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Twin Peaks: Lynch, caminamos contigo

Hace 35 años el agente Dale Cooper llegaba a Twin Peaks y la televisión cambió para siempre. Regresamos al universo creado por David Lynch y Mark Frost para homenajear al cineasta, fallecido el pasado 15 de enero. 

“Diane, son las 11:30 de la mañana del 24 de febrero. Entrando en el pueblo de Twin Peaks, más de 8 kilómetros al sur de la frontera canadiense, casi veinte al oeste de la frontera estatal. Nunca había visto tantos árboles en mi vida. Como diría W.C. Fields, prefiero estar aquí que en Filadelfia”.

Con estas palabras, el agente especial del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan) llegaba ese frío día de febrero a Twin Peaks para investigar el brutal asesinato de la adolescente Laura Palmer (Sheryl Lee), sin imaginar siquiera que en ese momento la televisión cambiaría para siempre jamás. Estábamos en 1990 y el serial creado por Mark Frost y David Lynch no apuntaba a ser la sensación en que se convirtió, pero cuando se emitió por primera vez en Estados Unidos, en abril de ese año en la cadena ABC, su audiencia fue espectacular: casi veinte millones de espectadores americanos decidieron conectarse a la cadena para seguir la serie, esto es, un 33 por ciento del share de entonces. A España llegó la noche del 16 de noviembre, emitida en la recién inaugurada Telecinco. Pese a que la cadena solo podía verse en Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, logró el día del estreno de la serie un 46,9 por ciento de share. “David Lynch revoluciona la televisión”, titulaba El País.

Aunque cuando se canceló al año siguiente el share estadounidense de la serie había bajado hasta el nueve por ciento, una vez resuelto el misterio central de “¿Quién mató a Laura Palmer?”, Twin Peaks no solo se había hecho un lugar en el corazón de los televidentes de todo el mundo, sino también un espacio propio en la historia de la televisión y la cultura popular, cuyo estatus fue incrementándose con los años. Para Steve Tao, el entonces vicepresidente de programación de series de ABC, “Twin Peaks fue como un joven rockero que muere en un accidente de avión: su marcha prematura genera más hambre”. Según el crítico Dennis Lim, “la serie original cumplía la condición primordial de Umberto Eco para ser un objeto de culto, invitando a los fans a ‘un mundo completamente amueblado’”. Más allá de los millones de significados, teorías y afectos que genera, las dos temporadas originales de Twin Peaks junto con Twin Peaks: The Return (2017) no solo son la cúspide creativa del tándem Lynch-Frost, sino un inigualable ejemplo de lo extraño que es el mundo. Mucho más, qué duda cabe, ahora que la presencia de Lynch se ha difuminado para siempre, tras fallecer el pasado 15 de enero.

Una mujer con problemas

Twin Peaks: Lynch, caminamos contigo

Bienvenidos al pueblo de Twin Peaks, más de 8 kilómetros al sur de la frontera canadiense… Twin Peaks (1990).

Para Mark Frost, tal y como contaba en las páginas de The Guardian, Twin Peaks nació de la suma de dos recuerdos. Primero, un trauma durante la adolescencia: el asesinato de la hermana de uno de sus mejores amigos a manos de un preso fugado. El segundo, una pintoresca historia que siempre contaba su abuela sobre el fantasma de una chica asesinada que fue encontrada flotando en un estanque. “La imagen de la chica tumbada en el agua al borde del lago era la clave. Eso nos llevó a ramificarnos y crear el universo del pueblo”. 

