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La comida de maría: todo sobre los abonos

La comida de maría: todo sobre los abonos

Los grandes cogollos de calidad son el resultado de un cultivo perfectamente ejecutado en el que la fertilización es un elemento clave. 

/ José T. Gállego

Sol, agua y abono son los tres elementos básicos que las plantas requieren para crecer y desarrollarse. En este artículo vamos a ver las clases de abonos que hay y cómo se deben utilizar para lograr los mejores resultados.

Las plantas obtienen su energía del sol a través de la fotosíntesis. Este proceso es la base de la vida, pues convierte la energía lumínica en energía química, que luego usa para crear glucosa a partir de agua y dióxido de carbono (CO2). A partir de la glucosa, las plantas construyen todos sus tejidos, aunque para ello requieren ciertos elementos minerales que captan por medio de las raíces y que son los principales componentes de los abonos y fertilizantes.

Los catorce nutrientes esenciales 

El cannabis necesita catorce elementos minerales para vivir. Según las cantidades requidas de cada uno de ellos, se suelen dividir en tres grupos: nutrientes primarios, secundarios y micronutrientes. Los tres nutrientes primarios –nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K)– son imprescindibles en grandes cantidades. Todos los abonos contienen nutrientes primarios, aunque las proporciones de cada uno varían en función de si el abono es para el crecimiento o para la floración. Los envases de los abonos muestran siempre en la etiqueta el contenido en estos tres nutrientes primarios con las siglas NPK seguidas de tres números, que indican el porcentaje de cada uno; por ejemplo, un fertilizante con un NPK 12-8-16 contiene 12% de nitrógeno, 8% de fósforo y 16% de potasio.

Los nutrientes secundarios –calcio (Ca), azufre (S) y magnesio (Mg)– son necesarios en cantidades medias. Por último, los micronutrientes, también llamados microelementos, se requieren en cantidades muy pequeñas pero, como sucede con los nutrientes primarios y secundarios, las plantas no se pueden desarrollar bien si falta alguno de ellos. Hay ocho micronutrientes: hierro (Fe), manganeso (Mn), zinc (Zn), boro (B), molibdeno (Mo), cobre (Cu), cloro (Cl), cobalto (Co). No todos los abonos comerciales contienen nutrientes secundarios o micronutrientes. Para el cultivo de cannabis es conveniente buscar un fertilizante que sí tenga nutrientes secundarios y micronutrientes, especialmente, si cultivamos en macetas, ya que las raíces no se pueden extender por el suelo en busca de esos elementos.

La etiqueta del abono indica la concentración que hay de cada nutriente.

La etiqueta del abono indica la concentración que hay de cada nutriente. 

La fertilidad en la naturaleza 

"La ventaja de los abonos orgánicos es que también alimentan a los microorganismos, por lo que la fertilidad del suelo aumenta"

En un bosque silvestre nadie abona y, sin embargo, las plantas y los árboles crecen bien. ¿De dónde salen entonces los nutrientes? En realidad, el bosque sí se fertiliza continuamente, pues los animales que viven en él van dejando sus heces, su orina y hasta sus propios cuerpos cuando mueren. Toda esta materia orgánica se añade a la que dejan las plantas y los árboles cuando caen sus hojas o cuando mueren. Los distintos bichos que se alimentan de restos vegetales como gusanos, insectos o escarabajos, así como los microorganismos (bacterias, hongos, levaduras y otros microbios) que viven en el suelo, se ocupan de descomponer toda la materia orgánica que va cayendo y liberan poco a poco los elementos minerales que la componen, de modo que las raíces de las plantas pueden absorberlos.

Este sistema mantiene una gran biodiversidad de especies en el subsuelo que, además de descomponer materia orgánica, también van disolviendo minerales y rocas y aumentando la cantidad de nutrientes disponibles. En una maceta, sin embargo, la cantidad de tierra no suele ser suficiente como para contener todos los nutrientes que una planta requiere a lo largo de toda su vida, por lo que se hace necesario ir añadiendo abono periódicamente para renovarlos.

Abonaremos las plantas desde que tengan una o dos semanas de edad.

Abonaremos las plantas desde que tengan una o dos semanas de edad. 

