Las raíces de una planta son tan importantes y esenciales que es lo primero que aparece cuando germina una semilla. En cuanto se abre la semilla asoma la radícula, que es como se llama la primera raíz, y crece hacia abajo, anclándose en el suelo para que el tallo pueda erguirse y empezar a brotar las primeras hojas. En los primeros días y semanas de vida, el desarrollo de las raíces es mucho mayor que el de los tallos y las hojas. Al fin y al cabo, el agua y los nutrientes que captan las raíces son absolutamente necesarios para que la planta pueda crear los tejidos que forman su parte aérea: hojas, tallos y, más adelante, flores.
Lo que es arriba es abajo
En una planta que crezca en un suelo blando y fértil, el desarrollo del sistema de raíces es un reflejo casi perfecto del desarrollo de la parte aérea. La primera raíz equivale al tallo y forma la base de la estructura del sistema radicular. De ella nacen las raíces secundarias, que, a su vez, se ramifican en raíces terciarias, y así sucesivamente. Conforme se alejan de la raíz principal, las raíces se van haciendo más finas y, al final, en las puntas, brotan una gran cantidad de pelos radiculares, que son los responsables principales de la absorción de agua y nutrientes. La red que forman las raíces atraviesa el suelo en todas direcciones intentando ocupar el espacio homogéneamente.
Por lo general, las raíces se extienden tan abajo como crecen las ramas hacia arriba, y cubren una superficie equivalente a la que cubren las ramas. La raíz principal y algunas otras profundizan todo lo que pueden en el terreno para darle estabilidad a la planta y captar agua de las capas profundas del terreno, sin embargo, la gran mayoría de las raíces se sitúan a poca profundidad e intentan extenderse en todas direcciones con la intención de captar la mayor cantidad posible de agua de lluvia (o de riego), ya que esta suele ser la principal fuente de hidratación de las plantas.
"La tierra debe ser fértil, rica en materia orgánica y capaz de absorber una gran cantidad de agua, pero manteniéndose aireada"
Obviamente, cuando cultivamos en macetas la situación es muy distinta, puesto que las raíces no pueden extenderse todo lo que quisieran y no tienen más remedio que conformarse con un volumen de tierra mucho menor. Por eso es especialmente importante cuidar el riego y el abono de las plantas en maceta, ya que las raíces no pueden aventurarse más lejos en busca de agua y nutrientes. En cambio, en el suelo, si hay humedad a dos metros de profundidad o pasa un arroyo tres metros hacia la izquierda, las raíces lo detectan y crecen más en esa dirección para absorber el agua que les hace falta, pero en una maceta no pueden hacerlo.
Las raíces del cannabis han evolucionado adaptándose para crecer bajo la superficie, donde las temperaturas nunca suben tanto como sobre ella. Sin embargo, cuando crecen en macetas, la temperatura de la tierra puede subir tanto que daña gravemente las raíces y detiene su crecimiento. Este inconveniente se puede evitar sombreando las macetas o metiéndolas dentro de otras más grandes para crear una capa de aire que actúe como aislante y evite el sobrecalentamiento.
Volumen de tierra igual a protección
Cuanta más tierra hay disponible, mayor puede hacerse el sistema radicular y mayor cantidad de agua y nutrientes puede absorber. Además, en caso de sequía, falta de agua o escasez de nutrientes, siempre lo sobrellevan mejor que si hay muy poca tierra. Por esto es recomendable usar siempre el mayor tamaño posible de maceta: la producción suele ser mayor y, sobre todo, las plantas resisten mejor cualquier problema, plaga, estrés o enfermedad.
La calidad del sustrato también tiene una gran importancia. Para que las raíces estén bien, la tierra debe ser fértil, rica en materia orgánica, capaz de absorber una gran cantidad de agua pero manteniéndose aireada. Las raíces necesitan agua y nutrientes, pero también oxígeno. Todas las células requieren oxígeno para respirar, y si no lo tienen se mueren, se pudren y se convierten en criaderos de bacterias, que pueden extender la putrefacción al resto de la planta. Si la tierra está siempre empapada, las raíces primero se debilitan, luego se mueren y finalmente acaban pudriéndose.
La mejor forma de evitarlo es usar un sustrato rico en turba, que absorbe humedad, y con perlita, que facilita el drenaje y la aireación. Además, hay que dejar que la tierra pase por fases más húmedas y más secas, ya que cuando se seca se oxigena. La idea es regar abundantemente y no volver a hacerlo hasta que la tierra se haya secado bastante. Muchos cultivadores riegan con demasiada frecuencia, pues temen que las plantas se deshidraten o no crezcan por falta de agua, y lo que consiguen es que no crezcan por falta de oxígeno y por tener un sistema de raíces débil.
