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Cultura / Entrevistas

El after político: placer, bromas y paranoias

Entrevista con Leo Felipe sobre su Historia Universal del After.

El after político: placer, bromas y paranoias
Fotos: Ivi Maiga Bugrimenko

Cuando se junta la falta de sueño con el agotamiento tras una noche de fiesta con drogas y baile, cuando el día siguiente ha empezado para el resto del mundo, pero tú y quienes te rodean todavía estáis alargando el día anterior, decimos que estás de after. Leo Felipe ha explorado con humor y ficción las posibilidades de esta práctica de ocio en Historia Universal del After, para pensar ideas con las que movilizar su dimensión política.

Leo Felipe (Porto Alegre, Brasil, 1973) ha escrito un libro raro. Historia Universal del After, publicado en español por la editorial Caja Negra, no da lo que podría esperarse de su título: no es una historia social ni cultural del after, no explica sus orígenes ni su evolución, y no es universal. Es, más bien, una historia personal que parte de las experiencias del autor, en la que este mira más a los futuros posibles que al pasado. Un despliegue fragmentado de ideas sobre las potencialidades políticas de la fiesta, el baile y el consumo de drogas en las que el autor presta especial atención a la fase posterior de estos eventos: el after, ese tiempo en el que se intenta alargar la energía de la fiesta mediante el consumo de más sustancias o la simple resistencia al sueño. Un tiempo-lugar intermedio, suspendido a medio camino entre dos mundos –el de la fiesta y el de la vuelta a la vida cotidiana–, que resulta especialmente propicio para jugar a alterar las prácticas de la vida cotidiana y experimentar con ellas. Para su exposición de reflexiones, Leo Felipe se sirve de distintos formatos, incluyendo cartas, manifiestos, lemas, versos, noticias, esquemas y seminarios académicos, todo ello adulterado con cantidades no especificadas de ficción.

El título de Historia Universal del After remite a una posible Historia del Arte en la que las fiestas y los afters son también objetos artísticos que, aunque fugaces, pueden ser conceptualizados y pensados en su dimensión política y, mucho más importante, reapropiados y transformados de forma crítica. Leo introduce teorías de urbanismo y arquitectura, de movimientos artísticos y políticos, y explica el proceso de conceptualización de varios proyectos frustrados que acabaron materializándose como parte del libro.

El texto oscila todo el tiempo entre las reflexiones académicas y las bromas, entre las ideas ebrias y la realidad sobria, y entre las historias reales de la escena nocturna brasileña y la ficción disparatada propia de conversaciones de drogados. Leo cuenta los entresijos de la escena de fiestas underground de Brasil desde dentro, y reflexiona sobre las estructuras materiales y políticas que posibilitaron y limitaron las fiestas organizadas por los colectivos de los que formó parte durante la década de 2010. Narra los intentos de extender las prácticas y las formas de interacción social propias de las fiestas más allá de sus fronteras, exponiendo también –en un ejercicio de autocrítica– las contradicciones de esa búsqueda. Y reivindica la inclusión de quienes históricamente han sido marginados por cuestiones de clase, raza o género, como parte fundamental de la búsqueda para aumentar el placer y la diversión comunitaria.

Historia Universal del After.
El autor de Historia Universal del After posando para la entrevista. Foto: Coni Rosman.

En su vaivén entre la clarividencia inducida por las drogas y el sinsentido percibido en las resacas, Leo despliega su “cháchara sobre la fiesta política”, el producto de dialogar con su entorno y dislocarse el pensamiento usando ketamina en afters. Todo para buscar “nuevas formas de vivir una experiencia existencial que ofrezcan tanto una respuesta al fracaso utópico de la izquierda como una resistencia frente a esta estandarización de las formas de pensar, actuar y decir que nos imponen las ideologías”.

El autor explora estas posibilidades dando cuenta de los deseos y las paranoias que van surgiendo en su búsqueda de una alteración doble, la de la consciencia y la de las estructuras del sistema capitalista. Y es que Leo –que se presenta a sí mismo como un científico que realiza un trabajo de campo sobre todo lo anterior– tiene una duda constante en su cabeza a lo largo del libro: ¿será todo esto una excusa para seguir drogándome?

En el libro describes tus experimentos para hacer del after un lugar de hedonismo crítico, en el que se puedan producir reflexiones o prácticas que desborden el propio after y vayan más allá, hasta la vida cotidiana. Me interesa la puesta en práctica de estos planteamientos. Partiendo de tu experiencia y la de aquellos con quienes las has compartido o conversado, ¿crees que se pueden trasladar las ideas y las prácticas surgidas en el after más allá de él? ¿O todo queda en conversaciones de drogados?

