No hay manera de definir, en un solo movimiento artístico, toda una serie de obras, cada cual más sorprendente, que esta viguesa afincada en Madrid ha logrado desde su total libertad creativa. Sin embargo, en todas podemos apreciar una estética de una elegancia personalísima, la cual sabemos que solo puede ser fruto de una mente privilegiada. Por eso y por todo lo demás, reivindicar a Beatriz Lobo como una de las artistas más grandes de este país es quedarse corta. El grado de genialidad de sus obras cruza las fronteras, tanto físicas como emocionales, de una España que se queda muy atrás de una forma de expresión artística absolutamente icónica. Hablamos con ella sobre su trabajo y otras cuestiones que lo rodean.
En tus obras utilizas todo tipo de técnicas y materiales. Lo último que te hemos visto es una intervención para el show de Las hijas de Felipe en la que, entre otras cosas, usas pollo realista de porespán. Pero ¿en qué medio plástico te encuentras más a gusto?
Te refieres al bodegón para el Sarao Barroco. Esto a los profesionales de la escenografía igual no les sorprende nada, pero yo me quedé tiesa al descubrir que a las afueras de Madrid hay cinco naves de atrezo con una sala dedicada a lechugas falsas, quesos falsos, pollos falsos, hielo falso, sardinillas falsas, no sé...: el Louvre de las mentiras. Parece que no te respondo, pero sí, yo me encuentro a gusto donde haya un poquillo de asombro y, por suerte, soy bastante impresionable. Llevo una temporada haciendo cosas raras para escenarios con maderas y telas, y me lo he pasado fenomenal descubriendo esos asuntos, aunque ahora que me ha entrado un encargo de pintar con los óleos de siempre, confieso que siento algo parecido al descanso.
Si no existe algo, tú lo inventas. ¿De eso va el arte?
Vete tú a saber lo que es el arte… A mí me sirve llamarle arte a toda acción que me libere de la ley de progreso, de utilidad, de la lógica, la mercantil…, a lo que García Calvo llama capricho, o eso me pareció entenderle. Quiero decir que cuando me encuentro haciendo algún invento que ni yo misma necesito, pero me está dando gusto de alguna manera y la ley me dice: “Pero qué haces dedicando tu tiempo a esta antiactividad, a este antiproducto”... ¡Madre mía!, debe ser que hay algo de arte por aquí. No sé si te ha pasado alguna vez de estar tan comprometida con una tarea que llega un momento en el que no hay nadie al volante: a mí alguna vez me ha pasado pintando que cuando acabo no me reconozco, no me acuerdo del camino. No tiene por qué ser un proceso que acabe en objeto, últimamente la actividad en la que me siento más unida al arte es la de registrar rumiaciones de veinte minutos y subirlas a iVoox, se llama “Perdona, eres Antonio?”. Sé que tiene algo que ver con el arte porque hay un placer específico que no te sé definir mejor, esa es la verdad.
“Consumo cannabis una vez al año o así. Suele coincidir con alguna limpieza profundísima de la casa o doblar mucha ropa del armario, que son actividades que me ponen muy nerviosa porque pienso que se me escapa la vida haciendo esas cosas angustiantes: le doy un par de caladas para anestesiar la sensación del paso del tiempo”
Te estás convirtiendo en una artista icónica de las portadas de discos y libros gracias a que tu pintura es muy reconocible. ¿Cómo gestionas estos encargos?, ¿te dan libertad para crear?
Oye, muchas gracias. Estos encargos ya se están empezando a parecer a un fetiche laboral raro que tengo con proyectarme a mí misma de vieja como veo yo ahora a esos viejos portadistas de profesión que tanto admiro, semidesconocidos ahí en la sombra haciendo portadas todo el día. Me veo animada por esa vanidad terrible. Estos encargos los gestiono con la emoción de esta fabulación guarrindonga.
Hay de todo, a veces respondo a directrices muy estrictas y a veces me toca dirigir el arte. No sé qué es peor, pero de verdad que me gusta mucho hacerlas. Bueno, me gusta mucho entregarlas, haciéndolas me la paso trabajando.
Es imposible clasificar toda tu obra en una sola corriente, ¿crees que las etiquetas siguen siendo necesarias?, ¿cómo definirías tú a tu estilo?
