Las plantas germinadas en junio se quedan algo más pequeñas, pero esa es toda la diferencia. Los que cultivan en macetas y buscan plantas pequeñas a menudo tienen mejor resultado si germinan en junio que si lo hacen antes. Eso sí, para que las plantas crezcan rápido es necesario cuidarlas bien y nutrirlas adecuadamente.
Las plantas sembradas en este mes suelen crecer con gran rapidez desde el primer momento, ya que no hay heladas tardías ni tormentas fuertes que puedan dañarlas, casi todos los días hace sol y buena temperatura, sin llegar a los calores tórridos de julio y agosto. Este crecimiento acelerado provoca que en algunas variedades al momento de la cosecha la diferencia de altura sea mínima, aunque algunas plantas se hayan sembrado dos meses antes. Las plantas sembradas tarde crecen sin interrupciones bajo el intenso sol del verano, mientras que las de marzo normalmente sufren parones en el crecimiento cuando llueve mucho o cuando los días están nublados.
Los días largos de junio son idóneos para el cultivo de variedades autoflorecientes. Las variedades autoflorecientes más rápidas suelen tardar unos sesenta días y son de pequeño tamaño, por lo que resultan muy adecuadas para pequeños balcones. Sembradas a principios de junio se cosecharán a principios de agosto. Las genéticas autoflorecientes más grandes y productivas suelen tardar entre 75 y 90 días desde la germinación hasta la cosecha, por lo que se recogerán a mediados o finales de agosto. Las variedades automáticas tienen un ciclo de vida tan corto que requieren cuidados constantes para lograr buena producción. Abona con mucha frecuencia usando un fertilizante rico en nitrógeno, fósforo, potasio y microelementos. No hay que limitar la aplicación de nitrógeno hasta las dos o tres últimas semanas antes de la cosecha, ya que en estas plantas la mayoría del crecimiento se produce durante la floración.
Las plantas sembradas en junio o julio no solo adquieren un menor tamaño, sino que crecen y se desarrollan a lo largo de menos meses, con lo que reducimos la cantidad de trabajo que acarreará cuidar de ellas. Muchos cultivadores aficionados comienzan a plantar en marzo, llenos de energía y vitalidad. A lo largo de los meses, las plantas crecen hasta volverse enormes. El cultivador empieza a cansarse de tanto trabajar y se vuelve más vago justo cuando empieza la floración y las plantas más lo necesitan. La consecuencia suele ser que unas plantas demasiado grandes para la maceta en la que crecen acaban floreciendo pobremente porque el cultivador no se ocupa de abonarlas con frecuencia, que es la única forma de lograr una floración adecuada en una maceta pequeña.
Prevención de plagas
El cannabis es una planta muy resistente y las plagas no suelen ser muy graves. En cultivos de exterior es común que encontremos ocasionalmente algún bicho en las plantas, pero no suelen reproducirse en exceso, ya que otros insectos predadores se los van comiendo. El viento, la lluvia y el frío también ayudan a mantener la población de bichos bajo control. Cuando una planta resulta afectada por alguna plaga, lo mejor es apartarla del jardín antes de que la infección se extienda al resto. No hace falta ponerse a fumigarlo todo porque se encontró una cochinilla en una planta. Los insecticidas alteran el equilibrio de especies del ecosistema y pueden causar más daño que beneficio cuando se usan a la ligera. Los insecticidas son necesarios para atajar una auténtica plaga, cuando la especie perjudicial empieza a crecer en exceso y pone en peligro la vida de las plantas o la calidad de la cosecha.
La mejor aproximación al problema de las plagas es prevenirlas. Emplea variedades vigorosas y resistentes y técnicas de cultivo que favorezcan la salud vegetal. Nunca introduzcas plantas provenientes de otros jardines sin asegurarte antes de que están libres de plagas. Elimina las hojas y ramas enfermas o infectadas cuanto antes, separa las plantas enfermas de las sanas, mantén el jardín limpio de restos vegetales y hojas secas, siembra las plantas lo suficientemente separadas como para que haya una buena circulación de aire.
