Aumenta la cosecha con CO2
Fertilización carbónica en interior
¿Quieres cosechar un treinta por ciento más con la misma luz? El dióxido de carbono (CO2) es la clave.
¿Quieres cosechar un treinta por ciento más con la misma luz? El dióxido de carbono (CO2) es la clave. La fertilización carbónica consiste en elevar la concentración de CO2 en el aire para acelerar el crecimiento de las plantas. ¡Hay cultivadores que alcanzan rendimientos de 1,3 gramos por vatio de luz!
Los tres elementos que las plantas requieren en mayor cantidad para crecer son la luz, el agua y el dióxido de carbono. Nitrógeno, fósforo, potasio y el resto de los minerales presentes en cualquier botella de abono también son necesarios para la vida vegetal, pero en cantidades mucho más pequeñas.
Curiosamente, la mayoría de los cultivadores principiantes prestan mucha más atención al abono que utilizan que a la luz, el agua o el aire que reciben las plantas, sin pararse a pensar que estos son los elementos necesarios para que las plantas realicen la fotosíntesis; ese milagro de la evolución que les permite convertir la materia inorgánica en materia orgánica, es decir, fotones, agua y dióxido de carbono en glucosa. La glucosa la emplean como energía y como materia prima a partir de la cual crear hidratos de carbono, aminoácidos, proteínas y celulosa con las que fabricar raíces, ramas, tallos, flores y hojas.
El CO2 que las plantas absorben de la atmósfera proviene de la respiración de los animales, que toman oxígeno del aire y liberan CO2, pero también de la descomposición de la materia orgánica, la actividad volcánica (que libera grandes cantidades de CO2) o cualquier tipo de combustión.
La concentración de cO2EN LA ATMÓSFERA es de unas 400 ppm
Crea una atmósfera prehistórica
La concentración de CO2 en la atmósfera terrestre ha ido variando a lo largo del tiempo. Hace millones de años, la atmósfera era mucho más rica en CO2. Más adelante, los niveles fueron descendiendo hasta unas 300 partes por millón (ppm), que es la concentración que ha habido en las últimas decenas de miles de años y hasta hace unos doscientos años, cuando las emisiones humanas de CO2 empezaron a aumentar con la revolución industrial. Actualmente, la concentración de CO2 en la atmósfera es de unas 400 ppm.
Aunque el nivel atmosférico de CO2 es mucho más bajo de lo que era, las plantas siguen siendo capaces de sobrevivir y desarrollarse en un ambiente con mayor cantidad de CO2, de hecho, crecen mucho más y con mayor rapidez.
Las plantas de cannabis pueden desarrollarse perfectamente en un ambiente con una concentración de CO2 de hasta 1.500 ppm, que cuadruplica la concentración actual de la atmósfera. A partir de 2.000 ppm, el CO2 comienza a ser tóxico para las plantas, y por encima de 4.000 ppm, para las personas y animales. Aunque el cannabis puede aguantar bien hasta 1.500 ppm de CO2, yo siempre utilizo una concentración menor, de 1.000 ppm. Encuentro que es suficiente para estimular y acelerar el crecimiento de las plantas pero no tan alto como para estresarlas en exceso.
Aunque las plantas consumen mucho, el CO2 nunca escasea al aire libre, porque la brisa lo renueva constantemente. En cambio, dentro de un cultivo de interior hay que ocuparse de mantener un nivel adecuado constante, porque si baja por debajo de 300 ppm la fotosíntesis se reduce y si baja de 200 ppm se detiene. Las plantas quedan en pausa, incapaces de generar alimento sin CO2.
El nivel de CO2 en un indoor puede renovarse por medio de un sistema de ventilación que extraiga el aire viciado y pobre en CO2 y lo sustituya por aire fresco del exterior o generando CO2 para elevar la concentración sin necesidad de intercambiar aire con el exterior. Los extractores e intractores de los cuartos de cultivo tienen una doble función: sacar el aire caliente y reemplazarlo por aire fresco para que la temperatura permanezca dentro de los niveles adecuados, y mantener un suministro constante de CO2 para que las plantas no paren de crecer.
Rendimientos de hasta 1,3 g/w
En teoría se podría añadir CO2 al cuarto de cultivo simplemente para ir renovando el consumido por las plantas y asegurarse de que siempre se mantiene la concentración atmosférica normal de 400 ppm. En la práctica casi nadie hace esto, el cultivador que se gasta el dinero en comprar un generador de CO2 busca elevar la concentración hasta al menos 1.000 ppm con el objetivo de aumentar la producción de las plantas. En un indoor bien llevado, con plantas fuertes y sanas y con una concentración elevada de CO2, el ritmo de crecimiento puede llegar a doblarse y la producción aumentar entre el 30 y 50%. He visto cuartos de cultivo que rendían cosecha tras cosecha hasta 1,3 g/w (¡nada menos que 800 gramos de cogollos secos por cada lámpara de 600 vatios!), claro que los cultivadores llevaban años afinándolos, las plantas eran esquejes muy seleccionados y altamente productivos y el clima del indoor era óptimo para el desarrollo.
