Este superpoder vegetal es una reminiscencia de cuando los antepasados de las plantas, las cianobacterias primero y las algas después, vivían en el mar. Las especies vegetales que viven en el agua no absorben los nutrientes a través de las raíces, en realidad, carecen de estos órganos y, en su lugar, tienen unos rizoides cuya única función es fijarlas al suelo pero no absorber nutrientes. Las células de las algas absorben directamente los nutrientes del agua, de hecho, tampoco tienen tejidos especializados como el floema, el tallo o las hojas. Cada célula realiza todas las funciones necesarias para la vida. Pues bien, las plantas terrestres han heredado esta capacidad de absorber agua y nutrientes a través de todas sus células, tanto las que hay en las raíces como las de los tallos o las hojas.
Los cultivadores podemos aprovecharnos de esta característica para alimentar las plantas cuando, por algún motivo, no podemos o no nos interesa hacerlo por vía radicular. En momentos de enfermedad, de ataque de plagas o de gran consumo de nutrientes, la fertilización foliar puede complementar o sustituir la fertilización radicular.
Ventajas de la fertilización foliar
"Los nutrientes que se pulverizan sobre las plantas se absorben en una proporción mucho mayor que cuando se aplican en el agua de riego"
Los nutrientes que se pulverizan sobre las plantas se absorben en una proporción mucho mayor que cuando se aplican en el agua de riego. En el sustrato, el riego empapa la tierra y solo una parte de los nutrientes están en contacto directo con las raíces. Durante los días siguientes, las plantas van absorbiendo agua y nutrientes pero gran parte de los minerales del fertilizante se quedan en la tierra, a veces hasta el noventa por ciento. Por el contrario, los nutrientes que disueltos en agua son pulverizados sobre las hojas se absorben en su inmensa mayoría.
No es fácil aportar por vía foliar todos los nutrientes primarios (nitrógeno, fósforo y potasio) que las plantas necesitan en su desarrollo, ya que se utilizan en cantidades considerables; en cambio, los nutrientes secundarios y, sobre todo, los microelementos, de los que solo hacen falta una cantidad muy pequeña, se suplementan perfectamente en pulverización. De hecho, algunos minerales como el magnesio se absorben hasta cien veces más fácilmente por las hojas que por las raíces. Por ello, la vía foliar es una de las mejores para solucionar las deficiencias nutritivas de las plantas. Además, los nutrientes se absorben sin que se produzcan interferencias, algo que no sucede cuando se abona en el riego, ya que el pH y la salinidad de la tierra pueden afectar gravemente a la capacidad de las raíces de captarlos. Por ejemplo, si la tierra tiene un pH muy elevado porque regamos con un agua demasiado calcárea (algo que sucede con frecuencia en muchas regiones del país), nos podemos encontrar con que la planta es incapaz de absorber el hierro, por mucho abono que añadamos al agua de riego.
¿Cuándo fertilizar foliarmente?
La fertilización foliar se puede usar de manera habitual, especialmente cuando las plantas están en fase de crecimiento, simplemente por su sencillez y efectividad. Sin embargo, hay situaciones en las que está particularmente recomendada, ya que permite sortear ciertos inconvenientes y nutrir las plantas en circunstancias en que no resulta fácil hacerlo a través de las raíces:
"Nunca se fumiga a pleno sol, pues las gotas actúan como lupas para los rayos de sol y se pueden producir quemaduras"
- Cuando hay problemas de salud en las raíces, sea por la aparición de enfermedades o plagas en el suelo. Si las raíces están débiles, enfermas o llenas de parásitos o plagas, no pueden funcionar correctamente y son incapaces de absorber los nutrientes. El cultivador puede dejarlas descansar y recuperarse sin miedo a que las plantas experimenten carencias nutritivas aportando los fertilizantes por vía foliar.
- En época de fuertes lluvias continuas, el sustrato puede permanecer empapado largo tiempo, lo que reduce peligrosamente la oxigenación de las raíces. Regar en esta situación puede agravar el problema, por lo que es buena idea abonar en pulverización y no añadir más agua al sustrato.
- El pH de la tierra debe estar dentro de un rango correcto (entre 5,5 y 7, aproximadamente) para que todos los nutrientes puedan absorberse correctamente. Si no es así, algunos se vuelven insolubles (la absorción del hierro o el manganeso se reduce por encima de un pH de 7, y la del fósforo y el calcio, entre otros, por debajo de un pH de 5,5). No es fácil ni rápido cambiar el pH del sustrato, pero es muy sencillo ajustar con precisión el pH de la solución nutriente que vamos a pulverizar sobre las plantas.
- El exceso de sales en el suelo es una consecuencia habitual del riego continuado con agua demasiado salina o de la sobrefertilización que afecta mucho a la absorción de nutrientes, puesto que impide el correcto funcionamiento de las raíces. Los nutrientes aportados en el riego reaccionan con las sales del suelo y se insolubilizan inmediatamente. Un problema añadido es que para solucionar el exceso de sales hay que lavar la tierra, un proceso que consiste en regar abundantemente con agua sin sales, lo que también puede provocar la aparición de carencias en las plantas. La fertilización foliar permite nutrir las plantas correctamente en los días o semanas que necesitamos hasta eliminar las sales acumuladas en el sustrato.
- Si el clima es muy frío, las raíces funcionan a menor ritmo y no absorben igual los nutrientes. A menudo, la temperatura del suelo, especialmente en primavera, puede tardar más en subir que la de las partes aéreas de las plantas. En los primeros días cálidos de primavera es frecuente que una fertilización foliar aporte un extra de nutrientes a las plantas que las raíces todavía no son capaces de captar.
- Las plantas muy jóvenes o recién trasplantadas tienen un sistema de raíces pequeño e inmaduro. Para potenciar su desarrollo conviene no regarlas en exceso, pues un sustrato relativamente seco favorece el crecimiento de las raíces. El abonado foliar permite nutrir las plantas sin afectar al grado de humedad del sustrato.
- Las últimas semanas de la fase de crecimiento y las primeras semanas de la floración son épocas en que las plantas consumen una gran cantidad de nutrientes y no siempre tienen un sistema radicular capaz de seguir el ritmo. Los problemas son más habituales en plantas que viven en macetas no muy grandes y que, por tanto, tienen menos raíces de las necesarias para desarrollar una gran producción de cogollos. En esta situación es conveniente completar los abonados en el riego con la fertilización foliar.
- En la segunda mitad de la floración, cuando la producción de flores es máxima y los cogollos están engordando a toda velocidad, las plantas también agradecen la aportación de nutrientes por vía foliar, pero no todos los cultivadores están a favor de nutrir foliarmente en esta fase. El riesgo es que queden demasiado restos minerales en los cogollos, lo que podría afectar negativamente al sabor final del producto o que al humedecer los cogollos ya formados se favorezca la aparición de hongos como la botritis. En realidad, si las plantas han recibido suficientes nutrientes en las fases previas, tendrán reservas de nutrientes capaces de cubrir sus necesidades perfectamente, por lo que no será necesario fertilizarlas foliarmente más allá de la tercera o cuarta semana de floración.
La técnica óptima para fertilizar foliarmente
"En ambientes muy secos es conveniente usar concentraciones de nutrientes más bajas que en climas húmedos"
Los nutrientes pulverizados sobre las hojas se absorben en mayor o menor medida en función de ciertos factores como la humedad ambiental, la temperatura del aire, la hora del día o el tamaño de las gotas que salen del pulverizador. Veamos en qué condiciones la absorción es máxima para que podamos aplicarlas en el día a día de nuestro cultivo.
Las soluciones nutritivas muy concentradas (con mayor dosis de abono por litro de agua) tienen más riesgo de quemar las hojas, pero también hacen que la cantidad de nutrientes absorbida sea mayor. En mi opinión, aun así, no merece la pena arriesgarse a sobrefertilizar, pues las consecuencias suelen ser graves y las plantas pueden tardar semanas en recuperarse. De todos modos, se puede empezar con una dosis suave, alrededor del veinticinco por ciento de abono por litro de agua de lo que se utiliza para el riego y, si las plantas responden bien, ir subiendo la dosis progresivamente en el futuro. Cada vez que se vaya a probar con una concentración más elevada es recomendable hacer una prueba sobre una rama y esperar veinticuatro horas, si no hay signos de fitotoxicidad, se puede fumigar el resto de la planta.
Cuando las gotas caen sobre la hoja tienen una concentración de nutrientes determinada, pero cuando el agua se va evaporando los nutrientes que la planta no ha absorbido se van concentrando y pueden llegar a ser excesivos. Por eso, en ambientes muy secos donde la evaporación sucede muy rápidamente es conveniente usar concentraciones de nutrientes más bajas que en climas húmedos, donde la hoja permanece mojada durante más tiempo y la planta puede captar más minerales.
Ajustaremos siempre el pH de la solución nutritiva entre 5 y 6, ya que en este rango la absorción es máxima, y añadiremos una pequeña dosis de un producto humectante o un par de gotas de jabón concentrado para reducir la tensión superficial del agua y facilitar que penetre y moje bien toda la superficie de la planta. Fumigaremos ambas caras (superior e inferior) de las hojas usando una buena pistola pulverizadora, que cree una nube de finas gotas que moje toda la planta sin empaparla en exceso, especialmente si ya está en floración. Nunca se fumiga a pleno sol, pues las gotas actúan como lupas para los rayos de sol y se pueden producir quemaduras. En interior, fumigaremos siempre con las luces apagadas; en exterior, lo haremos al amanecer o al atardecer. Los nutrientes solo se pueden absorber mientras están disueltos en agua, una vez que esta se evapora, los que quedan se depositan sobre la hoja pero quedan insolubilizados y no se absorben.
La humedad ambiental alta y las temperaturas frescas favorecen la absorción, mientras que el calor y la sequedad la dificultan. Las plantas que viven en climas con estas condiciones –zonas tropicales o invernaderos– tienen hojas más finas y con una cutícula menos gruesa que favorece la absorción de nutrientes por vía foliar. En cambio, en climas secos y ventosos, las hojas se engrosan y endurecen, desarrollando una gruesa capa de cera que las protege de la deshidratación pero que también dificulta que puedan absorber los abonos.