Si pese a las precauciones aparece una plaga, actúa cuanto antes. La reproducción de los insectos suele ser muy rápida, especialmente cuando las temperaturas son altas, por lo que una actuación temprana facilita el éxito. Además, como el destino del cannabis suele ser el consumo, no conviene fumigar las plantas con insecticidas tóxicos, mucho menos si falta poco para la cosecha. Cuanto más tiempo pase entre la aplicación del insecticida y la cosecha, mejor. Como norma general, las plantas se fumigan en la fase de crecimiento. Una vez empiezan a florecer y aparecen los cogollos, es mejor no aplicar ningún insecticida. Como es lógico, si aparece una plaga grave el cultivador no se va a quedar quieto viendo cómo devoran su planta y buscará una solución. Los insecticidas ecológicos son una buena opción por su baja toxicidad. Los insecticidas ecológicos más populares entre los cultivadores de cannabis son el aceite de nim, el jabón potásico, los extractos de piretrinas o productos específicos que combinan estos productos con aceites esenciales como el de canela.
El aceite de nim, disuelto en agua y aplicado en forma de riego o pulverización, es uno de los insecticidas más utilizados por los cultivadores cannábicos. Tiene una triple acción: es repelente, insecticida por contacto e insecticida sistémico (la planta lo absorbe y actúa desde el interior de los tejidos). Además, no es nada tóxico para las personas. Es más eficaz si se fumiga cada dos semanas de forma preventiva, desde que las plantas son jóvenes y antes de que aparezcan los primeros bichos.
La siguiente receta sirve para hacer un insecticida y repelente de plagas ecológico, no tóxico y elaborado con productos domésticos muy habituales. No lo mata todo, tampoco actúa instantáneamente, pero si se emplea preventivamente ayuda a evitar la aparición de plagas. Una vez hay bichos su uso permite controlar la población para que no se reproduzca en exceso. Se puede usar en toda la vida de la planta, desde la fase de crecimiento hasta el final de la floración. La única precaución que hay que tomar si se fumiga muy cerca de la cosecha es hacer una última fumigación con agua destilada para lavar cualquier resto que pudiera afectar al sabor final del cogollo.
Se mezclan junto con dos o tres litros de agua seis dientes de ajo, una cucharada de pimienta negra en polvo, seis guindillas de cayena y una cebolla pequeña. También se puede añadir una cucharada de canela en polvo, una cucharada de aceite de nim o un par de cigarrillos. Se tritura todo con la batidora y se deja reposar durante veinticuatro horas. Pasado este tiempo se filtra bien, se disuelve en otros dos litros de agua y se pulveriza sobre las plantas. Como la receta es casera y la potencia de los ingredientes puede variar, es recomendable pulverizar primero una sola planta para ver si aguanta bien el insecticida. Si al día siguiente la planta está bien se aplica sobre el resto.
Las plagas más frecuentes en los cultivos de marihuana son: pulgón, mosca blanca, araña roja, caracoles, babosas, orugas y cochinillas. El pulgón, los caracoles y las babosas son peligrosos cuando las plantas son jóvenes. La mosca blanca y las cochinillas no suelen matar las plantas salvo en infestaciones muy graves, pero las debilitan y reducen la calidad de los cogollos y el peso de la cosecha. La araña roja y las orugas son las plagas más peligrosas, ya que atacan especialmente a las plantas en floración y reducen significativamente la cosecha.
Cultivo en macetas
En una maceta el espacio es muy limitado. Para que una planta de cannabis pueda dar una producción elevada requiere una maceta grande. Una regla fácil para calcular qué tamaño de maceta se requiere es que tenga entre veinte y treinta litros de tierra por cada metro de altura de la planta. Aunque se pueden lograr resultados correctos con menos, las plantas de exterior estarán bien con macetas a partir de veinte litros. Cuanto más grande sea el contenedor menos problemas dará el cultivo y más productivo resultará.
