Marta Valledor (Santander, 1995) está graduada en Creación y Diseño por la Universidad del País Vasco y completó sus estudios con un Máster en Grabado en la Academia de Arte y Diseño Eugeniusz Geppert, en Breslavia (Polonia).
Sus obras muestran una mirada que, sin pretensiones grandilocuentes, capta la belleza de los objetos cotidianos y los hace suyos a través de un trazo rápido que define su carácter. Valledor es una artista emergente que ha florecido en el tránsito vital, donde los diferentes contextos son el motor de su obra. Bajo su mirada íntima, plasma un mundo al alcance de cualquier espectador que se deleite ante su obra. Y tal vez sea esa cercanía lo que la hace única.
En tu trabajo, contemplas la cotidianidad y la plasmas elevándola a la categoría de arte. ¿Qué te atrae de lo diario?
De lo diario me atraen la sencillez y el valor de los objetos que utilizamos día a día casi sin darnos cuenta, y sin los cuales resultaría difícil o imposible llevar a cabo nuestras acciones más cotidianas.
Durante tu estancia en Polonia trabajaste la contraposición de la naturaleza con la basura, decorando contenedores con dibujos de vegetación. ¿Qué te llevó a esa acción?
Para mi trabajo final de máster realicé un proyecto enfocado en la estética que la basura genera. Al haber partido fijándome en el desperdicio, quería volver a él de alguna manera. Dibujé una imagen opuesta a la basura, en este caso flores (una interpretación de la flor de loto que es la flor que puede nacer entre el barro y la mierda), y la integré en las áreas donde la basura que me había inspirado se encontraba. Quería ver cuál era la acción de estas piezas en un contexto que no es el suyo, ver qué pasaba con ellas y plantear la cuestión entre la calle y la galería, el arte y la basura. ¿Dónde se tiene que encontrar la obra? ¿Qué valor le damos?
Además de plasmar estas escenas a través del dibujo rápido, también utilizas el grabado como medio de expresión. ¿Qué te aportan estas dos técnicas tan diferentes?
Considero que el dibujo es mi medio, con el que me siento más cómoda. Pienso más rápido dibujando. Lo que consigo con el grabado son resultados más conscientes y menos espontáneos, que están empezando a ayudarme a la hora de desarrollar un proyecto más lento o consistente.
Has realizado residencias de artistas en Breslavia, Barcelona, ahora en Madrid. ¿Sigues los mismos rituales para trabajar en las distintas ciudades o por el contrario cambian según el contexto?
Al haberme movido no es fácil seguir unos rituales específicos, hay que hacerse al medio. Con poco tiempo es difícil conseguir trabajar en el espacio que quieres. Polonia fue un choque cultural brutal. A nivel académico, las instalaciones con las que contaba para trabajar eran increíbles, pero para ir a tomar unas cañas o charlar con otros compañeros, la cosa se complicaba; era casi imposible, y para mí eso de alguna manera forma parte del trabajo. Creo que al final si tienes un proyecto consistente, y estás enfocado en él, las ideas surgen y puedes trabajar. Pero a mí me influyen mucho el ambiente y la luz. Polonia era un lugar muy sombrío en el que yo me sentí triste y, sin embargo, en Madrid y en Barcelona he trabajado más a gusto: hay gente en la calle y aunque estés solo no lo sientes tanto, y a mí me entran más ganas de trabajar.
¿Volverás a Santander a darle impulso a tu carrera desde la periferia o prefieres seguir trabajando desde centros neurálgicos como Madrid o Barcelona?
Me encuentro en un periodo de cambio. El estudio con el que estoy de prácticas en Madrid me llama únicamente cuando me necesita. La semana pasada decidí volver a Santander para tratar de vivir aquí y trabajar en mi taller, y desplazarme a Madrid cuando sea necesario. Llevo tiempo fuera y quiero centrarme en una ciudad más tranquila. Creo que Santander es un lugar bueno para coger aire, parar y producir tranquilamente y a gusto. De alguna manera también me ha apetecido volver porque considero que se está generando un panorama interesante entre la gente joven que se dedica al arte y la que ya está en ello. Hay que estar ahí si se quiere que las cosas cambien o que suceda algo, porque artistas, con obra e intereses buenos, hay.
“El cannabis me ayuda a abstraerme y no pensar tanto en lo que estoy haciendo. Me puedo centrar en cosas más detalladas y pequeñas, algo que de manera normal me cuesta mucho hacer”
¿Cómo crees que incide el consumo de cannabis en tu creatividad o en tu manera de trabajar?
Muchas veces me ayuda a abstraerme y no pensar tanto en lo que estoy haciendo, quizás disfrutar más un dibujo. En periodos en los que he tenido un volumen de trabajo mayor, me ha ayudado mucho a concentrarme en ese momento para no agobiarme con todo lo que tengo que hacer. Me puedo centrar en cosas más detalladas y pequeñas, algo que de manera normal me cuesta mucho hacer.
¿Qué nuevos proyectos te traes entre manos?
Ahora mismo tengo muchas ideas y quiero asentarlas y pensarlas. He venido a Santander para dar forma a todo esto, con la idea de hacer confluir mi dibujo y el grabado de una manera coherente. Sin alejarme de representar la cotidianidad que vivo, y los asuntos que me preocupan, pero también encontrándole un sentido de peso a todo esto. Generar un dosier serio para presentarme a distintas convocatorias y, quizás, preparar una exposición con obra más trabajada para el año que viene.
Y, para finalizar, ¿cuál sería tu porro ideal?
[Risas.] Sería de marihuana Purple Haze. Me lo fumaría de fiesta en la calle sin necesidad de bailes o música. Solo más cerveza.