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El inventivo aliño de Raúl Cantizano

Hoy cualquiera se siente ofendido por cualquier cosa. No siempre fue así, aunque en el flamenco parece que siempre hubo ofendidos defensores de la esencia, paladines de lo puro, represores que ignoraban que todas las artes son bastardas, que los géneros generan vida a fuerza de mezclarse, que los cigarros están más ricos si se aliñan. El guitarrista Raúl Cantizano (Sevilla, 1973) acaba de publicar Guitar Surprise, mito y geología del Canti, un disco magistral de inventivo aliño, que nos sirve de excusa para hablar de sus quehaceres y de su manera libre de estar en el mundo, como parte de esa heterodoxia que amplía las fronteras del flamenco y de la música en general.

Raúl Cantizano es un guitarrista ecléctico, “adscrito y proscrito del flamenco”, que, para escándalo de algunos puristas, “los fachas del flamenco”, no guarda la obediencia debida al género, aunque ninguno puede negar su talento con el instrumento. Ya de joven deslumbraba tocando en el instituto por Jimi Hendrix; hoy te lo puedes encontrar acompañando al baile en un tablao lleno de guiris, de escudero del Niño de Elche o de Rocío Márquez, en creativo diálogo con el bailaor Andrés Marín, o improvisando en un festival de música experimental a dúo con un trompetista.

Lo pueden haber escuchado en la factoría experimental de Bulos.net, dirigiendo espectáculos con Santi Barber como Bulos y tanguerías o Vaconbacon, cantar las fuerzas. También en compañía del percusionista Antonio Montiel, bajo el nombre de ProscritosDF, con dos discos en su haber, El Don del Exilio (2011) y Presentemiento (2014). Yo lo conocí en Voces del extremo (2015), el disco que puso a Niño de Elche en órbita, y lo he disfrutado, porro mediante y con amigos, en este disco insólito, el primero que saca a su nombre. 18 temas fruto de inspiradas improvisaciones –acompañado de Daniel Alonso y Darío del Moral (Pony Bravo)–, este álbum es una mezcla atinada de flamenco, ambient, ritmos y sonoridades del cuerno de África, rock y otros ingredientes que se funden con amorosa atención al sonido y sus texturas. 
    
Lo de ser flamenco parece una maldición, siempre teniendo que dar explicaciones de lo que se hace o se deja de hacer. ¿Cómo lo vives tú?

En el flamenco empecé con 25 años, nunca me he sentido ni he formado parte del flamenco mal llamado ortodoxo. Yo no me creo la ortodoxia, así que para mí nunca ha sido un problema a la hora de afrontar mis prácticas. Ni he tenido que justificarme, ni veo que tenga que hacerse. Como artista he hecho lo que me ha dado la gana. Pienso que flamenco no es patrimonio de nadie, ni siquiera de los andaluces como ya sabemos. Que haya personas que basen y sientan su identidad en el flamenco, según lo entienden ellos, no les hace dueños de nada, ni tener más razón que nadie. ¿Acaso no se toca el blues o el jazz de miles de maneras diferentes en todo el mundo? Para mí el flamenco es un arte abierto con múltiples posibilidades, muy rico, donde caben muchas interpretaciones y la historia lo demuestra. No existe ningún riesgo de que se vaya a perder ni nada. Lo de las tensiones viene más por una cuestión de quién se lleva la mayor tajada del pastel y claro, a veces sacan las uñas.

¿De qué vive un guitarrista como tú, además de perder tiempo y dinero en proyectos arriesgados?

De momento subsisto gracias al flamenco y principalmente de acompañar al baile que es lo más comercial. El flamenco goza de bastantes privilegios y está bien pagado, a diferencia de músicas como el jazz o el rock. Es una atracción turística que permite que haya trabajo en tablaos y festivales dentro y fuera del país. Así que el tablao ha sido digamos un ingreso base más estable y un punto de partida, me gusta tocar flamenco y estar en la trinchera. Afortunadamente, por otro lado, siempre he podido hacer un poco lo que quería, propuestas menos ancladas en las estructuras clásicas. Tengo que decir que por necesidad, pero también por valentía; nunca me importó dedicar tiempo y esfuerzo a otras historias saliéndome del cómodo y bien pagado tablao cerca de casa, y, bueno, parece que con Niño de Elche no va tan mal.

Hasta ahora has formado parte de proyectos colectivos. En Guitar Surprise, mito y geología del Canti, en cambio, decides enfrentarte al mundo con tu nombre y apellido, ¿por qué?