Un nivel alto de CO2 hace que las plantas crezcan más deprisa. Para hacerlo necesitan estar sanas, tener un sistema de raíces bien establecido y disponer de agua, luz y nutrientes de sobra. Si las plantas están débiles o enfermas no conviene añadir CO2, pues solo servirá para acelerar los problemas. Tampoco conviene hacerlo cuando son muy pequeñas y aún no pueden crecer rápido. La aceleración del crecimiento provoca que las plantas necesiten más agua, una solución nutriente más concentrada y riegos y fertilizaciones más frecuentes.
Trucos para interior
El CO2 es más pesado que el aire y, si no se hace nada por evitarlo, cae naturalmente al suelo del cuarto de cultivo, lejos del alcance de las plantas. Hay dos maneras sencillas de contrarrestar esto: la primera consiste en liberar el CO2 por encima de las plantas de manera que caiga sobre ellas; en la segunda se utiliza un ventilador de suelo apuntando hacia el techo para que dirija el CO2 hacia las plantas.
En un cuarto de cultivo con una concentración de CO2 de 400 ppm, la temperatura ideal para el desarrollo del cannabis es de 22-25 ºC. En cambio, cuando la concentración alcanza las 1.000 ppm, las plantas requieren mayor temperatura para poder acelerar su metabolismo, entre 27 y 29 ºC. Esta peculiaridad resulta muy útil para quien quiere cultivar en interior durante el verano, pues reduce considerablemente las necesidades de refrigeración. Hace falta mucha menos potencia de aire acondicionado para mantener un indoor a 29 ºC que a 22 ºC.
Las plantas solo aprovechan una alta concentración de CO2 durante las horas de día, cuando realizan la fotosíntesis. Durante la noche no les hace falta, por eso la mayoría de los controladores que miden el nivel de CO2 en el aire y encienden o apagan el generador cuando es necesario cuentan con una célula fotoeléctrica que se cierra cuando se apagan las luces.
Cómo añadir CO2 al cultivo
Hay varios sistemas para aumentar la concentración de CO2 de un indoor. Se puede comprar CO2 embotellado y liberarlo en el cuarto de cultivo, o bien producirlo con uno de los siguientes sistemas: quemando combustibles fósiles, fermentando azúcares por medio de levaduras, descomponiendo materia orgánica con hongos o a través de procesos químicos como combinar bicarbonato y vinagre. De todos estos sistemas, las botellas de CO2 y los quemadores de gas son los más efectivos y los que permiten mantener una concentración preestablecida por medio de un regulador. Las botellas son muy adecuadas para indoors pequeños, mientras que los quemadores resultan ideales en cuartos grandes con varias luces, ya que permiten generar tanto CO2 como haga falta y se alimentan con bombonas de butano o propano, mucho más fáciles de conseguir que las de CO2. El inconveniente de los quemadores es que suponen un riesgo, ya que tienen llama y podrían provocar un incendio. Por otro lado, al quemar gas se produce calor y humedad además del CO2, lo que requiere mayor refrigeración y deshumidificación. Por último, el conjunto de quemador y controlador resulta bastante caro; puede llegar a superar los 1.000 euros, una cantidad excesiva para casi todos los pequeños cultivadores domésticos.
En los últimos años ha aparecido otro tipo de generador de CO2 que utiliza hongos o levaduras para producir el gas. Básicamente están formados por un sustrato inoculado con un hongo o una levadura que, mientras va creciendo, libera CO2 continuamente. Las ventajas de estos sistemas son su bajo precio y que no requieren ningún mantenimiento, basta activarlos y empiezan a generar gas. Los inconvenientes son la menor producción de CO2 y que no se pueden controlar por medio de un regulador que encienda o apague la producción para mantener una concentración constante en el aire. Funcionan bastante bien en pequeños armarios de cultivo siempre que la extracción no esté constantemente en funcionamiento. Es importante colocarlos más arriba que las plantas para que el CO2 caiga como una ducha sobre ellas.
De todos estos productos basados en hongos o levaduras, el primero fue CO2 Boost, un sistema que permite fertilizar con CO2 los pequeños armarios de cultivo, por poco dinero y sin necesidad de instalar aparatos caros y complejos. Está formado por un cubo de plástico que contiene una mezcla de nutrientes en la que crecen unas determinadas especies de levaduras, que son las que producen el CO2, y una pequeña bomba de aire que envía el CO2 hasta las copas de las plantas por medio de un tubo. Si se usa de forma continua dura sesenta días, pero conectando un programador que encienda la bomba solo cuando las luces están encendidas, se puede alargar su duración hasta 75-90 días. Boost Buddy y The ExHale son dos productos muy parecidos: el sustrato colonizado por un hongo viene en una bolsa transparente que se cuelga por encima de las plantas. CO2 Pad es una idea distinta; parecen sobres blancos y se cuelgan en el cultivo, absorben humedad del ambiente y liberan CO2, y duran dos o tres semanas. The Enhancer viene en una botella, se le añade un litro de agua templada y listo: dos semanas de alta producción de CO2 seguidas de otras semanas de menor producción.
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