Mayo: germinar y crecer
Las semillas de cannabis tan solo necesitan agua y calor para germinar. En mayo las temperaturas son altas y el desarrollo de las plantas es muy rápido, no hay días fríos que ralenticen el desarrollo. Por esta razón, la mayoría de los cultivadores eligen este mes para sembrar sus semillas.
El sistema de germinación más sencillo consiste en plantar las semillas en macetas enterrándolas a poca profundidad, alrededor de medio centímetro, y regar a continuación el sustrato. Es muy importante no enterrar las semillas a demasiada profundidad y no apretar excesivamente el sustrato, pues se dificultaría el nacimiento de las plántulas. Algunos cultivadores prefieren germinar en tacos de turba, los conocidos jiffys, y trasplantarlos a las macetas cuando las raíces ya han colonizado la turba.
El segundo sistema de germinación consiste en colocar las semillas entre servilletas de papel húmedas. Antes, hay quien las mete en un vaso de agua durante 24 horas. Las servilletas deben estar bastante húmedas pero no empapadas, ya que el exceso de agua impide que las semillas respiren. Las servilletas húmedas con las semillas se introducen en un recipiente que se pueda cerrar (un tupper de cocina o un plato cubierto con film plástico) y se colocan en un lugar templado. La temperatura ideal de germinación es de 25 ºC, aunque se obtienen buenos resultados siempre que no sea inferior a 20 ºC ni superior a 30 ºC. Se deben vigilar las semillas cada día, pues resulta muy importante trasplantarlas a las macetas tan pronto como se abran y empiece a asomar la raíz. Las plantaremos a poca profundidad y con la raíz apuntando hacia abajo. Regar moderadamente y mantener la tierra húmeda hasta que las plantas aparezcan en la superficie. Ojo con el exceso de riego: si el sustrato se mantiene demasiado empapado, las plántulas pueden pudrirse.
¿Cuándo germino las semillas?
Las plantas de cannabis no autoflorecientes crecen desde que germinan en primavera hasta que las noches alcanzan una duración determinada en un momento del verano, que depende de cada variedad y que suele situarse entre julio y agosto. Por ejemplo, si una determinada variedad empieza a florecer a partir del 20 de julio, su periodo de crecimiento irá desde el momento de la germinación hasta esa fecha. Si las semillas se sembraron el uno de abril, el periodo de crecimiento durará tres meses y veinte días, que es el tiempo que va desde la germinación hasta el 20 de julio. En cambio, si se siembran el 1 de junio, el crecimiento solo durará un mes y veinte días. ¿Qué implicaciones tiene esto para el cultivador? En primer lugar, la fecha de cosecha no cambia aunque las plantas se siembren antes o después. En segundo lugar, cuanto más tarde se siembren las semillas menos tiempo tendrán para crecer y, por tanto, su tamaño final será menor. Teniendo en cuenta este factor, el cultivador puede controlar la altura que alcanzan las plantas simplemente sembrando antes o después. Si las plantas se plantan en el suelo y en lugar donde nadie las pueda ver se pueden sembrar muy pronto, pues no será un problema que alcancen gran altura. Sin embargo, en cultivos de balcón o terraza, donde una altura excesiva puede resultar problemática, es mucho mejor retrasar la germinación hasta mayo o junio.
Otro factor que se deberá tener en cuenta a la hora de decidir cuándo germinar es la genética de la variedad. Las variedades índicas, cuya altura suele ser menor, pueden sembrarse en abril o mayo, mientras que con las sativas es mejor esperar a mayo, junio o incluso julio en el caso de las variedades más ecuatoriales. No hay que olvidar que las sativas empiezan a florecer más tarde, a menudo no brotan las primeras flores hasta mediados o finales de agosto, por lo que, si se sembraran a la vez que las índicas, tendrían un periodo de crecimiento demasiado largo y acabarían siendo demasiado grandes para cultivar en macetas o en balcones. La siembra tardía logra que las sativas no se hagan tan grandes, ya que se reduce considerablemente su periodo de crecimiento. La mayoría de las variedades índicas florecen durante agosto y septiembre y se cosechan entre finales de septiembre y mediados de octubre. Las sativas comienzan a florecer unas semanas más tarde y tardan más, por lo que no se cosechan hasta finales de octubre o noviembre.