“No es la droga lo que hace política la fiesta, porque las drogas están en todas partes: vivimos en una sociedad en la que estamos masivamente narcotizados, por todo tipo de sustancias”

En primer lugar, hay que recordar que todas estas ideas un poco locas sobre el after proceden de años de prácticas de after totalmente espontáneas, y también son un poco en broma: son ideas que pertenecen, sobre todo, al campo de la fantasía, de la ficción. Por otra parte, como el after es una especie de juego, una esfera temporal de actividad con orientación propia, un compromiso inútil de frivolidad y éxtasis que se aísla de la vida “real”, exige en su práctica una profunda seriedad. De hecho, la droga ocupa un papel central en dicho contexto, imprime el ritmo de la inactividad, proporciona las condiciones psicoquímicas para la aparición de insights y el tono de las anécdotas, que, la mayoría de las veces, versarán sobre el propio consumo. Es la droga, además del estado de agotamiento físico y mental, lo que permitirá que surjan las ideas sesgadas sobre las cosas. El after es un evento muy importante para la escena porque es el tiempo de ocio de los trabajadores nocturnos, el espacio donde se forman muchos de los juicios sobre la propia escena, y donde se conforma su estructura social, a partir de la percepción individual y compartida de sus participantes. Dejan para el after las expresiones y bromas que aparecerán más tarde en los nombres de los partidos, en los memes y el argot, y los cotilleos que informarán públicamente sobre asuntos privados, los desenfrenos y las cancelaciones.

Hedonismo crítico

El after político: placer, bromas y paranoias
“El after es una especie de juego, una esfera temporal de actividad con orientación propia, un compromiso inútil de frivolidad y éxtasis que se aísla de la vida ‘real’”, dice Leo Felipe.

Qué recomendarías a quienes quieran experimentar en la fiesta el hedonismo crítico que defiendes en el libro. ¿Hay algún elemento que consideres indispensable?, ¿alguna actividad útil para poner en práctica?

“La ketamina es la droga recreativa perfecta para un mundo en colapso. De alguna manera, Historia Universal del After es el fruto de un subidón de ketamina”

Vivir por el placer de la fiesta y ejercer el privilegio de asistir a los afters son actividades que requieren recursos materiales, al fin y al cabo, hace falta dinero para comprar la droga. Sin embargo, no es la droga lo que hace política la fiesta, porque las drogas están en todas partes: vivimos en una sociedad en la que estamos masivamente narcotizados, por todo tipo de sustancias. Para experimentar lo que tú nombras como hedonismo crítico es muy importante que seamos conscientes de los problemas estructurales de nuestra sociedad: las cuestiones de clase, color y género, que están presentes en todas partes, incluida la pista de baile. Existe una utopía que ve la fiesta y la pista de baile como espacios de libertad, donde se rompen límites y barreras, y esto es parcialmente cierto, pero siempre debemos estar alerta para no dejar que este sueño caiga en una ingenuidad chovinista. Por eso creo que el elemento más importante es la conciencia de clase. Otro hecho fundamental es el repertorio de los participantes, y en esto no estoy siendo elitista. No necesitamos personas exclusivamente alfabetizadas y cultas, sino personas cuya subjetividad esté menos contaminada con las toxicidades del mundo (prejuicios, odios, fobias, rencores) para que podamos construir un espacio sano de disfrute y relaciones interpersonales menos violentas. No se aceptarán actitudes racistas ni machistas. Una actividad útil es, obviamente, el baile, que nos pone en comunión y comunicación, incluso sin utilizar palabras. Otra actividad recomendada es la lectura.

La ketamina parece ser la reina de las experiencias que aparecen en el libro y la puerta para buena parte de las reflexiones y planteamientos que se hacen. ¿Por qué esta droga y no otra?

La ketamina fue un descubrimiento tardío para mí. Quizá se deba a la popularización y masificación de la cultura tecno, que se ha extendido tanto en los últimos años. Su uso implica una dinámica ritual y su efecto anestésico sirve para suavizar la euforia provocada por la cocaína. Los resultados disociativos provocados por la droga tienen un alto grado de imprevisibilidad. Las primeras veces que lo utilicé sentí como si me guiara por un juego de dados en un flujo de sensaciones, ideas y entornos mentales totalmente inesperados. Imagino que sus efectos despersonalizadores pueden acercarnos a la experiencia de la esquizofrenia. Es la droga recreativa perfecta para un mundo en colapso. De alguna manera, Historia Universal del After es el fruto de un subidón de ketamina, de cuando compré por primera vez un bote de droga, y la tuve en cantidad suficiente para consumirla durante varios días consecutivos. Fue durante –o después– de esa racha cuando escribí parte del primer capítulo, y pronto me di cuenta de que siguiendo el proceso de escritura y recopilando el material que había escrito durante los últimos meses podría tener algo cercano a una obra.