“Yo no me creo la ortodoxia, así que para mí nunca ha sido un problema a la hora de afrontar mis prácticas. Como artista he hecho lo que me ha dado la gana”

El arte mercantilizado atiende siempre a la autoría y a simplificarla al máximo. Desgraciadamente nuestra sociedad y la industria no entienden bien la creación y los procesos artísticos, no entienden lo colectivo, cuando la creación casi siempre es el resultado de la interacción entre varias personas y la información que manejen y pongan en juego. Para la industria, el capital simbólico acaba recayendo normalmente en un solo nombre. Si trabajas con un nombre de grupo y el mismo grupo cada vez, vale, pero si no, ¿cómo explicas quién eres?, se complica y no hay manera de que te reconozcan. Así que decidí que tenía que empezar a darme otro sitio. Aparte, se me antojaba como un nuevo reto y eso me apetecía, probarme, buscar qué hay de interesante en lo que puedo ofrecer. Pero, vamos, esta incursión personal no excluye otros proyectos; llevamos tiempo trabajando en colectivo, principalmente con Bulos.net y Los Voluble, y vamos a seguir haciéndolo. 

¿Cómo vives la diferencia entre el primer y el segundo plano, en qué se distingue acompañar a un artista y ser uno el protagonista de su propia aventura?

Lo primero es la sensación de responsabilidad, que de pronto es mayor. También siento más inseguridad, quizá por falta de costumbre, pero también porque creo que la apuesta por la música instrumental tiene un riesgo añadido, la voz y la palabra tienen mucho poder. En un plano menos emocional, la carga de la producción y también la distribución hace que tengas que trabajar más. Y no me quiero olvidar de la comunicación: la web, las redes y las entrevistas… De todas formas, asumir todas estas labores es tomar buena conciencia de cómo funciona esto de la música. Tenemos muchas veces una idea demasiado idealizada de la forma de vida de los artistas.

Raúl Cantizano
Raúl Cantizano saliendo de entre las montañas tras encontrar el secreto del aliño

¿Cómo suena este disco en directo? Son cortes breves que en algunos casos dejan con las ganas de un desarrollo mayor y no debe ser fácil trasladar fuera del estudio las trabajadas texturas del sonido, como esa guitarra flamenca grabada a lo antiguo de la Zambra de la gloria.

Hay temas que ya he tenido la oportunidad de mostrar en directo, principalmente los de guitarra sola y guitarra preparada. Estos van bien. Lo de la Zambra en directo está más en la forma de ejecutarlo, tocar con un sentido y un ataque que ya no se usa. Los temas más complejos de banda aún no hemos tenido oportunidad de presentarlos en directo. Es muy difícil conseguir cerrar una actuación. Si alguien se anima que sepa que tiene un estreno al alcance... El disco está basado en la impro y aunque pudiera parecer que hay piezas con muchas pistas, todo muy medido y producido, realmente la mayoría de las veces son un trozo extraído de alguna de las sesiones que hacíamos en el estudio. 

¿En qué consiste para ti la improvisación?

Para mí es una manera de entender la música, una manera de relación con el hecho musical. Es una necesidad, mi cabeza tiende a improvisar inevitablemente. No conozco una mejor manera de hacer y vivir la música. Me divierte tocar y me gusta sorprenderme con lo que encuentro, desde el disfrute y las ganas de aprender, es como un juego. También es una actitud: estar alerta, centrado en la escucha y reaccionando a lo que está ocurriendo. Es lo que encontré en el flamenco, aunque ahora se acostumbre a fijarlo todo. Para improvisar hay que tirarse a la piscina y requiere mucha práctica y dedicación. También te comes el tarro, ya que hoy el paradigma de músico exige ser ese artista infalible, súper virtuoso y perfecto. Para eso hay que repetir y repetir como un mono lo que has estudiado hasta la saciedad ¡y es tan aburrido! Yo al final suelo acabar cometiendo un error que inevitablemente me lleva a otra variante y de ese fallo a otro y acabo haciendo otra cosa, así que directamente prefiero ir a improvisar y ver por dónde sale la mano. Eso me permite trabajar otras cosas; la escucha, la intención, las texturas, el cuerpo, el espacio… 

La primera vez que escuché este disco lo hice bajo los efectos del THC, lo que me hace ahora imaginarlo en vivo en una feria cannábica o incluso ante las masas de un festival trance, más que frente a un público de entendidos amantes de la música instrumental avanzada, ¿serías capaz de poner a bailar a las muchedumbres o tu música solo está pensada para la escucha?

No creo que esté haciendo música para una élite, lo que ocurre es que vivimos demasiado rápido y dedicamos poco tiempo a escuchar. Es una música que te puede llevar a muchos sitios, te invita al viaje. Hacerlo fumando o viajando seguro que son unas de las mejores maneras de disfrutarla. En general el disco no es para estar de fiesta, pero hay cortes que en directo pueden ponerte a bailar. La apuesta era abarcar un amplio registro y poder hacer el directo en varios formatos para muchos tipos de festivales. Puedo hacer un directo en solitario o con banda; más ambient o experimental, más flamenco o más bailongo, o como a mí me gusta: todo rebujado.
 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #246

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