Estimular la vida del suelo
Los microorganismos que viven en el suelo desempeñan un papel muy importante en la salud de las plantas y en la fertilidad de la tierra. La aplicación de ciertos suplementos al sustrato potencia el desarrollo de estos microorganismos, contribuye a que los nutrientes se aprovechen mejor y mejora la resistencia de las plantas frente a plagas y enfermedades. El humus de lombriz, el compost y el estiércol son buenas fuentes de materia orgánica y contienen una amplia selección de especies de microorganismos del suelo. Las micorrizas son organismos que viven en simbiosis con las raíces de las plantas intercambiando nutrientes con ellas y ayudándose mutuamente. Algo similar ocurre con Trichoderma, un hongo que vive en las raíces y que, aunque no intercambia nutrientes con ellas, sí las protege de numerosas enfermedades. Hay numerosas bacterias que también tienen un efecto beneficioso sobre las plantas. Estos microorganismos se mezclan con el sustrato al llenar las macetas o se aplican disueltos en el agua de riego. Su efecto es mayor si se utilizan desde el principio del crecimiento.
Poda
La poda sirve para alterar la forma de las plantas, potenciar la ramificación y limitar su altura. Si se corta la punta del tallo central cuando las plantas son jóvenes y están en crecimiento, el tallo se bifurca y cambia la forma de crecimiento de la planta, pasando de parecer un abeto a formar un arbusto más ancho y redondeado pero de menor altura y con muchas ramas iguales en lugar de una principal rodeada de otras pequeñas.
Las variedades índicas son más pequeñas y resulta más sencillo controlar su tamaño. Las sativas además de crecer más tienden a estirarse mucho durante la floración, llegando a doblar o incluso triplicar su tamaño. Las índicas, por el contrario, no suelen aumentar su altura más de un cincuenta por ciento durante la floración.
Atar y doblar
La forma de las plantas se puede alterar con otras técnicas distintas a la poda. Una de las más populares consiste en atar el extremo de una cuerda a la parte superior del tallo principal, a unos dos tercios de la altura de la planta, y tirar de la cuerda para doblarlo. Luego se ata el otro extremo de la cuerda a un árbol, la barandilla de la terraza o cualquier otro elemento fijo para que la planta conserve la forma deseada. Si la idea es doblar mucho la planta conviene hacerlo progresivamente a lo largo de varios días para evitar quebrar el tallo. Con esta técnica es posible colocar el tallo en una posición casi horizontal. En las semanas posteriores al atado veremos como las ramas que brotan del tallo doblado van cambiando su dirección de crecimiento hacia arriba.
Otro sistema es el llamado supercropping, que consiste en apretar con fuerza un tallo entre los dedos hasta que se quiebran las fibras interiores pero teniendo cuidado de no romper la corteza. El tallo se doblará por el lugar chafado; al principio parece que queda muy débil pero en los días siguientes la planta cicatriza y endurece el tallo en el punto de doblado, reforzándolo. Esta técnica es muy útil cuando las puntas más altas de una planta en plena floración empiezan a sobrepasar la valla o el muro que rodea el lugar de plantación. En floración no se deben podar las plantas, pues puede afectar a su desarrollo, pero sí es posible doblarlas o atarlas sin consecuencias negativas.
Abonos y estimulantes
Los nutrientes son minerales que el cannabis absorbe, disueltos en el agua, a través de las raíces. El cannabis usa doce minerales distintos. Siete de estos minerales hacen falta en cantidades muy pequeñas, que suelen estar presentes en casi cualquier tierra, aunque pueden faltar en algunos de los sustratos de cultivo a base de turbas o fibra de coco. Se llaman microelementos y muchos abonos comerciales los incluyen. En general, cuando se cultiva en macetas conviene regar de vez en cuando con un abono que contenga microelementos para asegurarse de que no faltan. Los otros cinco minerales son los más importantes. Son nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K), magnesio (Mg) y calcio (Ca).
