Control total del clima
Aire acondicionado en cultivos de interior
La llegada del buen tiempo puede ser una pesadilla para el cultivador de interior. En invierno, las bajas temperaturas del exterior permiten contrarrestar el calor que desprenden las lámparas de cultivo. En verano, por el contrario, ¿cómo mantener las plantas a 25º cuando en la calle hay 35º?
La llegada del buen tiempo puede ser una pesadilla para el cultivador de interior. En invierno, las bajas temperaturas del exterior permiten contrarrestar el calor que desprenden las lámparas de cultivo. En verano, por el contrario, ¿cómo mantener las plantas a 25º cuando en la calle hay 35º? La respuesta está en el aire acondicionado, la herramienta definitiva para el cultivador de interior: el control total del clima.
Muchos cultivadores son reticentes a instalar un acondicionador de aire en el cuarto de cultivo por el aumento del consumo eléctrico que conlleva. Es obvio que un indoor con aire acondicionado consumirá más electricidad que uno que no lo tenga, pero si se tiene en cuenta el posible aumento en la producción debido a un mejor control del clima y a la posibilidad de cultivar durante todo el año, puede que el sobrecoste merezca la pena. Si cultivando en invierno sin aire acondicionado se produce lo suficiente para el consumo de todo el año, yo no me complicaría la vida y me tomaría el verano de descanso. En cambio, si no produjese lo suficiente y tuviera que acabar recurriendo al mercado negro para comprar cogollos de origen desconocido, ahorraría un poco y pondría un buen aire acondicionado, de gama alta y con sistema inverter. Ya sé que son los aparatos más caros pero también los más eficientes y, a largo plazo, el ahorro energético compensa de sobra el mayor coste de compra.
Quien se haya decidido a climatizar su cuarto de cultivo debe primero estudiarlo para calcular qué necesidades de refrigeración tiene y cómo podría reducirlas al mínimo. Después debe escoger qué tipo de aire acondicionado quiere y seleccionar uno de la potencia adecuada.
Alrededor del 70% del calor que desprende una lámpara de cultivo lo hace a través de la bombilla, el otro 30% lo emite el balastro.
Un cuarto de cultivo requiere mucha más refrigeración de la que sería necesaria para esa misma habitación si se usase para vivir y no para cultivar. Las lámparas de cultivo son la principal fuente de calor pero no la única. Una regla general dice que se requieren 1.500 Wh de refrigeración por cada 1.000 W en lámparas, pero las características concretas de cada cuarto de cultivo pueden hacer que esa potencia sea excesiva o insuficiente. Es más recomendable calcular la potencia teniendo en cuenta varios factores: superficie, número de lámparas, si hay o no paredes a las que les dé el sol por su cara exterior, etc. Veamos primero dónde se produce el calor y cómo minimizar su impacto.
Trucos para reducir la necesidad de refrigeración
La potencia de refrigeración necesaria y el consumo eléctrico del aire acondicionado para un cultivo pueden reducirse bastante con ciertos trucos. Alrededor del 70% del calor que desprende una lámpara de cultivo lo hace a través de la bombilla, el otro 30% lo emite el balastro. La manera más sencilla de reducir el calor en el cuarto de cultivo es sacar fuera los balastros alargando los cables que los conectan a las bombillas. La mayoría de las lámparas HPS permiten que el cable mida hasta 20 metros.
Los reflectores refrigerados por aire y similares ayudan a eliminar el calor de las bombillas arrastrándolo con una corriente de aire justo donde se produce y antes de que se reparta por la habitación. Las bombillas con reflectores refrigerados tipo CoolTube necesitan la mitad de aire acondicionado que las no refrigeradas.
Todos los aparatos eléctricos generan calor, así que saca fuera todo lo que puedas. Bombas de riego, extractores, balastros, deshumidificadores y demás: mejor fuera. Una pared orientada al sur recibe sol casi todo el día y puede elevar en varios grados la temperatura del indoor. Se puede eliminar este problema recubriendo la cara interior de la pared con un material aislante como corcho o lana de roca para minimizar la transmisión de calor.
¿Qué potencia de aire acondicionado necesito?
Hemos elaborado una tabla para calcular las necesidades de refrigeración en kWh de un cultivo de interior. Con un aire acondicionado de la potencia que resulta de la aplicación de la tabla se podrá cultivar durante todo el año siempre que la temperatura exterior no sea extrema, caso en el que podría resultar algo insuficiente. El cálculo toma en consideración seis factores distintos: vatios de iluminación, reflectores refrigerados o no, balastros dentro o fuera del cultivo, vatios de equipo aparte de las lámparas, volumen de la habitación, superficie de paredes que reciben sol directo. Con todos estos datos y aplicando los multiplicadores indicados en la tabla, se obtiene un resultado total que indica los vatios de refrigeración necesarios para el cultivo. Dividiendo la cifra entre mil se obtiene el dato en kilovatios. A la hora de comprar el aparato de aire acondicionado conviene escoger un modelo de una potencia ligeramente superior para tener cierto margen en los días más cálidos del verano.
