Entiendo el cabreo de Nil; siempre pasa lo mismo, justo cuanto acabamos de vender una cosecha y tenemos el bolsillo más lleno nos toca ponernos a preparar la siguiente y no hay tiempo ni de disfrutar de la pasta. Un indoor parado es un indoor que pierde dinero. El alquiler hay que pagarlo cada mes igualmente, así que cuanto menos tiempo pase desde que se cosecha una tanda de plantas hasta que se siembra la siguiente, mejor. Por eso nos tuvimos que pasar la noche limpiando y no bailando.
Si todo está bien coordinado lo ideal es que para el momento en que acabas de cosechar ya tengas la siguiente tanda de esquejes enraizada. Si se dispone de una sala de crecimiento aparte de la de floración, es posible incluso tener las plantas ya crecidas y listas para meter a florecer, de manera que la sala de floración no pare nunca. Muchas variedades comerciales florecen en unos dos meses, por lo que si se coordina todo bien, es posible hacer hasta seis cosechas al año si las salas de crecimiento y floración están separadas, o cuatro o cinco si las plantas realizan ambas fases en el mismo cuarto de cultivo. La producción anual por lámpara es un indicador más representativo del éxito del cultivo que la producción por cosecha. En algunos casos he llegado a alcanzar 3.600 gramos por lámpara de 600 vatios en un año; casi nada... Claro que el gasto eléctrico en aire acondicionado es especialmente elevado en las cosechas que tienen lugar en los meses más calurosos del año: junio, julio y agosto.
Justo cuanto acabamos de vender una cosecha y tenemos el bolsillo más lleno nos toca ponernos a preparar la siguiente.
Una vez acabamos de manicurar, secar, trocear, empacar y vender los cogollos, llegó el momento de preparar el espacio para la siguiente cosecha. Lo primero fue vaciar las macetas. Había más de setecientas plantas y cada pan de tierra estaba completamente recubierto de raíces, que formaban un bloque denso y duro, difícil de romper. Los cinco mil litros de sustrato ya ocupaban mucho espacio cuando estaban metidos en sacos, pero ahora aún eran mucho más voluminosos; más de setecientos panes de tierra del tamaño de una garrafa de agua no son fáciles de manejar ni de deshacerse de ellos; vaciar toda esa tierra en contenedores de basura es inviable porque llama demasiado la atención. Suelo hacer varios viajes con una furgoneta y tirar el sustrato usado en un lugar discreto. Conozco algunos solares que quedaron vacíos con la crisis, donde puedo tirar la tierra sin llamar la atención. Claro que nunca repito luga; cada cosecha la tiro en un sitio diferente. Eso sí, siempre en zonas de obras o solares, nunca lo hago en bosques ni lugares silvestres para no alterar el ecosistema.
Tras deshacerse de la tierra toca limpieza total: el cuarto de cultivo ha de quedar como nuevo. Hay que lavar las macetas para eliminar cualquier resto y dejarlas impecables. Para facilitar el trabajo las metemos en remojo con agua y lejía un rato. Hay que eliminar todas las sales que puedan quedar pegadas a las macetas para que no alteren el pH de la siguiente tanda de plantas. Además, es fundamental asegurarse de que se elimina completamente cualquier plaga –adultos, larvas y huevos–, para no empezar la siguiente cosecha con bichos desde el principio. Uno de los grandes errores que suelen cometer muchos cultivadores es que no cuidan lo suficiente el proceso de limpieza tras la cosecha, por lo que empiezan la siguiente arrastrando plagas y otros problemas. Yo no soy una excepción, también cuando empezaba hice el vago en alguna cosecha y pasé de limpiar a fondo, pero siempre me acabé arrepintiendo. Ahora ya no me pasa, la experiencia es un grado y sé que ahorrarse esas horas de trabajo siempre supone trabajo extra más adelante y una peor cosecha.
Cuando acabamos de sacar y limpiar las macetas llegó la hora de usar un buen aspirador para recoger hasta el último trocito de hoja o tierra antes de fregar todas las superficies del cuarto con agua y lejía para desinfectarlas. Luego pusimos lo que yo llamo “la bomba”, un insecticida bestial que han inventado para cuando tienes una plaga de pulgas o chinches en casa. Es como una bomba de humo que se coloca en el centro de la habitación y se pone en marcha. Hay que salir del cuarto, cerrar puertas y ventanas y dejar que haga efecto. Es tan fuerte que no se puede volver a entrar hasta doce horas después, pero se supone que no deja nada vivo. Y a mí, hasta ahora, me ha funcionado.
Para la nueva cosecha no estaba dispuesto a tener que ir a Holanda a buscar los esquejes. De la tanda anterior que conseguimos gracias al tío de Nil, me quedé una docena como madres y, tras semanas podando y preparando para poder sacarles un buen montón de esquejes, estaban listas. Calculé que saldrían 40 por planta para un total de alrededor de 500. No iba a ser suficiente y haría falta cortar una segunda tanda de esquejes en cuanto se pudiera, pero es que resulta casi imposible tener madres suficientes como para sacar de golpe los casi 900 esquejes que necesito para poner 16 plantas en cada una de las 56 lámparas que hay en el cuarto.
Dos semanas después de acabar la cosecha, el cuarto de cultivo volvía a estar lleno de plantas
Siempre pongo algunas de las madres en grandes macetas de tierra y otras en hidroponía. Las madres hidropónicas me gustan porque crecen a gran velocidad, pero dejo algunas de reserva en tierra, ya que son más resistentes en caso de plagas o problemas.
Los esquejes tardan en enraizar entre siete y diez días. En cuanto tienen raíces los trasplantamos a macetas pequeñas de dos litros de tierra, en las que estarán un par de semanas antes de ser trasplantadas a las macetas definitivas. Lo hago así para no tener que encender todas las lámparas cuando las plantas son pequeñas. En las macetas definitivas ocupan mucho más espacio, pero en contenedores de dos litros caben hasta sesenta o setenta bajo cada lámpara, por lo que solo tengo que encender el 20% de las lámparas.
Dos semanas después de acabar la cosecha, el cuarto de cultivo volvía a estar lleno de plantas, pequeñas todavía, pero creciendo a buen ritmo. Con los depósitos llenos de agua con abono y un riego automático las plantas requieren pocos cuidados durante sus primeras semanas de vida, así que una vez trasplantados los esquejes podíamos relajarnos. Nil se fue a Ibiza con el pivón pero se podía haber quedado aquí, al fin y al cabo prácticamente no salieron del hotel más que para comer. Volvió contento, eso sí.