Los abonos pueden incorporarse a la tierra antes de plantar, como se hace con el estiércol, o añadirse después. Los abonos comerciales indican en la etiqueta las letras NPK seguidas de tres números, que corresponden a las concentraciones de nitrógeno, fósforo y potasio. En estos meses de ciclo vegetativo, en que la planta crece mucho, se necesita, sobre todo, nitrógeno. Hay que buscar un abono que tenga una concentración alta de nitrógeno respecto de fósforo y potasio, y utilizarlo según indique la etiqueta. Será mejor si contiene calcio, magnesio y microelementos. Después, cuando comience la floración, buscaremos uno con más fósforo que nitrógeno, ya que el fósforo es muy importante para la floración.
Cultivo en macetas
Las plantas que crecen en macetas tienen muy poca tierra a su disposición y los nutrientes que esta contiene se agotan con rapidez. El cultivador debe renovarlos añadiendo un abono líquido al agua de riego al menos dos veces por semana. Hay que tener cuidado y respetar la dosis indicada en la etiqueta del fertilizante, ya que el exceso de nutrientes puede ser muy perjudicial para el cannabis, las plantas toman un color verde muy oscuro, reducen su ritmo de crecimiento y retuercen sus hojas hacia abajo, que quedan con forma de garra. Una sobredosis fuerte de nutrientes puede matar las plantas o dañarlas tanto que nunca se recuperen lo suficiente como para producir buenos cogollos.
Si la sobrefertilización ha sido excesiva poco se puede hacer. Una vez vi una planta joven que había sido regada con abono líquido sin diluir; al día siguiente estaba muerta y aparecía marchita, como si no tuviese agua. Si el exceso de abono no ha sido muy exagerado se puede intentar lavar la tierra para arrastrar todo el fertilizante que sea posible, regando las plantas con grandes cantidades de agua. El agua limpia la tierra, y al escurrir por los agujeros de drenaje de la maceta se lleva los nutrientes con ella.
Cultivo en el suelo
Durante las primeras semanas hay que proteger las plantas de caracoles, babosas, conejos y otras especies de herbívoros, que suelen tener predilección por los brotes tiernos y las plantas jóvenes. Normalmente es más seguro germinar las plantas en macetas y trasplantarlas al suelo cuando tienen uno o dos palmos de altura. Para evitar caracoles y babosas se esparce cebo de formaldehído, o se rodea cada tallo con un círculo de ceniza, que los caracoles no pueden atravesar. Hay que renovar la ceniza después de cada lluvia. También se pueden poner unas tejas o unos cartones en el suelo, cerca de las plantas, y recoger cada día los caracoles que se esconden debajo. Para los conejos lo mejor es hacer una protección de malla de gallinero para el huerto. La malla debe estar enterrada por lo menos a treinta centímetros para que los conejos no hagan un túnel.
Las plantas que crecen en el suelo tienen raíces que se extienden por un gran volumen de tierra. Aunque se sobrefertilicen un poco lo toleran bastante bien; por lo general, basta con dejar de abonarlas durante una o dos semanas para que se recuperen.
Cultivo de guerrilla
Las plantas de cannabis necesitan bastante riego, especialmente durante el verano, cuando ya han alcanzado su máximo tamaño y las altas temperaturas potencian la transpiración. Si no se riegan lo suficiente la floración no se desarrolla bien y la cosecha se reduce. En jardines y balcones el riego no es un problema, pero en cultivos de guerrilla no siempre se dispone de un grifo cerca. Muchos guerrilleros tienen el problema de tener que transportar el agua en garrafas hasta las plantas. En estas situaciones lo más recomendable es acostumbrar a las plantas a la falta de agua regándolas muy poco durante el crecimiento y no abusando del abono de crecimiento. Las plantas se quedarán más pequeñas pero sobrevivirán al verano sin mucho riego. Si las regáramos en abundancia durante el crecimiento adquirirían un gran tamaño que haría muy difícil llevar suficiente agua durante el verano. Cuando se riegan y abonan mucho durante la primavera, las plantas se hacen enormes y, al llegar los calores del verano, no encuentran agua suficiente para mantener tantas hojas y ramas. En cambio, los riegos moderados fuerzan a la planta a desarrollar más su sistema de raíces a costa de crecer algo menos, pero esas raíces serán las que le permitirán sobrevivir en los momentos más tórridos del verano