En Espacio para soñar, la biografía de Lynch coescrita por Kristine McKenna y el cineasta, Frost también recuerda el proyecto que les puso en contacto justo después del éxito de Terciopelo azul (1986): un biopic sobre Marilyn Monroe basado en el libro Goddess: The Secret Lives of Marilyn Monroe, de Anthony Summers. “Con el título de Venus Descending, el guion que terminaron en noviembre de 1986 involucraba a Bobby Kennedy en la muerte de la actriz, y el proyecto fue rápidamente abandonado”, explica McKenna. “Goddess era un gran tema y escribimos un buen guion…–dice Frost en ese libro– Los dos queríamos ampliar la historia más allá del realismo estricto e inyectarle elementos líricos, casi fantásticos… […] Por desgracia, la United Artists y el productor que nos había contratado [Bernie Schwartz] no habían caído en la cuenta de que en el libro había revelaciones sobre los Kennedy que ahora damos por sentado pero que entonces eran nuevas. Sacamos todo eso en el guion y allí se acabó todo”.

Twin Peaks: Lynch, caminamos contigo

Muerta y envuelta en plástico, así encuentran a Laura Palmer (Sheryl Lee), la reina de la belleza que llevaba una doble vida en el inframundo de un pueblo aparentemente tranquilo.

Sobre ese proyecto frustrado, el de Montana comentaría a McKenna: “No tenía muy claro si podía trabajar con Mark Frost cuando nos conocimos, pero estaba decidido a probar. Él estaba atado al proyecto de Goddess, y como a otros diez millones de personas, a mí también me gusta Marilyn Monroe […] Es difícil decir exactamente qué tiene Marilyn Monroe, pero diría que lo de ‘mujer con problemas’ tiene algo que ver […] Goddess no alzó el vuelo debido a la conexión Kennedy; Marilyn era una bomba de relojería y al final tuvieron que deshacerse de ella. Pero la historia siempre me gustó Se podría decir que Laura Palmer es Marilyn Monroe y que Mulholland Drive también va de Marilyn Monroe. Todo se trata de Marilyn Monroe”.

Al calor de estas declaraciones, no cuesta interpretar Twin Peaks como la reformulación en clave de culebrón televisivo del trauma por la muerte de Marilyn. Del mismo modo que la vida y la muerte de la estrella siguen siendo misterios sin resolver, el personaje de Laura Palmer es una de las representaciones más icónicas de una mujer atrapada por su propio destino y por las fuerzas oscuras que la rodean.

Lynchtown, donde la realidad supera a la ficción

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El agente Cooper (Kyle MacLachlan) seguido por Philip Jeffries (David Bowie) en la precuela Fuego camina conmigo (1992).

Si todo gira, así pues, sobre Marilyn, las películas y series de Lynch son, en consecuencia, retratos sobre la sociedad estadounidense y el impacto de esa tragedia en su microcosmos más íntimo, un concepto y un lugar que el teórico Michel Chion acuñó bajo el topónimo inventado de Lynchtown, “una coqueta y pequeña ciudad típicamente americana en medio de un océano de bosques, con toda su comodidad y todo su orden organizados en un entorno de un misterio ilimitado”. 

Por desgracia no tenemos espacio para desgranar todos y cada uno de los elementos de Twin Peaks, pero vale la pena recuperar estos recuerdos sobre las localizaciones de la serie, sobre cómo la realidad superó una vez más a la ficción: “En el guion del piloto habíamos descrito muy específicamente el pueblo. Había un hotel junto a una cascada. Una pintoresca estación de tren, un departamento del sheriff, un instituto, la cafetería. Fuimos a Seattle y exploramos durante cinco días, y estábamos realmente desanimados por no haber encontrado lo que buscábamos. En el último día, el gerente de localización dijo: ‘Bueno, hay un lugar que puedo mostraros. Está un poco alejado: las ciudades de Snoqualmie y North Bend’. Así que fuimos hasta allí al día siguiente, y todo lo que aparecía en el guion estaba allí. Era espeluznante. Acabábamos de imaginar un pueblo que ya existía”.

También vale la pena volver a la anécdota sobre esa cabeza de alce con la que se topa el agente Cooper nada más pisar la oficina del sheriff, como recordaba la directora Lesli Linka Glatte. “El decorador iba a colgarla en la pared, pero David la vio sobre la mesa y dijo: ‘Deja la cabeza de alce’. Algo me abrió los ojos: por mucho que planees las cosas, asegúrate de estar abierto a la vida, asegúrate de estar abierto a la cabeza de alce que hay sobre la mesa, no te pierdas lo que tienes delante”.

