Marc Caellas tiene una cuchilla en la pupila. Mira las sociedades en las que vive y las retrata. Sociedades, en plural, porque es barcelonés pero va y viene, y por eso tiene dos libros titulados Carcelona y Caracaos, y está a punto de sacar Drogotá.
Si en el primero retrató a una Barcelona prisionera del turismo y de la marca en la que se ha convertido, en la segunda explicó la capital venezolana a partir del caos “sobre el que pivotan los afectos, el trabajo o los desplazamientos”. En el que prepara ahora y que saldrá en enero en Colombia y en el 2018 en España, Bogotá es la protagonista, y habla de la adicción “de los bogotanos a la religión, el baile o la rumba”. También a la droga, y precisamente sobre este asunto acaba de estrenar Caellas una obra en el Festival TNT: El perico tumba la paloma, una pieza en la que plantea una reflexión sobre la cocaína, sustancia que equipara al oro.
¿Qué te atrae de llevar a escena el tema de las drogas?
Que es un ejemplo claro de la hipocresía general en la que vivimos. Tanto la gente que está a favor como la que está en contra usa argumentos falaces para tapar otro tipo de pensamientos morales, religiosos o ideológicos. Pocas veces se debate en serio sobre las drogas. Hay demasiados prejuicios y estereotipos que impiden avanzar.
¿Qué querías explicar que no se hubiera explicado antes?
Siempre que veo alguna manifestación artística sobre las drogas, me parece que se enfoca desde el consumo desaforado, tipo Trainspotting. O son obras pseudoconceptuales donde los artistas se drogan y se comportan como conejillos de indias. Me interesaba disparar más preguntas que respuestas, que fuera una suerte de caleidoscopio que mostrara todo el proceso, desde el inicio, una planta, hasta el final, un excremento.
¿Cuál es tu postura sobre la legalización de las drogas?
Estoy a favor de la legalización de todas las drogas.
¿Qué papel deben tener los estados?
El mismo que tienen con el alcohol y los cigarrillos. Análisis y cuidado de calidad, impuestos que graben el consumo y ciertas regulaciones en la publicidad y en prevenir el consumo entre los menores de edad.
¿Diferencias entre duras y blandas o estás por la legalización de todas?
Las legalizaría todas, vendidas en farmacias o en otro lugar específico, sometidas a controles para saber exactamente lo que uno consume.
¿No es la cocaína una droga más compleja que otras?
Si la cocaína es compleja es por los procesos económicos a los que va asociada debido a su ilegalización. El dinero negro que se mueve es tan grande, que igual sirve para salvar bancos en crisis que para financiar grupos armados en Latinoamérica. En términos de salud, es una droga con cierto componente adictivo, pero afecta a una mínima parte de sus consumidores, y muchas veces por los elementos nocivos con los que se corta.
Hablas de “cierto componente adictivo”. Las autoridades sanitarias estadounidenses hablan de que es una droga “extremadamente adictiva”, Escohotado explicó que a pesar de tomarla dos años seguidos cada día, jamás tuvo síndrome de abstinencia. La Agencia de Salud Pública de Barcelona dice que es una falsa creencia que no genere dependencia. Y la Universidad de Connecticut publica un estudio que concluye que las galletas Oreo son tan adictivas como la coca y no se prohíben. ¿Con qué versión te quedas?
Me quedo con la opinión de Escohotado y la de la Universidad de Connecticut. Yo he consumido casi cada día durante meses, en Colombia, y luego he dejado de hacerlo sin ningún problema durante el mismo tiempo. Pero los estudios se manipulan para que concuerden con una idea moral e ideológica preestablecida. Como dice Johann Hari, lo opuesto a la adicción no es la sobriedad sino la conexión.
