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La tierra o sustrato debe proteger las raíces del exterior, proveerlas de agua, nutrientes y oxígeno y albergar los microorganismos que se encargan de descomponer los abonos y la materia orgánica que contiene, lo que genera nuevos nutrientes. Para ello, un substrato debe ser capaz de retener agua, contener nutrientes y permitir respirar a las raíces gracias a un drenaje suficiente.
En líneas generales, prácticamente todos los sustratos para cultivo contienen turba, perlita y abonos, aunque algunos sustituyen la turba por fibra de coco. Si son sustratos corrientes suelen llevar pequeñas cantidades de abonos químicos (las formulas Light Mix) o cantidades más elevadas (las formulas All Mix). Los sustratos orgánicos o ecológicos sustituyen los abonos químicos por abonos orgánicos, como el humus de lombriz, la harina de algas o el guano de murciélagos. Los sustratos comerciales suelen dar buen resultado, por lo que no recomiendo a los cultivadores principiantes que se compliquen preparando su propia mezcla. Es mejor comprar el sustrato listo para usar y concentrarse en las plantas.
Un substrato debe ser capaz de retener agua, contener nutrientes y permitir respirar a las raíces gracias a un drenaje suficiente
Cuando se tiene algo más de experiencia sí puede ser interesante empezar a tunear el sustrato, sobre todo añadiendo abonos orgánicos que aportan nutrientes de máxima calidad y fomentan la vida microscópica en la tierra.
En un gramo de tierra hay millones de seres vivos: bacterias, hongos y levaduras, que generan fertilidad, mantienen las raíces sanas y evitan la proliferación de muchas plagas. No solo ayudan a producir nutrientes y a que las raíces los absorban sin esfuerzo, además, producen hormonas que estimulan el crecimiento de las plantas. Los abonos orgánicos como el estiércol, el compost y el humus de lombriz o lombricompost contienen muchos microorganismos. Pero también se pueden aplicar sobre la tierra productos comerciales específicos que contienen millones de ejemplares de una gran gama de especies beneficiosas.
Por lo general, se mezclan con el sustrato cuando se llenan las macetas o se aplican disueltos en agua con una regadera después de trasplantar las plantas. Aumentan el crecimiento de las plantas y sus raíces, el vigor general y la producción de biomasa. Las bacterias permiten que las plantas absorban mayor cantidad de agua y nutrientes y aportan al cultivo fitohormonas como auxinas, giberelinas y citoquininas.
Cuidar la tierra durante el cultivo
Las plantas que viven directamente en el suelo lo tienen mucho más fácil, pues sus raíces pueden extenderse en cualquier dirección en busca de agua o nutrientes. En macetas, la situación es bien distinta: las raíces deben contentarse con una pequeña cantidad de tierra, por lo que esencial mantener las condiciones de esa tierra lo mejor posible. Para que las raíces crezcan sanas es importante que la tierra no permanezca siempre empapada; es beneficioso que se seque bastante entre riego y riego. El problema con los sustratos con base de turba es que resulta muy difícil rehumedecerlos una vez se secan. El agua parece resbalar por encima del sustrato y se escurre hacia los agujeros de drenaje sin apenas mojarlo.
El cultivador debe aprender a esperar a que la tierra se seque lo suficiente para que las raíces respiren pero no tanto que sea difícil mojarla de nuevo. Si sucede esto último se puede hacer que el agua empape más fácilmente añadiéndole un par de gotas de jabón concentrado tipo Fairy.
A veces, cuando la tierra se seca, se contrae y se separa de las paredes de la maceta, lo que provoca que las raíces que hay en esa zona mueran. Cuando veamos aparecer una rendija entre la tierra y la maceta, debemos añadir un poco de tierra nueva para taparla. Podemos mezclar un poco de humus de lombriz con la tierra para aportar un extra de nutrientes a mitad de cosecha.