Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco en el 2014, Guillermo de Foucault completa su formación trabajando en Berlín como asistente del artista Ignacio Uriarte y, actualmente, cursa un máster de Investigación y Creación en Arte en Bilbao.
La obra de Guillermo de Foucault bebe de las fuentes de inspiración más cercanas. A través de sus dibujos acerca al espectador a lo que capta su mirada en espacios donde la amistad fluye y se convierte en musa de este artista.
De Foucault retrata también la psicología de sus allegados, de manera que sus dibujos inciden más allá de la apariencia de sus modelos. Sus dibujos son, sin duda, una universalización de lo íntimo, como una ventana a la vida de quien tiene la virtud de pararse y observar lo que le rodea. Una actividad muy necesaria para comprender quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos. Hablamos con él sobre los porqués de sus dibujos.
Muchos de tus trabajos tienen una gran carga emocional y simbólica sin salir de dentro de una habitación. ¿Qué importancia tiene lo íntimo en el discurso de tu obra?
Es inevitable que lo íntimo tenga mucha importancia cuando la mayoría de mi trabajo parte del dibujo. Esto es debido a que siempre encuentro a mi disposición los materiales necesarios para dibujar, que son muy básicos y accesibles. A todo el mundo le resulta familiar un lápiz o una hoja en blanco; además, el hecho de que me sea posible dibujar en cualquier lugar deriva en estar documentando a modo de cuaderno de bitácora mi rutina. Pero la representación de lo íntimo no es algo que busque premeditadamente: cuando no sé qué dibujar recurro a lo más próximo que tengo en ese momento. Por eso tengo cierto rechazo a los urban sketchers, que buscan estas imágenes de manera pretenciosa y como algo que ya viene dado. Buscan una estética del cuaderno de campo que me resulta aburrida y monjil, cuando creo que lo interesante es afrontarlo de una manera más sosegada; si estás en una terraza esperando una caña, dibuja como lo harías en tu cuarto, no hay mucha diferencia realmente.
Además de retratar a gente cercana también realizas muchos autorretratos. ¿Consigues conocerte más a través del dibujo?
Tengo muchas dificultades para entender la práctica del retrato y autorretrato. Tengo que decir que no se me da especialmente bien el retrato, a veces consigo hacer algo interesante, pero por insistencia y horas de vuelo; conozco a gente virtuosa que tiene una facilidad brutal para hacer algo fresco, gracioso y reconocible. El retrato en mi práctica surge desde una especie de colaboración entre personas con las que comparto ciertas inquietudes. Creo que el dibujo, a pesar de tener fama de ser algo sedentario, es muy dado a establecer relaciones entre personas. De hecho, ha sido junto a mis amigos cuando más y mejor he dibujado. El autorretrato es como la pescadilla que se muerde la cola, ¿acaso busco algo cuando me autorretrato que no encuentre en el resto de las caras? Creo que busco algo reconocible y al mismo tiempo una imagen de mí mismo que no conocía, y que viene dada por las limitaciones que tengo a la hora de dibujar. Estas limitaciones de las que hablo, si se saben encauzar bien, son la mayor virtud de cualquier dibujante.
¿Cómo logras transmitir toda esa potencia cuando realizas piezas muy pequeñas?
Puede ser por diversas razones. Para empezar, hacer algo grande es dificultoso, bien sea por una cuestión de espacio o económica. Otra razón puede ser porque a la hora de montar estas piezas tengo en cuenta esos elementos que las pueden hacer “grandes”, en la manera en que se disponen unas con otras en el espacio, el juego de los tamaños y escalas...
¿Qué importancia tiene el cómic en tu trabajo?
Mucha. Es curioso porque en realidad no soy un gran lector de cómics, procuro estar al día, pero quizás esté más influenciado por otros universos a la hora de hacer cómic, como el cine, por ejemplo. Para mí, el cómic es la “obra de arte total” de la que hablaba Wagner, pero todo concentrado en un libro. Además, el cómic está constantemente produciendo códigos que pueden salir del formato libro o al revés, ciertas estéticas que en principio no se asociaban al cómic, pueden integrarse. El cómic es algo fantástico y muy complejo a veces.
¿En qué medida crees que afecta a tu creatividad el consumo de cannabis?
Pues afecta poco; prefiero fumar cannabis cuando estoy con los amigos de fiesta o relajado en casa. Fumar en el estudio a veces me perturba un poco, me impide trabajar a gusto.
¿Sigues algún ritual para trabajar?
“Prefiero fumar cannabis cuando estoy con los amigos de fiesta o relajado en casa. Fumar en el estudio a veces me perturba un poco, me impide trabajar a gusto”
Lo que más se valora es la tranquilidad, una buena mesa, los materiales bien ordenados y una luz blanca potente o si es luz natural, mejor. Ya no escucho música mientras trabajo porque me distrae y me canso en seguida; prefiero trabajar en silencio o con algún podcast de fondo que trate temas frikis o de actualidad. Me gusta trabajar por la mañana, aunque por la noche suelo rendir bien; trabajar por la noche me activa de una manera especial, aunque esté cansado, hay algo que me mantiene estimulado.
¿En qué medida crees que te han ayudado las redes sociales a dar a conocer tu trabajo?
Mucho y, además, está bien poder ver tu trabajo desde una pantalla, a pesar de lo que dice mucha gente. El trabajo visto desde una foto puede dar ideas para presentar convocatorias o elaborar un porfolio atractivo.
¿A quiénes señalarías como tus mayores referentes?
Saul Steinberg, Jim Jarmusch, Iris Murdock, Werner Herzog, David Hockney, casi todos los impresionistas, William Kentridge, Alun Williams, Peter Greenaway, Jochen Gerner, Stephanie Saadé, Guillaume Pinard... Tantos y tantas, no paro de buscar cosas por internet y cotillear por las redes.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora mismo estoy con un concurso de cómic y haciendo un dibujo para una óptica que me da muchísima pereza. Y pronto estaré en el Drawing Room Lisboa, con unos dibujos que he estado preparando estos días.
Y, para finalizar, ¿cómo sería el porro perfecto para ti?
El que comparto con un ser querido, ese es, sin miedo a equivocarme, el porro perfecto.