Un problema recurrente que aparece cuando las plantas están en macetas es que las raíces llegan hasta la pared interior y, al no poder seguir extendiéndose, empiezan a dar vueltas alrededor del pan de tierra. Estas raíces son muy poco eficientes para captar agua y nutrientes, puesto que van perdiendo los pelos radicales, que solo se encuentran en las puntas en crecimiento. Hay dos formas de evitar esta situación.
La forma clásica consiste en trasplantar la planta a una maceta mayor en cuanto vemos que las raíces empiezan a enrollarse alrededor del pan de raíces; en un contenedor más grande tienen nuevo espacio por el que extenderse y crecer. Es el mejor sistema, al menos durante la etapa de crecimiento y hasta que ya están en una maceta muy grande. Luego puede resultar imposible trasplantarlas por falta de espacio para colocar un contenedor mayor o por la propia dificultad de trasplantar una planta muy grande o con un pan de raíces muy pesado.
El segundo sistema es usar macetas de poda aérea. Este tipo de contenedor puede ser de plástico y tener numerosas rendijas por toda la superficie, de modo que, cuando la raíz llega hasta ellas y toca el aire exterior, la punta de la raíz se seca y se autopoda, provocando que broten raíces secundarias o terciarias con nuevas puntas de crecimiento llenas de pelos radicales. También hay macetas de autopoda de material textil que funcionan de forma similar: no tienen rendijas pero las raíces las empiezan a atravesar hasta que llegan al exterior y las puntas se secan en contacto con el aire.
La unión hace la fuerza: la simbiosis entre especies
La naturaleza promociona la colaboración entre distintas especies de organismos. Del mismo modo que nuestro sistema digestivo alberga billones de microorganismos que nos ayudan a digerir los alimentos, las raíces de las plantas establecen relaciones simbióticas con hongos como las micorrizas, que facilitan la absorción de nutrientes gracias a las sustancias que segregan y reciben a cambio azúcares fabricados por las hojas en la fotosíntesis. Los cultivadores podemos potenciar y favorecer estas relaciones añadiendo productos ricos en micorrizas y otros microorganismos beneficiosos al sustrato cuando trasplantamos las plantas o mezclados con el agua de riego.
Mecanismos de absorción
"La absorción de agua y nutrientes se acelera cuando la salinidad del sustrato no es muy alta y la temperatura exterior es elevada"
La zona donde se produce la mayor absorción de agua y nutrientes es la capa exterior de las puntas en crecimiento de las raíces jóvenes, que es donde hay más pelos radicales, finos y abundantes. El agua atraviesa las membranas de las raíces gracias a un proceso de osmosis, pues la mayor concentración de sales en el interior de estas atrae el agua. Esta mezcla de agua y sales minerales que absorben las raíces se denomina savia bruta, y es la materia prima que la planta lleva hasta los tejidos donde se produce la fotosíntesis para que sea transformada en compuestos orgánicos con los que fabricar los nuevos tejidos.
La savia bruta sube por unos conductos llamados xilema, que se encuentran en el interior del tallo de la planta, y lo hace gracias a tres mecanismos combinados. El primero es la presión que genera el agua que penetra en las raíces por osmosis y que empuja la columna de savia bruta hacia arriba. El segundo, la fuerza de cohesión que existe entre las moléculas de agua, y que hace que se atraigan entre sí y se peguen a la pared del xilema; digamos que el agua dentro del xilema se comporta como si las moléculas estuvieran pegadas entre sí. Por último, la evaporación del agua por transpiración que se produce en los estomas de las hojas genera una presión negativa en el xilema que tira hacia arriba de la columna de savia bruta como cuando succionamos un refresco a través de una pajita.
En definitiva, la absorción de agua y nutrientes por las raíces se acelera cuando la salinidad del sustrato no es muy alta para que no interfiera en el proceso de osmosis y cuando la temperatura exterior es elevada, pues esto favorece la traspiración.
Ojo con las sales y el pH
Si dejamos que las sales se acumulen en el sustrato porque regamos con un agua muy calcárea o utilizamos una solución nutriente con una EC excesiva que contiene más nutrientes de los que la planta necesita, estaremos impidiendo una correcta absorción de agua y nutrientes a través de las raíces, lo que tendrá un impacto muy negativo en el crecimiento y desarrollo de las plantas. De hecho, una salinidad muy elevada en el sustrato puede no solo impedir la absorción de agua, sino provocar que la planta la pierda y se acelere su deshidratación.
Del mismo modo, el pH, es decir el nivel de acidez o alcalinidad del sustrato, influye en la capacidad de la planta de absorber los distintos nutrientes. Mientras se mantenga entre 5,5 y 6,5 las raíces pueden captar todos los minerales necesarios, pero si se sale de este rango empiezan a aparecer las carencias nutritivas y la planta da problemas. Ajustaremos siempre el pH del agua de riego y nos aseguraremos de que el pH del sustrato sea correcto.