Noviembre: cosecha de sativas y curado de la cosecha
El mes de noviembre es relativamente tranquilo para el cultivador de exterior. El otoño avanza y cada vez quedan menos plantas vivas. La mayoría de las variedades ya se han recogido y cuelgan en el secadero. Solo las variedades sativas siguen en pie acabando de madurar, claro que entre ellas están algunas de las mejores hierbas disponibles, por lo que no conviene bajar la guardia o dejarlas a su aire.
El principal trabajo en estas semanas, además de vigilar el proceso de curado de los cogollos del secadero, es cuidar las plantas que quedan vivas para que lleguen a la cosecha sin contratiempos. Al igual que en las índicas, las últimas semanas de vida también son las más importantes para las variedades sativas.
Secado y curado
Las plantas cosechadas que cuelgan en el secadero deben perder la humedad lentamente para que el sabor de los cogollos sea el mejor posible. Este secado lento produce unas reacciones químicas en los cogollos que denominamos curado. El curado es un proceso natural por el que la clorofila de los tejidos se va descomponiendo. La clorofila es lo que da color verde a las plantas, y es la principal responsable del mal sabor y las toses que provocan los cogollos secados demasiado deprisa. Los cogollos correctamente curados tienen un color más claro y amarillento que aquellos sin curar, puesto que parte de la clorofila se ha descompuesto y desaparecido.
El secado y el curado se deben entender como dos procesos que se solapan y ocurren de forma paralela. En realidad, la clorofila comienza a descomponerse desde que se corta la planta, por lo que el curado comienza a la vez que el secado. Mientras los cogollos mantienen una cierta humedad, el curado evoluciona más rápidamente. Cuando se terminan de secar la evolución se vuelve más lenta, especialmente si se guardan dentro de un recipiente hermético en un lugar fresco y seco.
Por lo general, los cultivadores mantienen las plantas colgadas hasta que los cogollos están secos casi del todo pero aún conservan algo de humedad en su interior, momento en que los separan de los troncos y ramas para almacenarlos. Idealmente, los cogollos se guardan en recipientes herméticos protegidos del aire, el calor y la luz, que se abren un rato cada día para que vayan perdiendo lentamente la humedad que queda. Un buen secado y curado lleva no menos de cuatro semanas, y se puede alargar bastante si el cultivador es un auténtico sibarita. Aun cuando se da por acabado, el curado siempre continúa, aunque a un ritmo más lento.
El aroma del cannabis de debe, principalmente, a los terpenos que contiene, que son moléculas aromáticas que se evaporan fácilmente y son percibidas por el olfato. Para lograr cogollos muy aromáticos hay que evitar o reducir, en la medida de lo posible, la evaporación de los terpenos. No todos los terpenos se evaporan a la misma temperatura, pero todos lo hacen a menor velocidad cuanto más baja es la temperatura ambiental.
Por otro lado, las corrientes de aire aceleran la evaporación de los terpenos, pero son necesarias para mantener las plantas aireadas en el secadero y evitar la proliferación de hongos. Reduciendo la temperatura del secadero y dirigiendo los ventiladores de tal modo que muevan el aire alrededor de las plantas pero sin soplar directamente sobre ellas, secaremos las plantas reduciendo al mínimo la evaporación de los terpenos responsables del aroma.
Un buen secado y curado lleva no menos de cuatro semanas
El secado es más rápido cuanto menor es la humedad ambiental y mayor la temperatura. Por lo general, los cultivadores que quieren hacer un secado lento suelen mantener la humedad ambiental del secadero algo elevada, entre el sesenta y el setenta por ciento, durante la primera semana de secado, y después la van reduciendo lentamente.
Con humedad alta las plantas se secan despacio, pero el cultivador corre un serio riesgo de que aparezcan hongos en los cogollos, por lo que debe vigilarlos muy atentamente. Se puede evitar este riesgo reduciendo la humedad ambiental al cincuenta por ciento o menos, pero entonces los cogollos se secan demasiado rápido y el sabor del producto final no es tan delicado.
¿Cómo se puede conseguir un secado lento sin arriesgarse a sufrir un ataque de hongos? Con altas temperaturas resulta peligroso secar lentamente, pues hay que mantener la humedad relativamente alta y los hongos pueden desarrollarse. Por el contrario, si se baja la humedad para evitar las infecciones, el secado se acelera demasiado.
