Edurne Herrán (Ingolstadt-Donau, 1978) es un verdadero torbellino de ideas, conceptos, acciones y proyectos. Su trayectoria se nutre de referencias pop. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad UPV- EHU (Bilbao), completó sus estudios con masters en fotografía, estilismo e investigación. Su base está Berlín desde hace siete años.
Herrán no cesa en su empeño de indagar en los contextos que la rodean, plasmándolos en diferentes técnicas y medios de expresión como la performance, los textiles o los montajes digitales. A la manera de los grandes genios de la Historia del Arte, busca la reacción del público en los diferentes estratos de entendimiento.
Ha expuesto en multitud de muestras y ferias de arte, tanto nacionales como internacionales, ha sido becada y premiada, ha participado en residencias artísticas y sus obras se encuentran en colecciones como la del Museo Artium, entre muchas otras. Un currículum absolutamente imposible de resumir que sigue creciendo cada año gracias a una profusión de ideas inacabables.
El colorido, el dinamismo de su propio devenir, bajo la mirada crítica y reflexiva que proyecta, hacen de sus obras un espejo donde mirarnos y reubicarnos en una realidad que cambia a cada segundo. Hablamos con ella sobre su trabajo, sus referencias y otras cuestiones de interés para los lectores de la revista Cáñamo.
Paella de hilos del proyecto El costurero viajero / Valencia, 2025.
¿Qué importancia tiene la cultura pop en tu obra?
La cultura pop es un lenguaje compartido que utilizo para conectar con el público. Es una forma de hablar de lo íntimo a través de lo universal; una especie de material de archivo, emocional y simbólico, del que me nutro para crear. Crecí rodeada de iconos que marcaron una sensibilidad colectiva. En mi trabajo, la cultura pop se resignifica: dejo que sus formas muten, se contaminen con la nostalgia, el absurdo o lo doméstico, partiendo de premisas y temas actuales.
9 de los 11 alter egos del proyecto Futuro Perfecto, 2014 – 2017.
Picnic dress (vestido performativo), 2023.
¿Qué aporta la moda a tu discurso artístico?
Quiero matizar que lo que me interesa es la indumentaria como acto comunicativo, no la moda que vemos en los escaparates o las grandes superficies. En mi obra artística, la indumentaria es lenguaje: a veces armadura, a veces disfraz, a veces lugar de memoria. Me interesa por su potencial simbólico y performativo. La indumentaria es una herramienta poderosa de expresión y crítica social. En proyectos como Social (T)Issues exploro cómo la indumentaria refleja y moldea nuestras identidades, y cómo puede ser utilizada para cuestionar normas establecidas. Hago una crítica al consumo voraz y la fast fashion, así como a las condiciones infrahumanas que se dan en los escalones más bajos del sistema de la moda actual. Utilizo la ropa como metáfora para hablar de varias problemáticas sociales.
¿Por qué has decidido realizar trabajos con la técnica del bordado en una época donde todo apremia?
¡Precisamente por eso! El bordado es resistencia; su lentitud desafía el ritmo de la productividad, lo que contrasta con la inmediatez de nuestra sociedad. Me permite concentrar la atención, meditar con las manos. También lo vivo como un acto de reparación, una manera de habitar el tiempo desde la intimidad y el cuidado; en un mundo en el que todo tiene que ser “para ayer”, el bordado es una técnica que requiere tiempo y paciencia, y me permite reflexionar y conectar con mi interior.
Edurne Herrán enredando en la enredadera.
El jardín de las emoji-delicias, 2014.
Has creado un Jardín de las delicias con emoticonos, pero no es la única obra donde los utilizas. ¿Por qué has fijado tu mirada en ellos?
“Vivimos en tensión constante entre exposición e invisibilidad. Las redes han potenciado la autoconstrucción identitaria, pero también la fragmentación. Mi trabajo explora esas capas, contradicciones y ficciones que habitamos”
Los emoticonos son el nuevo lenguaje visual de nuestra era, el nuevo “esperanto emocional”. Me interesa cómo condensan emociones complejas en símbolos simples, y cómo los usamos para rellenar silencios, suavizar roces o amplificar emociones; en definitiva, cómo su uso afecta nuestra comunicación y percepción de las emociones. En obras como El jardín de las emoji-delicias, reinterpreto iconos contemporáneos para cuestionar cómo nos comunicamos y construimos identidades en la era digital.
