La floración ya ha estallado en todas las plantas. Algunas, las más rápidas, afrontan sus últimas semanas de vida, mientras que a otras les quedan meses por delante. Es un mes de cuidados y atención con el objetivo a la vista. Hay que ser paciente y no recoger las plantas antes de tiempo, pues la mayor producción de THC tiene lugar en las últimas dos o tres semanas.
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‘Boosters’ para floración
Los estimuladores de la floración o boosters son fertilizantes especialmente diseñados para su utilización en la segunda mitad de la floración del cannabis, que es cuando a las plantas se les suelen acabar las reservas de nutrientes que han ido acumulando durante el crecimiento y el principio de la floración. La función del booster es dar un empujón a la planta para que siga produciendo flores y engordando los cogollos. La fase cumbre de la floración suele cubrir más o menos la segunda mitad de la floración, y en ella engordan los cogollos y se fabrica la mayoría del THC dentro de las glándulas de resina.
En realidad, los cuidados son más importantes durante el principio de la floración que al final, cuando lo único esencial es que las plantas reciban el riego necesario. Si las plantas no se cuidaron bien al principio, de poco servirá un booster al final. De todos modos, en plantas bien cuidadas, sí puede ayudar a acabar de engordar los cogollos.
La fase cumbre de la floración suele cubrir más o menos la segunda mitad de la floración, y en ella engordan los cogollos.
Con los potenciadores de la floración y boosters, que normalmente contienen cantidades altas de fósforo, sucede que hay que tener en cuenta cuánto fósforo lleva el abono base para que, al sumarle el fósforo del booster, no provoquemos una sobrefertilización. No todos los abonos tienen la misma composición, algunos ya tienen suficiente fósforo y potasio y no necesitan añadir ningún componente más, pero otros le ponen menor cantidad al abono de base porque le añaden más en forma de suplementos. Si se mezclan abonos base con suplementos de distintos fabricantes sin tener en cuenta su composición, se puede provocar una carencia o una sobrefertilización accidental. Lo más sencillo es usar un abono y un booster de la misma marca y línea de abonos, siguiendo las recomendaciones de dosis del fabricante, para asegurarse.
Los productos de enzimas se añaden a la mezcla de agua con abono y ayudan a la descomposición de la materia orgánica muerta, liberando nutrientes y estimulando el crecimiento. Se pueden aplicar durante todo el cultivo, incluso las últimas semanas antes de la cosecha, cuando ya se ha dejado de abonar.
Añadiendo un producto rico en aminoácidos a la solución nutriente, se facilita la vida a la planta, que puede fabricar proteínas de manera más sencilla. Sus efectos sobre las plantas aumentan la formación de clorofila, estimulan el crecimiento y mejoran el efecto de los fertilizantes.
Los hidratos de carbono son, junto a los aminoácidos, otro de los ingredientes habituales en algunos estimuladores de la floración porque le ahorran trabajo a la planta, al absorber productos medio elaborados, y alimentan a los microorganismos del suelo, que a su vez liberan nutrientes que las raíces pueden absorber.
Oídio
El oídio es un hongo que ataca con facilidad al cannabis. Lo forman dos especies, Podosphaera macularis (sinónimo Sphaerotheca macularis) y Leveillula taurica. Crece en forma de micelio blanco que aparece formando manchas sobre las hojas. Las manchas van creciendo de tamaño hasta acabar recubriendo las hojas y los cogollos. Es fácil que el cultivador no se dé cuenta al principio y las manchas pasen desapercibidas. A menudo empieza en zonas a la sombra o ramas bajas. Por lo general, si no se actúa se extiende a toda la planta en cuestión de días o semanas, según sean las condiciones climáticas. Cuanto más densa y peor ventilada sea la plantación, mayor será la rapidez con la que se extienda el hongo. En general, el oídio prospera con baja intensidad de luz, falta de ventilación en torno a las plantas, humedad ambiental cambiante y temperaturas suaves.
El oídio produce una gran cantidad de conidios (esporas asexuales), que se extienden arrastrados por el viento e infectan otras plantas, así como otras partes de la misma planta. De las dos especies que causan el oídio, Leveillula taurica se desarrolla bien con poca humedad ambiental y temperaturas más altas, mientras que Podosphaera macularis necesita mayor humedad y menor temperatura.
Es esencial tratarlo cuanto antes, tan pronto como se descubran los primeros puntos de infección. El oídio no es difícil de matar, pues crece sobre las hojas y no se introduce dentro de ellas, pero se reproduce con tanta facilidad que resulta complicado eliminarlo completamente de las plantas. Evita que las plantas pasen sed, puesto que el estrés las debilita y favorece al oídio. Corta las hojas infectadas si son pocas, puedes incluso eliminar ramas bajas enteras, que tienen mucha facilidad para infectarse y producen muy poco, por lo que quitarlas no reduce la producción.
Nunca se deben fumigar las plantas en floración con fungicidas químicos, ya que dejan restos tóxicos que pueden acabar en los pulmones del consumidor.
Nunca se deben fumigar las plantas en floración con fungicidas químicos, ya que dejan restos tóxicos que pueden acabar en los pulmones del consumidor. Sí se pueden usar fungicidas ecológicos, pero es necesario aplicarlos regularmente, pues su efectividad es moderada y funcionan mejor como preventivos que como curativos. La mayoría de los fungicidas no tóxicos actúan por contacto, es decir, el oídio tiene que mojarse para morir. Es importantísimo pulverizar las plantas a fondo, asegurándose de que se mojan todas las hojas por las dos caras. Lo más recomendable es usar una mochila o botella de pulverización de alta presión, capaz de crear una nube de pequeñas gotitas que penetren por todos los rincones.
Conviene alternar o combinar distintos fungicidas para evitar que el oídio vaya desarrollando resistencia, pero hay que tener en cuenta que no todos se pueden mezclar con todos. Siempre que se pruebe un nuevo producto, o una nueva mezcla, conviene hacer una prueba sobre una sola planta, o incluso una sola rama, y esperar veinticuatro horas para asegurarse de que no produce fitotoxicidad.
Los fungicidas ecológicos más recomendables son:
- El bicarbonato potásico y el bicarbonato sódico, disueltos en agua en una dosis de 5 a 10 g/l, matan el oídio por contacto. Sin plazo de seguridad, se puede usar hasta el último día.
- Agua oxigenada disuelta en agua al veinte por ciento; también mata por contacto y no deja residuo de ningún tipo ni tampoco sabor.
- El aceite de nim y el jabón potásico son muy útiles, pero como dejan algo de olor y sabor es mejor no emplearlos en la última semana antes de la cosecha.
- La infusión de cola de caballo (Equisetum arvense) es un buen preventivo, pero no tan efectivo para curar la infección ya presente.