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Noviembre: cuidados de las sativas y curado

Autocultivo para mentes sencillas

El otoño está en pleno apogeo y casi todas las plantas ya han sido cosechadas. Sin embargo, aún están vivas algunas de las variedades más deseadas y esperadas, las sativas. Mientras damos los últimos cuidados a estas estimulantes genéticas, también debemos ocuparnos del curado de los cogollos que están en el secadero, de ello depende el sabor y la calidad finales. 

El otoño está en pleno apogeo y casi todas las plantas ya han sido cosechadas. Sin embargo, aún están vivas algunas de las variedades más deseadas y esperadas, las sativas. Mientras damos los últimos cuidados a estas estimulantes genéticas, también debemos ocuparnos del curado de los cogollos que están en el secadero, de ello depende el sabor y la calidad finales. 

El otoño está en pleno apogeo y casi todas las plantas ya han sido cosechadas. Sin embargo, aún están vivas algunas de las variedades más deseadas y esperadas, las sativas. Mientras damos los últimos cuidados a estas estimulantes genéticas, también debemos ocuparnos del curado de los cogollos que están en el secadero, de ello depende el sabor y la calidad finales.
Cannabis para torpes 22.2

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Las sativas y su cosecha
Hay tres tipos de variedades sativas en función de su fecha de cosecha: tempranas, tardías y muy tardías. Las más tempranas son casi siempre variedades híbridas con una parte de genética índica, que es la responsable de acelerar la maduración. Pero es verdad que también existen sativas puras más o menos tempranas, aquellas que provienen de regiones más o menos alejadas del ecuador, como las Durban de Sudáfrica. Las sativas rápidas están maduras en octubre, casi siempre en la segunda mitad del mes, por lo que se pueden cultivar en cualquier región española, salvo en las más frías y húmedas. 

Las sativas tardías son la gran mayoría, y se recogen en el mes de noviembre. La mayoría de las sativas comerciales con efecto más claramente estimulante se engloban en este grupo. Se dan bien en zonas cálidas como la costa mediterránea, el sur de la península Ibérica y Canarias. 
Por último, las sativas muy tardías son las que se cosechan en diciembre o enero y, en la práctica, casi nadie las cultiva en exterior fuera de sus regiones de origen, no solo por la paciencia que se necesita debido a su lenta y larga floración, también porque el frío del invierno y los días extremadamente cortos llegan antes de que acaben de madurar. Solo en Canarias y las zonas más cálidas del sur peninsular llegan a madurar correctamente. 

El mayor problema al cultivar sativas es que el frío llegue antes de su madurez. Las plantas aguantan alguna noche de frío siempre que no hiele; pero cuando las temperaturas bajas se alargan durante días o semanas, el desarrollo se detiene y el cannabis carece de la energía suficiente para acabar de florecer. Si vemos que el frío y las heladas llegan sin que las plantas estén maduras y no disponemos de un invernadero u otro lugar a cubierto donde protegerlas, lo mejor es cosecharlas y aprovechar lo que tengan. 
En las sativas puras se puede acelerar algo la maduración manteniendo las plantas en macetas relativamente pequeñas. Al no poder desarrollarse más, florecen algo antes y sobre todo acaban de madurar en lugar de seguir floreciendo indefinidamente. 

La estructura de las sativas es muy diferente a la clásica forma de abeto que tienen las índicas. Son plantas desgarbadas y altas, con ramas muy largas, flexibles y cogollos finos y no muy densos, aunque muy resinosos, aromáticos y potentes. Una sativa pura sembrada en el suelo puede alcanzar tres o cuatro metros de altura con una gran facilidad, algo que dificulta la ocultación y la protección de la lluvia. No es fácil hacer un invernadero para una planta de ese tamaño. 
La floración de las sativas es distinta a la de las índicas. Para empezar, las plantas crecen mucho más durante la floración, con frecuencia doblan o triplican su altura. La floración es más larga, como mínimo dura tres meses. 

El mayor problema al cultivar sativas es que el frío llegue antes de su madurez 

La manicura de las plantas es larga, pues hay multitud de hojas a lo largo de las ramas que hay que eliminar, pero se puede facilitar el trabajo si se dejan de abonar las plantas dos o tres semanas antes de la cosecha. De ese modo, la planta toma los nutrientes que necesita de las hojas, por lo que estas amarillean y caen en una especie de automanicura. 

El secado de las sativas se complica un poco porque el clima de noviembre es más húmedo y frío. Si tenemos un deshumidificador en el secadero no habrá problemas, pero si no es así correremos el riesgo de que los cogollos se enmohezcan durante el secado. Para evitarlo conviene colocar un calefactor en el secadero además de un ventilador. La subida de la temperatura acelerará el secado. 

Planta de cannabis
Los híbridos con bastante genética sativa pueden ser muy productivos.

El curado de los cogollos 

El secado del cannabis es necesario para que resulte psicoactivo. Esto sucede porque el THC presente en la resina fresca se encuentra en forma de ácido, es decir, THCA, y debe perder una molécula de agua para convertirse en THC psicoactivo. Este proceso se llama descarboxilación, y es el mínimo necesario para convertir el cannabis en marihuana psicoactiva. Sin embargo, un buen cogollo de calidad requiere otro proceso para alcanzar su máxima expresión: el curado. Este proceso de curado sirve para que la clorofila, algunas proteínas y ciertos metabolitos que hay en los tejidos se descompongan. El resultado del curado es un humo más suave que no irrita tanto la garganta y que, por tanto, se consume mucho mejor. Cualquier consumidor habitual de cannabis nota una gran diferencia entre un cogollo bien curado y otro que no lo está. El curado requiere que haya algo de humedad en el cogollo, ya que cuando el secado es completo la mayoría de los procesos se detienen completamente o al menos se vuelven mucho más lentos. 

El curado sirve para que la clorofila, algunas proteínas y ciertos metabolitos que hay en los tejidos se descompongan 

El curado consiste en secar muy lentamente. Por lo general, se seca a velocidad normal durante los primeros días para proteger los cogollos y evitar que se enmohezcan, pero una vez que los cogollos han perdido bastante humedad colgados en el secadero pero mientras todavía conservan una cantidad considerable de agua, se trasladan a un recipiente con tapa que se puede cerrar o abrir según se quiera frenar o acelerar el secado. Día tras día, el cultivado abre unos minutos el recipiente para que libere algo de humedad y lo vuelve a cerrar para que la humedad restante se reparta por los tejidos. Cada día la hierba estará algo más seca y cuando alcance el nivel estable definitivo, que suele ser de alrededor del diez por ciento, ya no hace falta seguir abriendo cada día la caja y se puede almacenar definitivamente. 
 

 

Planta de cannabis
Esta Durban es excepcionalmente rápida y se cosecha en septiembre.
Planta de cannabis
A principios de octubre, aún le queda mucho a esta sativa tardía.
Cogollo bien curado
El verde claro de este cogollo muestra un buen curado, en el que ha desaparecido mucha clorofila.
Ramas de cannabis secándose
Es recomendable secar las ramas completas, sin cortar los cogollos, pues los tallos hacen que el secado sea más lento.
Bolas de resina
Bolitas de resina recuperadas de las tijeras de manicurar; déjalas reposar unas semanas antes de consumirlas.
Cogollos en bolsas de papel y de plástico
Las bolsas de papel permiten que los cogollos se continúen secando, pero las bolsas de plástico no se deben usar si la hierba no está bien seca.
Cogollo de sativa secado
Este cogollo de sativa se ha secado sin manicurar; hay que arrancar las hojas sin resina antes de consumirlo.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #251

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