Veamos un ejemplo. Si aplicamos esta fórmula a un cuarto de 18 m3 (18 x 50 = 900 Wh), con tres lámparas de 600 W refrigeradas con CoolTubes (1.800 x 0,6 = 1.080 Wh), los balastros fuera del cuarto de cultivo y una pared soleada de 6 m2 (6 x 100 = 600 Wh) y 300 W de equipo extra (300 x 1 = 300 Wh), descubrimos que necesitaría un acondicionador de aire que tuviera un potencia de refrigeración de al menos 2.880 Wh o 2,88 kWh.
Tipos de acondicionadores
Hay distintos tipos de acondicionadores de aire. Los más comunes son los portátiles, los split y los de conductos. Cada sistema tiene ventajas e inconvenientes que habrá que tener en cuenta a la hora de decantarse por uno u otro.
Los acondicionadores portátiles suelen ser los menos potentes y menos eficientes, pero tienen la ventaja de que son baratos y no necesitan instalación. Para empezar a funcionar basta con desembalarlos, enchufarlos y sacar por la ventana el tubo de salida del aire caliente. Su potencia refrigerante no es muy elevada, suele andar entre 2 y 3 kWh, y solo los aparatos más potentes llegan a 4 kWh. Además de la limitada potencia, el principal inconveniente de la mayoría de los acondicionadores de aire portátiles es que el aire caliente que expulsan al exterior lo cogen del interior, lo que supone que parte de la energía empleada en enfriar el aire se pierde al sacar parte de ese aire al exterior. Además, cuando las plantas están en floración, el aire expulsado estará impregnado de olor, con los riesgos que implica para la seguridad del cultivo. Hay un tipo de aparatos portátiles de doble conducto con los que desaparece el problema del olor, ya que el aire caliente que se expulsa por uno de los conductos no se toma del interior sino que llega del exterior por el otro conducto. El doble circuito de aire mantiene dentro el olor y el frío, mejorando mucho la eficiencia del acondicionador.
Los split son los sistemas de aire acondicionado más extendidos. Están formados por una unidad interior y otra exterior que se comunican por unos tubos llenos del gas refrigerante. Son acondicionadores de aire eficientes que pueden alcanzar potencias de hasta 8 kWh y que hacen menos ruido que los portátiles; especialmente en los modelos de gama alta, la unidad interior puede ser muy silenciosa, aunque la unidad exterior no lo es tanto. El principal inconveniente que tienen es que se necesita un instalador para ponerlos en marcha. Si el aire acondicionado se instala antes de montar el cultivo no es mucho problema, pero si el cuarto ya está en funcionamiento: ¿quién quiere enseñarle algo así a un extraño? Los acondicionadores multisplit son parecidos, pero solo hay una unidad exterior que alimenta dos o tres unidades interiores. Existe una gran gama de modelos y potencias y, al igual que los split, son muy eficientes y silenciosos, pero también requieren la presencia de un instalador. Una de las características más interesantes de los split de gama media o alta es el sistema inverter, que permite que el aparato regule la velocidad del compresor para que trabaje a solo una fracción de su capacidad total. Como el encendido es el momento en que se gasta más energía, estos sistemas consumen mucho menos, ya que permanecen en marcha casi todo el tiempo, aunque a menor potencia. Las ventajas son numerosas: la temperatura se mantiene constante, sin los altibajos típicos de los acondicionadores tradicionales, que como solo pueden trabajar a máxima potencia se pasan el día encendiéndose y apagándose; el consumo es mucho menor porque se evitan los arranques y el motor trabaja más desahogado, lo que aumenta su eficiencia y su vida útil. Los equipos con tecnología inverter consumen hasta un 30% menos de electricidad a lo largo del año, lo que supone un ahorro que compensa sobradamente su mayor precio.
Consumo eléctrico
Los acondicionadores de aire tienen que llevar una etiqueta energética donde se indica qué clase de eficiencia energética tienen. Hay siete clases (de la A a la G), y se otorgan teniendo en cuenta el índice de eficiencia energética. Los aparatos de clase A son los más eficientes y los de clase G, los menos eficientes. La etiqueta también indica la capacidad de refrigeración en kWh, el ruido que genera en dB y el índice de eficiencia energética o EER, que indica cuánto frío produce por cada vatio de electricidad consumido.
Según el modelo y la marca, los precios de los aires acondicionados pueden oscilar desde 300 euros hasta más de 2.000. Al escoger hay que tener en cuenta el precio del aparato pero también la eficiencia energética. Un modelo split de clase A consume fácilmente la mitad de electricidad que un portátil de clase G para generar la misma refrigeración. Hay una gran diferencia entre el consumo eléctrico que se requiere para enfriar con un aire acondicionado de clase A un cuarto de cultivo bien aislado, con lámparas refrigeradas y los balastros fuera, y el necesario para enfriar un cuarto mal diseñado utilizando un acondicionador poco eficiente. La mitad del éxito está en reducir la necesidad de refrigeración, solo la otra mitad se debe a refrigerar con eficacia.