La crisis de la covid-19 ha tenido su mayor impacto en la población más vulnerable. Las medidas de seguridad basadas en la distancia social han ahondado el abandono de los más desfavorecidos. Muchos hablan ahora de los problemas mentales derivados del aislamiento y el miedo ante el coronavirus, pero también hay problemas básicos de alimentación que afectan a una parte no despreciable de la población. Dentro del sector cannábico ha surgido una iniciativa por parte de CANNA, que, en alianza con empresas del mundo rural, ha organizado dos huertas que surten de cestas con frutas y verduras a familias necesitadas de Palencia y Córdoba. Un proyecto solidario –en colaboración con Castilla Bio Lab y AGROpharm y bancos de alimentos y asociaciones locales– del que ya se han beneficiado más de doscientas familias.
La iniciativa comenzó hace unos meses y se va a extender al año que viene. Patatas, cebollas, tomates, calabacines, calabazas, frutas y plantas aromáticas, entre otras variedades de temporada, han llenado las cestas y están llegando ya a los hogares. El proyecto trata de promover una dieta equilibrada y viene a complementar, con sus frutas y verduras, los alimentos no perecederos, en su mayoría legumbres y cereales, que son los que más reciben las asociaciones benéficas de pequeños donantes.
Según cuentan los responsables de la empresa CANNA España, la agricultura se centra en cultivos locales y de estación, haciendo un uso responsable del suelo y cuidando el medio ambiente: “Queremos que esta acción sea un proyecto local. Buscamos generar el mínimo impacto ambiental posible. Por eso elegimos también que sea gente cercana a las huertas la que se beneficie, para que no tengamos que transportar los alimentos demasiado lejos, lo que generaría, además de contaminación, demoras en la recepción de alimentos que se suponen han de consumirse lo más frescos posible”.
Susanne Van Brunschot, directora de CANNA España, ideóloga y promotora del proyecto, nos cuenta en esta entrevista en qué consiste la experiencia: “Somos conscientes de que no vamos a solucionar la pobreza en España con esta cantidad de donaciones, sería algo imposible, pero creemos que nuestro pequeño aporte genera un impacto muy grande para muchas familias en situación de gran dificultad y estrés económico”. Van Brunschot apela también a la implicación y a la responsabilidad social del sector cannábico: “Nos encantaría que este proyecto sirva también como herramienta de concienciación dentro del sector. Creemos que todos podemos ayudar, de diferentes maneras, a aquellas personas que más lo necesitan en estos tiempos de crisis”.
¿Por qué una empresa especializada en productos para el cultivo cannábico lleva a cabo un proyecto solidario en huertas donde no crece una sola mata de marihuana?
Creo que no va por ahí la cuestión. El objetivo es ser una empresa con responsabilidad social y solidaria. Siendo líderes del mercado, nos vemos obligados a contribuir de alguna manera a la sociedad. Aparte de eso, los productos Canna se pueden usar para muchos tipos de plantas, como tomates, pimientos, calabacines, calabazas...
¿Cómo surgió la idea?
Considerando el alcance de la crisis de la covid-19 y cómo afecta a la población más desfavorecida, vimos que, por cuestiones económicas, muchísimas personas no tienen la posibilidad de adquirir productos frescos. Justamente, lo que falta en los bancos de alimentos es la verdura y la fruta frescas, esenciales para la salud y el sistema inmune.
Hemos iniciado este proyecto porque económicamente somos capaces de hacerlo y porque somos una marca solidaria. Siempre lo hemos sido.
Si se puede saber, ¿cuánto dinero ha invertido Canna en este proyecto?
Más de lo que invertimos en campañas de marketing.
¿Qué otros proyectos solidarios ha llevado a cabo CANNA como parte de su política de responsabilidad social?
Durante muchísimos años hemos contribuido a cada iniciativa que emprendía el sector para regular o legalizar el cannabis. Somos una de las pocas marcas que siempre ha aportado. Además de eso, hace diez años montamos la Fundación CANNA, una ong dedicada a la educación sobre la planta, el apoyo a la ciencia y el desarrollo de estudios de carácter científico.
Ya se ha donado la primera remesa de cestas, ¿a cuántas familias han llegado?