Un mundo inabarcable

Twin Peaks: Lynch, caminamos contigo

David Lynch aullando como Gordon Cole, subdirector del FBI en Twin Peaks: The Return (2017).

Hay que estar abiertos a la cabeza de alce que está sobre la mesa –a mantener la vista en el donut y no en su agujero, como nos recordaban las últimas palabras de Lynch–, y si hay algo que claramente define Twin Peaks es su curiosidad por los misterios del mundo, infinitos e inabarcables. De ahí que cada vez que Lynch regresaba a Twin Peaks todo su universo se reformulaba en tono, punto de vista, personajes y enigmas. 

Fuego camina conmigo (1992), precuela que reanima a Laura Palmer solo para contarnos sus agónicos últimos días antes de morir a manos de Leland Palmer/Bob (Ray Wise/Frank Silva), fue abucheada en el Festival de Cannes de ese año porque el público, al parecer, no acabó de comprender la austeridad de un relato que, cercenado de sus elementos cómicos, dejaba más aún al descubierto el perturbador crimen sobre el que gira. Se trata, además, de una película entregada a su actriz protagonista, Sheryl Lee. Pese a que Lynch y Frost le reservaron el papel de Madeleine Ferguson, doble morena de su prima Laura y un claro homenaje al Vertigo (1958) de Alfred Hitchcock, Fuego camina conmigo es claramente un vehículo reivindicativo de un personaje y una actriz cuyo gravitas pasó inadvertido durante la emisión de la serie original. 

Por otra parte, Twin Peaks: Missing Pieces (2014) le debe todo a su formato fragmentado, a su naturaleza de película de recopilación de escenas eliminadas. Es aquí donde descubrimos qué sucedió con el agente Philipp Jefries (David Bowie); los varios intentos de Bob de poseer a Laura; o el vínculo entre la señora del leño (Catherine Coulson) y Laura, entre muchos otros detalles que acaban de hilvanar Fuego camina conmigo con la serie original. 

Hay algo también fragmentario en Twin Peaks: The Return (2017), de puzle que se va reconstruyendo a medida que se suceden los capítulos. Esta tercera temporada, que se retrasó durante mucho tiempo pero que cumplió con las palabras que le susurra Laura al agente Cooper al final de la segunda temporada, fue, en palabras de Mark Frost, como “la reunión de colegas universitarios definitiva”. En un principio, el guion contaba con cuatrocientas páginas y se aprobó un serial de nueve horas, pero Lynch logró que dieran luz verde a doblar la duración y a que el corte final fuera completamente suyo. El resultado, una serie que desafía la narración televisiva convencional y en la que, a diferencia del Twin Peaks original, que giraba en torno a una única chica muerta, la “muerte está en todas partes”, como señala Dennis Lim.

Ya en 1999 Lynch dudaba de que una serie como la que despachó junto a Frost pudiera volver a realizarse, como le confesaba a Tad Friend en las páginas de The New Yorker, y The Return parece querer confirmarlo. Por mucho que volver a ver los rostros, 25 años después, del agente Cooper, de Bobby (Dana Ashbrook), Shelly (Mädchen Amick), James Hurley (James Marshall), Norma (Peggy Lipton), Ed (Everett McGill), Audrey (Sherilyn Fenn) y su padre Benjamin Horne (Richard Beymer), el ayudante del sherrif Andy Brennan (Harry Goaz), o Lucy (Kimmy Robertson) sea un refugio seguro, la tercera temporada de Twin Peaks cuenta, en última instancia, que tal vez no exista un Twin Peaks al que regresar. No hay un hogar al final del camino de baldosas amarillas, porque, como canta el maleficio, todo se repite una y otra vez a través de la oscuridad de futuros pasados.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #327

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