Quique Ortiz (Santander, 1988) estudió Bellas Artes en la Universidad de Bilbao y continuó sus estudios universitarios en Barcelona. Ahora, desde la capital cántabra, fustiga los ideales más rancios a golpe de pincel para lograr que el espectador cambie de parecer sobre asuntos hasta ahora inamovibles por las tierras del norte. Sus obras demuestran que el arte no son solo objetos de estética amable, y nos hacen reflexionar sobre cómo cambiar un mundo injusto.
Para un chico santanderino como tú, ¿cuál fue el punto de inflexión que te hizo dedicarte al arte?
No creo que hubiese ningún punto de inflexión, siempre he tenido muy claro desde pequeño que lo que más me gustaba era dibujar y pintar. Es un poco lo que he mamado en casa. Mis padres tienen un anticuario y ya desde crío siempre he estado en contacto y he tenido cierta relación con este mundo. Más tarde decidí estudiar Bachiller Artístico y, posteriormente, Bellas Artes.
Cuéntanos un poco tu relación con los animales y el porqué de su peso en tu obra.
Me considero una persona antiespecista, incluso antes de conocer el significado del término y todo lo que implica. Para mí el antiespecismo es una causa que está al mismo nivel que cualquier otra lucha social, como puede ser la lucha a favor de los derechos humanos, contra el racismo o contra el sexismo, por ejemplo. Desde siempre he estado en contacto con animales y los valores que me han inculcado desde pequeño en mi círculo familiar siempre han sido de respeto e igualdad hacia ellos. Ya mis primeros recuerdos de lo que pintaba, o dibujaba, eran animales. Incluso por momentos me llegan a gustar más que las personas. Siempre digo que mi persona favorita es un animal no humano, que es mi perra Asia.
¿En qué contexto te encuentras más cómodo para trabajar?
Ahora mismo comparto local con otros compañeros aquí en Santander. No coincidimos tanto como me gustaría, así que la mayoría del tiempo que estoy en el taller suelo estar solo, otras veces con Asia. Pero estoy muy acostumbrado a esa “soledad”, al haber tenido durante algún tiempo taller individual o haber pintado largas temporadas en casa. Mientras estoy en el taller pintando, suelo escuchar algún pódcast o música, desde rocksteady, reggae, flamenco hasta punk, aunque ahora que he vuelto a Santander estoy escuchando mucho a grupos de la escena santanderina que además son colegas como Lupers, Idolos del Extrarradio. O ya cosas más hacia el rap o el hip-hop como La Carcher (la puta Carcher) o la extinta Chinatown, quizá el mayor redescubrimiento. Recuerdo haber escuchado muy poco de su música en la adolescencia, pero es ahora cuando estoy apreciándola de verdad. Hay que reivindicar y apoyar más la escena cultural y musical que hay ahora mismo en Santander.
¿Crees en el arte como una herramienta para agitar conciencias?
Creo en el arte como un arma; tenemos el medio y la capacidad para ello. Personalmente, es lo que intento con mi proyecto artístico: dar a conocer una situación que existe, como la explotación humana hacia los animales no humanos, apelando e intentando a la vez concienciar al espectador de este problema. Más allá de que pueda considerarse más o menos artístico lo que hago, intento ir más allá, una suerte de activismo si se quiere.
Además de en tus obras, ¿cómo luchas a nivel personal contra el especismo?
Llevo una dieta vegana desde hace años e intento siempre que puedo participar en concentraciones o manifestaciones contra el especismo o a través de la realización de cursos y talleres sobre ética y activismo animal. El último en el que participé, “Compromiso animal”, dentro del ciclo de talleres “A ver si nos aclaramos…”, dirigido por Nerea Ubieto, se llevó a cabo hace un par de semanas en Tabacalera Sala Ideas en Madrid. También colaboro desde la precariedad con algunas protectoras de animales. La idea con este proyecto artístico es además destinar un porcentaje de las ventas a Santuarios de Animales.
¿Crees que el consumo de cannabis está asociado a la creatividad?
En mi caso, no, aunque sí que fumo mientras pinto como también lo hago mientras me puedo estar tomando una cerveza con colegas. Nunca me ha servido como estimulante a la hora de desarrollar mi trabajo. Aunque sí que conozco casos de personas que trabajan en campos creativos o artísticos que se tienen que fumar un waka para desarrollar esa actividad.
“Más allá de que pueda considerarse más o menos artístico lo que hago, intento dar a conocer una situación que existe, como la explotación humana hacia los animales no humanos”
¿Cuáles son las técnicas pictóricas en las que te sientes más cómodo y cuáles tus referentes artísticos?
Principalmente, trabajo con pintura al óleo sobre tela y en dibujo con grafito y carboncillo sobre papel, aunque en los últimos años he comenzado a experimentar con otros materiales como acrílicos, sprays, tizas…, sobre diferentes soportes como madera o tela que no sea algodón. La verdad es que no tengo ningún referente artístico concreto. Visualmente consumo mucha pintura y dibujo gracias sobre todo a redes sociales. Técnicamente me gusta mucho el trabajo de Kepa Garraza y Alain Urrutia, así como también el de Sebas Velasco, Juanjo Viota, Julia Santaolalla, Mikel del Río, Amaya Suberviola, Diego Vallejo García, Axel Void, Sofía González, Alberto Montes…, por citar solo a algunos. Creo que hoy en día vivimos un momento, a nivel nacional, en el que hay una generación de gente joven realizando un gran trabajo en lo que a pintura se refiere.
Y, por último, ¿cuál sería tu porro perfecto?
No soy muy sibarita en cuanto a porros, fumo lo que haya, aunque la mayoría de las veces suelo fumar sativa, Amnesia. Por lo general, me gusta fumar acompañado, aunque como ya he dicho también suelo fumar solo mientras estoy pintando o sacando a la perra a pasear. No sé… El porro perfecto será el que me fume leyendo esta entrevista en la revista Cáñamo (risas).