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CBD, el amigo tranquilizador

Trituro un buen cogollo de Llimonet Haze CBD, abro el grinder, cierro los ojos y aspiro suavemente su aroma: no puedo evitar sonreír a causa de la satisfacción. Corre por ahí la opinión de que las variedades ricas en CBD son menos aromáticas, pero yo compruebo una vez más que esto no es así.

Trituro un buen cogollo de Llimonet Haze CBD, abro el grinder, cierro los ojos y aspiro suavemente su aroma: no puedo evitar sonreír a causa de la satisfacción. Corre por ahí la opinión de que las variedades ricas en CBD son menos aromáticas, pero yo compruebo una vez más que esto no es así. Lío mi canuto, es de tamaño considerable y sé que lo voy a disfrutar de principio a fin, que no me voy a quedar fuera de juego a la quinta calada; esto es una ventaja para mí, pues nunca me gustaron los flais de cenicero, no me saben igual ni de coña.

El CBD es como ese colega que siempre está ahí para calmar las situaciones tensas y echar una mano cuando las cosas se salen de madre. Una puede confiarse a él sabiendo que no te va a abocar a nada que no sea plenamente controlable. Como único componente, es decir, en una yerba que prácticamente solo contenga CBD, se queda corto, es poco saciante y se acaba inhalando el humo de un modo agresivo e intenso, imagino producido por la frustración de no encontrar eso que a los consumidores nos gusta tanto, el THC. Esto lo sé de primera mano, pues gracias a mi trabajo de crianza he cultivado y probado muchas pure CBD.

Y es que el CBD llegó al consumo lúdico de cannabis como ese amigo del “cabroncete” THC que lo apacigua, que le para los puños cuando él se dispone a darte un punch en la cabeza. Lo hace además sabiamente y respetando plenamente la esencia de cada planta, las variedades sativas CBD/THC tienen un efecto eufórico sin llegar a ser taquicárdico, y las índicas resultan relajantes sin ser aplastantes.

Una vez más, como en tantas preguntas profundas sobre nuestra existencia, parece que la respuesta está en el punto intermedio. A partir del término medio una puede tocar los extremos sin temor a caer en ellos. Así, y desde el conocimiento, he llegado a un punto en mi consumo en el que soy creadora de mi propia mezcla: durante el día laboral es habitual que fume variedades con CBD/THC sin perjuicio de que, cuando considero oportuno, los aliñe con un trocito de cogollete pure THC para darme una alegría extra. También para aliviar un poco un efecto de sativa muy brutal (como una Amnesia, por ejemplo) se puede añadir al grinder un poco de alguna rica en CBD.

Termino con una reflexión: hace años la tendencia marcó la práctica erradicación del CBD en las variedades comerciales, nos centramos en la selección de altos contenidos en THC y condenamos al pacífico amigo CBD al ostracismo en su uso lúdico. Pero su gran potencial recreativo en combinación con el THC ya no pasa desapercibido para criadores y consumidores.

Cuidado, pues, con intentar eliminar aspectos y características de personas, plantas, animales o cosas, ya que lo que nos puede parecer indeseable en principio se puede demostrar al tiempo como útil y valioso.

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