El negocio de la cocaína
Para hablar de la adicción, Caellas alude al experimento del psicólogo Bruce Alexander, en el que probó que las ratas que consumían agua con heroína morían por la falta de otros estímulos, no por la droga en sí. En El perico tumba la paloma, la historia va por otros derroteros. Se centra en el negocio de la cocaína, en la mitología y en los ritos ancestrales en torno a la planta, que la han convertido en un bien natural parecido al oro. “El problema es –dice Caellas– que el botín queda en manos de unos pocos”.
En la obra se cita varias veces a Bayer y a Coca-Cola. ¿Cuál es el papel de esas multinacionales?
Pienso que tanto Bayer como Coca-Cola se han beneficiado de una planta muy poderosa, y lo mínimo que podrían hacer es usar su gran influencia política para desbloquear un debate sobre las drogas que sigue anclado en prejuicios morales y religiosos trasnochados.
¿Cuánto hay del libro CeroCeroCero, de Roberto Saviano, en El perico tumba la paloma?
Fue uno de los impulsos originales del proyecto. Además de las citas con las que empieza, fue iluminador en muchos asuntos, por ejemplo, para entender los efectos de la cocaína sobre la economía mundial. También comparte una voluntad de estilo. Esos capítulos más poéticos, donde Saviano juega con el lenguaje literario respecto a la droga, me hicieron pensar en cómo jugar con el lenguaje performativo y teatral con este tema.
Saviano dijo: “La cocaína es la gasolina del cuerpo. Eleva la vida al cubo antes de destruirte la vida, de consumarla. La vitalidad que parece haberte regalado, la pagarás con intereses de usura”. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
No, porque aunque está a favor de la legalización, Saviano está en contra del consumo. Me parece tan legítimo como estar en contra del consumo de carne de vaca o de beber refrescos con azúcar. Es evidente que la cocaína no es inocua, pero ¿qué sustancia que ingerimos lo es? Tengo amigas que no pueden comer lechuga. Y no estoy banalizando, solo digo que el asunto es complejo, depende más de la inteligencia, del cuerpo, de la educación sobre drogas o del autocontrol. Finalmente, se trata de acercarse al consumo de drogas desde el placer y no desde la desesperación.
Saviano también dice que consumir coca es contribuir a la violencia asociada.
El problema de este argumento es que, si lo siguiéramos, daríamos la razón a los que nos recortan las libertades. La violencia asociada no es por el consumo sino por la prohibición. Claro que si no hubiera consumo ni tendríamos que hablar de prohibir o legalizar, pero consumir drogas está en la naturaleza humana, y ningún legislador puede impedirlo. Por eso, hacernos sentir culpables por comprar en un mercado ilegal cuando no hay uno legal nos lleva a un callejón sin salida.
Un mundo sin cocaína
Conoces Bogotá y preparas Drogotá, tu nuevo libro. ¿Qué papel tiene la droga en la capital colombiana?
Con Bogotá, mi hipótesis de partida es que el bogotano practica un hedonismo extremo, en parte producto de la incertidumbre diaria de un país en permanente guerra, que hace tomar la actitud de vivir cada día como si fuera el último. Curiosamente, en las estadísticas que publican organismos internacionales, Colombia siempre aparece como uno de los países más felices del mundo.
¿Qué papel debería desempeñar Colombia en el ámbito internacional en lo referente a la legalización de las drogas?
Creo que debería abanderar el movimiento a favor de la legalización, porque es el país más perjudicado por el prohibicionismo.
Por último, si Saviano tiene razón y tanta gente la consume, ¿cómo crees que sería el mundo sin cocaína?
No sé cómo sería, pero supongo que si no hubiera cocaína habría otros estimulantes. Tenemos una necesidad innata de cambiar nuestra percepción, pero nos da miedo pasarnos. Son mucho más potentes e interesantes los efectos del MDMA o de la marihuana, pero a veces nos da miedo meternos en esos terrenos. La cocaína proporciona sensación de lucidez dentro de la ebriedad. Si pudiéramos consumir una cocaína regulada, que no estuviera cortada por elementos nocivos, y a un precio razonable, seguramente seríamos más lúcidos.