El after político: placer, bromas y paranoias

Aunque las mencionas en un par de ocasiones, las drogas empatógenas como el MDMA apenas forman parte del universo del libro. Sin embargo, por la cualidad de sus efectos, estas sustancias a menudo son las más usadas cuando se piensa en el uso de drogas para facilitar la comunicación, la interacción y la comunión de personas bajo la música. ¿No crees que pueden ser herramientas útiles para la exploración política de fiestas y afters?

Del mismo modo que la psilocibina y el LSD fueron las drogas originales de la cultura psicodélica y la cocaína se asocia a la escena disco, el éxtasis (MDMA) es la droga característica de la cultura rave. Así pues, se trata de una sustancia que inevitablemente formará parte de la receta de la escena musical electrónica contemporánea de las pistas de baile. De hecho, al ser un tipo de anfetamina muy estimulante para el sistema nervioso central que aumenta nuestras capacidades físicas y psíquicas, es muy bienvenida en ambientes donde hay música, baile y conversación. Además, creo que la MDMA es una droga que puede administrarse junto con otras sustancias que compensan su tolerancia, aportando más intensidad y plenitud a la experiencia narcótica.

El condimento amargo

El after político: placer, bromas y paranoias
“La psilocibina y el LSD fueron las drogas originales de la cultura psicodélica, la cocaína se asocia a la escena disco, y el éxtasis (MDMA) es la droga característica de la cultura rave”, resume Leo Felipe.

“Si nos fijamos bien, la forma de bailar de los zombis de la tecnocracia, balanceando sus cuerpos de un lado a otro, con los pies apoyados en el suelo, es muy similar a la danza estática de los adeptos del Santo Daime”

El libro está escrito desde el contexto del ocio nocturno de tres ciudades brasileñas y en un punto mencionas que Brasil tiene un “condimento especial” –al que te refieres con la cualidad de “amargo”– que posibilita un determinado tipo de fiestas. ¿Crees que los planteamientos y posibilidades que apuntas se pueden aplicar a otros contextos en América Latina o Europa?

El condimento amargo son las cuestiones de clase y racialidad, inseparables de la fiesta –y de todo lo demás– en Brasil. Creo que sólo en determinados entornos los participantes son conscientes de esto. La corriente dominante tiende a estar menos politizada, pero el debate sobre la identidad, por ejemplo, ha ganado cada vez más protagonismo en los ambientes de masas; al fin y al cabo, es un tema que también sirve al capitalismo neoliberal. En Brasil sería impracticable, por ejemplo, una política de puertas como la de Berghain [una de las discotecas más conocidas de Berlín, famosa entre otras cosas por el control de las personas a las que se permite la entrada, fundamentalmente en base al aspecto y la actitud que presentan quienes quieren entrar]. Aquí ese cribado se concretaría inevitablemente en racismo y clasismo. Las formas de segregación funcionan todo el tiempo, pero eso sería inaceptable en un entorno supuestamente politizado. La impresión que tengo es que la vieja Europa está cansada, ha visto demasiado y ha institucionalizado –arrastrando al museo y al mercado– todos sus supuestos procesos libertarios.

El libro está armado como un collage de textos, siguiendo la técnica del cut up popularizada por William Burroughs.

Burroughs es uno de mis héroes literarios, un autor que desempeñó un papel muy importante en mi deformación cultural. Junkie, su novela de 1953, cuenta, a través de una narración directa y rítmica al estilo de la literatura policíaca, los percances de un drogadicto en la América de posguerra. Leído al final de mi adolescencia, el libro tuvo un enorme impacto tanto en mi forma de escribir como en los temas sobre los que decido hacerlo. A lo largo de mi vida, entré en contacto con otras obras del escritor y conocí sus novelas experimentales, realizadas con el método inventado por su colega Brion Gysin. En 2016, me planteé aplicarlo a la reescritura de la historia del arte en un (frustrado) proyecto de doctorado. Después empecé a experimentar con ella en mi producción textual, incluidas algunas secciones de Historia Universal del After. Desarrollé mi propia versión, utilizando herramientas digitales –el Word– para la creación de las frases, en lugar de recortar de forma analógica las páginas y reordenarlas después a partir de combinaciones casuales. El cut-up (trocear en inglés) es un intento de aplicar una técnica de las artes visuales, el collage, a la literatura. Su primer elemento fundamental es la apropiación, que lo acerca a otros experimentos artísticos del siglo XX, como el ready-made duchampiano, la antropofagia de los modernistas brasileños y el détournement situacionista. En la música contemporánea, puede asociarse al sampling y al mashup. El segundo elemento es el azar. A través de esta técnica podemos crear las condiciones para que se produzca el azar, y ya sabemos que el azar tiene el poder de manifestar la poesía. En este sentido, tiene similitudes con la propia ketamina: también es como lanzar unos dados que operan una disociación de los elementos sintácticos del discurso, reelaborándolos de un modo particular e inesperado. En su constante paranoia, Burroughs veía propiedades adivinatorias en el método y, si pensamos en antiguos sistemas oraculares como el I-Ching chino y el Ifá yoruba –que se sirven de permutaciones formadas por el juego aleatorio para construir predicciones– el delirio del viejo escritor drogado no parece tan absurdo.