Ya hemos producido y entregado cerca de unos cinco mil kilos de verduras, incluyendo lechuga, calabacín, tomate, pimiento, cebolla, patata, pepino, zanahoria… En cuanto al número de familias, es relativo, ya que las hay de uno a seis o más integrantes, pero aproximadamente unas doscientas familias están recibiendo las cestas.
Las cestas se donan a comedores locales que alimentan a gente en muchos casos desempleada, ¿parte de estos desempleados participan de alguna forma en el proyecto?
Aunque los receptores no participan directamente en los huertos, las asociaciones con las que colaboramos son centros de desarrollo rural. Están muy ligadas al huerto y las buenas prácticas de cultivo. Llevan a cabo diversos talleres y fomentan los huertos urbanos.
Una huerta en Córdoba y otra en Palencia, esta última de agricultura ecológica. Supongo que habréis podido comparar los resultados de ambas, ¿sigue siendo más productiva la agricultura convencional que la ecológica?
Sorprendentemente, ambos huertos están produciendo cantidades muy similares. Todos los colaboradores están muy involucrados en el proyecto y sacando el mejor provecho en ambos cultivos. Si bien la huerta ecológica requiere más atención, los agricultores que la llevan son verdaderos expertos y apasionados del cultivo ecológico. Ellos tienen sus trucos para producir al máximo.
En la nota de prensa que anuncia el proyecto, planteáis el deseo de que esta iniciativa solidaria sirva para concienciar al sector cannábico de que, en tiempos de crisis, debe ayudar a los más necesitados. ¿Crees que es posible?
Todo es posible. En un sector como el nuestro, más compañías deberían actuar como CANNA. Me gustaría ver que otras empresas colaborasen para hacer este proyecto diez veces más grande.
¿Crees que iniciativas así podrían ayudar a su vez a que el sector gozara de un mayor respeto por parte de la sociedad?
Claro que sí. Siendo un sector tan juzgado por la sociedad en general, creo que es importante que demostremos que tenemos mucho que aportar y devolver a la misma sociedad, sin esperar nada a cambio. Creo que podemos ser verdaderamente solidarios.
El lema del proyecto es “Para CANNA, la herramienta es el cultivo”, ¿qué queréis decir con eso? Intuyo que, al margen de la publicidad, hay toda una filosofía detrás de esa afirmación.
Con esto queremos decir que creemos que todos podemos ayudar de alguna manera, a través de diferentes medios o métodos. Nuestra manera de echar una mano es el cultivo, es nuestro “instrumento”. Con esta frase queremos animar a otros a encontrar sus propias formas de contribuir, cada uno desde su lugar, con diferentes herramientas solidarias.
Para terminar, supongo que estar participando en este proyecto os habrá puesto en contacto con la parte de la realidad social más golpeada por la crisis, ¿podéis compartir algunas impresiones de lo que habéis visto? ¿Ha cambiado en algo vuestra percepción de la realidad de este país?
Aunque la pobreza ha existido siempre, vemos que esta crisis ha agravado aún más la situación. Realmente, las ayudas que llegan no son suficientes para la cantidad de familias que necesitan apoyo. Lo que nos ha impactado aún más es que el distanciamiento social y los protocolos de seguridad frente a la covid han puesto en pausa o minimizado muchísimas de las acciones que se desarrollan en las asociaciones benéficas, como talleres de educación y sesiones de apoyo piscoemocional, puntos de verdadero encuentro entre personas. Hemos visto las aulas de estas instituciones vacías, lo que es realmente triste. Esperamos que pronto puedan retomar todas las actividades que habitualmente desarrollaban para dar apoyo también emocional, recreativo y formativo.
¿Alguna historia vinculada a estas dos huertas que os haya impactado?
Allí en Palencia, en Amayuelas de Abajo y otras comunidades rurales, existe una fuerte despoblación. Cada vez son más las personas que se mudan del entorno rural a las ciudades. Esto es algo que ya sabíamos que pasa desde hace años, pero nos ha impactado verlo y comentarlo con las personas colaboradoras. Nos cuentan que muchas pequeñas empresas han tenido que cerrar y que cada vez hay menos jóvenes en estos entornos, por lo que temen las consecuencias que esto traerá a futuro.