Las etiquetas supongo que tendrán algún tipo de utilidad descriptiva por aproximación, pero nadie se fía de ellas, ¿no? Hay etiquetas supergrimosas; la de artista, sin ir más lejos, pero negarla está fatal. Mira esta que dice que no es artista con el pincel todo el día; en mi pueblo eso es un artista. Siempre que me han preguntado que qué hago, enseño fotos porque se me da fatal etiquetar y la publicidad en general, es un don que no manejo nada bien.
¿Por qué crees que el arte contemporáneo sigue siendo un gran incomprendido en la sociedad actual?
No sé si entendemos lo mismo por arte contemporáneo. Yo entiendo por eso un conjunto de productos culturales avalados por el estado o alguna empresa. La mayor parte de las veces acaba siendo un multiaburrimiento descomunal o algún irritante intento de revolución dentro del armario. Es cada vez más una cosa de aristócratas precarios, no hay apenas conciencia de clase en el gremio, es una hamburguesería. A veces me da la sensación de estar asistiendo al soporífero negocio de la propia promoción del artista. No todo es eso, claro, a veces se encuentra una con propuestas abstractísimas, ensimismadísimas, tan fuera de este mundo que me alegran mucho. Bravo por eso. Me imagino que, como yo, parte de la sociedad estará aburridísima también de llegar a un sitio de esos del arte y tener que comerse un publirreportaje en vez de pasar un buen rato activando el pensamiento o descubriendo alguna cosa bella al menos.
¿Qué relación laboral te une con las artes escénicas?
Pues una relación laboral con la compañía Societat Doctor Alonso, que son Tomás Aragay y Sofía Asencio, con la que hace ya unos años que trabajo en distintos proyectos porque me llaman. Al principio les hacía las gráficas y, con el tiempo, alguna vez incluso estoy en escena. Que esta gente confíe en mi patizamba persona para estar en escena es garantía de que se pasan las leyes por el forro. Me hace felicísima cada oportunidad de trabajar con ellos, los vigilo de cerca a ver si me acabo pareciendo un poco; son lo opuesto a una hamburguesa: pura verdura fresca de la huerta. He tenido la oportunidad de asistir y participar en procesos de creación y desarrollo con ellos y siento un enorme respeto por sus maneras de hacer: tienen línea directa con lo que les apetece, no se andan con chorradas. Encima, me hace muchísima gracia decir que tengo “bolos”, “nos vamos de bolo”. Jaja... ¿Qué soy, La Zowi?
Sabemos que no eres consumidora habitual de cannabis, pero ¿en qué momentos sí te fumas un canuto?
Pues es verdad que no consumo cannabis habitualmente, casi nunca, vaya. Una vez al año o así. Suele coincidir con alguna limpieza profundísima de la casa o doblar mucha ropa del armario, que son actividades que me ponen muy nerviosa porque pienso que se me escapa la vida haciendo esas cosas angustiantes: le doy un par de caladas para anestesiar la sensación del paso del tiempo.
¿Qué opinión te merece que en pleno siglo xxi las drogas sigan siendo ilegales en España?
Bueno, hay drogas legales, que yo veo a muchísima gente incapaz de dormir sin pastillas, o incapaz de despertarse sin café, o como yo, incapaz de ser funcional sin pitillos asquerosos. Es evidente que no estoy muy puesta en el debate y por eso te suelto esta obviedad. En principio no le veo mucho sentido a que los porros estén prohibidos y las tragaperras no, por ejemplo.
Si pudieses comprar cualquier obra de toda la historia del arte, ¿cuál sería?
Le compraría un himno a Agustín García Calvo por una peseta.
¿Se vienen cositas?
Siempre se vienen cositas, soy esclava de una bandeja de mails. Acabo de entregar una portada de libro, sigo con mis Antonios radiofónicos, continúo trabajando con la Societat Doctor Alonso con estreno el año que viene, preparo unos pósteres para vender –es algo que me da muchísima pereza– y en diciembre quizá exponga mi año fiscal, que tengo un calendario de cuentas con unos dibujos que es que hasta a mí me dan ganas de comprármelos.