La germinación de las semillas es el primer paso del cultivo de cannabis. Aunque es sencillo y no suele dar problemas, es importante hacerlo bien, ya que para lograr una buena cosecha es esencial que las plantas se desarrollen bien desde el primer día. Una mala germinación puede causar debilidad y enfermedades que se arrastrarán durante semanas o meses y perjudicarán la calidad de la cosecha.
La semilla
Las semillas son uno de los grandes inventos del mundo vegetal. En realidad son pequeñas plantas vivas y en estado embrionario que permanecen inactivas o “dormidas” hasta que las condiciones ambientales de calor y humedad son idóneas para su reactivación o germinación.
La semilla del cannabis consta de un embrión, formado por un eje embrionario y dos cotiledones, recubiertos por una cubierta protectora o tegumento seminal. Cada semilla tiene una reserva de nutrientes para que el embrión se alimente los primeros días, hasta que crezcan las primeras raíces y pueda absorber el agua y los minerales que le hacen falta para desarrollarse.
La germinación
El proceso de germinación dura desde que las semillas empiezan a absorber agua hasta que las pequeñas plantitas desarrollan sus primeras hojas reales y empiezan a hacer la fotosíntesis. Las semillas pasan por tres fases durante la germinación:
Hidratación: la germinación comienza en el momento en que el cañamón absorbe agua y se empieza a hinchar. Con la humedad, se activan muchos procesos metabólicos. Desde que la semilla se hidrata ya no se puede parar el proceso: la germinación se ha puesto en marcha.
Germinación: constituye la germinación propiamente dicha, y en ella se generan nuevos cambios metabólicos, como la síntesis de proteínas. La absorción de agua se reduce un poco.
Crecimiento: empieza en el momento en que brota la primera raíz, a la que llamamos radícula. La respiración y la absorción de agua vuelven a aumentar, a la vez que se empiezan a utilizar los nutrientes almacenados en los cotiledones de la semilla. El embrión se alimentará de ellos hasta que sea capaz de realizar la fotosíntesis y generar su propia energía.
La radícula emerge del interior de la semilla porque las células embrionarias se alargan. La punta de esta raíz rompe en dos la cubierta de la semilla y se empieza a alargar el hipocótilo, que es el tallo que hay entre la radícula y los cotiledones, y empuja la plúmula (también llamada gémula o yema) y los cotiledones hacia la superficie. Estos comienzan a producir clorofila y realizan la fotosíntesis hasta que brotan las primeras hojas reales.
Técnicas
Las dos técnicas más habituales para germinar las semillas de cannabis es sembrándolas directamente en la tierra (en una maceta, no en el suelo) o entre servilletas de papel húmedas; las dos dan buen resultado. Yo prefiero hacerlo directamente en tierra para evitar el trasplante, pero la ventaja de hacerlo en servilletas es que se puede confirmar que la semilla se ha abierto y empezado a germinar antes de sembrarla en la maceta. De este modo se evita que falle una semilla y quede una maceta vacía. Algunos cultivadores tienen la costumbre de hidratar bien las semillas antes metiéndolas en un vaso con agua entre doce y veinticuatro horas.
También se puede añadir agua oxigenada, que tiene unas propiedades muy especiales que ayudan en la germinación. Basta con diluir una parte de agua oxigenada en diez partes de agua y echar dentro las semillas. El oxígeno extra que aporta al agua ayuda a acelerar el proceso de germinación y la capacidad de oxidar la materia orgánica sirve para esterilizar el exterior de la semilla y matar las esporas de hongos y las bacterias que pudiera haber.
La técnica milenaria de germinar cannabis que se ha utilizado desde que el hombre empezó a cultivarlo consiste en plantar las semillas directamente en la tierra enterrándolas a medio o a un centímetro de profundidad y cubriéndolas de nuevo con tierra sin apelmazarla. Hay que tener mucho cuidado y no sembrarlas a demasiada profundidad, pues podrían no tener fuerza suficiente para salir a la superficie. En general, es mejor no germinar directamente en el suelo y hacerlo en una pequeña maceta para evitar que los caracoles, las babosas y otros animales se coman las pequeñas y delicadas plantitas. Es más seguro germinarlas en macetas y trasplantarlas cuando están más crecidas y ya no resultan tan apetitosas para los bichos.
A continuación se riega bien la tierra con cuidado de no desenterrar las semillas. Los días siguientes hay que vigilar que la tierra no se seque, aunque tampoco conviene mantenerla encharcada, hasta que salgan las plántulas de la tierra. Esto suele suceder entre cinco y quince días después, dependiendo de la temperatura y la edad de las semillas.
Otro buen sistema es germinar las semillas entre servilletas de papel húmedas, dentro de un táper o recipiente similar, que se coloca en un lugar ligeramente cálido (nunca encima de un radiador, está demasiado caliente); la temperatura del interior de casa suele ser suficiente. Las semillas solo germinan dentro de un rango determinado de temperaturas, que en el caso del cannabis es de entre 15 y 30 ºC.
Las semillas en germinación necesitan humedad constante, por lo que hay que vigilar que no se sequen las servilletas. Una vez al día conviene abrir la tapa, levantar la servilleta superior para observar si se han abierto las semillas y pulverizar algo de agua para rehumedecerlo todo si es necesario. En cuanto se abre una semilla y asoma la punta de la radícula, hay que trasplantarla lo antes posible al sustrato. Se siembran como a medio centímetro de profundidad, sin compactar la tierra de encima y con la punta de la raíz hacia abajo.