La identidad también es un tema sobre el que reflexionas en tu trabajo, ¿por qué crees que tiene tanta relevancia en el siglo XXI?
Porque vivimos en tensión constante entre exposición e invisibilidad. Las redes han potenciado la autoconstrucción identitaria, pero también la fragmentación. Mi trabajo explora esas capas, contradicciones y ficciones que habitamos. La identidad ya no es un dato: es un proceso. Vivimos en una época donde las identidades son fluidas y múltiples. En mi proyecto *Futuro Perfecto*, exploré cómo la apariencia y el contexto social influyen en la percepción de uno mismo y de los demás.
Till death do us part (hasta que la muerte nos separe), 2022.
Chan(n)el, 2022. Like, 2022.
¿Sigues alguna rutina para trabajar?
Mi rutina es muy flexible, pero suelo comenzar el día con una taza de café y música. En estos momentos, mi estudio está en mi casa, así que trabajo acompañada y bajo la mirada inquisitoria de mi gato Bender (Bebe cuando se porta bien). Me gusta alternar entre la investigación y la creación manual. Una vez a la semana acudo a un colegio aquí en Berlín, como artista profesional invitada, donde hacemos diseño, upcycling y todo lo relacionado con lo textil. Suelo viajar y acudir a residencias artísticas una o dos veces por año, ya que esto me permite conocer otros entornos y personas, maneras de hacer y proyectar mi trabajo artístico.
¿Cuáles crees que son las mayores diferencias entre el trato a los artistas por parte de las instituciones en Alemania y en España?
En Alemania, las instituciones suelen ofrecer más apoyo estructurado a los artistas, mientras que en España a veces falta ese respaldo institucional que permite desarrollar proyectos a largo plazo. De todos modos, los recientes recortes en cultura han sido brutales en Alemania, así que son tiempos bastante turbios…
Rage against the machism, 2020 y All I want for Christmas is Youth, 2021.
Y, 2014.
¿Qué es lo más difícil de ser artista mujer en el extranjero?
La soledad y la necesidad de adaptarse a nuevas culturas pueden ser desafíos significativos. Te enfrentas a sistemas que no entiendes del todo, donde a veces tu sensibilidad no encaja. También es difícil sostener la práctica sin red afectiva ni apoyos estables. De todos modos, entiendo mi práctica como algo global y no tanto local. Lo que me atrajo para vivir en Berlín es la amplia escena cultural y la posibilidad de entrar en la KSK (la caja social para artistas), así como que las condiciones fiscales para artistas autónomos son mucho mejores que es España.
Sabemos que no eres consumidora habitual, pero, ¿puedes contarnos alguna anécdota alrededor del uso recreativo de cannabis?
Recuerdo que mientras cursaba COU, iba a la escuela de Artes y Oficios de Vitoria por las tardes. Uno de los ejercicios que nos pusieron en dibujo fue dibujar y analizar hojas de un árbol o una planta; un colega justo me había dado una hoja de maría que puse en un libro para que se aplanara, y la usé para el ejercicio. La profesora no hacía más que elogiar mis dibujos y estudios, poniéndolo de ejemplo; estaba muy emocionada hasta que me preguntó de dónde venía. Menudo cuadro… Se le cambió la cara. Esto ni siquiera tiene que ver con fumar, pero los prejuicios están ahí.
Detalle del proyecto 2222, Space is the place, 2024.
¿Qué artistas dirías que son tus mayores referentes?
Me inspiran artistas como Sophie Calle, Pipilotti Rist y Cindy Sherman, que exploran la identidad y la narrativa personal en sus obras. Pero hoy en día hay tanta información circulando, que cada día descubro algo nuevo.
Cuéntanos cómo crees que sería fumarte un porro con ET.
Imagino que sería una experiencia tranquila y contemplativa. ET y yo compartiríamos silencios cómplices, observando las estrellas, hasta que confundiera la txusta con su dedo rojo brillante. Después hablaríamos de lo mal que está el tema de la vivienda y los alquileres, los alquileres turísticos (#micasa) y recordaríamos nuestra infancia y adolescencia sin teléfonos inteligentes, no como los jóvenes de ahora, todo el día viendo vídeos de TikTok (#teléfono). La verdad es que ET fue un visionario… Estos temas que están de rabiosa actualidad, ya le preocupaban hace cuarenta años. ¡Cuarenta años! Parece un mal viaje, pero no, es que ya soy mayor.
Batburqa, 2012.