El after, espacio laico

El after político: placer, bromas y paranoias
Entre las imágenes del libro, aparece la estampa nocturna de este coche negro con la palabra Hell, “infierno”, pintada.

Hacia al final del libro mencionas que participaste en una sesión del Santo Daime con ayahuasca y que esa experiencia te llevó a pensar “que todo lo que había previsto y pensado podía pasar en otros contextos, con otra receta, otra música, otra liturgia”. ¿Qué similitudes encuentras entre las propuestas de tu libro y las ceremonias del Santo Daime? ¿Crees que pueden alimentarse las prácticas del after con otras prácticas rituales de carácter religioso, espiritual o chamánico?

Dos breves anécdotas: 1) Ketamina en abundancia en una fiesta de cumpleaños. Uno de los invitados empezó a cantar unas extrañas canciones y me di cuenta de que formaban parte del cancionero de Daime. Eso me molestó. Me pareció una actitud irrespetuosa, no solo para los demás invitados sino, sobre todo, para la propia religión que profesaba el tipo en cuestión, al fin y al cabo, debería basarse sólo en las propiedades de las plantas sagradas y no en otras sustancias. 2) Una amiga confesó a su padre –un veterano adepto a los rituales de la ayahuasca– que compartía las sensaciones y visiones experimentadas en los rituales del Daime con las del uso de LSD en fiestas. Otra herejía. Lo que la pista de baile y estos cultos tienen en común es la existencia de una metodología para el uso de la sustancia, la “liturgia”, que principalmente implica la música y el cuerpo en movimiento. Si nos fijamos bien, la forma de bailar de los zombis de la tecnocracia, balanceando sus cuerpos de un lado a otro, con los pies apoyados en el suelo, es muy similar a la danza estática de los adeptos del Santo Daime. Creo que las prácticas religiosas o chamánicas deben darse estrictamente en sus contextos. La pista de baile y el after tienen que ser espacios laicos.

El after político: placer, bromas y paranoias

Al acabar el libro se me quedó la sensación de haber leído algo incompleto. Parece que el libro, más que llegar a conclusiones, es una exploración de posibilidades. Me interesa la replicación de experiencias que el libro puede producir y está produciendo. Por ejemplo, en Madrid se presentó el libro con el formato y el horario de un after, imagino que contando con todos los elementos del after y con buena parte de los asistentes acudiendo de after después de una noche de fiesta. ¿Qué tal fue la experiencia? Y fuera de España, ¿se han organizado otros eventos o propuestas a raíz de la publicación del libro?

El final del libro es, de hecho, aleatorio, ya que la narración es una continuidad de mi propia vida, que, afortunadamente, aún no ha terminado (si lo hubiera hecho no podría narrarla, salvo a través de la psicografía). No participé en el acto de Madrid, pero oí que un par de docenas de personas acudieron a escuchar música, charlar, leer extractos de la obra y tomar drogas, no necesariamente en ese orden. Tengo dudas de que sea factible celebrar actos de esta naturaleza, que requieren atención específica, concentración, en un entorno como el after, donde debería reinar la inactividad. También es importante recordar la función del libro en ese contexto: se limita a ser la superficie donde se deposita el fármaco para ser inhalado (risas). Cuando presenté el libro en Buenos Aires el pasado noviembre, la editorial Caja Negra movilizó a gran parte de la escena de la ciudad en un hermoso evento que reunió a numerosos colectivos, artistas, clubbers y usuarios de drogas en una noche que, para mí, fue inolvidable; con conversaciones, exposiciones de fotografía, proyecciones de películas, sesiones de DJ y mucho baile. Hemos hablado de llevar este formato de evento a otros lugares: Santiago, Madrid, Barcelona... ¡Sería maravilloso! Aquí en São Paulo, en 2019, también hice dos eventos de lanzamiento del libro, un círculo de conversación y una fiesta. Por otro lado, la actividad más interesante que he promovido en un after fue la exposición Requer disciplina, celebrada en 2018 en el piso de unos amigos, tras una fiesta de Black Mamba. Fue muy divertido ver a gente destacada de la escena artística de São Paulo llegar al apartamento/espacio de exposición y tener que caminar sobre los cuerpos tendidos en el suelo del salón en pleno k-hole.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #304

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