Al principio, cuando son pequeñas, se pueden mantener en contenedores menores, pero conforme crecen es importante trasplantarlas a tiestos mayores. A partir del momento en que las raíces de la planta llegan a la pared de la maceta, se puede trasplantar a un recipiente mayor. El trasplante se debe hacer con la tierra húmeda aunque no recién regada. Para sacar una planta de su maceta nunca hay que tirar del tallo central sino darle la vuelta a la maceta para que la planta, con el pan de raíces intacto, salga sola. Inmediatamente se trasplanta a la maceta de mayor tamaño, teniendo mucho cuidado para que no se rompa el pan de raíces y apelmazando delicadamente la tierra para que no queden bolsas de aire. Tras el trasplante se riega para que la tierra se asiente. Se puede añadir algún estimulador de raíces que favorezca la recuperación rápidamente. Para no estresar a la planta más de lo necesario, se puede colocar en un lugar sombreado durante uno o dos días tras el trasplante.
En junio y julio hay que abonar las plantas muy frecuentemente. Con tantas horas de sol y la buena temperatura, el ritmo de crecimiento es máximo. Como mínimo, recomiendo abonar las plantas dos veces por semana con un buen fertilizante de crecimiento. Escoge uno que contenga microelementos y no sobrepases la dosis indicada en la etiqueta. Aunque las plantas estén creciendo en tierra abonada, no dejes de usar un abono líquido periódicamente, ya que las macetas no tienen suficientes nutrientes para todo el proceso de crecimiento de la planta, y si las plantas no crecen ahora la cosecha será pequeña. Hay que prepararse para el estirón que llegará al comienzo de la floración y en el que pueden llegar a doblar o triplicar su tamaño, nutriéndolas muy bien para que acumulen nutrientes de reserva en sus tejidos, que podrán usar cuando los necesiten más adelante en la floración.
Las plantas en macetas se ven bastante perjudicadas si se riegan con aguas muy duras. Si el agua del grifo contiene mucha cal o mucho sodio, lo que sucede en buena parte del litoral mediterráneo, conviene usar agua de lluvia o de un filtro de ósmosis inversa para el riego. Si no se dispone de agua buena y hay que usar agua dura, existe un truco para evitar que se acumulen en exceso las sales en la tierra. Consiste en regar la planta periódicamente con un cantidad excesiva de agua, de manera que al salir por los agujeros de drenaje arrastre las sales acumuladas.
Cultivo en el suelo
En los cultivos en el suelo, especialmente si el huerto se abonó con estiércol o lombricompost antes de plantar, es posible que no haga falta añadir nada más, al menos hasta la floración. En cualquier caso, si el crecimiento se parase o las plantas se pusieran amarillentas o de color verde claro, se debe añadir algo de abono. Se puede usar lombricompost esparcido directamente sobre la tierra o cualquier abono líquido disuelto en el agua de riego. En general, las plantas que crecen en el suelo no requiere abonados muy frecuentes, ya que las raíces se pueden extender y buscar los nutrientes necesarios en un área considerable. Por supuesto, también hay que vigilar las plagas, pero si el huerto es fértil y no desequilibramos su ecología con abonos químicos, herbicidas o insecticidas, no debería haber grandes problemas. Es importante no pasarse con los abonos de crecimiento, ya que aunque el abuso del nitrógeno produce un crecimiento explosivo este resulta muy débil y apetecible para las plagas. El pulgón es el ejemplo más claro de plaga a la que atraen las plantas crecidas con demasiado nitrógeno.
Cultivo de guerrilla
En las guerrillas donde el agua escasea es mejor no abonar excesivamente las plantas durante el crecimiento, ya que las matas pequeñas que crecen con poco nitrógeno suelen soportar mejor la sequía y, aunque dan menos producción, la dan aunque se rieguen poco. Si el agua no es problema podemos tratarlas como si estuvieran en un huerto, dándoles nutrientes y agua en abundancia. Para reducir la evaporación de agua del suelo conviene cubrir la tierra con algún tipo de acolchado (paja, hierba seca, turba o incluso periódico). Un acolchado de diez a veinte centímetros de espesor extendido alrededor del tronco de la planta sombreará la tierra, bajando su temperatura y reduciendo de forma considerable la cantidad de riego necesaria. Salvo en aquellas zonas de la Península donde llueve bastante en verano, en el resto del país el éxito del cultivo de guerrilla depende de saber gestionar el agua para que las plantas tengan la necesaria en todo momento.
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