Bajando la temperatura del secadero el proceso se hace más lento incluso en condiciones de baja humedad. La escasa humedad evita los hongos y las bajas temperaturas ralentizan el secado. ¿Qué temperatura es la óptima? Se obtienen muy buenos resultados manteniendo el secadero entre 15 y 20 ºC, con una humedad ambiental por debajo del cincuenta por ciento.
Las lentas y deliciosas sativas
Hoy en día no hay muchas sativas puras a la venta en los catálogos de los bancos de semillas. La mayoría de las variedades que se venden como sativas son realmente híbridos en los que predomina la genética sativa. Esto es así principalmente porque los cultivadores demandan variedades cada vez más tempranas, productivas y de cogollos densos, algo que es bastante incompatible con la auténtica genética sativa, que da plantas larguiruchas, de floración muy lenta y cogollos poco densos.
Los criadores han desarrollado variedades sativas que conservan características positivas, como la psicoactividad estimulante, pero han introducido cambios, a menudo mediante el cruce con otras variedades, para acortar la floración, reducir el tamaño de las plantas y aumentar el grosor y la densidad de los cogollos. Actualmente, la mayoría de las variedades sativas e híbridos con predominio de genética sativa que venden los bancos de semillas se recogen entre finales de octubre y finales de noviembre, con algunas excepciones que se retrasan hasta diciembre.
La floración de las sativas es algo distinta que la de las variedades índicas. Para empezar, las plantas crecen y se estiran mucho más durante la floración, llegando fácilmente a doblar su tamaño. La floración es más larga, por lo general de al menos tres meses, es decir, como mínimo un mes más que las índicas. Es necesario abonarlas con abono de principio de floración (que contiene dosis considerables de nitrógeno, aparte del fósforo y el potasio típicos de todos los abonos de floración) durante seis u ocho semanas por lo menos; más tiempo que a las índicas, que dejan de crecer a las tres o cuatro semanas de empezar la floración.
La mayoría de las variedades que se venden como sativas son realmente híbridos
Si las variedades índicas puras producen un efecto narcótico y tranquilizante, las sativas tienden a generar una psicoactividad más estimulante, nerviosa y alucinógena. Son variedades especialmente indicadas para consumir durante el día, mientras que las índicas resultan idóneas para las noches. En exterior, las variedades sativas tienen la ventaja de que se llegan a hacer enormes y son muy productivas.
Con los cuidados adecuados pueden alcanzar los cuatro metros de altura y producir hasta un kilo de cogollos o más. Son variedades que se manicuran fácilmente, ya que suelen perder gran cantidad de hojas al final de la floración, quedando los cogollos casi desnudos. En las sativas puras se puede acelerar algo la maduración manteniendo las plantas en macetas relativamente pequeñas, al no poder desarrollarse más, florecen algo antes y, sobre todo, acaban de madurar en lugar de seguir floreciendo indefinidamente.
Las variedades con genética sativa se pueden dividir en tres grupos en función de cuándo se cosechan. Las sativas de floración temprana suelen ser híbridos cruzados con índicas, aunque existen algunas variedades sativas más o menos puras que también son muy rápidas. Se cosechan en octubre, algunas a comienzos y muchas a finales. El segundo grupo, las sativas tardías, suelen ser sativas puras o cruzadas con otras sativas o con híbridos de índicas y sativas. Se cosechan a lo largo del mes de noviembre. En tercer lugar, las sativas muy tardías son sativas puras ecuatoriales o cruces muy puros que no están listas para cosecharse hasta diciembre o incluso enero.
El primer grupo de sativas se puede cultivar en casi cualquier punto de España, mientras que el segundo grupo necesita zonas más cálidas donde el invierno no llegue demasiado pronto. Por último, las sativas muy tardías solo se podrán cultivar en las Islas Canarias y en ciertas zonas de la costa sur de la Península, donde las temperaturas se mantienen relativamente altas todo el invierno.
El lento desarrollo de las plantas sativa puede ser un gran problema si se acerca el frío y la planta todavía no está madura. En esta situación el cultivador tiene dos opciones, o bien recoge las plantas cuando aún están inmaduras o bien intenta esperar a la maduración arriesgándose a que las heladas las maten. En el primer caso existen técnicas para acelerar la maduración de las flores, que consisten, básicamente, en frenar el flujo de savia desde las raíces obligando a las flores a madurar rápidamente.