Abonos químicos y abonos orgánicos 

Los abonos o fertilizantes se dividen en dos grandes clases. Los abonos químicos se fabrican mezclando sales minerales puras, elaboradas mediante procesos de síntesis química. Esta mezcla de sales puede formarse en pequeñas bolitas para crear fertilizantes sólidos de liberación lenta o disolverse en agua para hacer fertilizantes líquidos, que son los más habitualmente utilizados en el cultivo de cannabis. Los abonos químicos son baratos y fáciles de usar, aunque tienen algunos inconvenientes. Si se añaden en grandes cantidades pueden quemar las raíces de las plantas y causar daños ecológicos al suelo, matando los microorganismos que viven en él y reduciendo, a largo plazo, su fertilidad. Si se usan en cantidades adecuadas no son perjudiciales, por lo que tampoco debemos tenerles miedo.

Si las hojas se retuercen en forma de garra, probablemente estemos sobreabonando las plantas.

Si las hojas se retuercen en forma de garra, probablemente estemos sobreabonando las plantas. 

Los abonos orgánicos, a veces llamados ecológicos, están compuestos por mezclas de productos orgánicos como estiércol, compost, humus de lombriz, guano de aves, harina de huesos, etc. Si se usan en estado sólido, simplemente se esparcen en la superficie de la tierra o bien se mezclan con el sustrato antes de llenar las macetas. En estos casos es necesario que los microorganismos que viven en el suelo descompongan el abono para que pueda ser absorbido por las raíces. También existen abonos orgánicos en formato líquido para disolver en el agua de riego, que suelen estar más o menos predescompuestos, de modo que parte de sus nutrientes ya se encuentran en forma libre y pueden ser directamente utilizados por las plantas. La ventaja de los abonos orgánicos es que, además de nutrir a las plantas, también alimentan a los microorganismos, por lo que la fertilidad del suelo aumenta y se crea un ecosistema con mayor biodiversidad, lo que redunda en menos plagas y plantas más sanas. El inconveniente de este tipo de fertilizantes, especialmente los que no son líquidos, es que resulta más difícil controlar con exactitud qué cantidad de cada nutriente está disponible. En mi opinión, los abonos orgánicos sólidos son la mejor opción cuando cultivamos directamente en el suelo, pero conviene añadirlos al suelo varias semanas antes de sembrar las plantas, para que los microorganismos tengan tiempo de descomponerlos.

Conviene fertilizar a menudo pero con dosis bajas, para que siempre haya nutrientes disponibles pero no en exceso.

Conviene fertilizar a menudo pero con dosis bajas, para que siempre haya nutrientes disponibles pero no en exceso. 

Los abonos orgánicos líquidos específicamente diseñados para el cultivo de cannabis están formulados de manera que, además de proporcionar materia orgánica y estimular el desarrollo de los microorganismos del suelo, ofrezcan las cantidades correctas de cada elemento, por lo que se pueden usar como un abono químico. Basta con disolver la dosis indicada por el fabricante en el agua de riego dos o tres veces por semana y las plantas dispondrán de todos los nutrientes que les hacen falta para un buen desarrollo.

Trucos para una buena fertilización 

"Muchos cultivadores abonan en todos los riegos, pero suelen hacerlo con dosis más bajas de lo que indica el fabricante"

El cultivo en macetas es el que requiere un abonado más preciso, pues la cantidad relativamente pequeña de tierra disponible hace necesario fertilizar frecuentemente. La recomendación general es empezar a abonar las plantas desde que son pequeñas. Si usamos un sustrato nuevo lo más probable es que ya venga algo preabonado, por lo que no será necesario fertilizar en las dos primeras semanas de vida de las plantas. Pero, pasado este tiempo, hay que añadir abono líquido al agua de riego al menos dos o tres veces por semana. Muchos cultivadores directamente abonan en todos los riegos pero, para evitar la sobrefertilización, suelen hacerlo con dosis más bajas de lo que indica el fabricante. La cantidad de abono se puede medir por medio de un medidor de electroconductividad, que indica la facilidad con la que la electricidad es conducida por un líquido. El agua pura sin nada de sales no conduce la electricidad, por lo que su EC es cero. Cuantas más sales (abono) añadimos al agua, mayor será su conductividad eléctrica y, por tanto, su EC.

En general, las plantas pequeñas y recién nacidas no deben abonarse con una EC superior a 0,8. Una vez tienen tres o cuatro semanas, se puede aumentar la EC hasta 1-1,2 y mantener ese nivel durante el resto de la fase vegetativa de crecimiento. En floración es cuando se usan niveles de EC más altos, que dependiendo de la variedad pueden subir hasta 1,5-1,8. En determinadas condiciones, con ciertas variedades y con cultivadores expertos, se pueden usar valores aún más altos, pero es mucho más fácil producir una sobrefertilización y dañar las plantas, por lo que no lo recomendamos si somos cultivadores amateurs.

Las hojas amarillentas suelen indicar una carencia de nitrógeno.

Las hojas amarillentas suelen indicar una carencia de nitrógeno. 

La calidad del agua que usamos para regar también tiene efecto sobre el abono. Si el agua del grifo tiene muchas sales (EC superior a 0,5), puede que al añadir el abono la EC sea demasiado alta. En este caso es recomendable buscar agua con menos sales (de lluvia o de un filtro de ósmosis) y mezclarla con el agua del grifo para reducir su salinidad. Además, el agua dura (que contiene mucha cal) tiene un pH demasiado alto, por lo que después de añadir el abono hay que ajustar el pH hasta el nivel adecuado. El pH correcto para que las plantas puedan absorber bien todos los nutrientes debe estar entre 5,8 y 6,5. Si se aleja mucho de este rango, algunos nutrientes no estarán disponibles.

El hierro es uno de los minerales que peor se absorbe cuando el pH es demasiado alto y su carencia provoca clorosis, una deficiencia nutritiva que impide el correcto desarrollo de las plantas. Para subir o bajar el pH de la solución nutritiva (agua con fertilizante), se deben añadir pequeñas cantidades de pH+ o pH-, dos productos que podemos encontrar en cualquier grow shop. Necesitaremos también un medidor de pH que nos indique el pH exacto de la solución.

Los fabricantes de abonos suelen tener también aditivos ricos en enzimas que se añaden a la solución nutriente y ayudan a descomponer los restos de materia orgánica, con lo que se facilita su reconversión en nutrientes. También podemos añadir microorganismos en polvo al agua para asegurarnos de que la biodiversidad del suelo se mantiene alta.

El color morado de las hojas puede ser una característica de la variedad o un síntoma de una carencia de potasio.

El color morado de las hojas puede ser una característica de la variedad o un síntoma de una carencia de potasio. 

La temperatura de la tierra puede subir demasiado cuando se cultiva en macetas en verano, sobre todo si están situadas sobre un suelo que se recaliente al sol. Para evitarlo lo mejor es colocar las macetas sobre materiales aislantes e intentar sombrearlas (sin sombrear las plantas). Podemos esparcir una capa de mulch (paja, mantillo, incluso papel de periódico) sobre la tierra para reducir su temperatura y mantenerla más fresca.

En macetas, si las plantas no se comen todos los nutrientes que añadimos al agua, estos se pueden ir acumulando poco a poco en el sustrato, aumentar su salinidad y volverlo tóxico. Lo evitaremos con un riego muy abundante de agua sola (con el pH ajustado) cada tres o cuatro semanas. La cantidad de agua tiene que ser elevada, de manera que por lo menos la mitad salga por los agujeros de drenaje de la maceta y arrastre las sales acumuladas en el sustrato.

Por último, al final de la floración, durante la última semana o diez días antes de cosechar, regaremos solo con agua, sin abonos. De este modo, las plantas consumirán los nutrientes que tengan almacenados en sus tejidos y el sabor final de los cogollos será más suave.

El color verde de una planta sana y bien nutrida es inconfundible.

El color verde de una planta sana y bien nutrida es inconfundible. 

Si se aprecia una decoloración de las hojas, suele haber un problema de nutrientes: o faltan o no se pueden absorber por un pH inadecuado.

Si se aprecia una decoloración de las hojas, suele haber un problema de nutrientes: o faltan o no se pueden absorber por un pH inadecuado. 

Al final de la floración es normal que las hojas más grandes se pongan amarillas y ello no es un síntoma de falta de nutrientes.

Al final de la floración es normal que las hojas más grandes se pongan amarillas y ello no es un síntoma de falta de nutrientes. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #317

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