Cesar Espejo Álvarez (Sevilla, 1986), conocido en el mundo del arte urbano como Zësar Bahamonte, es un artista visual y urbano que tiñe de alegría y buen rollo los muros de las ciudades de todo el mundo.
Sus murales se encuentran en Francia, Israel, Uruguay, Portugal, Brasil, Ecuador, Austria…, dibujando un mapa personal en el que cada escala exhala la voluntad de embellecer y el rigor por plasmar un mensaje de cariz social para transformar así zonas, otrora grises, que ahora son verdaderos espectáculos estéticos para deleitar a los viandantes.
El trabajo de Zësar Bahamonte aúna belleza y bondad, a la manera de los antiguos griegos, lo que tal vez permite pensar que nos encontramos ante un clásico contemporáneo. Conversamos con él sobre su vida y obra para conocer los porqués de su oficio de artista.
Tienes murales por todo el mundo. Pero ¿dónde está tu base de operaciones?
Ahora mismo en Sevilla, pero durante un tiempo fue en Montevideo.
¿Dirías que para ser muralista hay que llevar una vida nómada?
No tiene por qué, pero últimamente es el modus vivendi que llevamos muchos artistas.
¿Cómo se llega al muro como formato favorito?
Comencé a pintar grafitis muy niño; a los trece años empecé a jugar con la pared con mi primera pieza. Así que, para mí, llegar al muro fue algo muy natural y divertido. No me planteaba ningún pensamiento más profundo con esa edad...; me bastaba con sacar mis dibujos de casa y ponerlos en la calle para que los vieran mis amigos y vecinos.
¿Con qué impacto emocional te encuentras cuando llenas zonas grises de las ciudades que visitas con tus pinturas?
Por un lado está el impacto en los vecinos; sea un espacio gris o no, la mayoría de las personas aceptan bastante bien mis intervenciones, las hacen suyas desde el primer momento y me ofrecen sus opiniones creativas; a veces, muy distantes de mi idea original y, otras veces, incluso me hacen cambiar el boceto sobre la marcha porque me dieron ideas que complementan a la perfección lo que ya estaba planteado. Por otro lado, está el impacto personal. Es muy satisfactorio terminar un mural, bajar del andamio o de la grúa, alejarte y contemplar el trabajo que has hecho.
¿En qué medida dirías que están la música y la danza ligadas a tu trabajo?
Al cien por cien. A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de estar muy cercano a bailaoras, músicos, actores..., y su manera de ser y de vivir la vida ha inspirado mucho a mi trabajo y a mi persona. Pienso que la música es el arte con más capacidad de transmisión emocional.
De todos los países en los que has pintado tus murales, ¿dónde crees que dan más facilidades a los artistas urbanos?
A lo largo de Sudamérica es bastante fácil poder pintar en las calles, autogestionándote los recursos y los materiales. En Montevideo y en Argentina varias veces conseguimos muros con el simple hecho de llamar a la puerta de un vecino que tenía una buena pared en su casa, enseñarle nuestro trabajo y algunos dibujos y aceptar feliz y emocionado porque le íbamos a dar vida a su fachada. Después está el hecho de pintar en otras dimensiones, con una producción más costosa... Ahí no sabría decirte qué lugares ofrecen más facilidades, pero desde luego Europa no.
¿De qué depende la elección de paleta de colores en cada una de tus intervenciones?
Durante mucho tiempo la paleta ha dependido del sentido del dibujo y siempre en busca de un sentido más estético. A día de hoy trato más que los colores convivan con el contexto, creo que es importante que haya armonía entre el mural y el entorno.
¿Expresarse libremente en los muros de las ciudades es, de por sí, un posicionamiento político?
A ver, partiendo de la base de que la política no es una dicotomía, dudo que lo que hago me coloque en un lugar o en otro; por suerte, mis murales le gustan a gente muy variopinta. Lo que sí creo es que la gente que pintamos en la calle tenemos que ser muy conscientes de que nuestro trabajo va a ser visto por mucha gente. Yo aprovecho esta circunstancia para plantear escenas donde ocurren interacciones reales entre personas, acciones positivas y bellas alejadas de la alienación tecnológica y la frialdad de un mundo dividido. No sé hasta qué punto mis imágenes pueden calar en los ciudadanos que se crucen con ellas, pero es en cierta forma mi lucha contra la propaganda sexista, consumista y sin valores de la lona XXXL que cuelga del edificio de al lado.
¿Cómo ves el muralismo español actual?
Muy fuerte; por suerte tenemos artistas muy punteros repartiendo su trabajo alrededor del globo. La escuela valenciana siempre fue muy fuerte y ahora están cosechando eso que llevan tiempo plantando; gente como Dulk, Pantone, Pichi&Avo están haciendo trabajos muy finos. Y el monstruo de Aryz es otro de mis favoritos nacionales, aunque no deberíamos subestimar a las nuevas generaciones, que vienen pegando fuerte... Artistas grandes, tenemos; ahora solo falta que los gobiernos y los responsables de cultura nacionales se den cuenta de esto.
¿Apuestan las galerías por los artistas urbanos?
Cada vez hay más galerías especializadas en arte urbano o que abren sus espacios a grafiteros. Es obvio que ahora hay un boom mundial con esto del street art, y eso viene acompañado de estas entidades y de productoras, festivales, etc. Eso nos viene bien a todos. El único pero es que no todo el monte es orégano y no siempre se nos arriman personas con intenciones limpias. Pero es normal; solo tenemos que tener un poquito de cuidado y compartir con quienes entiendas que tienes que hacerlo.
En tu caso, ¿en qué parte del proceso creativo crees que incide más el consumo de cannabis?
Creo que lo importante es conocerse y saber cómo te influye fumar. Personalmente, si quiero crear libremente, improvisando y sin presiones, puedo fumar tranquilo, sobre todo hierbas más sativonas... Pero como tenga que cumplir con fechas de entrega o con conceptos muy concretos, prefiero no fumar hasta terminar el dibujo y el planteamiento de las formas. Una vez llegados ahí, sí puedo empezar a fumar para plantear la paleta y jugar con el color; de hecho, me ayuda a concentrarme.
¿Cómo sería tu porro ideal?
Definitivamente, mi porro favorito es de Amnesia, en un bello atardecer veraniego en Cádiz o en alguna playa del este de Uruguay, acompañado por mi gente y con Juçara Marçal sonando de fondo.
Cuéntanos un poco qué nuevos proyectos se te presentan.
Ahora mismo estoy terminando un mural en Polonia y durante este verano probablemente viaje a Sudamérica a hacer una residencia artística autogestionada en casas y talleres de amigos.