La savia sube desde las raíces por unos conductos situados en la zona exterior del tallo. Se pueden bloquear estos vasos o conductos con un alambre bien apretado en torno a la base del tallo o bien cortando un delgado anillo de corteza en el mismo lugar. Estos sistemas logran la maduración de las flores ya existentes pero no provocan la formación de nuevas flores. Es decir, los cogollos maduran pero no engordan. La única forma de lograr una floración completa es dejar que la planta siga su ciclo y, si es necesario, ayudarla frente al frío. Se puede construir un invernadero con cañas y plástico alrededor de la planta que la proteja del frío y la lluvia.
Cultivo en macetas
Las lluvias y el clima fresco de octubre y noviembre provocan que las plantas consuman mucha menos agua y la tierra no se seca en varios días, lo que puede llevar al cultivador a no abonar lo suficiente las plantas. No siempre hay que esperar a que la tierra se seque antes de regar de nuevo. Por ejemplo, después de dos o tres días muy lluviosos, la tierra de las macetas se queda sin nutrientes porque el agua de lluvia va arrastrándolos poco a poco. En esa situación no interesa esperar tres o cuatro días antes de abonar, lo mejor es hacerlo en cuanto para de llover para que la planta pueda seguir absorbiendo nutrientes. Si tienes un lugar techado donde colocarlas, protege las plantas trasladándolas a cubierto antes de una tormenta.
Cultivo en el suelo
Las plantas sativa grandes suelen ser bastante flexibles y desgarbadas, por lo que no es raro que las ramas bajas puedan rozar el suelo, sirviendo de puerta de entrada para hongos y plagas. Corta las ramas que toquen el suelo o sujétalas con cuerdas o tutores para mantenerlas elevadas.
Cultivo de guerrilla
Hay pocos cultivos de guerrilla activos en noviembre, la mayoría de los guerrilleros escoge variedades rápidas para reducir al máximo el riesgo de que las plantas sean detectadas y robadas. Sin embargo, especialmente en zonas de veranos tórridos e inviernos cálidos es posible hacer guerrilla tardía de sativas aprovechando que el clima de otoño es menos seco y las plantas no sufren tanto la falta de agua.
Revisión del cogollo
Es muy importante que los cultivadores sean conscientes de que si bien el cannabis es una planta muy poco tóxica cuyo consumo tiene pocos efectos secundarios negativos, hay ciertas plagas que pueden aumentar su toxicidad. Antes de consumir un cogollo es recomendable revisarlo para asegurarse de que no tiene nada peligroso.
Mientras que la hierba en buenas condiciones desprende un humo blanquecino o azulado, la marihuana infestada suele producir un humo marrón o negro
En primer lugar hay que observar atentamente los cogollos, abriéndolos ligeramente para ver su interior. No debe haber ningún tipo de micelio creciendo. El micelio de los hongos aparece como un conjunto de pequeños hilos de aspecto algodonoso. Este crecimiento puede ser de varios colores: gris, negro, blanquecino, incluso azulado o verdoso, dependiendo de la especie de que se trate, pero, en cualquier caso, no conviene consumir cannabis con hongos. La hierba debe oler bien. Las contaminaciones por hongos suelen cambiar el olor del cannabis, que coge un aroma a bosque húmedo o champiñones frescos. La marihuana contaminada por bacterias suele oscurecerse hacia el negro o el marrón oscuro y huele muy mal, una peste ácida y muy desagradable, por lo general. El olor a setas, humedad, amoniaco o, simplemente, a “cerrado” es un claro indicio de contaminación y de que no debemos consumir ese cogollo. Cuando las bacterias se multiplican pueden llegar a deshacer la hierba o convertirla en una pasta, claro que para entonces a nadie sensato se le ocurriría fumarla.
El humo que desprende la marihuana al quemarse puede servir como indicador de la presencia de plagas u otros contaminantes. Mientras que la hierba en buenas condiciones desprende un humo blanquecino o azulado, la marihuana infestada suele producir un humo marrón o negro. Un humo de olor extraño debería levantar sospechas en el usuario. Si un cultivador sin escrúpulos ha pulverizado las plantas con un insecticida de larga permanencia, o muy cerca de la fecha de cosecha, pueden quedar restos en los cogollos, que acabarán en los pulmones del consumidor.
El exceso de abonos y el mal lavado de las plantas previo a la cosecha se pueden detectar por el sabor áspero e irritante del humo. El humo de un cogollo bien cultivado y secado debe ser aromático y suave. Es cierto que el THC puede provocar tos, pero los cogollos abonados en exceso irritan la garganta de manera mucho más agresiva.
Te puede interesar...
¿Te ha gustado este artículo y quieres saber más?
Aquí te dejamos una cata selecta de nuestros mejores contenidos relacionados: